Ocurrió el jueves, mientras una lluvia
interminable se precipitaba sobre Buenos Aires. Un programa de
televisión, "Orbita hacia el infinito", iba a grabarse esa noche en
el estudio 2 del Canal 7. Pero no se trataba de un acontecimiento
común, rutinario. Porque esa noche, un hombre modesto, Santiago
Looram —47 años, casado, maquinista ferroviario— se aprestaba a dar
el último paso de su apasionante carrera hacia el ansiado millón de
pesos, el premio máximo que otorga el programa a sus concursantes.
Looram va a responder sobre su especialidad, literatura argentina, y
tiene un ¡dolo: el escritor Ernesto Sábato, quien iba a concurrir a
la grabación. Hasta aquí, los proyectos. Pero la realidad fue otra,
muy distinta, y también —sobre todo— muy insólita. Vayamos paso a
paso. Eran las 22, y en el set ya estaba casi toda la gente que
iba a presenciar el evento. No eran más de treinta personas,
bastante menos que de costumbre —según la gente del canal— en razón
de la inclemencia del tiempo. Todos coincidían en que, por la
solidez de conocimientos que había demostrado Looram en los
anteriores programas, esa noche sería la de su consagración. Y de
eso hablaban todos, cuando llega la noticia inesperada. —En la
puerta está Sábato, y no lo dejan entrar. Era verdad. El escritor
estaba junto al conserje, quien le impedía la entrada. —Señor, yo
soy Ernesto Sábato, y he venido desde Santos Lu- gares invitado
especialmente por el señor D'Agostino para presenciar el programa.
¿Cómo no voy a poder pasar? —Señor, aquí no entra porque no está
en la lista de invitados... —Pero usted no me ha entendido bien,
yo soy Ernesto Sábato. —Le repito que no puede entrar. —¡Pero
esto es inadmisible! Hágame el favor de llamar a D'Agostino. ..
—Lo siento, señor, pero yo estoy cumpliendo con mi obligación.
Todo esto fue dicho nerviosamente, tanto de una parte como de la
otra, y en un momento determinado Sábato sacó papel y lápiz y se
dispuso a anotar algo. Pero llegó el periodista Biassatti y se
interpuso entre ambos. —El señor es el escritor Ernesto Sábato y
lo está esperando el conductor del programa. Seguramente ha habido
un error... Pase, Sábato, y disculpe esta omisión involuntaria.
—Vea, yo llamé a D'Agostino — repuso el autor de "El túnel", cada
vez más enojado— y ante la imposibilidad de verlo, le iba a dejar
escrito que no voy a presenciar el programa. Biassatti le
contestó que aguardara un instante, que iba a buscar a D'Agostino, y
todos pensamos que el problema terminaría allí, tras las
explicaciones del caso. Pero imprevistamente —todo fue imprevisto,
en realidad — alguien que estaba presenciando la escena intervino
para decir: —Bueno, basta, déjese de protestar. Si quiere entrar,
entre, y si no, váyase, pero no venga aquí a armar escándalo.
Sábato se vuelve hacia él, muy sorprendido. —¿Qué dice, señor?
—Dije lo que oyó. Váyase, si quiere —y grita, gesticula, mueve las
manos—. ¿Entendió? En ese momento, Forte saca su primera
fotografía, y ambos se nos vienen encima. "No quiero que esta
vergüenza trascienda, no saque fotos", pide Sábato. Su vehemente
interlocutor grita otra vez: "Qué no va a querer, si vino al canal a
armar escándalo para buscar publicitarse..." Y otra vez se olvidan
de la cámara. —Pero. . . ¿me puede decir quién es usted?
—Mire, yo soy Bernardo Murray, director de operaciones del canal, e
insisto en que usted quiere publicidad, y por eso arma este
escándalo. . . En ese instante llega D'Agostino, le da la mano al
escritor y le explica que todo ha sido un error muy lamentable.
—Bien, lo siento por usted, señor D'Agostino, pero después de lo que
ha dicho este maleduca-do, comprenda que sólo me quedaré si el
director del canal viene a darme alguna explicación. —Quien lo
siente soy yo, y quisiera hacer de mi parte todo lo posible para
reparar esto que, le reitero, es producto de un error involuntario.
. . Sábato se dirigió hasta la puerta, y en ese momento entró
Looram. Se presentó al escritor, quien dejando de lado su enojo le
explicó los motivos de su ausencia, su pesar por no poder
acompañarlo esa noche, y le regaló un disco de "La muerte de Juan
Lavalle", que le firmó en el acto. Un fuerte apretón de manos, y la
despedida, que fue una mezcla de felicitación por los conocimientos
y de deseos de muy buena suerte en el programa. El concursante, con
un ademán muy respetuoso, agradeció las palabras de su ¡dolo, y le
replicó que ellas eran un gran apoyo para su persona, y le
impulsaban a continuar en lo suyo. Antes de retirarse, y ya un
poco más tranquilo, Sábato nos dijo: —Este asunto es enojoso,
verdaderamente lamentable. No quisiera que se lo hiciera trascender;
por el contrario, me gustaría que usted dijera que siento un respeto
profundo por este hombre humilde que no ha escatimado ni un minuto
de su tiempo libre para adentrarse en el conocimiento de nuestra
literatura, y que esto sí es un ejemplo digno de imitarse. Yo quise
dejar traslucir este respeto viniendo desde Santos Lugares a pesar
de la lluvia para estar cerca de él, pero usted ya vio todo lo que
ha pasado. Cuando nos dirigimos de nuevo al estudio 2 para ver lo
que luego fue el éxito total de Looram, Bernardo Murray nos llama
aparte. —¿Sabe lo que pasa? Este señor es un politiquero amargado
que está así porque nunca va a poder llegar al poder otra vez. Me
gustaría que usted publicara esto que le dije, pero, es claro, usted
no lo va a hacer, porque seguramente quiere mandarse la novelita
política barata... Revista Gente y la Actualidad 05.06.1969
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UN HECHO INSOLITO SE PRODUJO EL JUEVES PASADO EN
LAS PUERTAS DE CANAL 7. LE FUE IMPEDIDA LA ENTRADA AL
ESCRITOR ERNESTO SABATO, QUIEN CONCURRIA ESPECIALMENTE
INVITADO AL PROGRAMA "ORBITA HASTA EL INFINITO". HUBO
GRITOS, PROTESTAS Y EXPLICACIONES, PERO SABATO SE RETIRÓ
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