Roberto F. Giusti
un escritor de su tiempo
por JUAN PINTO

Roberto F. Giusti
Repetidamente hemos afirmado que la misión del hombre es agregar espíritu al espíritu del hombre. Es su justificación. Y cuando de un escritor se trata, esta premisa es incontrovertible. Es por ello que al acercarnos a Roberto F. Giusti —escritor, crítico, periodista y profesor—, esa premisa cobra auténtica significación. Vamos hacia él porque lo sabemos hombre de su tiempo. Sabemos que, la nuestra no será una entrevista, sino una conversación en la que desfilará cuanto nombre tuvo alguna significación en la cultura de nuestro país, durante este medio siglo transcurrido. Cuando llegamos a su casa de Martínez, el hombre que recientemente fué agasajado por sus amigos y discípulos, celebrando sus bodas de oro con la literatura, nos recibe con su clásico mechón caído sobre la frente; los ojos vivaces, un tanto burlones; lejana ya la juvenil silueta, pero como siempre vivo el espíritu, la mano amiga y franca y esa cordialidad latina hecha para el coloquio cálido. La conversación se inicia, por supuesto, sobre literatura.

EL DIRECTOR DE "NOSOTROS"
Sorpresivamente preguntamos:
—Doctor Giusti, ¿qué puede decirnos de su vida literaria? Una pausa.
—Ya lo he dicho en diversos artículos. Hemos hecho de nuestra vocación literaria, en momentos que nadie creía en escritores y poetas, una razón de existir.
—El instrumento fué "Nosotros", ¿verdad, doctor Giusti? Y el autor de "Literatura y vida", en vivaz evocación, replica; —Un instrumento imprevisto —y Giusti hace una pausa—. Pero ¿se puede hablar de "Nosotros" sin recordar a Alfredo Bianchi? Como he dicho tantas veces, el alma, el que trenzaba y destrenzaba "Nosotros" era Bianchi, un hombre nacido para todos los ideales y fervores humanos. A través de los lustros de "Nosotros" desfilaron por su redacción hogareña, cuanto escritor y poeta ha tenido alguna significación literaria en nuestro país. Fué más que una revista, un hogar, donde llegaban rostros desconocidos que la discusión o el diálogo convertían en amigos. "Nosotros" fué la más importante revista literaria de América latina.
Interrumpimos la palabra apasionada, preguntando:
—¿Qué recuerdo puede surgir esta tarde para que nuestros lectores recojan un poco de la lejana vibración que tuvo la revista? Otra pausa; un cabeceo; el mechón limitando la frente en la luz apenumbrada del atardecer.
—Bueno, para confirmar lo dicho voy a recordar el entusiasmo de Bianchi durante la revolución maximalista de 1917. No olvide que entonces se decía maximalista. ¿Recuerda usted aquello de "mate un ruso, haga patria"? Bien. Un día, ya caída la tarde, al llegar a la redacción encontré izado entre otros retratos el de Trotsky. Quedé un tanto perplejo. Lo miré y volviéndome a Alfredo Bianchi, le pedí que lo sacara. No era cuestión de embanderar la revista en un grupo determinado haciéndole perder su tradición de hogar para todos, de puertas abiertas... Entonces Bianchi, el hombre de los fervores fulmíneos, melancólicamente hizo descender el retrato de Trotsky.
Hay emoción en la evocación del maestro. Recordamos las páginas en que evocó "Veinte años de vida literaria", donde se lee este párrafo de Substancia juvenil: "Un primero de mayo, Bianchi y yo casi nos hacemos fusilar en la plaza Lavalle por la guardia de seguridad, en holocausto a nuestros ideales. Pero me vengué: escribí furiosos artículos en una revista hospitalaria, anunciando la aurora roja para dentro de brevísimo plazo". Entonces Buenos Aires empezaba a perder su ambiente de "gran aldea". Cuando Giusti se inicia en1905 con su primera crítica sobre Florencio Sánchez, el proletariado hace sus primeras armas. Pero los escritores todavía no están inmersos en su realidad inmediata. Buenos Aires sigue siendo el gran mirador desde el Que se otea a Europa: ¿cómo se escribe en Europa?, ¿cuál es la última moda? Precisamente, la revista "Nosotros" que aparece en 1907, edita ese mismo año "Las barcas" de Enrique Banchs, registro sensible de una singularísima. etapa de avance del modernismo, según Ángel Mazzei. Todavía los escritores no han cortado el cordón umbilical que los une a Europa; para ello había que esperar la primera guerra mundial.
Pero volvamos a nuestra entrevista. —Doctor Giusti, entre los hombres que frecuentó en su juventud ¿recuerda alguno especialmente?
—Sí, algunos: Rafael Obligado, Roberto Payró, Florencio Sánchez, Emilio Bécher, Evaristo Carriego, José Ingenieros y tantos otros que se han ido. Con Carriego solíamos empezar el diálogo literario, o mejor dicho, él solía empezar el recital de sus versos en el "Café de los inmortales" y, ya entrada la madrugada, paso a paso lo continuaba, por silenciosas calles porteñas, por las que apenas rodaba un coche con sus débiles luces encendidas. Nosotros, los frecuentado res del Centro, mirábamos asombrados a ese joven poeta, conocedor de la angustia de tanta gente humilde que vivía en lugares tan apartados como los que entonces se conocían como suburbio y ahora es simplemente un barrio populoso y residencial. Y después de una pausa, como evocando un rostro lejano, ya partícipe de la inmortalidad:
—¿Y Pepe Ingenieros?... Siempre lleno de buen humor, capaz de travesuras juveniles, lo que no le impedía trabajar hasta altas horas de la madrugada en la creación de su obra.

COMO TRABAJA EL AUTOR DE "SIGLOS, ESCUELAS, AUTORES"
—Doctor, hablemos de usted. Al público le gusta saber cómo trabajan los escritores. ¿Podría decirnos usted algo con respecto a cómo trabaja?
—En primer lugar, no uso máquina de escribir. Tengo la sensación de que el pensamiento fluye más naturalmente a través de la pluma. La mano parece participar del acto creador. Además, mientras escribo, voy tachando, modificando, sustituyendo, hasta obtener la precisa expresión del concepto. Sé perfectamente que mis borradores serán un complicado rompecabezas para los linotipistas, y por eso los dicto a máquina a mi esposa y a mis hijas, pero creo que es la única forma de expresar con fidelidad las ideas o evocar un momento vivido. Por lo menos para mí.
A través de estas palabras advertimos la pasión de un escritor por su vocación y la mentalidad del hombre acostumbrado a la serena lectura de los clásicos que, por otra parte, se advierte en su obra.

LAS BOFETADAS QUE SE PERDIO LARRETA
—De su carrera de profesor ¿recuerda alguna anécdota que refleje un momento decisivo de su vida?
Giusti se sonríe. Luego dice: —En 1919 me presenté a un concurso para optar a una suplencia de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras. En la comisión examinadora figuraba Enrique Larreta. Yo había presentado como tesis mi estudio sobre Enrique Federico Amiel. Los otros concursantes eran Carlos Alberto Leumann y Arturo Vázquez Cey. Larreta, sin haber leído mi trabajo —así me lo dijo más tarde—, lo rechazó haciéndole coro a jurados mal dispuestos contra mí. Y yo me quedé sin cátedra, si bien conseguí la anulación del concurso. Cuando José Ingenieros se enteró, con su habitual espíritu travieso, durante toda la noche anterior a la presentación de Leumann en la Facultad donde se dió la prueba, con una conferencia sobre Flaubert, me estuvo aleccionando para que públicamente le diera un par de bofetadas a Larreta, porque en nuestro país, según decía, eso era más importante que una tesis. Pero la oratoria de Pepe Ingenieros, esa vez, no fué muy eficaz. El diablillo me aconsejaba: "Larreta no es un matón y no te va a pegar un tiro; si te manda los padrinos, no aceptas el duelo porque eres socialista. Y tú serás siempre en América el hombre que le dio una bofetada a Larreta. Por más que escribas, nunca alcanzarás mayor fama".
Durante largo rato el doctor Giusti evoca personas, actos —como los famosos almorzáculos de NOSOTROS que se realizaban en el restaurante Ferrari—; en todo momento el recuerdo cariñoso para los camaradas y los compañeros, unos vivos, otros muertos y siempre, como un confidente invisible, la presencia de Alfredo Bianchi; en ningún momento la evocación malhumorada.
Sí: "Literatura y vida". Una vida consagrada al espíritu del hombre, para Justificar la presencia del hombre en la vida. Literatura, pero con hondo caudal humano, bajo los signos de Justicia y Libertad.
Revista Mundo Argentino
27.06.1956

Ir Arriba