CULMINACION DE UN ENERO CAOTICO
EL ROBO AL BANCO DE DESARROLLO
RIFIFI EN BUENOS AIRES
El asalto más cuantioso de la historia policial argentina no fue un hecho aislado, sino el punto ígneo de un mes signado por la violencia. A veces, ésta asumió formas menos espectaculares (ver página 74 -Nota MR: referencia al costo de vida- ), pero en general irrumpió descarnadamente a través de operativos guerrilleros que costaron muchas vidas. Para encontrar un enero así de cruento acaso haya que retroceder hasta la Semana Trágica, en 1919

Banco Nacional de Desarrollo
Tras cotejar las opiniones de varios empleados del BND, de algunos funcionarios y allegados a los encargados de la pesquisa, y de revisar toda la información periodística y la cosechada por cuatro redactores de la revista, ésta es la síntesis más coherente de los hechos ocurridos durante la madrugada del domingo 30. Desde luego, se incluyen las más válidas conjeturas que, al cierre de esta edición, barajaba la policía para despejar el misterio que encierra el mayor robo en los anales de la delincuencia argentina.

"Señor, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo, guerrillero, se encuentra realizando un operativo en el banco. Yo estoy en sus filas desde hace varios años. Sé que usted sufre del corazón y por lo tanto le pido que se quede tranquilo, pues no le pasará nada". Al atribulado Campis, intendente del Banco Nacional de Desarrollo, le costaba creer lo que ese hombrón de cabellos castaños, contratado por el establecimiento quince años atrás para custodiar la caja del tesoro, le estaba diciendo. Sin embargo, Oscar Ángel Serrano no bromeaba. Eran las 3 de la madrugada del domingo 30 y cinco horas antes, tras invitar a cenar a sus compañeros de la custodia (dos policías contratados y cinco guardias especiales como él), se demoró manifestando que se lavaría las manos, un pretexto para escabullirse y franquear la entrada a cinco presuntos secuaces del ERP.
El primer escollo (la alarma conectada a la puerta de 25 de Mayo 145, en el corazón de la city porteña) había sido sorteado con pasmosa facilidad: el sistema sólo actúa si el portón es forzado desde el exterior. Una vez adentro, los militantes irrumpieron en la portería portando metralletas, y redujeron sin problemas a los guardias, no sin antes despojarlos de sus armas, un pequeño arsenal consistente en dos ametralladoras Halcón, una PAM, dos escopetas de repetición Itaca, ocho revólveres 38 y municiones. Con el grupo había ingresado, además, Ángel Abus, ordenanza del banco ("ausente por enfermedad de un familiar" los dos días anteriores, según revela —como si fuese una fina ironía— su ficha personal), quien reveló entonces su adhesión a la organización clandestina. De allí en más, con absoluta impunidad, otros delincuentes entraron al BND; acarreaban uno de los equipos más completos que jamás se hayan utilizado para desvalijar banco alguno: mazas, martillos automáticos alemanes, tubos de acetileno, caretas especiales, barretas, guantes y trajes de goma, picos, palas, calentadores de alcohol, explosivos y mechas, aparte de las herramientas menores.
Fue entonces cuando varios de los comandos iniciaron su ardua tarea: se escurrieron por los tubos de aire acondicionado —un túnel protegido por hierros entrecruzados, que debieron fundir— y comenzaron a utilizar sus martillos automáticos, auxiliándose con otros elementos. Claro que iniciaron su labor en el techo, el muro más vulnerable por su escaso espesor, un detalle que traduce su perfecta información sobre el terreno. Pero la caja de seguridad —una nominación dudosa— está en el segundo subsuelo, lo que unido a la falta de ventilación y a la iluminación precaria de faroles —para evitar que sonara la alarma conectada al tesoro los insurgentes habían cortado los contactos eléctricos— provocó el rápido agotamiento físico de los émulos de Rififí. En esos momentos se produjo el ingreso al edificio del desprevenido Campis, con su esposa e hijo, que habitan en el octavo piso. Campis, al escuchar las palabras de Serrano que lo alentaban sobre sus móviles, sufrió un vahído. Entonces uno de los comandos —seguramente médico— se acercó y le tomó el pulso, corroborando que el intendente se encontraba en buen estado. Otra versión señala que el grupo telefoneó a un facultativo del ERP, quien habría llegado en pocos minutos. El episodio, con todo, no impedía que un segundo piquete reemplazara al primero en la tarea excavadora, agotado por el esfuerzo y la falta de aire. Por esa razón, tras unos minutos de relax, los insurrectos —ya menos fatigados— atacaron con singular entusiasmo varias presas de pollo y botellas de champagne, como se afirmó extraoficialmente. Sus reemplazantes, entretanto, ampliaban el agujero; uno a uno los 15 barrotes de hierro fueron fundidos con acetileno hasta permitir la entrada de un hombre delgado.
Una vez ante la caja, la tarea fue más sencilla: sólo se trataba de superar un par de planchas de acero. Pero existía un riesgo: el dinero podía chamuscarse si la temperatura se tornaba excesiva. Así y todo —pese a las primeras informaciones en sentido opuesto—, se cree que el dinero no se quemó, lo que revelaría que los guerrilleros conocían la disposición de los billetes. Allí había doscientos millones de pesos viejos, correspondientes al efectivo que manejan los cajeros, divididos en pequeñas cajas o latas —según la jerga bancaria— obliteradas por endebles candados. Las bolsas de monedas que atiborran ese lugar no fueron tocadas.

A SANGRE FRIA
A continuación los comandos la emprendieron contra la caja de seguridad que lleva el número 1340. Tras ardua tarea, lograron finalmente fisurar las chapas del tesoro, donde se abarrotan 756 millones de pesos, estampillas fiscales y documentación. Los insurgentes sólo pudieron retirar 201 millones, documentación, estampillas y —es una versión dudosa— 80.000 dólares en cheques de viajero. La falta de oxígeno, más el enrarecimiento del aire causado por la combustión de los tubos de acetileno, obligaron a los asaltantes a retirarse. Otros, mientras, embadurnaban con pintura roja —no con aerosol, como es habitual— las paredes del edificio, abrían las llaves del gas y dejaban numerosos envoltorios ("son bombas", mintieron a los guardias), con el objeto de demorar la segura persecución policial.
A las cinco y media de la mañana del domingo 30, con pasmosa sangre fría, los comandos —tras lavarse las manos— iniciaron ordenadamente la retirada por uno de los pasillos que conduce al garaje del Banco, con salida por la avenida Leandro N. Alem. (Según una versión, el segundo contingente, portador de las herramientas, no entró por 25 de Mayo sino por el garaje, donde habría dejado los automóviles listo para fugar.) Claro que sus vehículos no eran suficientes y tuvieron que levantar un Peugeot azul, modelo 68, que utiliza —o utilizaba— frecuentemente Rafael Vila, gerente general del BND. Media hora después, en la puerta del establecimiento, media docena de empleados de vigilancia —hay dos contingentes de guardias, cada uno o; ellos cumple turnos alternados de doce horas, desde las 6 del sábado hasta la misma hora del lunes— se extrañaban por la demora de su pares en abrir los portones. Intrigados, acudieron a una comisión policial que transitaba casualmente por el lugar. Los agentes redoblaron los timbrazos, pero el silencio y la quietud seguían siendo la única respuesta. Por eso, momentos después, la puerta era violentada por cerrajeros policiales. A metros de la entrada, el hall central se hallaba en el más completo desorden: restos de comida y herramientas se hallaban esparcidos por doquier. Además, la planta baja estaba semi-inundada por el agua empleada para hacer trabajar los sopletes de acetileno; los restos de pintura roja desparramados en el suelo hicieron que los policías soportaran una duda macabra: el asesinato de los guardias. Este temor se desvaneció cuando descubrieron a los empleados y a la familia Campis maniatados y amordazados.
De los guerrilleros sólo quedaban leyendas ("El dinero será devuelto al pueblo", "El próximo será el Banco de la Nación") y su estandarte: la bandera celeste y blanca del Ejército de los Andes con la estrella de cinco puntas, símbolo izquierdista del "triunfo del internacionalismo proletario y socialista en los cinco continentes": algunos periódicos mencionaron equivocadamente que la bandera sería la argentina con una estrella negra en el centro y una banda roja; la tesis no concuerda con la insignia tradicional del grupo guerrillero más activo del país.

LA GRAN CONFUSION
Durante todo el domingo, decenas de miles de porteños —pendientes de los receptores mientras se soleaban en las playas del río— se desconcertaron ante la disparidad de rumores propalados por los medios de comunicación. Los primeros partes oficiales, por ejemplo, minimizaron el atraco, a tal punto que, a las cuatro de la tarde, un informe del Ministerio de Interior consignaba: "Estímase que los extremistas abandonaron el banco esta mañana, sin poder concretar sus propósitos de robo; de haberse realizado la violación del gran tesoro, se habría producido un gran robo". De la confusión no escaparon algunos diarios. En su edición del lunes el matutino Clarín publicó: "Los ladrones intentaron, en vano, abrir la puerta del tesoro. Antes habían celebrado anticipadamente lo que pudo ser el buen éxito de su operativo". Las versiones —cada vez más extrañas— llegaron a asegurar que los presuntos guerrilleros habían abandonado una pistola de fabricación china, a la que se ornó, incluso, con la forma de un crisantemo. El ERP, en tanto, emitía dos comunicados, adjudicando el operativo a los comandos Luis Pujáis y Segundo Gómez. En ellos la organización hace mención —sardónicamente— a la ubicación del BND, distante cien metros de la Casa Rosada, cincuenta de la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), cien del Brinco Nación y frente al Banco Central de la República Argentina. "El dinero expropiado —sostiene el ERP— asciende a 450 millones de pesos", una cifra algo mayor a la proporcionada después por el directorio del BND (algo más de 401 millones de los viejos, respaldados por pólizas del Lloyd Internacional de Seguros).
La ciudadanía, estupefacta por Id magnitud del atraco, sin parangones en la historia argentina del delito, abandonaba su incredulidad y comentaba el hecho: "En un primer momento yo dudaba —reconoce Luis Tato, 40, vendedor de diarios en la puerta del Banco—, pero luego me sorprendió mucho Un banco como éste debe ser muy jorobado de asaltar, pero parece que los malhechores dispusieron de bastante tiempo". En general, el factor tiempo se erige como el principal factor del éxito de los ladrones, a juicio de funcionarios y detectives.
La pesquisa policial, a pesar de todo, encontró el martes un automóvil robado en el barrio de Palermo, utilizado en la maniobra. Al parecer, el vehículo estaba estacionado allí desde el domingo a las seis y media de la mañana.
Al mismo tiempo, la Policía Federal comentó a distribuir profusamente carteles con retratos de Serrano, Abus y su esposa, Laura Zona. Ocurre que las familias de los guerrilleras abandonaron sus casas, con destino incierto al cierre de esta edición. El viernes 28, a las diez de la mañana, los Serrano abandonaron su residencia de Castelar en un Fiat 1500 blanco ("Nos vamos de vacaciones", argumentaron a los vecinos); junto con el matrimonio partieron sus hijos Sergio (4 años) y Javier [2). La familia Abus, que vivía en Banfield. se esfumó a la misma hora que los Serrano; también el pequeño Ernesto Abus (un año y cuatro meses) participó de la huida.
"Ángel Abus era un muchacho alegre, trabajador y hablaba mucho en lunfardo —memora Roberto de Martino (36, jefe del turno mañana del sector trasportes del Banco Nacional de Desarrollo)—; no le conocí militancia política alguna, pero eso sí, jugaba bien al fútbol.
Pateábamos juntos con el equipo del banco, hasta que a él lo cambiaron de sección y a mí me nombraron lineman de primera división de la AFA. Dejamos de vernos, pero yo lo consideraba una buena persona. Pero insisto: era un buen futbolista en todos los puestos, no sólo en la izquierda."
Mientras la policía descubría que Serrano —un avezado fotógrafo— había tomado placas de diversas dependencias del banco (algo que indudablemente facilitó la tarea de los asaltantes), algunos investigadores planteaban la posibilidad de que el robo no lo hubiera consumado el ERP sino una gavilla de "prestigiosos" delincuentes internacionales. A mediados de semana, esa presunción era desechada, pero sólo en parte: "El trabajo es obra de expertos —razonó un jefa policial— que difícilmente posea e! ERP en sus filas; por lo tanto, no es desechable que existió una alianza entre asaltantes comunes y guerrilleros".
Con todo, los analistas recuerdan que el ERP —fundado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, rama El Combatiente, trotskysta— ha demostrado la solidez de su aparato en varias acciones; se deduce que en sus células bien pueden existir expertos en acciones como la perpetrada el domingo. Si esta teoría es la exacta, la organización clandestina, luego de un golpe pródigo en dividendos monetarios y agitativos, podría iniciar una escalada o bien solidificar su estructura subterránea. Pero las expectativas se centran en los documentos robados, que revelarían "negociados a espaldas del pueblo", amenaza que desataría derivaciones explosivas.

ENERO CALIENTE: LA CRESTA DE LA OLA
Enero ya había dejado de ser un mes pacífico y bucólico en 1971. Pero si entonces las organizaciones clandestinas (protagonistas de más de sesenta acciones) preferían asaltar vehículos con alimentos (que luego repartían en barriadas humildes) y despojar de armas y uniformes a agentes policiales, los objetivos en 1972 fueron más ambiciosos: desde el espectacular robo al Banco de Desarrollo hasta el copa-miento de unidades militares, algunos de los operativos insurgentes resultaron más despiadados, revelaron mayor audacia y preparación que los del año pasado. Y si se tiene en cuenta que en 1971 el mes de enero (más calmo, con todo, que el de este año) prologó un auge guerrillero posterior, las perspectivas para los próximos meaos se tornan inquietantes, máxime cuando recrudecen las protestas obreras contra el aumento de los precios, y comienza a convulsionarse el avispero estudiantil por el problema de los cursos de ingreso.
A continuación SIETE DIAS brinda una síntesis del azote terrorista
y de los enfrentamientos sociales que tomaron forma violenta, ocurridos en enero de este año.
• El atentado que el primer día del año causó destrozos en el local que la empresa alemana Siemens posee en la intersección de las calles Belgrano y Perú, en Buenos Aires, fue adjudicado al Ejército Revolucionario del Pueblo, organización trotsco-marxista.
• El 5 de enero, una de las células del ERP se apropió de los 25 mil litros de aceite comestible que eran trasportados en un camión, cerca de la ciudad de Córdoba.
• El 7 de enero el ERP repartió mercaderías de diverso tipo en Villa Nueva, un barrio obrero situado en la periferia de San Miguel de Tucumán. Previamente, los productos habían sido expropiados en almacenes regenteados por los dueños del ex ingenio azucarero San José.
• El miércoles 14, en Córdoba, tres policías de consigna en el Banco Israelita fueron despojados de sus pistolas. Fue el desarme de mayor envergadura que realizó el ERP en enero, pero no el único.
• El mismo día 12, en la ciudad de Rosario, murió el guerrillero Segundo Telésforo Gómez. Según los partes oficiales, Gómez cayó tras un tiroteo con las fuerzas de represión.
• A las siete de la mañana del jueves 13, el comando 29 de Mayo, satélite del ERP —el mismo que un año atrás perpetrara el asalto al camión recaudador cerca de Yocsima, con un botín de 121 millones de pesos viejos, el mayor hasta la semana pasada— copó la regional cordobesa de Obras Sanitarias. Horas después hizo lo propio con el consulado uruguayo.
• El ERP reapareció en Córdoba el lunes 24, cuando se alzó con documentación de la Cooperadora Policial correspondiente a la Comisaría 11ª.
• El 26, nuevamente en la capital mediterránea, colocó 36 bombas en la futura sede de la seccional policial 17ª. Sólo estalló uno de los artefactos, pero bastó para provocar importantes daños en el edificio.
• El mismo día, también en Córdoba, una docena de guerrilleros copó durante 30 minutos el sanatorio aeronáutico Agesilao Milano. Luego de reducir a la guardia militar, los terroristas fugaron con dos pistolas Colt 11,25.
• El lunes 3 los Montoneros intentaron tomar la Prefectura Naval de Zárate, a orillas del río Paraná. Pero las fuerzas de seguridad opusieron resistencia con armas de fuego, lo que provocó la retirada efe los insurgentes tras nutrido tiroteo. Corno corolario del frustrado operativo, el viernes 6 fueron sacados de sus domicilios el imprentero Ricardo Martín Beltrán y el sacerdote tercermundista Alberto Fernando Carbone. Las confusas características que rodearon ambos procedimientos hicieron pensar que se trataba de nuevos secuestros, pero horas después de su desaparición la Prefectura Naval reconoció haberlos apresado, bajo el cargo de participación en la refriega efe Zárate. El 25, el juez federal en lo penal Jorge Quiroga decretó la prisión preventiva para ambos.
• El miércoles 12, en un operativo conjunto, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) secuestraron al joven brasileño Antonio Carlos Duarte, llegado a Santa Fe merced a un intercambio impulsado por el Rotary Club. Duarte fue liberado horas después bajo promesa del Rotary de cumplir las exigencias de los raptores: la incorporación de diez enfermeras a hospitales públicos, cuyos sueldos deberían pagar los rotarianos durante un año. Sin embargo, ante la oposición del Ministerio de Bienestar Social a emplear personal en esas condiciones, la semana pasada el Rotary se aprestaba a donar 8 millones de pesos en medicamentos a nosocomios públicos. La negativa oficial a dialogar con los insurgentes fue anticipada por el gobernador Guillermo Sánchez Almeyda, quien decretó: "El gobierno provincial no transa ni pacta con grupos criminales".
• El 15, dos comandos del Grupo Descamisados desarman a dos policías en Villa Diamante, cerca de Lanús.
• Durante un operativo rastrillo de los organismos represivos santafesinos, los Montoneros mataron al cabo policial Carlos Savino Nieva.
• En San Miguel, donde existe un campamento militar, las FAR se alzaron con equipos perforadores; fue el domingo 16.
• El 23, los Montoneros colocaron numerosos artefactos explosivos en la concesionaria de automóviles que Alberto Armando, presidente del club Boca Juniors, posee en el porteño barrio de Boedo. El incendio destruyó 19 vehículos.
• Un día más tarde, en Córdoba, los Montoneros volaron la casa del francés Josef Dedeurwaerden, director de fabricaciones de la empresa automotriz IKA-Renault.
• El 26, nuevamente en Córdoba, las FAR tomaron el Sanatorio Centro, alzándose con gasas, algodones, bisturíes y otros elementos, por valor de 6 millones de pesos.
• El 28, en la misma ciudad, el comando Liliana Gelín, de las FAP, copó la clínica Del Carmen y fugó con instrumental quirúrgico valuado en casi 5 millones de pesos viejos.
• El martes 4, a las 11.30, cuatro hombres y una mujer asaltaron la sucursal del Banco de Italia y Río de la Plata de Rafaela. El botín fue cuantioso: 37 millones de pesos viejos. Sus autores: Las Fuerzas Armadas de Liberación, de origen marxista, ahora dividida en tres sectores.
• El 13, el comando Polti, Lescano y Taborda, miembro de FAL, expropió 400 mil pesos del correo del Barrio San Martín, en Córdoba.
• Un día después, una terrible explosión conmovió Palermo Chico. Tres policías y un bombero muertos, nueve heridos y una casa casi destruida fueron el saldo del estallido. Un comunicado de las FAL quiso justificar el atentado cuando al propietario de la vivienda —Jaime Perriaux, ex ministro de Justicia, que en ese momento estaba en Tierra del Fuego— por ser "el principal ideólogo de la represión y padre de la pena de muerte".
• El jueves 20 otra de las células de las FAL copó el Registro Civil de Alta Córdoba, llevándose 60 mil pesos viejos, documentación y estampillas. Un detalle curioso: los insurgentes ofrecieron calmantes a las empleadas más asustadas por el episodio.
• El 14, obreros azucareros transitorios bloquearon la ruta 38 en la zona de Villa Quinteros, a 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán. El gobernador Oscar Sarrulle ordenó la detención de los dirigentes afirmando: "Mi gobierno está dispuesto a terminar con este tipo de delincuencia". Los manifestantes exigían estabilidad en el trabajo y apoyaban el congreso —clandestino— de les Trabajadores Campesinos del Noroeste, motorizado por 200 delegados de seis provincias.
• El mismo día, en Córdoba, los metalúrgicos de la fábrica Del Cario incendiaron el chalet del socio-gerente Julio Oscar Rosales. Los obreros protestaban por el cierre de
esa fuente de trabajo; también armaron barricadas para enfrentar a la policía.
• El 20 hubo refriegas entre los pescadores de Mar del Plata y fuerzas policiales a raíz del conflicto gremial que afecta a la industria de la pesca.
• El miércoles 26, el suboficial Santiago Ramón Peralta —infiltrado en una asamblea estudiantil en la Facultad de Ingeniería de La Plata— fue descubierto por los universitarios, quienes lo tomaron como rehén y lo despojaron de un trasmisor. Posteriormente, la llegada de comisiones policiales provocó la liberación de Peralta, y costó a los revoltosos la detención de 160 activistas. Dos días después, en la misma ciudad, medio millar de universitarios enfrentaron a la policía con piedras y barricadas.
• El día 31, unos 10.000 campesinos participaron en la Marcha sobre Resistencia, organizada por la Unión de Ligas Agrarias del Chaco, con la asistencia de agricultores de esa provincia, Santa Fe, Formosa y Misiones. No hubo violencia, pero se generó una situación muy tensa entre los manifestantes y el fuerte dispositivo policial montado en torno a la marcha. Durante el acto final, los campesinos anunciaron la ejecución de un plan de lucha si no se satisfacen sus reclamos; el plan consistirá en la toma de rutas y demotadores privadas y en un boicot "a todos los que exploten a los agricultores".
Con todo, no fueron los únicos hechos tremendos del mes: el domingo 2, el agente de la Policía Federal Luis Mario González, mientras viajaba en el Ferrocarril Urquiza, fue encarado a la altura de la estación Villa Bosch por varias personas que, después de despojarlo de su arma, lo mataron a balazos. Tres días después, en San Antonio de Padua, el policía Ramón Bienvenido Figueredo corrió idéntica suerte: fue fríamente asesinado. Si bien los atacantes manifestaron en ambos casos pertenecer a comandos clandestinos, éstos no distribuyeron los comunicados con los que habitualmente informan sobre sus atentados. Acaso por ello —días después que el Foro por la Vigencia de los Derechos Humanos denunciara torturas contra presos políticos— la Federación de Movimientos Católicos de Laicos, piloteada por el infatigable anticomunista Luis Ángel Dragani, pegó murales en numerosos barrios de Buenos Aires denunciando la muerte de veintiún policías a manos de guerrilleros urbanos (ver foto).
Revista Siete Días Ilustrados
07/02/1972
Asalto al Banco Nacional de Desarrollo

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