Radicales: cómo se pierde el tiempo con Perón

Al término de un año en el que los radicales se dividieron entre el "acuerdo grande'' y el "pacto" con Perón para gestar un frente opositor el saldo parece arrojar el fracaso de ambos intentos. ¿Surgirá el entendimiento del ámbito sindical?

Radicales
"El único partido que pretendió mantenerse intacto después del 28 de junio, hoy está nuevamente dividido y nada menos que por culpa de Perón", confesó amargamente a SIETE DIAS un antiguo dirigente radical. Al término de un año en el que la UCRP planeó emerger como "vedette" de la política, el viejo partido se encuentra empantanado en una polémica que durante mucho tiempo dividió a los argentinos y que parecía a punto de ser superada: peronismo-antiperonismo. Lo insólito es que haya sido el propio Perón quien se encargara de agudizar esa antinomia, considerada falsa por importantes sectores de opinión.
"Eso no resulta tan sorprendente si se tiene en cuenta que la permanencia de aquella antinomia es lo que posibilita la vigencia del mito de Perón. De ahí que él sea el primero en especular con ella", explicó un observador.
La paradojal situación parece haber sido introducida en el seno de la UCRP por los "impacientes", que se han atribuido el nombre de "generación intermedia" a pesar de que entre sus figuras más visibles pueda ubicarse a sexagenarios como Páez Molina o Aldo Tessio. Porque la política de apertura vertebrada en marzo de este año por los estrategas del Comité Nacional, incluía al peronismo, pero no en forma exclusiva. Y no sólo eso: sobre la base de excluir a Perón fomentando el despliegue de los caudillos locales.
Por eso, los analistas del proceso interno de la UCRP concluyen que "el error político de los que entraron en conversaciones con Perón y viajaron a Madrid, fue mucho más allá de un simple desacierto: dividió al partido y lo alejó de un entendimiento con las demás fuerzas democráticas. Una vez más dio resultado la estrategia de Perón: mantenerse como nudo insoslayable de cualquier solución política".
Al magro balance de la fuerza política más interesada en crear un frente de oposición al gobierno, sólo se agrega la retahíla de asados y comidas consagrada por los radicales a todo lo largo del país. "Un año perdido", fue el resumen de todas las decepciones.

LA METAMORFOSIS. — "Ya cuando se producía el derrocamiento del presidente Illia, sostuve la necesidad de un inmediato acuerdo político o la búsqueda de coincidencias con el peronismo". En una coyuntura abierta a todas las sorpresas, como la que depara actualmente el país a los partidos disueltos, no puede extrañar que el juicio pertenezca al ex canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz. "No con vistas a una fórmula electoral, sino en función de la creación de un movimiento nacional —continuó diciendo—. Lo que ocurre es que muchos todavía no comprenden la necesidad de coincidir con el peronismo porque temen que se borre la página histórica que escribieron en su lucha contra Perón."
"Para algunos correligionarios, el pasado subsiste aún, como criterio para tomar decisiones en el presente. Para otros correligionarios el pasado no sólo se ha trasformado como consecuencia de la variación misma de las circunstancias históricas, sino que, se piensa, además, que es del futuro que deben preocuparse los argentinos, si no quieren que el país se encierre en un pozo de la historia:" Y concluyó: "Si por pacto se entiende un papel firmado por Perón y un dirigente radical, eso no existe. Simplemente porque no es necesario. Ahora, si se quiere llamar de ese modo a las coincidencias con objetivos determinados, se puede decir que eso ya existe y que peronistas y radicales pueden llegar a actuar en acciones conjuntas".
Si doce años atrás, Zavala Ortiz recibía el mote de "fusilador" por parte de las huestes peronistas, un poco más adelante, en 1958, sus correligionarios de partido y de sector, los unionistas Carlos Becerra, Facundo Suárez y Conrado Storani, ponían su firma al pie de un proyecto que aspiraba a condenar en la Cámara de Diputados el pacto Perón-Frondizi. Hoy, la metamorfosis es tal que Suárez y Storani figuran a la cabeza de la búsqueda de coincidencias con el peronismo.
Es que la nueva realidad política diluyó también el antiguo esquema unionismo-intransigencia que dividió durante mucho tiempo al radicalismo. Y las discrepancias se refieren, necesariamente, a los modos de adecuar una estructura en trance de perimir a las exigencias de la hora actual.
Sin embargo, el nombre de Zavala Ortiz no figuraba entre los firmantes del tajante comunicado aparecido un mes atrás. El texto de Suárez, Storani, Páez Molina y otros, condenaba a la conducción oficial del partido por obstaculizar, precisamente, lo que el grupo disidente considera condición sine qua non de todo cambio: el acuerdo con el peronismo. Probablemente, las razones de la ausencia de Zavala Ortiz en ese manifiesto pueden hallarse en la reunión que el Comité Nacional realizará entre marzo y abril del año que viene. Allí puede constituirse en el vocero principal de la nueva tesitura unionista: emerger de su tradicional condición de derrotada en el juego interno, con la colaboración de algunos grupos intransigentes. Definir una línea menos ambigua que la de "apertura a todos los sectores de la civilidad" es lo que buscarán unos y otros. Mientras el balbinismo, que ostenta la mayoría de los escaños en el máximo organismo partidario, necesita desplazar a los "properonistas" para favorecer una entente con las agrupaciones democráticas —que hasta ahora fracasó—, sus oponentes intentarán el esfuerzo supremo de arrancar un acuerdo con el peronismo, que tampoco pudo consumarse hasta el momento.
Por eso, las líneas han empezado a tenderse desde ahora. Y unos y otros disputan su condición de "verdaderos" radicales. De ahí que el balbinista Enrique Vanoli, secretario del Comité Nacional, advierta sutilmente: "En el partido hay gente que no es netamente radical. La razón es que se incorporaron durante la lucha contra el peronismo y vieron nada más que ese objetivo. Hoy, entonces, no tienen las cosas claras". Aludía, naturalmente, al unionismo, el mayor reducto antiperonista de la UCRP, la mayoría de cuyas figuras desplazó ahora su signo al extremo exactamente opuesto.

150 AÑOS DESPUES. — "Después de 150 años de discusiones y enfrentamientos, los argentinos hemos empezado a comprendernos", declaró a SIETE DIAS el ex presidente Illia. "Más allá de Perón y de cualquier dirigente, la gente está empezando a vislumbrar las pautas del movimiento nacional que llevará al país a encontrarse con su destino. Y en esa voluntad entran los peronistas, los radicales y otros sectores. Si algo hay que agradecer a quienes nos derrocaron es haber desatado, sin quererlo, este proceso", concluyó.
Desde que se iniciaron los contactos entre peronistas y radicales, el nombre de Arturo Illia comenzó a girar como figura principal del posible acuerdo. En realidad, a pesar de haberse empeñado en descartar airadamente cualquier amago de "pacto", el ex presidente se cuidó de no desmentir nunca sus contactos con Perón. Hasta se llegó a especular con que su viaje a EE.UU. para dictar una conferencia en algunas universidades (no se descarta también una entrevista con Robert Kennedy), sería la cobertura de una sigilosa entrevista con el exiliado, que tendría lugar en Ginebra o Suiza.
Pero a nadie se le escapa, y menos al propio Illia, que de tal entrevista saldría nuevamente ganancioso Perón. Entre otras cosas porque gran parte de la "masa afiliada" difícilmente pudiera digerir dicho evento sin merma de su prosapia radical.
Sin embargo, la objeción principal de los estrategas radicales se detiene en una realidad obvia: cualquier acuerdo con Perón puede instrumentarse, únicamente, en una coyuntura electoral. De otro modo carece en absoluto de sentido. Por eso, según tal tesitura, quienes se han apresurado a adelantar contactos con Perón y, más aún, hacerlo público, han caído en riguroso "pecado de ingenuidad". Un error que en política cuesta muy caro.
"Fíjese —señalaba un observador— que a Perón no lo iba a ver nadie. Ni siquiera los peronistas. Entonces lo fuimos a ver los radicales. Cuando la más elemental perspicacia política aconsejaba tender primero los acuerdos con las otras fuerzas y sólo entonces hacer el puente radicalismo-peronismo, los dos núcleos fundamentales. Pero no con Perón. Ahí están Matera, Vandor y todo el neoperonismo. En caso de funcionar el acuerdo, Perón no podría desconocerlo y menos oponerse." De alguna manera, es lo que ocurrió en la Asamblea de la Civilidad que abrió las compuertas para el gobierno radical de 1963-66.
Es lo que no pasó por alto Vanoli en su charla con SIETE DIAS: "A Perón hay que tenerlo en cuenta cuando hay elecciones; ni antes ni después".

LOS AJUSTES. — La alarma parece haber cundido en la colmena radical. Ahora, el propio Illia se encarga de enfatizar lo que constituye a todas luces un cambio. Al menos, en su actitud personal. Integrante de la "troika" que gobierna efectivamente el partido, junto con Balbín y Perette, el ex presidente fue el encargado de explicitar algunas rectificaciones: "El peronismo debe cambiar de mentalidad y conformarse al estilo democrático que vivió siempre nuestro país", hizo saber en los primeros días de este mes, desde Santiago del Estero. Y agregó: "La palabra pacto en el sentido que se le atribuye, constituye una canallada que proviene de quienes pretenden impedir un verdadero movimiento que se está gestando en la civilidad".
Es el modo de salir al cruce de los dos motivos principales que han impedido hasta ahora la concreción del "acuerdo grande": el temor de las fuerzas democráticas a un fagocitamiento en manos de una entente radical-peronista y la persistencia de los radicales en mantener a cualquier costo su individualidad partidaria. Parece un hecho que casi todas las ex agrupaciones políticas están dispuestas a asimilarse al proceso abierto por la revolución: recomponer el mapa político del país, para integrar un esquema que destituya las falsas atomizaciones a través de fuerzas más dinámicas y más representativas.
Por el lado radical, éste parece ser el escollo más importante de salvar. Cuando Ricardo Balbín respondió al requerimiento de SIETE DIAS, dijo: "Somos una buena fuerza política que ha defendido siempre las mejores causas". Puede ser un modo de aferrase a las viejas estructuras. Pero aclaró de inmediato: "Nosotros somos celosos custodios de la individualidad de nuestro partido, pero queremos un diálogo que conduzca a una cordialización nacional. ¿Si Perón ingresa en tal cordialización? Yo creo que es un hombre decididamente discutido y un ingrediente que disgrega. Además entiendo que es necesario dialogar acá. No viajar a Madrid". Y finalmente: "Cuando se eliminen las mutuas desconfianzas que aún subsisten entre los partidos, creo que podremos concluir que con el 28 de junio se habrá cerrado la etapa abierta en 1930 y abierto la perspectiva de la estabilidad institucional".
Mientras tanto, lo que el radicalismo necesita para canalizar su estrategia es romper la estabilidad actual. "El acuerdo no pudo salir hasta ahora porque los demás no luchan, negocian con el gobierno", se quejó un dirigente de primera línea. Pero cuando las autoridades partidarias requieren de sus líderes sindicales que encaren una acción frontal contra el gobierno, las dificultades tienen un corte idéntico: ellos también negocian. Es que ningún dirigente gremial, ni aun los radicales más fervorosos, que no son muchos en el movimiento obrero, parece dispuesto a perder su sindicato en función del juego de los dirigentes políticos.
Si el "pacto" no dio ningún resultado a nivel político, menos pudo tener éxito en el ámbito sindical. Pero en la medida que el segmento radical de los gremios Independientes (Uncal, Pomares, Bruzzone), pueda incidir en el pleito interno del sindicalismo peronista, inclinando la balanza hacia una de las tendencias, como hiciera Pomares con Vandor en bancarios, es posible que se geste un movimiento más importante que un eventual acuerdo de partidos. La normalización de la CGT, que se encara para marzo próximo, puede ser un' hito en tal sentido. Es lo que dio a entender Tomás Uncal a SIETE DIAS: "Nosotros no tenemos ningún 'fenómeno' atrás nuestro como el que puede aglutinar a los peronistas. Pero el movimiento obrero necesita para su propia subsistencia del aporte de los sectores medios. Junto con los obreros industriales puede formarse un fuerte sindicalismo que pese orgánicamente en las decisiones nacionales".
A todo esto, la UCRP también puja por las adecuaciones. El período de verano será empleado en analizar nuevas formulaciones que fijen la posición del partido en torno a los nuevos problemas. Las comisiones de estudio deberán expedirse antes de marzo sobre la reforma de la Constitución, participación de los diversos sectores por medio de un Consejo Económico-Social y revisión de la plataforma partidaria. Quizás sea el intento de convertir en realidad un viejo sueño de Balbín y sus acólitos: "El radicalismo es un movimiento nacional que adopta la forma de un partido para adecuarse a las instituciones republicanas".
Revista Siete Días Ilustrados
19.12.1967

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