Vida Moderna
El radioteatro, una marea de lágrimas
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Envuelto en cables, agitando papeles, un hombre pequeño y magro finalizaba, hace 4 días, la vertiginosa grabación de 6 capítulos de una radio-novela. Rodeado de su equipo, Juan Carlos Chiappe, autor, empresario, actor y director, se aprestaba a partir hacia La Pampa. Hacía 48 horas que no dormía. El día anterior había fatigado, yendo y volviendo, los 210 kilómetros que separan Buenos Aires de Bragado. La inmediata gira hacia La Pampa, una sucesión de pueblitos polvorientos, la posibilidad del barro o de la lluvia, la devoradora inminencia de un público ávido de farsa, no parecían sin embargo amedrentar a Chiappe.
La cara arrugada del autor refleja los azares de sus trajinados 50 años. Una existencia que su esposa, actriz mucho más joven y de exuberancia algo italiana, sabe definir con vivacidad: "Juan Carlos es incansable, nos arrastra. Muchas veces protestamos, pero abandonar esta vida sería como morir."
Tangos, Twists y Serenatas; Millonarios y Alpargatas, es el apabullante título de la obra en 110 capítulos transmitida en dúplex por las emisoras Porteña y El Pueblo. Mientras las aventuras de sus personajes son grabadas en largas tiras sin ensayo previo, más de un millón de personas esperan ver el verdadero rostro de los protagonistas. Doscientos mil lo han conseguido en lo que va del año.
Pero el radioteatro tiene también otra ladera. Tras una untuosa cortesía, Alberto Migré, autor de 'Esos que dicen amarse' —último éxito de la radio y la televisión—, se expone como imagen de lo que suele llamarse radioteatro serio.
Migré es un hombre elegante. Tiene treinta años y vive con su padre, su madre y un perro. Una hora le basta para escribir sobre un esténcil cada capítulo de sus radioteatros. Nada lo urge demasiado. Seguido por un público que él cree exclusivo, siente que ha superado toda truculencia. No vacila en
autodefinirse como "el creador de un estilo directo y llano, que muestra los hechos de la vida cotidiana".
Suele ejercitar la ironía. Hace una semana, en un café de la calle Maipú, comentaba sonriente: "Para hacer una buena obra no es necesario pegarle a un idiota. La vida es mucho más simple."
Sin embargo, otras declaraciones no lo salvan del romanticismo. "Es necesario —agregó ese mismo día— llevar la palabra de amor al ama de casa que ya la ha olvidado; a aquellos que nunca la reciben de nadie."

Choque de dos mundos
Tanto Migré como Chiappe son personajes prototípicos. Alrededor de ellos se alinean dos verdaderas escuelas, enfrentadas desde hace muchos años.
Las razones del choque no son económicas. Migré gana, sin demasiado esfuerzo, 300 mil pesos por mes. Atilio Marinelli, protagonista de sus obras, 150 mil.
Las ganancias de Chiappe, según se murmura, son incalculables. Una idea de su monto surge, sin embargo, al descubrir las entradas que percibe el actor-empresario Audón López, otro de los representantes de la línea popular. En tres funciones de gira, con diferencia de pocos días, López recaudó sucesivamente 90 mil, 75 mil y 60 mil pesos en un pequeñísimo teatro de San Miguel, provincia de Buenos Aires. El promedio diario de ingresos de esas compañías oscila entre los 70 mil y los 100 mil pesos.
¿Dónde está entonces el problema? ¿Cuál es la causa del rencor mutuo?
El autor-empresario Jorge Enrique Díaz —que refugia su cansancio en los salones mullidos de Argentores— pudo resumir así la posición de su grupo: "Los que dicen que hacen radioteatro serio, los que nos acusan de bastardos y comerciales, se olvidan de que nosotros creamos un público de la nada." La versión de Chiappe fue, como siempre, más contundente: "Nosotros no somos bacanes."
Dentro de la orientación representada por Migré es posible captar un culto del lenguaje, un sentimiento de superioridad artística. Pero la mera mención de la existencia de los otros produce, también allí, reacciones estridentes.
Graciela Teisaire (40 años, casada), que prefiere los temas históricos, se queja de un público demasiado acostumbrado a la división entre buenos, malos y traidores: durante una gira —la única—, sus espectadores no entendieron, según ella, "el problema filosófico del federalismo". Su obra versaba sobre la vida de Pancho Ramírez, el caudillo del Litoral.
Armando Baieli, un hombre serio y reposado que en 1942 ejecutó la arriesgada idea de radioteatralizar el Evangelio según San Lucas, esgrime argumentaciones más sutiles. Como todos los serios, concentrados en las grandes emisoras (El Mundo, Belgrano y Splendid), reconoce que ha sido saludable la sustitución del tuteo por el voseo y la utilización de temas nacionales. Pero, al mismo tiempo, no vacila en confesar que existen ciertos clisés: los conflictos familiares, las adecuadas dosis de romanticismo, el amor traicionado.
Algunos oyentes interrogados al azar por PRIMERA PLANA confirmaron, sin saberlo, una insidiosa sospecha: ¿Hay una gran diferencia entre los que se proclaman "defensores de una mínima cultura", sedentarios autores y adaptadores de "grandes obras", y los otros, bullangueros y nómades "que abrazan sin resquemor al obrero y al campesino"?
Los sondeos demostraron que una misma ama de casa escucha, sin sobresalto, las obras de Nené Cascallar o los melodramas de Díaz. Admira a ambos con idéntica intensidad. "Y después de todo —como comentó la dactilógrafa Elvira Haydée Rodríguez en el hall de Radio El Mundo—, ahora también los serios se lanzan á la calle."
La autora del comentario se refería seguramente a la ofensiva que a principios de este año emprendieron Migré y su gente en el teatro Francisco Canaro, de Constitución. El éxito de taquilla fue tal, que obligó a Migré a usar una de las tácticas más abominadas por él mismo: prolongar con capítulos agregados, no previstos, el final de la obra. Marinelli definió a ese público: "Gente humilde, que llegaba de todas partes; la sala quedaba en una calle oscura. Los espectadores venían expresamente a vernos."
Los programas grabados llevan la entonación de Buenos Aires al interior argentino, pero es el interior el que finalmente decide la suerte de los ídolos. Graciela Teisaire viajó a la Patagonia para "ambientar el drama del desolado hombre del Sur". La desbordante Delia González Márquez realizó cinco viajes completos en la línea de colectivos número 7, para poder escribir "una obra realista". "Pero todos, inevitablemente, deben someterse a las exigencias del público —afirmó a PRIMERA PLANA un productor—. Las obras pretendidamente intelectuales fracasan."
Las respuestas que los autores de ambos bandos dan a esta exigencia difieren poco. No hay gran distancia entre lo que afirma Migré —"La mujer no busca en mí grandes palabras, sino su cuota diaria de ilusión"— y lo que observa Díaz con la misma buena fe: "Nuestras piezas son siempre optimistas, siempre ingenuas, siempre humanas, y dejan moralejas. Comenzando por lo más simple abrimos el camino del teatro." El río que separa a las fuerzas en combate no parece suficientemente ancho: una zancada basta para cruzarlo.

13 de octubre de 1964
PRIMERA PLANA

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   "Es necesario —agregó ese mismo día— llevar la palabra de amor al ama de casa que ya la ha olvidado; a aquellos que nunca la reciben de nadie."
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