Una provocación y un programa
El momento de la decisión
El portazo de Francisco Manrique
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ENFRENTAMIENTOS
Una provocación y un programa
La tensa expectativa del enfrentamiento de tendencias en el seno del justicialismo estalló a balazos la noche del jueves 3 en el aeropuerto de Ezeiza. Aunque el choque fue protagonizado por la guardia de corps del metalúrgico José Rucci y los militantes del sector "combativo" del justicialismo sindical que lidera Julio Guillán (telefónico), el principal perjudicado resultó ser Héctor Cámpora.
El delegado de Perón partía en el mismo vuelo que el aislado —en el seno de las 62 Organizaciones— cacique del ala izquierda gremial justicialista. Guillán, junto con Alberto Dighon y Alberto Cabrera, otros colegas del sindicalismo duro, viajaba también a Madrid. Su peregrinación coincidía con la de Héctor Cámpora, nuevamente en dirección a la Puerta de Hierro, para tratar esta vez la definición frente al desafío del retorno antes del 25 de agosto, según los términos de Alejandro Lanusse. La presencia de José Rucci y sus guardaespaldas en el antiguo aeropuerto Pistarini —una de las mayores obras públicas peronistas— se debía a su deseo de despedir a Cámpora.
La mera visión de los antagónicos grupos gremiales debía provocar escozor. No en vano la mayoría moderada de las 62 prohibió los viajes de los dirigentes de los sectores internos rumbo a Madrid. Así, Guillán y los suyos debieron volar como simples militantes del peronismo o afiliados del partido Justicialista.
La chispa que hizo estallar el incendio fue el malhumor de los custodios del secretario de la CGT. Cuando loe Rucci ingresó en el hall de partida y se ofreció a la vista de la barra combativa, los gritos del centenar de guillanistas atronaron el ámbito: "Rucci, traidor / morirás como Vandor". La
cabeza oficial del movimiento obrero abandonó el terreno, pero sus hombres de protección arremetieron contra los comba: una quincena de disparos retumbó en el recinto. Cámpora fue proyectado hacia el piso por sus acompañantes; la dirigente femenina Juana Larrauri cayó en mitad de su carrera. El salón se colmó de gritos, lloros y gente que huía.
Al terminar el tumulto, José Oscar Pérez (32 años, soltero, obrero telefónico) estaba en el piso con un balazo en el abdomen. Otros militantes combativos sufrieron heridas y golpes de cachiporras propinados por los amigos de Rucci. Luego de las protestas frenéticas de los telefónicos, la policía se avino a requisar un automóvil Ford Falcon (chapa C-419891), que ocultaba un arsenal. Para la mayoría de los peronistas presentes en Ezeiza, el vehículo está identificado como el trasporte de la custodia de Rucci, esto es, una suerte de carro de asalto privado.
Luego del desbande vinieron las acusaciones. Para Rucci todo fue originado por la connotación ideológica que atribuye a Guillán y sus fieles. "Son comunistas y trozko-marxistas inmundos infiltrados en el peronismo", estimó. Por su parte, los combativos denunciaron —como señaló Andrés Ruggero, el desaparecido secretario de prensa de FOETRA (Federación de Obreros y Empleados Telefónicos) "la complicidad entre los matones de Rucci y la pasividad de los efectivos policiales".
En ese marco de disensiones, Cámpora debía realizar la evaluación de los elementos que llevaba a Juan Perón: todo el confuso incidente iba contra su prestigio. Tenía en sus alforjas una declaración frentista generada en la noche del martes 1º. En ella se censuraba acremente al gobierno, y se consolidaba la tesis de no dialogar con él.
Empero, en la noche del miércoles 2, el delegado de Perón no pudo quebrar la tozuda negativa de los partidos adheridos a La Hora del Pueblo. Seguían empeñados en decidir sus propias actitudes y, a modo de compensación, decidieron suscribir un documento de notoria suavidad ideológica y teórica, en el que se repetían conocidas generalidades del nucleamiento.
La reunión de La Hora fue de trámite intenso. Según reveló el chaqueño Luis León días después de verificada la junta Ricardo Balbín encaró en términos severos a Cámpora. "Usted recibe órdenes de arriba y afuera —habría carraspeado el Chino—. En cambio, las mías vienen de adentro y abajo." Más allá de la anécdota (Cámpora desmintió haber escuchado "esas cosas"), lo cierto es que el delegado no puede maniobrar con la misma flexibilidad en La Hora que en el Frente. El ex presidente de la Cámara de Diputados no fue más allá de arrancar un comunicado donde se ratificaron las "coincidencias, refirmando que se insistirá en su política al servicio de la institucionalización".
En cambio el Frente Cívico, asistido por el entusiasmo de Arturo Frondizi —todo un cruzado a favor de la legalidad para Perón y el justicialismo—, denunció como "grave obstáculo para el restablecimiento de la unión nacional el discurso pronunciado por el general Lanusse en el Colegio Militar, cuyo lenguaje, por lo demás, no es compatible con el cargo que detenta".
A estas dos declaraciones, Cámpora sumó como logros una propuesta programática para el Frente, elaborada por Oscar Alende y José Antonio Allende. Los máximos caudillos del partido Intransigente (PI) y del partido Popular Cristiano (PPC), urdieron una propuesta de netos contenidos nacionalistas y socializantes. En la batalla por el programa del Frente, ésta es la respuesta al proyecto desarrollista esgrimido por Frondizi. Con tales bases es posible que el PRC (Partido Revolucionario Cristiano) y hasta el Encuentro se acerquen al FRECILINA y, por el contrario, que Frondizi deba alejarse. Mientras el radicalismo busca su propio camino y las provocaciones armadas aumentan, el justicialismo apresura su decisión.

MADRID
El momento de la decisión
Desde Madrid escribe Armando Puente, corresponsal de Panorama:
Nada ha logrado alterar la calma de Juan Domingo Perón en los últimos días. "¿Se viene el malón", ironiza el viejo caudillo. Ninguno de sus allegados alcanza a entender si se refiere a la renovada ofensiva lanussista o al número de los próximos visitantes que aseguran se derrumbará sobre la quinta 17 de Octubre. Uno de éstos fue Héctor Cámpora, protagonista indirecto (ver pág. 16) de un violento incidente al enfrentarse la fracción sindical combativa con la liderada por José Rucci. Julio Guillán (telefónico), Roberto Dighon (tabacalero) y Alberto Cabrera (minero) arribaron junto con Cámpora. El viaje fue tenso y el diálogo entre los "combativos" y el delegado, seco. En Barajas, Cámpora se reanimó por la presencia de Isabel Martínez. En la capital española, Cámpora había sido precedido por Jorge Gianola, quien el domingo 29 de julio fue recibido por tercera vez por el exiliado. En esa misma jornada, dialogaron con el líder los dirigentes Alejandro Álvarez, Roberto Grabois, Caito Cevallos y Jorge González. Durante la semana habla tenido dos charlas con Jorge Greco, secretario del Movimiento Nacional y Latinoamericano, en las que censuró la política internacional argentina. Además, había dialogado telefónicamente, acerca de la situación militar, con Luis Sobrino Aranda.
Las próximas visitas de importancia son; por una parte, la del cuadriunvirato rector de las 62 Organizaciones gremiales —Lorenzo Miguel, metalúrgico; Rogelio Coria, construcción; Casildo Herrera, textil, y Néstor Carrasco, del Frigorífico Nacional—; por la línea dura, el retorno de Rodolfo Galimberti, el máximo dirigente juvenil del movimiento, y el arribo de Raimundo Ongaro, flamante secretario de relaciones internacionales del gremio gráfico.
Algunos de los visitantes van a proponer la tesis del retorno antes del 25 de agosto o para el 17 de octubre, como única respuesta al desafío de Lanusse. Otros insisten en cuidar la perspectiva electoral a través del Frente Cívico y para ello proponen el arribo, antes del 25 de agosto, de Isabelita a Buenos Aires. Entonces, Chabela estaría en condiciones de convertirse en candidata, y de las más irritativas. Los "combativos" deben hacer antesala. Perón sigue guardando silencio y calma y apenas suministró respaldo telefónico a Rucci, a quien sigue otorgando el carácter de integrante del virtual triunvirato (sumado a Cámpora y Galimberti), que dirige el Movimiento en Buenos Aires. En Puerta de Hierro se sabe que ha llegado el momento de la decisión.

CANDIDATOS
El portazo de Francisco Manrique
Desde que en marzo de 1971 Francisco Manrique fuera repuesto en el Ministerio de Bienestar Social por su amigo Alejandro Lanusse, la posibilidad de su candidatura presidencial no ha dejado de ser materia de conjeturas. La proximidad del 25 de agosto -término impuesto por el gobierno para la renuncia al cargo de aquellos que sustentan aspiraciones electorales— obliga a la insistencia.
El jueves 2, el ex diputado Carlos Silveira Márquez, dirigente de la Confederación de Partidos Provinciales, avivaba las posibilidades; el interrogante de la fórmula, completada por el subsecretario del Interior, Guillermo Belgrano Rawson, indicaba, al menos, la vigencia de la idea.
Francisco Manrique y Saturnino Montero Ruiz han sido, cada uno en su cuerda, las "figuras dinámicas" del gobierno militar. Mientras el segundo desechó de entrada cualquier especulación electoral referida a su persona —conservador, actuará en su partido concluido el proceso, con vista a instancias políticas más lejanas—, Manrique sólo se ha negado a contestar cualquier requisitoria en ese sentido.
A lo largo de más de un año, los territorios provinciales se acostumbraron a la presencia del ministro de Bienestar Social. Infatigable, Manrique pareció empeñado en batir todos los records (en un año, sumó 110 viajes); convocó audiencias multitudinarias y limitó el tiempo de las individuales a lo inimaginable. Casi insomne, su duro ritmo de trabajo exigió hasta las últimas fuerzas de sus colaboradores. Por último, las tarjetas, las agencias y la tensión del Prode se hicieron ritual cotidiano de los argentinos.
Si Manrique ingresa en la lucha electoral —y los datos en favor de esa hipótesis no faltan—, no pretenderá contar con el apoyo de las masas electorales del Gran Buenos Aires; tampoco intentará obtener resultados significativos en el distrito bonaerense.
El Justicialismo y la Unión Cívica Radical, dueños naturales del caudal de sufragios de la pampa húmeda, podrán descartar inicialmente una competencia en su terreno más propicio.
Aunque los cálculos no lo favorezcan, Manrique aspiraría a integrar la tercera fuerza en la pugna cordobesa; es claro que tendrá que, luchar a brazo partido con un radicalismo que tiende a enarbolar la bandera de Agustín Tosco, y con un Justicialismo que no esquivará el ardor del cotejo.
Félix Gibbs, gobernador de Mendoza y amigo de Manrique, podría hacer un aporte considerable a la viabilidad de la campaña en su provincia. Tal vez también espere ansiosamente, junto a Amadeo Frugoli y Eduardo Vicchi, que Francisco Gabrielli termine su descanso europeo y decida el futuro rumbo de los demócratas.
Santa Fe parece, en cambio, inmune a los contactos partidarios. Allí Manrique se basaría, esencialmente, en algunas organizaciones gremiales, al igual que en el Chaco y Formosa.
La Unión Popular de Santiago del Estero, una vez que se defina Carlos Jensen Viano, podría brindar apoyo a la candidatura del titular de Bienestar Social. En Salta y Tucumán, el neoperonismo y la CGT quizás se decidan por lo mismo. Río Negro incorporaría una nueva fracción a su ya complicado panorama partidario, toda vez que la desvinculación entre las fuerzas electorales que intenta cohesionar el gobernador Roberto Vicente Requeijo, y los movimientos juveniles que propiciarían a Manrique, puede darse por cierta.
A este mes —que será fructífero en acontecimientos políticos— bien le cabría contener el lanzamiento de la primera candidatura presidencial del proceso electoral abierto hace dieciséis meses. Si es así, quedará en claro que las largas reuniones de los confederalistas provinciales, en los finales del año pasado, intentaban realmente un acuerdo para la elección de autoridades nacionales. Una versión bien fundada completa el cuadro trazado: Francisco Manrique renunciaría en esta segunda semana de agosto, quizá "dando un portazo".
Revista Panorama
10.08.1972

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Política Nacional

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