EL ACONTECER
Ajustarse los cinturones y no fumar

Recambio presidencial
Si el 25 de Mayo de 1973 se transmitiera el gobierno de la Nación a las nuevas autoridades constitucionales, sería apenas una curiosa coincidencia que dos años antes —es decir, durante la reciente memoración patria— haya sido la fecha exacta indicada por diversas informaciones oficiosas para la realización de una trascendente conferencia cumbre realizada en la residencia presidencial de Olivos. En efecto, desde hace más de quince días comenzaron a circular versiones, en zonas cercanas a la conducción política y en medios periodísticos, sobre una reunión en la cual participaron altos representantes del gobierno y los jefes de los dos grandes partidos políticos argentinos. Una especie señaló, por ejemplo, que el martes 1º deliberaron en la casa del político radical José Luis Cantilo los representantes de La Hora del Pueblo y del gobierno, pero se trataba en ese caso de un trascendido equivocado (ver Confirmado, Nº 312: el rumor había incluido en la reunión al presidente Lanusse).
En cambio, todo indica que el 25 de Mayo conversaron efectivamente, en la residencia presidencial de Olivos, entre las 6 de la tarde y las 9 de la noche, el Jefe de Estado, Alejandro Agustín Lanusse; el ministro del Interior, Arturo Mor Roig; el secretario del Estado Mayor Conjunto, brigadier Ezequiel Martínez; el secretario general de la Presidencia, general Rafael Panullo; el jefe del radicalismo, Ricardo Balbín; el secretario general del Movimiento Nacional Justicialista, Jorge Daniel Paladino, y el dirigente demoprogresista Horacio Thedy. En fuentes gubernamentales, por ejemplo, no se suministró ninguna información oficial sobre ese symposium. Pero, sin confirmarse explícitamente la noticia, se llegó a anotar que se había realizado una conversación de muy alto nivel entre las cumbres del gobierno y las cumbres de los partidos.
A ningún observador puede escapar la importancia de una reunión de esas características, importancia inclusive remarcada por el hecho de que el escenario de la misma haya sido la residencia del Presidente, quien, por otra parte, recién se trasladó para vivir en ella, desde su anterior domicilio de Campo de Mayo, días después, el 29.
El contacto directo entre buena parte de los principales protagonistas del proceso argentino actuó como condicionante decisivo de hechos posteriores y llave maestra para comprender diversos acontecimientos que comenzaron a enhebrarse a partir del encuentro: el discurso de Arturo Mor Roig, el 31 de mayo, en el Congreso Nacional; el documento emitido por La Hora del Pueblo el sábado 5 de junio; la conferencia de prensa del presidente Lanusse, el 8 de junio, y la definición de los radicales del Pueblo, que comenzaba a trascender con sus más significativos detalles a comienzos de esta semana.
Algo así como un juramento parece haber obligado al silencio de todos los asistentes, que se mostraron herméticos, inusualmente herméticos. Pero no es difícil concluir que se habló sobre la fecha de elecciones generales: justamente, unos días después, La Hora del Pueblo habló de acelerar el proceso y consultar a los dirigentes de los partidos sin esperar que los mismos hayan sido reorganizados de acuerdo al nuevo estatuto. Fue Horacio Thedy quien rompió el fuego al sugerir al Presidente que la fecha de elecciones sea fijada para octubre de 1972 o, en todo caso, para no más allá del último trimestre de ese año (una versión posterior mencionó como hipotética fecha el día 5 de diciembre de 1972).
El ministro Mor Roig había manifestado su oposición, ya que afirmó —según las mismas fuentes— que no se puede hablar aún de fechas concretas, dada la cantidad y envergadura de los problemas económicos que deben resolverse con urgencia. El demo-progresista replicó entonces que el actual gobierno no está en condiciones de enfrentarse a esos problemas y que solamente podrá haber solución con un poder legal. "Por lo demás —habría agregado—, ni siquiera el próximo gobierno constitucional terminará de poner orden en la economía."

DEL CUENTO AL HECHO
• En la conferencia de prensa del 8, el Presidente dio satisfacción a una de las inquietudes expresadas por La Hora del Pueblo al señalar que una vez que existan en el país partidos políticos ("el gobierno tiene el firme propósito de que el 1º de julio se dispongan los instrumentos... en forma tal que los partidos políticos de nuestro país tengan desde esa fecha vigencia legal", dijo), serán consultados con respecto a la fecha de elecciones sin hablar de esperar que terminen su proceso organizativo.
En la conferencia con los periodistas, sin embargo, surgió una cuestión que parece coincidir con una verdadera ofensiva de acción psicológica tendiente a crear el problema de que existen personas —los militares y/o los miembros del gobierno y/o los tres comandantes en Jefe— que supuestamente deberían ser proscriptas y no lo han sido.
No parece muy sensato sostener la obligación de una proscripción que se reclama con el único objeto de poner en un apuro al gobierno y al Presidente: si éste dice que sí se vetará a sí mismo o a los militares en general, cerraría la posibilidad de usar una de las respuestas alternativas a una eventual situación crítica y encerraría al general Lanusse en un compromiso aun en el caso de que solamente asumiendo una candidatura pudiera evitar una grave crisis; si dice que no se vetará, el terreno queda preparado para argumentar que el acuerdo buscado tiene objetivos personales; si no contesta o formula una respuesta ambigua —como ocurrió en efecto— se afirma que, al no negar, acepta la posibilidad de su candidatura.
Se invoca, entonces, para los oídos castrenses el ejemplo moral de Pedro Eugenio Aramburu, quien, para restablecer la democracia, se vetó a sí mismo y prohibió las candidaturas de militares para la Presidencia de la Nación.
El moralismo, así pensado, es curioso pues vale tanto como decir a Balbín, por ejemplo: "Si usted habla del radicalismo, para probar que lo hace sinceramente, anuncie que no va a ocupar ningún cargo público." Y, con la misma lógica, a cualquier radical que lo reemplace; y, en su terreno, a cualquier peronista, a cualquier desarrollista, etc. El test propuesto equivaldría a que se inhabilitaran a sí mismos todos los que pueden aportar una solución y, sucesivamente —ya que se invoca la moral— hasta llegar por reducción al absurdo hasta la desaparición del Estado.
Por lo demás, existen diversos interrogantes vinculados con esta cuestión: ¿Se descubre el problema por un prurito de moral puritana o para dar argumentos a eventuales conspiradores? ¿Se pedirá el veto de todos los miembros del gobierno, incluyendo a eventuales integrantes de un futuro gabinete de coalición? ¿Para qué es necesaria una autoproscripción de los gobernantes? ¿Por qué es necesario resolver el problema ahora? ¿Quiénes se beneficiarían con las autoproscripciones?
Es cierto que el general Aramburu se autoproscribió y vetó las candidaturas militares, pero no se trata de una resolución que tomó a los dos meses de gobierno, sino, justamente, luego de haber evaluado la situación, cuando descubrió que había partidos fuertes y candidatos significativos, después de dos años de gobierno, el 7 de junio de 1957. Nada indica que si hubiera creído ser una solución se hubiese vetado, hasta el punto de que unos años después se proclamó candidato a la Presidencia, porque entonces pensó que podía contribuir a resolver los problemas del país. De modo que su decisión no consistió en un impulso moral abstracto sino que fue una decisión concreta, de acuerdo a circunstancias determinadas, en un momento dado. Puede pensarse, por lo demás, si esa decisión suya no fue finalmente errónea, ya que contribuyó a distinguir la legalidad de la fuerza e hizo surgir un gobierno que, al no expresar la continuidad revolucionaria, estaba destinado a chocar con militares que habían participado en el proceso inmediatamente posperonista.
• La perspectiva de un gobierno de coalición no fue desechada por el Presidente, quien se limitó a decir que no se formaría un gabinete de este tipo por ahora. Eso no descarta especulaciones sobre próximas emigraciones (Jacques Perriaux, Luis María de Pablo Pardo, responsables del área económica) y próximas designaciones para el futuro. En este sentido, no solamente se insiste con la posibilidad de que Alfredo Gómez Morales ocupe un puesto importante sino que también se agrega que J. J. Alfredo Concepción y Félix Elizalde, radicales ambos, podrán jugar algún papel en una cercana estructura. En la reunión del 25 de Mayo no se habló de esa cuestión, aunque en La Hora del Pueblo, durante los últimos días, se vivió una sensación de franco optimismo: parece claro que las designaciones no podrán marginar el tema de las apoyaturas políticas en el futuro.
Un problema parecido se plantea a nivel de las gobernaciones, donde una de las cuestiones más espinosas es la provincia de Buenos Aires, en manos del discutido brigadier Horacio Rivara, cuyo principal sostén consiste en pertenecer a la Fuerza Aérea (luego del desplazamiento de Carlos Raynelli, también aviador, en Santa Cruz), un arma donde existen miembros que observan con cierta susceptibilidad la perspectiva de ser marginados en algún modo durante el actual proceso. Sin embargo, se menciona la posibilidad de que fuera designado el brigadier Eduardo McLoughlin, lo que evitaría resquemores en la Aeronáutica. Otra posibilidad es que se demore el reemplazo de Rivara hasta el momento en que el juego político lleve a reemplazar a los gobernadores militares por civiles: no se descarta para entonces la posibilidad de que un dirigente radical que contare con la confianza del Presidente y, al mismo tiempo, tuviere fluido diálogo con el peronismo ocupe el puesto de Rivara.

EL HUEVO Y LA GALLINA
Pero, a pesar de la consolidación de la apertura política, el tema de la subversión seguía preocupando y el problema era asumido ya, más o menos directamente, por las Fuerzas Armadas, lo cual significa que todo aquello vinculado a las actividades insurreccionales no se resolverá con criterio político sino desde el punto de vista de la seguridad del Estado. Justamente, las autoridades militares demostraban que no vacilarían tampoco en hacer frente a la acción de quienes quizá aspiren a introducir el 'tenentismo' en la Argentina, una forma militar izquierdizante que tuvo cierto eco durante la década del 30 en la oficialidad joven de Brasil. Justamente, el ex teniente Francisco Julián Licastro era detenido el jueves último como consecuencia de los durísimos términos que había utilizado durante un discurso, en Baradero. Cuando fue detenido por la policía ya tenía en su poder una citación del Comando en Jefe del Ejército para ratificar o rectificar sus expresiones. Pocos comprendieron, sin embargo, que Licastro sigue siendo militar retirado (hasta el punto en que percibe su pensión como tal) y, en consecuencia, está sometido a las obligaciones reglamentarias correspondientes. La prohibición de uso del grado es una sanción moral que no implica la baja de la Institución ni la pérdida de la condición de oficial.
El viernes, un nuevo operativo espectacular del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, decidía la liberación de cinco reclusas en Córdoba. Ese golpe espectacular dio motivos para los comentarios del segundo week end de junio: es que el rescate de las 5 guerrilleras de la cárcel de mujeres El Buen Pastor, de Córdoba, constituía un golpe de características desconocidas hasta ahora, acaso más efectiva que las ocupaciones de pequeños pueblos y villas rurales, operaciones características de los grupos insurreccionales.
Parece lógico que los organismos de seguridad no puedan prever todos los golpes guerrilleros; pero tampoco resulta justificable que el gobierno no haya tomado las medidas de seguridad elementales para proteger algunos establecimientos penales estratégicos, como el Buen Pastor, donde se alojaban Cristina Liprandi de Vélez —esposa del montonero Ignacio Vélez—, Ana María Villareal de Santucho —esposa del dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Roberto Mario Santucho, fugado de un hospital tucumano el 11 de julio de 1970, donde se encontraba herido y con custodia después de haber participado en el asalto al Banco Comercial del Norte—, Alicia Quinteros, Diana Lidia Triay de Johnson y Silvia o María Inés Urdapilleta.
La cárcel de mujeres de Córdoba, un histórico instituto penal administrado desde sus orígenes por las monjas de una congregación religiosa, tenía a su cargo la rehabilitación de prostitutas, mecheras y rateras cordobesas; pero en los últimos meses incorporó un pabellón para reclusas políticas. Sin duda, la operación fue posible por la negligencia culposa del personal de maestranza del penal, ubicado a 2 cuadras de la delegación regional de la Policía Federal y a una cuadra y media de la seccional cuarta de la policía provincial.
Mientras tanto, en Buenos Aires se consideraba que la lucha antisubversiva podría ser asumida por el Ejército, una solución que algunos sectores consideraban errónea y políticamente peligrosa por cuanto este tipo de hechos; no debieran caer bajo el control que pueden ejercer las Fuerzas Armadas.
El tema subversivo estará presente aún por bastante tiempo en el país. Es una de las dificultades más graves del actual proceso pero no, ciertamente, la única. Alguna vez, Eduardo McLoughlin, aviador politizado, comparó al plan político con un avión. En ese caso, el aparato atraviesa ahora una zona tormentosa, con relámpagos, densa nubosidad, y truenos. Muchos pasajeros están asustados; otros piensan que el piloto salió durante muchos años de vuelo de situaciones también difíciles y confían en que logrará aterrizar en destino. De todos modos, se encendió el cartel luminoso: "Ajustarse los cinturones, no fumar".

Peronismo: Dios ha vuelto a ser criollo
A las 5 de la mañana del miércoles 9 de junio, una comunicación telefónica desde Madrid sobresaltó a la esposa de Jorge Daniel Paladino. Con voz eufórica, su marido le ordenó:
—Avísales a Horacio (Thedy) y a Enrique (Vanoli) que todo funciona perfectamente.
Ese mismo día, por la tarde, otro diálogo con Madrid confirmaba a los dirigentes de La Hora del Pueblo el acuerdo de Juan Domingo Perón para proseguir las negociaciones con el gobierno. Es que, por encima de algunos hechos de menor trascendencia que ocuparon a los miembros del Consejo Superior Peronista en Madrid, la reorganización de los cuadros políticos del justicialismo aparecía como otro elemento de juicio para valorar la posición de Perón frente al proceso electoral. Entre prolongados almuerzos y obligaciones religiosas —asistió a la procesión del Corpus Christi con su cohorte porteña—, el paquete de condiciones que desplegó Paladino sobre una mesa de Puerta de Hierro parecieron seducir al líder para continuar con este ensayo de institucionalización, aunque no se decide a retirar su apoyo a los grupos especiales que enarbolan sus consignas. Sin embargo, un nuevo hecho registrado en Buenos Aires parece haber abierto nuevas perspectivas: entre la línea moderada de Paladino y el sector duro del peronismo, ha surgido una posición que, si bien es ideológicamente dura, opina que tácticamente la función de Paladino es positiva, "tan positiva como el papel de los Montoneros".
Explican su posición con una frase que se hizo bastante popular en algunos medios peronistas, pronunciada por el ex teniente Licastro: "El Vietcong le da con todo a los yanquis y negocia con Nixon". Aunque Perón parece decidido a extraer el mayor beneficio de esas dos líneas convergentes, la primera parte del cónclave madrileño indicaría que La Hora del Pueblo acaba de renovar el seguro político con el peronismo. Lo sugirió claramente el ex vicepresidente de la Cámara de Diputados, Joaquín Díaz de Vivar, después de la entrevista con Arturo Mor Roig: "Parece que Dios ha vuelto a ser criollo", sorprendió con su franco respaldo a Lanusse, una frase estimulada, sin duda, desde las usinas paladinistas que ajustan las acciones tácticas de acuerdo a las instrucciones que reciben cotidianamente desde Madrid.

RADICALES
A la búsqueda del tiempo perdido
El sábado a la mañana, a pocas horas de que se iniciara el plenario del Comité Nacional radical, la tensión tendía a crecer entre los adictos a Ricardo Balbín. Circulaba la noticia, por ejemplo, de que tres ómnibus repletos con integrantes de la juventud radical de Córdoba se dirigían hacia Avellaneda, donde convergerían con núcleos afines para "copar" la barra y tratar de presionar directamente, en forma aun física, para imponer una línea de ruptura con el gobierno. Nadie dejaba de observar con preocupación los hechos ni de evaluar, inclusive, las posibilidades de que se produjeran graves incidentes.
En ese clima, la conferencia radical debió abocarse a tratar de compatibilizar la actitud moderada y centrista de la conducción con las distintas presiones. La filosofía del balbinismo, la corriente mayoritaria, estaba fijada: en un pronunciamiento parecido al emitido por La Hora del Pueblo, el partido debía decir que no es el gobierno ni es el oficialismo, pero que tampoco es la oposición ni el enfrentamiento. La clave consistía en eludir toda censura a los dirigentes partidarios que aceptaron cargos públicos —Mor Roig, tucumanos, catamarqueños— pero, al mismo tiempo, advertir de alguna manera para que los afiliados no concurrieran en tropel a la mesa servida del oficialismo. "Aquí la cuestión será mantener la independencia del partido, a mitad de camino entre el oficialismo y la oposición. Una línea oficialista significaría que el partido fuera en la práctica conducido por los amigos de Lanusse o el grupo francamente lanussista (Mor Roig, García Puentes, los entrerrianos, lo que no conviene a Balbín; una línea opositora cerraría la perspectiva de plan político, lo que tampoco conviene a Balbín. Nada mejor que el término medio, que consiste en decir que no estamos con Lanusse pero, a la vez, en reconocer que Lanusse es una posibilidad de salida."
No era un término medio fácil de lograr. Balbín se aprestaba a formular al menos tres anuncios de importancia: la reorganización partidaria en todo el país, sil retiro al término de la misma y un llamado a todos los radicales para que se reincorporaran al viejo tronco. Pero el balbinismo tenía sectores internos que oscilaban entre la fuerte (y obviamente creciente) tendencia morroigista —representada por dirigentes como César García Puentes— y el también poderoso núcleo que responde a Raúl Alfonsín, quien considera que "este gobierno es el régimen".
Fuera del balbinismo, pero influyendo sobre el mismo están los amigos de José Luis Cantilo, quien sostiene que el partido no debe cometer el error de 1955 de quedar a mitad de camino y ser triturado por todos y, en cambio, debe adoptar una línea de franco y total apoyo al presidente Lanusse. Casi toda la juventud partidaria se opone a esa línea así como, lógicamente, la mayoría de los cordobeses. Entre Ríos se había constituido en uno de los polos de atracción de los conciliadores con el gobierno, Buenos Aires presentaba las dos variantes y entre los capitalinos —incluyendo en ese caso a la juventud— primaba una línea cautelosa, que evitara las estridencias.
La definición final estaba destinada a elaborarse teniendo en cuenta ese rompecabezas, pero considerando a cada uno de sus factores como influyendo en Balbín, quien no dejó de ser el arbitro aunque todo indica que se abrió ya la lucha por su sucesión. No faltaban tampoco otras preocupaciones: las relaciones del gobierno con el justicialismo podían ser demasiado buenas para el gusto radical, hasta el punto en que la intermediación ya no resulte indispensable según temían. Pero aun queda por definir la gran cuestión, el asunto fundamental: quién será el candidato a Presidente de la Nación y si se aceptará apoyar a un hombre que no provenga de las filas partidarias. En caso de optarse por esa última solución, queda por saber cuál será el camino, ya que resulta improbable el respaldo directo.
En cuanto a los jóvenes y a los sectores intelectualizados del radicalismo, contemplaban con doloroso estupor que se había cumplido plenamente uno de rus pronósticos más pesimistas: luego de cinco años de ostracismo, el aparato quedó intacto, desesperantemente intacto, y ningún caudillo abandonó la vieja agrupación. Los punteros, en cada pueblo, en cada barrio, siguen teniendo el control de la estructura. "No queda sino apelar a la bomba atómica o a los lanzallamas", sollozó casi un dirigente de la juventud. Luego agregó: "Lo que no le perdono a Onganía es que haya fracasado. Si el partido hubiera estado efectivamente disuelto por cinco años, hoy sería otra cosa". Nadie duda, sin embargo, que en ese caso hubiera surgido de las cenizas del viejo radicalismo, un radicalismo renovado pero francamente izquierdista.

Revista Confirmado
16.06.1971

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