¿Hay libertad en Argentina?
En los cartelones que
colgaban de los hombros de aquellos dos hombres y
de aquella mujer, se leía, pintarrajeado con
estridentes colores: "¡Basta, Illia!" El
grupo subversivo avanzó silenciosamente por
Florida desde la esquina de Córdoba hacia el sur,
abriéndose paso imperturbable por entre la marea
humana que al anochecer desbordaba la calle. Una
señora gruesa, apretando la cartera contra el
pecho, exclamó: —¡Deben ser comunistas! Pero
su voz se perdió en el trajín de la multitud gris
indiferente, que admitía aquel signo de subversión
como una fatalidad más. A la altura de Viamonte
estallaron algunos aplausos prontamente acallados
por una punzante silbatina. Una joven señora,
espantada, introdujo precipitadamente a sus dos
pequeños hijos en un negocio. Enseguida, un hombre
corpulento enfrentó a los hombres y a la mujer
sandwich, preguntando: —¿Quién los manda? El
trio se limitó a esquivarlo y siguió su marcha
casi fantasmal, seguido ahora por un grupo de
curiosos. Alguien vivó a Perón y hubo un desbande.
Un negocio bajó precipitadamente su cortina
metálica. A la altura de Tucumán se escuchó la
estridencia de una sirena seguida de un nuevo
desbande. Era un patrullero de la comisaría. Dos
agentes se acercaron a la mujer y a los hombres
sandwich, preguntaron algo, tomaron nota y se
alejaron. Sonreían. Al encenderse los focos del
alumbrado público, los subversivos portadores de
carteles desaparecieron por una de las calles
laterales. El operativo había terminado. Era el 18
de marzo último, cuando los rumores del "golpe"
arreciaban en todas partes. Culminaba así, con
este test colectivo, realizado en plena calle
Florida, una investigación periodística de
panorama, empeñada en responder a la más
importante pregunta que hoy podemos formularnos
los argentinos: ¿Tenemos realmente libertad?
Pero la idea de enfrentar la calle con letreros
subversivos fue solo un episodio de la
investigación realizada en profundidad por
panorama. La etapa previa se cumplió sondeando la
opinión, en todos los niveles del pensamiento
nacional: políticos, gremiales, intelectuales y
empresarios. Con las respuestas en la mano,
panorama preparó un nuevo cuestionario donde
reunía las principales objeciones recogidas y lo
presentó al ministro del Interior, logrando su
respuesta. Simultáneamente se realizaba un chequeo
de la opinión pública, estadístico y práctico. La
faz estadística se limitaba a recoger respuestas
afirmativas o negativas —"sí" y "no"— y
contabilizarlas. La experiencia práctica tuvo como
eje central la aparición de los hombres-sandwich
en la calle Florida. Un 88 por ciento de los
entrevistados se explayó sobre el tema propuesto.
El 12 por ciento restante, si bien no tuvo una
definición concreta, tampoco eludió la respuesta.
Solo que dándole una apreciación tan subjetiva que
no pudo entrar en la estadística. Tal el caso de
la señora que, en Florida y Lavalle, hizo el
siguiente comentario a los carteles "subversivos":
—¿Basta Illia? ¡Claro que basta... y sobra! Los
felicito, muchachos. Todo el material así
reunido —opiniones, definiciones, reacciones
personales, estadística— permitió a panorama
encontrar una respuesta a tres facetas de un mismo
problema: ¿Tiene vigencia la libertad en la
Argentina 1966?; ¿Creen los argentinos que hay
libertad?; ¿Hay o no hay libertad?
Una
opinión sajona "Pocas veces he observado un
sistema de gobierno como el argentino. Es poco
decir que aquí se vive en democracia: aquí se
respira libertad". Ojos asombrados enfocaron a W.
Averell Harriman cuando hizo semejante afirmación
en la embajada de su país, a pocas horas de su
partida hacia Estados Unidos. La apreciación del
asesor presidencial y embajador viajero del
gobierno de Washington podía haber sonado a
ironía, si sus oyentes no hubiesen sabido que el
único personaje sobreviviente de la Conferencia de
Yalta, el confidente y amigo de Roosevelt y
Kennedy, el diplomático respetado por De Gásperi,
Adenauer y Kruschev, era poco propenso a ironizar
en situaciones delicadas. Y para Harriman el
momento no era muy cómodo : regresaba con las
manos casi vacías. Había venido a Buenos Aires a
poner en juego su veteranía diplomática, en
procura de que el gobierno surgido de las
elecciones de 1963 no llevase a la práctica su
propósito de anular .los contratos petroleros
suscriptos por YPF con empresas petroleras
norteamericanas entre 1957 y 1961. Y había
fracasado. La promesa de resarcir en dólares a las
firmas afectadas por la cesación de concesiones,
era un paliativo demasiado modesto para la talla
del hábil negociador demócrata.
La primera
promesa En el hotel Savoy se vivían momentos de
nerviosa alegría. Eran las 9.50 del 12 de octubre
de 1963. Faltaba exactamente una hora y seis
minutos para que Arturo Humberto Illia
pronunciase, a 300 metros de distancia, el "Sí,
juro" que lo convertiría en presidente de la
República. El general Onganía y el contraalmirante
Vázquez lo aguardaban en el modernizado vestíbulo
del tradicional establecimiento de Callao y
Cangallo, para acompañarlo hasta el Congreso. En
ese mismo instante un mensajero depositaba en la
mesa de entradas de la Casa Rosada, un telegrama
colacionado dirigido al "Presidente Illia". Lo
firmaba Luis Angeleri, secretario de prensa de la
CGT y decía así: "Denunciamos atropellos
policiales a pegadores de carteles de la CGT". Era
un pedido de libertad. Los radicales volvían al
gobierno después de 33 años de oposición. Habían
sufrido en carne propia la falta de libertad y
venían dispuestos a no caer en aquello que habían
censurado. "Iniciamos hoy, con el juramento que
acabamos de prestar, una nueva etapa por la ya
larga lucha para afianzar definitivamente en la
Argentina, los principios de la Democracia y de la
Libertad". Tal el primer párrafo del discurso de
apertura de mandato que pronunció Illia. Pero
no iba a ser tan fácil convertir promesas en
realidades. Un tercio de siglo en la oposición
hace olvidar los compromisos que lleva consigo el
ejercicio del poder. Y el nuevo gobierno se
encontró con que liberalizar un país
convulsionado, no era tarea sencilla ni rápida. Se
hallaba vigente una legislación represiva,
herencia de gobiernos anteriores, que no podía
legalmente ser derogada de la noche a la mañana.
Illia optó por no aplicarla. Y el 17 de octubre, a
cinco días de su arribo a la Casa Rosada, llegó la
primera prueba de fuego. Dar "rienda suelta" al
peronismo para festejar "su día", hubiese
provocado el reclamo inmediato de quienes habían
facilitado el ascenso radical del pueblo al poder,
vetando al Frente y al peronismo en el orden
nacional. Negar la autorización para el acto,
significaba enfrentarse con la opinión pública. Se
optó por una posición intermedia: "Acto, sí;
manifestación, no". Como era de prever, el
intento de organizarse en columna al terminar el
mitin de Plaza Once, acabó en corridas, gases y
detenciones. Y todos quedaron relativamente
satisfechos. Los principios del liberalismo
finisecular arraigados en la plataforma electoral
de la UCRP y en la mentalidad de sus hombres,
encontraron dificultades que no existían en otras
épocas. Y debieron ser adaptados sobre la marcha.
Por ejemplo, desde junio de 1963 operaban en el
norte del país pequeños pero irritantes grupos de
guerrilleros del denominado "Ejército Guerrillero
del Pueblo". Liquidarlos, y en oportunidades a
tiros, no condecía con los principios liberales.
Pero estaba en juego la libertad de los más,
frente a la de los menos, y en menos de un año la
Gendarmería acabó con esos brotes de castrismo.
La legislación represiva también tenía sus
bemoles. Mantenerla vigente significaba dar al
traste con las promesas preelectorales. Derogarla
lisa y llanamente, constituía para poderosos
sectores del país "dar libertad a los enemigos de
la libertad". También en este caso se eligió el
camino intermedio y los decretos de proscripción
del peronismo se cambiaron por un más benigno
Estatuto de los Partidos Políticos. Pero el
desgaste que todo hombre y todo partido sufre
estando en el gobierno, fue colocando en la
oposición a cada vez mayor número de partidos
políticos. Y todos ellos corearon, a partir de su
respectivo momento, el tradicional "no hay
libertad" del opositor. Los frondizistas del
Movimiento de Integración y Desarrollo abrieron el
fuego al ser anulados los contratos petroleros.
Los comunistas, si bien no llegaron a una
oposición declarada y beligerante, se movieron
activamente cuando se estuvo a punto de enviar
tropas a Vietnam y Santo Domingo. Los peronistas
arreciaron en sus críticas al producirse el 2 de
diciembre de 1964 el amago de Juan Domingo Perón
de regresar al país. Los conservadores enjuiciaron
severamente el control de cambios, la Ley de
Abastecimientos y la "inercia estatal" ante la
segunda etapa del plan de lucha de la CGT. La
central obrera, a su vez, reaccionó enérgicamente
ante el aumento incontrolado del costo de la vida,
las maniobras alentadas desde esferas oficialistas
que estuvieron a punto de crear una CGT paralela,
y la negativa de permitir el descuento del jornal
del 1º de mayo de 1965 con destino a engrosar los
fondos propios. Pero la medida de gobierno que
levantó la mayor oleada de acusaciones en el campo
gremial, fue la sorpresiva reglamentación de la
Ley de Asociaciones Profesionales. Cuando
panorama se lanzó a rastrer la opinión de
numerosas figuras representativas de todas las
ramas del quehacer nacional sobre la vigencia de
la libertad en la Argentina 1966, encontró un
bosque de paradojas. La subjetividad daba pie a
todas las contradicciones. El comunista Ernesto
Giúdice afirmó categóricamente que la existencia
del derecho de propiedad demuestra que no hay
plena libertad en el país. Pero el conservador
Oscar Vicchi opinó que el plan de lucha de la CGT,
con sus ocupaciones de fábricas, vulneró el
derecho de propiedad y simultáneamente cercenó la
libertad. "El gobierno no prestó la fuerza pública
necesaria : este es un caso de libertad
comprometida", sostuvo Vicchi.
Mi libertad,
tu libertad Los reporteros de panorama
intentaron sintetizar en una fórmula única el
concepto de libertad vigente en la Argentina. Solo
resultó posible hacerlo en forma de catálogo.
Afirmó el justicialista Paulino Niembro: "La
libertad, para el peronismo, es la posibilidad de
lograr la realización de las aspiraciones del
pueblo". "Para el profesor Sánchez Viamonte "la
Verdadera libertad es sinónimo de justicia
social". Para el comunista Giúdice, "el comunismo
es el régimen de la libertad humana". En opinión
del demoprogresista Martínez Raimonda, "el
concepto de libertad está indisolublemente ligado
al de justicia". Haciendo honor a su ideología, el
conservador Vicchi opina que "lo más importante de
la libertad es conservarla". En cambio, pensando
en el desarrollo, el frondizista Fernández Mendy
opina que "no es la carencia o presencia de la
libertad el hecho fundamental: hay otros hechos
que conducirían a una salida más positiva para el
país". El democristiano Palacios Videla afirma que
"la libertad es la posibilidad que debe tener el
hombre concreto de cubrir todas sus necesidades
desde el hambre de pan hasta la nostalgia de
Dios". Para el juez Urien "hasta nuestros días la
libertad se ha invocado para defensa de los
intereses creados; como juez aspiro a que en un
porvenir cercano la libertad se use en defensa de
la dignidad humana". El presiente Illia define
prácticamente la libertad al afirmar que
"cualquier cosa debe hacerse menos cercenarla". El
ministro decano de la Corte Suprema de Justicia,
Boffi Boggero, piensa que "acentuar la libertad
del Poder Judicial significa hacerlo con la
libertad de todos". El periodista y comodoro
retirado Juan José Güiraldes tiene una definición
muy subjetiva de libertad: "No puedo contestarle
porque estoy arrestado". La libertad económica es
el factor fundamental de la constitucionalidad de
un gobierno para la Federación de Partidos de
Centro. "Conculcadas las libertades públicas
—afirmó recientemente en una solicitada pública— a
causa de la economía dirigida, la Constitución cae
en el olvido y lo que debió estar siempre
indisolublemente unido, lo legal y lo
constitucional, quedan separados".
La
libertad económica Aunque el juez Urien
sostiene que "la libertad es más que economía", la
gran mayoría de los entrevistados por panorama
dirigió hacia el terreno económico la cuestión de
la libertad. La Ley de abastecimientos, la
fijación de precios mínimos —para el pan, el
transporte o los productos de primera necesidad—,
el control cambiario, y cada una de las medidas
reguladoras del mercado adoptadas por el gobierno,
suscitó protestas y declaraciones de "falta de
libertad" por parte de los intereses afectados.
Argentina tuvo su primera experiencia de economía
dirigida en el presente siglo durante el régimen
peronista. Los planes quinquenales, el IAPI, y
muchas veces el capricho del conductor de turno de
la economía nacional orientaron compras y ventas y
fijaron precios. La posición política de los
observadores los convierte en apologistas o
detractores del sistema: para unos, "nunca se
vivió tan bien como entonces"; para otros, la
relativa prosperidad nacional se consiguió
"gracias al derroche de las reservas acumuladas
durante la guerra mundial". Estos aducen como
prueba las arcas vacías que se encontraron en
setiembre de 1955. Aquellos replican que muchas
empresas poderosas pasan por momentos de
descapitalización transitoria: "si el sistema se
hubiese mantenido, las arcas hubiesen vuelto a
llenarse en poco tiempo". Del control absoluto,
el país pasó a la liberalidad casi absoluta del
gobierno provisional de Aramburu. La política
desarrollista de Frondizi trajo un régimen de
libertades dirigidas a fomentar el interés de los
capitales extranjeros, el autoabastecimiento
energético y la industrialización del país. El
agro se sintió afectado y clamó por su derecho a
progresar libremente. El interludio de Guido no
aportó mayores variantes en la situación y todas
las esperanzas, también en esta materia, se
depositaron en el futuro gobierno de Illia.
Pero como ocurriera con el acto peronista del 17
de octubre de 1963, también en materia de libertad
económica se buscó una solución intermedia. Ni
tirios ni troyanos quedaron conformes. Jorge
Oria, presidente de la Acción Coordinadora de
Instituciones Empresarias Libres —ACIEL— eludió
una respuesta concreta a panorama sobre la
existencia o no de libertad en la Argentina 1966.
"Existe más libertad económica que en Rusia y
menos que en Suiza", fue la sibilina contestación.
Luego señaló que el progreso económico del mundo
comenzó a expandirse a partir de la implantación
de los sistemas liberales. En la vereda de
enfrente, José B. Gelbard, de la Confederación
General Económica, señala que la falta de
desarrollo pleno de la Argentina da lugar a
limitaciones dentro de su economía. Juzga que "el
libre juego de las fuerzas del mercado, lejos de
favorecer el desarrollo económico, tiende a
consolidar intereses y tendencias que...
constituyen el freno más poderoso que pueda
oponerse a una auténtica libertad económica". Se
declara partidario de una programación de la
economía nacional. Aunque la zigzagueante
política económica del gobierno Illia no permitió
a panorama encuadrarlo en una de las dos
tendencias —ACIEL o CGE— puede creerse que el Plan
Nacional de Desarrollo, cuyo parto se demora ya
por años, se inclina más hacia la segunda. O sea,
una programación económica en el orden nacional.
La libertad política El salomónico
principio que el gobierno radical del pueblo puso
en ejecución a los cinco días de haber asumido el
poder —"Acto, sí; manifestaciones, no"— constituye
un símbolo de su actitud en materia de libertad
política. Así pudo resumirse la opinión de los
entrevistados a través del análisis de los hechos
que se sucedieron en estos casi tres años del
mandato Illia. El "operativo retorno" que intentó
el 2 de diciembre de 1964 Juan Domingo Perón, fue
interrumpido en Río de Janeiro. Nerviosas
tratativas con Castelo Branco y subsidiariamente
con el Colegiado uruguayo, lograron éxito y
detuvieron al viajero a mitad de camino. Diez
meses más tarde su esposa, Isabel Martínez de
Perón, conseguía llegar a Ezeiza. Según algunos,
con el visto bueno oficial, y según otros gracias
a la estratagema de viajar con nombre supuesto.
Las restricciones en su libertad de movimientos
que encontró Isabel Martínez durante los primeros
días de su estadía en Buenos Aires —alojada en el
suntuoso Alvear Palace Hotel— nacieron de la
iniciativa privada. Belicosos grupos
antiperonistas la obligaron a retirarse del Barrio
Norte. Veinte días más tarde, el diputado
justicialista chaqueño Roque Braco también tomaba
la iniciativa privada de coartar la libertad de un
opositor. El obrero gráfico Ireneo Ayala, del
diario El Territorio de Resistencia, era
denunciado y entregado a la policía por hacer un
comentario desfavorable a Isabel Martínez. La
intervención de legisladores de la UCRP y el paro
de tareas solidario realizado por sus compañeros
lograron liberarlo dos horas después. El
dirigente universitario José Budiovski, consultado
por panorama juzga que en materia política existe
libertad a nivel individual, pero que la
proyección de ideas a nivel colectivo se ve
coartada y proscripta. El periodista Navarro
Lahitte y el profesor Sánchez Viamonte estiman que
"hay libertad" y el juez Urien que "hay más
libertad que antes". El comunista Giúdice piensa
que "cada vez hay menos" y el democristiano
Palacios Videla discrimina: "libertad superficial,
sí; profunda, no". Paulino Niembro cree que "la
libertad es retaceada" en la Argentina 1966.
Panorama notó que sus entrevistados tomaban en
gran parte el régimen peronista como punto de
referencia para juzgar la situación actual. Y
planteó a quienes defienden aquella ideología y
aquel período de la política nacional, las
objeciones recogidas. ¿Puede un peronista hablar
de falta de libertad? Niembro respondió:
"Durante el gobierno de Perón existió la libertad.
Se trataba de una libertad deseada por el pueblo.
Por otra parte es cierto, lo reconocemos, que no
se aplicaron todas las libertades. Pero jamás
gobierno alguno tuvo tantos ataques, se conspiró
tanto, y se le opusieron los sectores de
privilegio como en aquella época. Nadie ha tenido
más presos, ni más torturados que el movimiento
peronista, que ha dejado una cuota de sangre y de
muertes por lo que consideraron la liberación
nacional". El cegetista Angeleri coincidió con sus
argumentos: "Todos los gobiernos tienen un saldo
positivo o negativo. El peronismo tuvo saldos
positivos, pese a sus errores. A quienes están
diciendo —los grupos interesados de siempre— que
durante el peronismo no había libertad, yo les
pregunto: ¿después de 1955, acaso ellos
dieron-libertad ?".
La teoría de la
relatividad Oscar Vicchi sostiene que la
Argentina "está acostumbrada a vivir en un clima
de libertad relativa". Cuando el periodista de
panorama le trasmite las acusaciones en la materia
que se hacen al gobierno de su partido
conservador, en la década del 30, que incluyen
fraude electoral, persecución y cárcel para los
opositores, responde: "Por eso mismo digo que en
la Argentina siempre hubo una libertad relativa.
Además quienes primero hicieron fraude fueron los
radicales, después fueron los conservadores. Sin
embargo el fraude es un producto de costumbres
políticas de la época. Tiene significado, ese
mismo fraude, en contra del sentido que se le ha
querido dar. Porque pasado el acto electoral y
salvo la acción del clan radical, los ciudadanos
gozaban de los derechos y garantías que amparaba
la Constitución Nacional. Y la justicia respetaba
esos derechos si eran violados. En la actualidad
los peronistas acusan de fraude al radicalismo del
pueblo. También hubo fraude en la época de Perón.
Se puede vivir en libertad aun en épocas de fraude
electoral, pero se trata de una práctica viciosa
que hay que desterrar". "Yo no soy quien para
hablar de libertad —dice el canillita boquense
Dimateo— y solo sé que vendo más diarios cuando
traen escrito que no hay libertad. Pero me acuerdo
que en tiempos de Perón no nos dejaban vender los
diarios antiperonistas que decían que no había
libertad, y que en tiempos de Aramburu hacían lo
mismo con los diarios peronistas que también
decían que no había libertad. Ahora unos dicen que
no hay libertad y otros que hay demasiada. Pero yo
vendo más diarios que antes porque no prohíben
ninguno".
La libertad sindical Al
entregarle José María Guido a Arturo Umberto Illia
el bastón y la banda presidencial, le traspasaba
también el poco cómodo cargo de adversario de la
CGT. Porque desde meses antes de la asunción al
poder del nuevo gobierno, se estaba desarrollando
el denominado Plan de Lucha de la central obrera.
Sus objetivos incluían desde una serie de
reclamaciones evidentemente concretas y
necesarias, hasta un nebuloso y poco
tranquilizador "cambio de estructuras". La
impasibilidad del gobierno de Illia ante las
drásticas medidas de fuerza programadas, levantó
una ola de protestas en el sector empresario. Pero
tres meses más tarde —en agosto de 1964— se
producía una escisión interna en la CGT y los
gremios independientes se apartaban de la central
obrera, debilitando su fuerza. ¿Fruto del "dejar
hacer" gubernamental? Nadie lo afirmó
públicamente, pero en privado no faltaron
funcionarios que se jactaron del triunfo. El 1º
de mayo de 1965 la economía interna de la CGT
sufría un rudo golpe. El tradicional descuento del
jornal correspondiente a esa fecha obrera, o sea
la principal entrada con que contaba la entidad,
no fue autorizada por el gobierno. Simultáneamente
se empezaba a hablar de la constitución de una
"CGT paralela", acusándose al ministro de Trabajo,
Fernando Solá de ser el promotor de la idea. Las
relaciones CGT-Gobierno se mantenían al borde de
la crisis total. Agravaban la perspectiva los
choques con la policía producidos por la ocupación
de fábricas y lugares de trabajo. El 27 de
octubre, durante las manifestaciones que
acompañaron a un paro general, corrió sangre y
varios obreros resultaron muertos durante la
represión policial. La fijación oficial de un
máximo del 15 por ciento como tope a los aumentos
de sueldos en la renovación de convenios, no
contribuyó a mejorar las relaciones
obrero-estatales. Finalmente el golpe de gracia lo
constituyó la reglamentación de la Ley de
Asociaciones Profesionales, dictada en momentos en
que la CGT vivía la más grave crisis interna de la
última década por el enfrentamiento de dos
corrientes peronistas —"vandoristas" e
"isabelinos"— que culminó con la defenestración
del secretario general José Alonso, exponente de
la segunda tendencia. Porque no existe un
motivo más grave, o porque la encuesta de panorama
relativa a la libertad sindical se realizó en
pleno debate público sobre esa reglamentación de
la ley, dictada hace casi un lustro por el
parlamento frondizista, la mayoría de los
entrevistados centró en esa disposición legal sus
críticas. Luis Angeleri, secretario de prensa
de la CGT, fue tajante: "En cuanto al trato con
las organizaciones obreras, no hay libertad".
Acusa a los ministros Palmero y Solá de haber
faltado a su promesa de no reformar el espíritu de
la Ley de Asociaciones Profesionales, y sostiene
que la reglamentación es inconstitucional porque
viola la ley, pasando del régimen de unidad al de
pluralidad sindical. Sorpresivamente hace una
acusación generacional: "La mayoría de los que no
quieren la ley tienen más de 60 años. Si ellos
hubieran hecho justicia con los obreros hoy no
habría problemas, no estaríamos discutiendo". Para
Paulino Niembro y el bloque de diputados
justicialistas que preside, la reglamentación
viola la independencia de poderes y el Ejecutivo
se arroga facultades de legislador. El
conservador Oscar Vicchi cree, por el contrario,
que la Ley de Asociaciones Profesionales "atenta
abiertamente contra la libertad" al convertir la
afiliación en obligatoria. Con respecto a la
reglamentación sostiene que "el gobierno se ha
quedado a mitad de camino. En la plataforma
radical existía la derogación de la Ley de
Frondizi. Pero no se animaron". Coincide con sus
juicios el empresario Oria, de ACIEL, entidad que
ha impugnado esta ley por considerarla contraria a
las normas constitucionales relacionadas con la
libertad de asociación y el derecho de asociarse
con fines útiles". En lo que respecta a la
reglamentación, confiesa Oria "no haber tenido
tiempo material para examinarla". Manteniéndose
en un plano general, el universitario Aldo
Castagnari afirma que en la Argentina 1966 "el
derecho de huelga es un mito", puesto que ha
costado vidas humanas como las de "Vallese,
Retamar, Mussy, Méndez, Grimbak y tantos otros".
Sostiene que "hay amplios sectores del país cuya
única libertad es la de morirse de hambre". El
profesor Sánchez Viamonte afirma: "Me aterra que
se llame libertad a lo que no es libertad: al
abuso del patrón, al derecho del más fuerte sobre
el más débil. Ocurre que a la palabra libertad la
usan indiscriminadamente. Por ejemplo sé la usa
como sinónimo de desocupado. Así se denomina libre
al cuarto de baño desocupado, o al taxímetro que
circula sin ocupantes. Estos ejemplos no pueden ni
podrán ser jamás sustitutos de la libertad. Solo
el hombre puede gozar de libertad". Panorama
encontró como principal objeción en el campo de la
libertad gremial la reglamentación de la Ley de
Asociaciones Profesionales, que hasta el momento
de hacerse esta encuesta no se había comenzado a
aplicar. Los cargos de "interferencias",
"presiones sutiles" y otros similares, no fueron
concretados por quienes denunciaron su existencia.
La libertad de prensa El perentorio "Basta
Illia" de los hombres-sandwich de Panorama que se
pasearon por Florida, resultaba un ingenuo llamado
a la subversión, comparado con los titulares de
periódicos políticos que se exhibían en los
quioscos junto a los que pasó la comitiva. Resultó
evidente para los observadores que participaban de
la encuesta, que el interés público era movido más
por la curiosidad de saber "quién" no estaba
satisfecho con Illia, que el "por qué" de su
oposición. Preguntar si existe en el país libertad
de prensa es redundancia. Basta con echar una
mirada a cualquier puesto de diarios y revistas.
Además, el gobierno radical del Pueblo puede
ufanarse de ser el primero, en más de dos décadas,
que no ha clausurado ninguna publicación política
opositora. Pocas críticas recogieron nuestros
investigadores en este campo. Fernández Mendi, del
MID, señaló como ejemplo de "las formas sutiles"
de carencia de libertad, el reciente conflicto de
los gráficos. En su opinión, el ministerio de
Trabajo habría alentado esta huelga para evitar la
aparición de revistas opositoras como Primera
Plana y Confirmado. No aclaró si Radiolandia y
otras similares afectadas por el paro, también
resultaban antipáticas al gobierno. El comunista
Giúdice reconoce que "existe libertad de prensa,
pero solamente pueden usar la prensa aquellos
cuyas opiniones estén permitidas por los dueños de
los órganos periodísticos". (Partiendo de esta
base, y si los comunistas no quieren caer en lo
que critican, es de esperar que en breve plazo
abrirán las páginas de su periódico Nuestra
Palabra a la opinión de los conservadores,
capitalistas y anticomunistas en general). El
democristiano Palacios Videla habla, en cambio, de
una "relativa posibilidad de expresar las ideas
por la prensa". Y se explica: "El sistema
concentra el poder de la prensa y el ideológico en
determinados sectores económicos y en determinados
aparatos burocráticos". Aquí pone el dedo en la
llaga. Porque cita como ejemplo la Comisión
Administradora de Radios y TV, uno de los pocos
puntos vulnerables en materia de libertad de
prensa que panorama pudo encontrar.
Heredera de la cadena En diciembre de 1958 la
mayoría oficialista de la Cámara de Diputados,
aprobaba la implantación del estado de sitio por
tiempo indeterminado. Dos diputados se apartaron a
raíz de esa decisión del bloque de la UCRI que
integraban: Horacio Flavio Luelmo, de Río Negro y
Nélida Baigorria, de la Capital Federal. Hoy, a
ocho años de aquella actitud en defensa de la
libertad, Nélida Baigorria concentra, por el cargo
que desempeña, un gran porcentaje de las críticas
públicamente dirigidas al gobierno en materia de
restricción de libertades. La Comisión Nacional
Administradora de Radios y Canal 7 de Televisión
es una prolongación de "la cadena" de diarios,
revistas y radios que organizaran Raúl Alejandro
Apold y Carlos Aloe en tiempos del régimen
peronista. La señorita Baigorria ha mantenido una
política de inquebrantable silencio frente a los
ataques que se han sucedido en los tres años que
lleva al frente del puesto. Solo una vez quebró
esa línea. Cuando FAEDA la acusó de comunista y de
introductora de compañeros de ruta. Con suma
indignación negó esa "calumnia". Sin
estridencias, sin dar cuenta más que a la
presidencia de la Nación, Nélida Baigorria lleva
con mano firme la dirección de una política
publicitaria que llega a cada rincón del país por
medio de las 32 radioemisoras y el canal más
importante —en alcance de televidentes— de que
dispone el país. No hay ordenes escritas, pero en
el ambiente periodístico que se desempeña en esos
medios de difusión se conocen los "úkases" que
regulan lo que debe decirse y lo que no debe
decirse. Para el Noticiero del Canal 7, por
ejemplo, no existió el plan de lucha de la CGT.
Ocupaciones de fábricas, manifestaciones
reprimidas con violencia, actos públicos, no
fueron noticia. La compulsa realizada por
Panorama señaló que al promediar el mes de marzo
estaba en marcha un operativo "nivelación". Con la
designación del incisivo periodista Fernández
Rubio al frente del Noticiero 7, se abrían en
parte las compuertas a la información de los
hechos "desagradables" ("pero sin abrir juicio
sobre ellos"), y al mismo tiempo se realizaban
conferencias de altísimo nivel con directivos de
los restantes canales metropolitanos para lograr
una tregua en los ataques frontales al gobierno.
El caso más pintoresco de maniobra apaciguadora en
materia radial ocurrió con Radio Colonia. Antes de
su reciente cambio de propietario, los
informativos sensacionalistas estaban a cargo del
periodista Barros, conocido por el seudónimo de
Carlos Reyes. Pero Barros habría sido nombrado,
por el gobierno radical del pueblo, cónsul
argentino en Colonia. Naturalmente, ese puesto
y la amistad estrecha del cónsul con el doctor
Perette, evitaba todo riesgo de discrepancias
graves.
El caso Concepción Sobre el
cierre de la encuesta de Panorama se produjo un
episodio que puso en evidencia la extrema
sensibilidad en defensa de libertad de prensa que
se ha ido creando en la conciencia argentina. El
sábado 26 de marzo, la agencia TELAM —vinculada
tan estrechamente al gobierno que, según rumores
de fuentes fidedignas, cerró el balance del año
1965 con 20 millones de pesos de déficit
sufragados con fondos reservados del Estado—
informó sobre una presunta violación de la
libertad de prensa por parte del secretario de
Comercio, doctor Alfredo Concepción. En reunión
con industriales habría sugerido que éstos
retirasen la publicidad de las publicaciones
opositoras. Seis días después, el funcionario
aludido desmentía parcialmente esa información,
mediante un comunicado en el que hablaba de
"publicaciones que merecen ser calificadas de
subversivas" y de su propósito de aplicar las
normas "según corresponda a estricto derecho".
A esa altura ya se había causado un revuelo
mayúsculo y sendas denuncias habían sido cursadas
al Ministerio del Interior y a la Sociedad
Interamericana de Prensa, por la Asociación de
Editores de Publicaciones Argentinas. Si este
hecho conseguirá alterar la buena opinión que la
sip tiene por el gobierno argentino en materia de
libertad de prensa —la manifestó por última vez en
su reciente reunión anual celebrada en San Diego—
solo el tiempo lo dirá. Es difícil, en cambio,
que el caso del arresto impuesto por la secretaría
de Aeronáutica al comodoro (R) Juan José
Güiraldes, director de la revista Confirmado, sea
considerado por la SIP. Existe un problema de
jurisdicción militar que permite al gobierno
lavarse las manos con comodidad. En resumen, la
libertad de prensa en la Argentina 1966, pese a
algunos traspiés inexplicables, tiene vigencia. Y
ha vuelto a hacerse hábito en la conciencia de la
ciudadanía.
Libertad de expresión La
prohibición municipal ejercida contra la
representación de la discutida obra teatral El
Vicario, del autor Rolf Hochhuth, es considerada
por el comunista Giú-dice como una demostración
palmaria de "la intención del gobierno de
establecer un control estatal y policial sobre las
ideas". Coincide con el profesor Sánchez
Viamonte, patrocinante del pedido de amparo
presentado por los empresarios de la obra, en
señalar una contradicción en la actitud del
cardenal Caggiano y los principios liberales
dispuestos por el reciente Concilio Vaticano.
Con anterioridad a esta polémica solo se había
criticado públicamente al gobierno, en el terreno
de la libertad de expresión, a raíz de algunas
disposiciones de censura cinematográfica. El
tiempo, sin embargo, cambio el panorama en este
terreno. Y las películas "prohibidas para menores
de 18 años" son ahora proyectadas libremente por
diversos canales de televisión. En las
librerías de la calle Corrientes el porteño puede
adquirir a bajo costo el Manual de guerrillas del
"Che" Guevara, o cualquier obra de la más avanzada
ideología comunista. Juan Domingo Perón se asoma
desde banderines a los quioscos callejeros, y
libros sobre su persona y su obra están al alcance
de cualquier bolsillo. Esporádicamente la orden
del día de la Policía Federal trae alguna orden de
secuestro contra una o dos de los centenares de
publicaciones obscenas que suelen tener amplia
difusión. Esta es toda la limitación a la
expresión e ideas —si así puede llamársele— que
rige en la Argentina 1966.
Libertad para el
delito Tangencialmente durante la investigación
hecha por Panorama, apareció el tema de la
libertad para delinquir existente en la Argentina.
Se mencionaron los siguientes hechos: 1)
benignidad de los códigos procesal y penal
—"redactados por un abogado defensor"—; 2) falta
de adecuado castigo a delitos "nuevos" como el
tráfico de drogas; 3) falta de adecuada pena a los
reincidentes (es usual encontrar en la información
policial jóvenes delincuentes con una larga lista
de procesos y condenas previas) ; 4) falta de
medios adecuados para la represión y prevención de
los delitos. Se agregó como hecho fácilmente
comprobable la falta de control y adecuada pena
que fomenta la estafa cotidiana: márgenes
injustificadamente abultados en los comerciantes,
productos de calidad inferior a la publicitada, y
otras formas habituales de engaño al público.
Capítulo aparte merecen las cadenas de
intermediarios, otro tipo de delito económico que
cuenta con plena libertad de acción en la
Argentina 1966. El productor y el consumidor
mantienen a un verdadero ejército de "industriales
del trueque", que explotan con grandes beneficios
la necesidad ajena de comprar o vender. Llegado el
caso también ofician de acaparadores, pero en esta
profesión suele haber temporadas de riesgo, en que
su "libertad" se ve amenazada.
Servicios
públicos La tolerancia que el presidente Illia
preconizaba ante Panorama como respuesta
aconsejable a los excesos de libertad, ha sido la
actitud de su gobierno, en líneas generales,
frente a los casos de falta de libertad donde el
culpable no fue el gobierno. Cuando en los últimos
días de marzo anterior los colectiveros
infringieron las reglamentaciones que regulan los
servicios públicos, mediante un "lock-out" que
dejó paralizada a la metrópoli, se procedió al
secuestro de automotores y a la rápida firma del
decreto que elevaba la multa de 5.000 a un máximo
de 100.000 pesos por empresa. "¡Por fin el
gobierno toma las cosas en serio!" fue el
comentario que Panorama recogió en la calle. Pocas
horas después, sin embargo, se daba marcha atrás.
Se devolvían los rodados a sus propietarios, se
suspendían las multas y se permitía aplicar el
aumento restringido ofrecido antes de la medida de
fuerza. El matutino Crónica comentaba lo ocurrido
bajo el título de: "Huelga con premio". Los
colectiveros pasaban así a integrar el grupo de
aquellos sectores de la actividad nacional que,
interrumpiendo con sus medidas de fuerza los
servicios públicos, trababan la libertad
individual de los ciudadanos. Pero la
tolerancia del Ejecutivo que se hizo evidente en
múltiples circunstancias con ferroviarios,
empleados de comunicaciones, señaleros, y otros
gremios similares, también eludió las represalias
legales. Solo en el caso de los municipales, la
solidez de Rabanal —que al producirse el conflicto
acababa de ganar con sus adictos las elecciones
internas de UCRP— le permitió "cobrarse algunas
docenas de cesantías que aún están discutiéndose.
Permanencia y evolución de la libertad Un
gaucho cruzando la pampa al paso lento de su
caballo. Un inmigrante con su breve atado de ropa,
asomado a la proa del barco que lo lleva al nuevo
mundo. Dos imágenes con un tema común: la libertad
interior. Uno, porque se siente dueño de todo; el
otro, porque no ha querido quedar atado a nada de
lo que deja atrás. No es de sorprender que con
tales abuelos, el argentino de hoy lleve como
parte fundamental de su modo de ser una ineludible
vocación de libertad. Todos los pueblos de la
tierra se precian de tenerla, es cierto, pero no
todos —ni muchos, siquiera— pueden ostentar como
prueba la mitad de un continente liberado por
simple necesidad de satisfacer esa vocación.
Hasta el egoísta "no te metás" del porteño, no es
más que una deformación del respeto por la
libertad ajena. Los balbuceos, las
imprecisiones, las contradicciones formales que
Panorama encontró y recogió en sus reporteados al
obligarlos a meditar sobre la libertad, no nacen
de la ignorancia del asunto. Es que la Argentina
1966, y cada uno de sus habitantes, viven en sí
mismos la evolución del concepto de libertad. Y
siempre resulta difícil definir algo que está
cambiando. El concepto liberal del siglo pasado
y de principios del presente —"dejar hacer, dejar
pasar"— evoluciona con la sociedad. Hay quienes
pueden adaptarse al cambio en privado. Pero otros,
como los hombres del actual gobierno argentino, se
han encontrado con que las circunstancias les
obligan a modificar sus conceptos sobre la marcha
y a la vista del público. Ya no se trata de dar
libertad a todos, sino de armonizar las libertades
de todos. También la libertad se ha vuelto
funcional, como las casas y los muebles. No es
el bien absoluto que creían nuestros abuelos.
También puede ser usada para hacer daño. La
"liberación" de la energía nuclear causó lo de
Hiroshima y Nagasaki. Otras reacciones en cadena,
en el terreno social, han provocado y provocan
catástrofes no menos dolorosas al liberar odios,
rencores y revanchas. Frente al aspecto
positivo de la evolución de la libertad hacia la
justicia, o mejor, hacia la condición de
instrumento de la justicia, se alza el aspecto
negativo que también encontró panorama en el curso
de su investigación. El uso de la libertad trae
aparejada una dosis no despreciable de riesgos. Y
el miedo al riesgo provoca en algunos el miedo a
la libertad. En los países donde las tiranías
ahogan la libertad, muchas veces se callan más
cosas por temor a la censura que por efecto de la
censura misma. El miedo a la libertad crea la
autocensura, complejo que suele perdurar más allá
de las causas que le dieron origen. Panorama
quiere cerrar esta encuesta con palabras del
ministro del Interior, Juan S. Palmero, que
respondían al cuestionario que le fue presentado.
Señalan un rumbo y trazan un camino que la
Argentina 1966 necesita seguir: "Nunca será
bastante cuanto hablemos e insistamos sobre la
necesidad de cuidar la libertad del hombre
argentino, porque no solo es responsabilidad del
gobierno, sino también de cada ciudadano, el deber
de preservarla de los intentos y prédicas
destructivas, que tienden a atacar su fe en las
instituciones de la democracia. Todos tenemos que
unirnos en torno a la ley, que es la verdadera
fuente del bien común, la que señala el respeto
sagrado del hombre como persona humana y la
vigencia de sus derechos".
Revista Panorama
mayo de 1966
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