El país
El presidente cree que no pasa nada
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"Lo complicado de todo esto es que el presidente de la República cree que todo anda bien y que aquí no pasa nada", comentó el miércoles 19, después de su entrevista con Illia, el demoprogresista Horacio Thedy al secretario general de la Confederación General del Trabajo, José Alonso. "Si Illia se diera cuenta de que hay problemas, y que hay que actuar rápidamente sobre esos problemas, las cosas no serían tan difíciles. Pero no se da cuenta. Si sigue así, se va a enterar de la situación del país por el mismo método con que se enteró Hipólito Yrigoyen en su segunda presidencia: refugiado en un regimiento", agregó.
Lo cierto es que en la Argentina parece que se hablaran dos idiomas distintos: el de quienes critican la total inoperancia del gobierno y el de las autoridades nacionales, que todos los días producen algún tipo de medidas que tanto los empresarios como la C. G. T. incluyen en el rubro de meras aspirinas para la complejidad de la crisis.
Así, por ejemplo, el gobierno solicita al Banco Central que estudie el otorgamiento de créditos para la industria; los empresarios y la CGT entienden que los estudios ya están hechos, que no se puede esperar más y que ahora se trata de otorgar los créditos sin nuevas demoras. El gobierno crea una comisión especial para estudiar la aplicación del salario mínimo vital móvil, que deberá expedirse en los 45 días; la C. G. T. sostiene que, a esta altura de las cosas, 45 días son muchos y que, además, el problema básico es la existencia de más de 700.000 desocupados. El gobierno inicia su guerra contra la carestía de la vida, luego de formar un nuevo y poderoso ejército burocrático, apoyándose en una Ley de Abastecimiento en cuya eficacia decididamente nadie cree; el costo de los artículos de primera necesidad, en tanto, no cesa de aumentar.
Durante las visitas que realizaron a la Confederación General del Trabajo los directivos de la Unión Industrial Argentina y de la Confederación General Económica, quedó establecido que, tanto para empresarios como para obreros, los puntos de queja son los mismos: la desocupación y la parálisis económica del país. Para el gobierno, sin embargo, todo se reduce a una discutible batalla contra la carestía de la vida y a la necesidad de estudiar la implantación del salario vital móvil. Indudablemente, los dos idiomas son distintos.
Los directivos de la C. G. T. sostienen que en ningún momento rehusaron el diálogo con las autoridades para conseguir una solución, pero que todas las veces se estrellaron contra una "muralla de insensibilidad" por parte de un gobierno que parecía no saber de que se trataba. Prácticamente, todos los hombres con responsabilidad de conducción en la central obrera conferenciaron con todos los integrantes del gobierno que tienen alguna vinculación con el problema planteado. Y luego de las reuniones con los representantes de los partidos políticos y de las organizaciones empresarias, la C. G. T. entiende que la etapa de las entrevistas aparece prácticamente como agotada.
A fines de semana, el secretario general de la C. G. T. opinaba que, dada la gravedad de los problemas, la inercia y falta de comprensión de los equipos oficiales y la forma en que la central obrera lanzó su ofensiva, solamente un hecho podría detener la marcha del "plan de lucha": la renuncia de algunos integrantes del gobierno, con posiciones clave en lo económico-social. El hecho, de por sí —opinó— obligaría a una pausa para volver a estudiar la situación. La otra variante sería que el gobierno presentara inmediatamente al Congreso Nacional una serie de proyectos de leyes que permitieran esbozar una solución de fondo.
Los empresarios, por supuesto, mantienen sus reservas sobre la eficacia del plan de lucha y, en algunos casos, señalan la posibilidad de consecuencias riesgosas o contraproducentes. Pero lo importante es el hecho de que ha surgido una interpretación común de los empresarios y los sectores laborales sobre los síntomas de la actual situación y la necesidad de soluciones rápidas. El preanuncio de un amplio entendimiento en ese sentido es el acuerdo sobre intercambio de información y material estadístico entre organizaciones empresarias y la C. G. T.
Con distintos criterios sobre los métodos de acción se ha establecido así una coincidencia en los objetivos básicos. Y el "plan de lucha" de la C. G. T. adquirió, con ese matiz, un sentido distinto y opuesto al de las clásicas huelgas "contra los patrones": ahora se trata de una acción, para la que se ha requerido el apoyo de los empresarios mismos, con el objeto fundamental de sacar al gobierno de su quietud y alterar, en los equipos oficiales, la imagen de que en el país no pasa absolutamente nada.
Si se consideran los paliativos propuestos por el Poder Ejecutivo para calmar a la central obrera, puede llegarse a la conclusión de que Horacio Thedy quizá tenga razón cuando equipara a Illia con el Hipólito Yrigoyen de la segunda presidencia: el que cayó en 1930.

Documentos
El gobierno define su estatuto político

En los últimos días, el ministro del Interior, doctor Juan Palmero, se encargó de hacer conocer a dirigentes de los partidos políticos que lo entrevistaron personalmente, una versión del próximo estatuto que regirá la acción de esas agrupaciones. Se trata, en realidad, de un anteproyecto que tiene el carácter de un "papel de trabajo". El proyecto definitivo del Poder Ejecutivo recién comenzará a ser redactado luego de las consultas y, seguramente, será enviado al Congreso Nacional para su tratamiento a principios del mes de abril.
La tesis del doctor Palmero es que la divulgación del anteproyecto permitirá recoger sugerencias interesantes; en cuanto a las objeciones que formulen los partidos políticos, no serán consideradas como "presiones" y se desecharán cuando tergiversen el espíritu del texto en preparación. Esta tesis, obviamente, es de "uso externo": el radicalismo del pueblo no podrá prescindir del apoyo parlamentario de otros partidos para conseguir la sanción del instrumento que ahora elabora.
Por lo que ha trascendido, el anteproyecto de estatuto consta de unos sesenta artículos y está caratulado como "Ley Orgánica de los Partidos Políticos". El punto más controvertible hasta ahora, para los partidos eventualmente aliados al oficialismo, es el que se refiere al control de los padrones partidarios por la justicia electoral, ya que —según ha trascendido— ese control significa prácticamente la publicidad de los mismos. Algunas agrupaciones tradicionales, pero de modesto caudal electoral, argumentarán "razones de seguridad" para influir contra la aprobación de aquella cláusula.
En cuanto al sistema para el reconocimiento de los partidos, no atenderá solamente a lo que estos expresen en sus declaraciones de principios, sino también a lo que expongan en su actuación pública. La teoría, en ese sentido, sería que es necesario vigilar la concordancia entre los programas y los hechos, ya que las agrupaciones podrían, en caso contrario, adoptar una plataforma democrática a fin de obtener una legalización que les permitiera difundir doctrinas totalitarias. Asimismo, hay cláusulas contra las organizaciones que preconicen luchas de clases; que emitan juicios históricos, sociales o políticos que fomenten divisiones artificiales o que sostengan enfrentamientos raciales o religiosos.
En general, se considera que mediante estas disposiciones será posible el levantamiento de los proscripciones, conservando el Poder Ejecutivo amplios" resortes de vigilancia que, en la práctica, entrañarían la limitación de la legalización para partidos totalitarios. Las infracciones a la ley serían castigadas con inhabilitaciones, pero no a los partidos en sí, sino a sus dirigentes o a los responsables concretos de la violación de la ley. Los inhabilitados no podrán ocupar posiciones partidarias ni electivas; y las sanciones previstas tendrían, de todos modos, una moderada severidad: la pena máxima sería de dos años de "proscripciones personalizadas".
El estatuto no permitirá tampoco la denominación de agrupaciones con nombres propios y sus derivados. Cada partido deberá hacer llenar a sus afiliados cuatro fichas, de las cuales dos deben ser remitidas a la justicia electoral. Esto equivale, en realidad, a la obligatoriedad, para los partidos, de proceder a reafiliaciones generales.
El texto también establecería que cada agrupación debe realizar elecciones internas por lo menos cada dos años, penándose asimismo con inhabilitaciones a los dirigentes que no las convoquen o que mantengan distritos intervenidos. Para decretar tales intervenciones, las autoridades tendrían que poner los antecedentes en conocimiento del juez federal respectivo, que contaría con facultades para resolver en definitiva. La Ley Orgánica establece, asimismo, la obligatoriedad de elecciones internas para designar candidatos.
De acuerdo con el anteproyecto, cada agrupación, para ser reconocida, deberá registrar una cantidad de afiliados no menor al 4 por mil del padrón de electores de cada distrito. En aquellos distritos con más de un millón de electores, se tomará esta cifra como tope (4.000 afiliados).
El mayor énfasis del estatuto estará puesto —al parecer— en los requisitos para que los partidos políticos lleven una vida interna democrática. Según expresó Palmero al dirigente democristiano Horacio Sueldo: "no habrá democracia externa mientras los partidos no tengan democracia interna". Sueldo habría objetado la cláusula que se refiere a los partidos que fomenten divisiones artificiales entre los argentinos, por estimar que el concepto es muy "vago e impreciso y, por lo tanto, de aplicación muy subjetiva, hecho que puede trabar las acciones políticas licitas de los partidos".

Controversias
Democristianos versus periodistas

El lunes 17, por la noche, el partido Demócrata Cristiano sorprendió a la Casa de Gobierno: entregó allí una larga nota, firmada por Horacio Sueldo y Abelardo Levaggi (presidente y secretario general de la agrupación), donde se pedía al doctor Illia la expropiación de todos los bienes que tiene en el país la agencia de noticias United Press International (UPI) y la expulsión de todo su personal extranjero "que se manifieste responsable o solidario de las informaciones impugnadas". La sorpresa se extendió rápidamente, en especial porque la UPI acababa de sufrir un enfrentamiento con la vida argentina.
El 20 de enero el secretario de Prensa, Emilio Parodi, llamó a su despacho al director de la agencia a raíz de dos telegramas enviados al exterior el 15 y 17, en los que se atribuía una equivocada actuación a la Cámara de Diputados en la consideración de la carta que el Banco Mundial remitió al ministro de Economía sobre las tarifas de SEGBA. Según UPI, la cámara aprobó un pedido al presidente Illia para que se rompieran las relaciones con el Banco Mundial y luego decidió rectificar esa actitud. Nada de eso había ocurrido. La agencia explicó la falla como originada por errores de traducción, ya que los cables remitidos a los clientes del interior se ajustaban a la realidad.

El fósforo y la mecha
La inesperada solicitud del partido Democristiano se debió a una nueva información distribuida por UPI y que los diarios de provincia reprodujeron en sus ediciones del 12 de febrero. La extensa noticia, redactada por el sanjuanino José Aristóbulo Soria, comentarista parlamentario de la agencia, trazaba un panorama de la crisis interna de aquella agrupación, acentuada por la renuncia del líder Guillermo Fernández Gilí.
"La democracia cristiana —se decía— ha demostrado en el curso de su actividad política, poseer en su interior una serie de corrientes que mueven su acción cambiante de rumbos y posturas". En los párrafos siguientes se recordaba la frustrada "alianza con el peronismo" en vísperas de las elecciones de julio 7, la imposibilidad de reunir la convención nacional y las tentativas de acercamiento del partido con el sector neo-peronista y la UCRI alendista en la Cámara de Diputados. Se mencionaba, también, el apoyo de la democracia cristiana al despacho de la UCRP sobre Ley de Abastecimiento: "No obstante, en la discusión —continuaba la UPI— los demócratas cristianos llevaron una crítica acerba al proyecto que ellos mismos habían suscripto. Se adoptó una postura cara lo interno y otra para lo externo".
La reacción de la agrupación se tradujo en la carta a Illia, carta de virulento tono; acusaba a UPI de emitir "un comentario político malintencionado, que deforma groseramente los hechos" y afirmaba que la democracia cristiana "viene soportando en silencio una sistemática campaña de difamación por parte de esa empresa, desde el momento mismo en que algunos abogados de esta última, junto a ciertos escribas de la misma, fueron derrotados definitivamente en su pretensión de colocar a la democracia cristiana al servicio de la penetración colonialista que esa compañía representa".
Hubo quienes quisieron ver en las palabras "algunos abogados" una alusión al doctor Manuel Ordóñez, apoderado de UPI y fundador del PDC en Argentina. Sin embargo, Enrique de Vedia, presidente del bloque de diputados democristianos, desechó esa teoría. Consultado por PRIMERA PLANA respecto del cable, de Vedia declaró: "Creó que hubo distorsión de la verdad. Una agencia noticiosa tiene como misión informar verazmente. Y, si es extranjera, debe un respeto especial a las instituciones nacionales".
Relató que ya el 6 de julio de 1963 una delegación de su partido pidió explicaciones en las oficinas de la UPI por un texto impreso en órganos del interior bajo su sigla donde se daba por sentada la abstención democristiana en las elecciones del día siguiente. "Se nos aseguró que nunca habían mandado ese cable pero desde Jujuy y Tucumán nos llovieron las llamadas telefónicas de nuestros afiliados, pidiéndonos explicaciones."
Días atrás, por otra parte, el comentarista Soria y otro periodista —según versiones democristianas— formularon críticas descomedidas a la agrupación ante la señorita Rina Martha Leiva, secretaria de la Junta Nacional y secretaria privada de Sueldo, a cuyos oídos llegó el incidente. Sueldo, fuera de sí, increpó a Soria con energía.

Los nervios sensibles
Pese a tales antecedentes, tanto en el bloque democristiano como en otras esteras partidarias, hubo quienes calificaron de exagerada la carta al doctor Illia. "Considero que el gobierno no tomará en serio la posibilidad de expropiar los bienes y expulsar al personal", opinó un dirigente. Adelantaron, en cambio, que un equipo trabaja actualmente en un proyecto de ley que reglamente la actividad periodística.
En otros círculos políticos se observó la reacción democristiana como un desborde apresurado. En la Cámara de Diputados, un parlamentario opositor expresó: "Se dejan llevar por los nervios y tienen los nervios demasiado sensibles. No es un buen sistema en esta profesión". Lo cierto es que el cable impugnado contenía algún error; por ejemplo, se afirmaba que la convención democristiana no puedo reunirse, cuando en realidad se congregó aunque fracasaran sus objetivos. Es, sin duda, una interpretación tendenciosa de lo que ocurrió en esa oportunidad.
Bernardo Rabinovitz, jefe de redacción de United Press, defendió a Soria: "Si realmente mantuvo un entredicho con el doctor Sueldo, es un hombre incapaz de vengarse, un periodista honrado". En cuanto a la solicitud formulada al presidente Illia "está en flagrante contradicción con la Constitución". Rabinovitz, a su vez, objetó una afirmación contenida en la carta al primer magistrado: "Nos acusan de presentar a Illia como 'un demagogo más'. No es cierto, siempre lo tratamos con respeto". PRIMERA PLANA no pudo dar con Soria: se encuentra de vacaciones y nadie proporcionó su domicilio transitorio.
Hacia el fin de la semana no se había producido ninguna gestión conciliadora de la UPI ante la democracia cristiana. Pero representantes de dos agencias locales, Telpress y Saporiti, visitaron a Sueldo para solidarizarse con el partido. Por otra parte, en los medios periodísticos se estima que si bien todo ciudadano tiene derecho a negar la veracidad informativa de una agencia, es evidente que el pedido de expropiación y expulsión constituye un atentado contra la libertad de prensa.

Embajadores
Cuando las demoras encuentran su límite

"Es imposible hacer política exterior —decía noches pasadas un alto funcionario (le la Cancillería— mientras no se nombren embajadores en Washington, Londres, París, Brasilia y Moscú. Este gobierno cumplió la hazaña de pasar un cuatrimestre sin ocuparse de tales designaciones. Evidentemente —concluía—, el radicalismo del Pueblo tiene su medida del tiempo."
Justamente, el presidente Illia acababa de citar en Olivos a tres hombres considerados clave en materia de nombramientos diplomáticos: el vicepresidente Perette; el titular de Relaciones Exteriores, doctor Zavala Ortiz, y el senador Ángel Freytes, presidente de la comisión de acuerdos. Un informante oficioso indicó que se habían analizado algunos candidatos propuestos por el presidente —sólo mencionó a uno: el doctor Ricardo Pueyrredón para embajador en Canadá—, y el doctor Freytes habría manifestado que, a su entender, no se plantearían nuevas dificultades técnicas, como las que impidieron la prestación de acuerdos para las designaciones de Nicolás Romano y Mariano Apellániz.
Aparentemente, comenzaba por fin la consideración de uno de los problemas más demorados por el actual Poder Ejecutivo.
Desde el 7 de julio, virtualmente, los círculos de la UCRP especulaban sobre la distribución de los principales cargos de la administración; pero el ritmo personal del primer magistrado se manifestó en la calma con que procedió a la integración de su gabinete: sólo a 24 horas de la transmisión del mando, después de vencer las últimas fricciones y resistencias, consiguió Arturo Illia comunicar el nombre de sus ministros. El interés de los observadores se concentró entonces en el segundo sector privilegiado de la administración: la diplomacia.
En los círculos oficiales se ofrecen algunas explicaciones sobre la sugestiva tardanza que se observa en esta cuestión. El radicalismo del Pueblo intentó, al principio, inaugurar una política de cogobierno, que hubiera exigido una retribución adecuada a las agrupaciones que apuntalasen la acción oficial. Los conservadores fueron el único sector que aceptó en la práctica la idea de cogobierno. Esa política, pues, quedaba condenada.
Cuando Oscar Alende, jefe de una de las dos fracciones ucristas, anunció —en forma un tanto espectacular— que había rechazado el ofrecimiento de la embajada en Londres, el presidente Illia ya había perdido las esperanzas de obtener una colaboración constante de los demás partidos. Algunos observadores comentaron que el plan de alejar del país a los jefes de la oposición, situándolos al frente de las representaciones diplomáticas en el exterior, era "un plan astuto, pero impracticable", que habrían sugerido Perette y Zavala Ortiz.
Poco después, el gobierno enviaba al Senado los primeros pedidos de acuerdo. Procedió en forma tan cautelosa que dejó la impresión de que sólo pretendía sondear las intenciones de la Cámara alta. En realidad, el presidente no podía desentenderse, en esta como en otras cuestiones, de una doble influencia: la estructura partidaria dominada por el' balbinismo y las estrechas vinculaciones anudadas en el Senado por un vicepresidente demasiado personal. El Poder Ejecutivo no tenía en el Senado otros votos seguros que los de Eduardo Gamond, presidente provisional del Cuerpo, y Ángel Freytes.
De los pliegos solicitados, dos no consiguieron pasar la barrera de las objeciones técnicas, como ya se indicó. Trascendió que otros habían sido archivados para su consideración ulterior. La única satisfacción del presidente fue la aquiescencia que obtuvo para el envío a París, como embajador, de su viejo amigo Adolfo Galatoire, el presidente del Comité Nacional del radicalismo. Galatoire recibió el "placet" correspondiente del gobierno francés.
Desde entonces, la cautela oficial es todavía más perceptible. El canciller presentó varias listas, pero tropezó con los particulares procedimientos del primer magistrado. El doctor Illia, en materia de designaciones, no las acepta ni las rechaza de plano; si en una lista le disgusta un nombre, guarda toda la lista en un cajón. Según parece, el doctor Zavala Ortiz se esforzó por investigar cuáles son los nombres no aceptados por el presidente. Después de un tiempo prudencial, le sometía una nueva lista, pero otra vez comenzaba la espera y se hacía necesaria otra investigación. Entre tanto, inquietos embajadores en actividad se movían un tanto incómodos en el exterior, porque no sabían hasta cuándo podrían contar con la confianza de su gobierno.
A todo esto se sumó en los últimos tiempos una nueva incógnita, relacionada con la reorganización ministerial que muchos observadores consideran más o menos inevitable. La diplomacia seria afectada por cualquier acuerdo que el gobierno pueda celebrar con otros sectores políticos. Así, neoperonistas amigos de Perette,-radicales de Balbín y aun expectantes colaboradores de Alende, seguirían con atención el desarrollo de los hechos —descontento militar, presión obrera, divergencias oficialistas— que pueden precipitar la crisis de gabinete.
Nadie se atreve, pues, a vaticinar la suerte que correrían algunos nombres sugeridos al presidente para cubrir las vacantes diplomáticas. Las listas que circulan en los medios oficialistas incluyen a Alejandro Lastra (URSS), Silvano Santander (México), Ernesto Sammartino (Uruguay), Guillermo Fernández Gilí (Perú), el general Arturo Ossorio. Arana (Paraguay), Adolfo Vichy (Gran Bretaña), además del balbinista Juan Prat para embajador ante la UN, y el doctor Barrenechea (yerno de Pedro Duhal-de) como enviado especial ante el Mercado Común Europeo. Otros círculos volvieron a mencionar insistentemente a Marcelo Sánchez Sorondo (España) y Hélvio Botana (La Paz).
Hay algunos nombres que configuran casos especiales:
•Antonio Pagés Larraya, actual secretario de Comunicaciones, sería enviado a la UNESCO; sus amigos se empeñan en denunciar esta versión como producto de la "acción psicológica", imputable a larraldistas partidarios del secretario de Prensa.
•Nicolás Romano sería designado embajador durante el receso parlamentario: un homenaje simbólico, puesto que no puede ser embajador por no ser argentino nativo. Romano renunciaría pocos meses después.
•Ricardo Illia partiría hacia un país -aún no determinado. Pero otros observadores indican que el hermano del presidente —hasta ahora una especie de "ayudante especial"— podría ser titular de una de las dos secretarías ejecutivas en que sería transformada la secretaría general de la Presidencia.
25 de lebrero de 1964
PRIMERA PLANA

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Zavala y Freytes
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