Silvio Gaeti, médico especialista en psoriasis, posee el mural más grande de Argentina
ARTE Y MEDICINA: UN MECENAS DE DOS MUNDOS

La historia de las luchas de liberación latinoamericanas, desde la conquista española, aparecen plasmadas en una pintura de 200 metros cuadrados. De cómo el bisturí y el pincel pueden convertirse en buenos amigos

Mural en Chacarita

Es el mural más grande de la Argentina: en él, con los brazos extendidos como si estuviera a punto de ser crucificado. un Cristo moreno con rostro de indio americano cobija a todos los pueblos del continente. Inspirado en una frase del teniente general Juan Domingo Perón —"El año 2000 nos encontrará unidos o dominados"—. la pintura representa exactamente esa disyuntiva. Por eso, debajo de los brazos de ese Cristo aparece a historia humana da América latina, plasmada en las figuras de los incas, mayas, aztecas y. a medida que avanzan los tiempos, en obreros y campesinos. El inmenso fresco se completa con rostros y cuerpos imprecisos, verdaderos interrogantes sobre el destino latinoamericano en los próximos 25 años.
A punto de ser inaugurada la pared en la cual se desarrolló el apotegma de Perón se encuentra en los fondos de un jardín, en pleno barrio de Chacarita, en Buenos Aires. Fruto de la idea del doctor Silvio Gaeti —un especialista en el tratamiento de la psoriasis, de fama mundialmente reconocida— y del trabajo de una pareja de plásticos porteños —Liliana Ferrari (25) y Carlos Bfeiffer (29)—, la obra amenaza ahora a su propietario con la posibilidad de convertir a su domicilio en centro de peregrinaje, en paradero de la curiosidad de cientos de amantes de la plástica. Es que tras varios años de cabildeos, estudios y bocetos, los artistas y el mecenas lograron integrar un trío que —superada la prueba del mural— se propone encarar proyectos más ambiciosos: integrar un centro de artesanos. un taller de pintura y un local para uso de artistas populares.
Para llevar a la práctica esas ideas, algo que quedó demostrado en "Unidos o dominados"
—tal el nombre del mural—, Gaeti cuenta con los recursos financieros provenientes de su trabajo como médico. "Atendí al Papa Pío XII —dijo a Siete Días— y fui consultado para curar al presidente uruguayo Víctor Haedo y a madame Chiang Kai-shek. entre otras personalidades famosas." Aunque ese curriculum no le hizo perder su palpable modestia. SG explicó que gracias a una observación casual tuvo oportunidad de acceder a un tratamiento para curar la psoriasis. enfermedad de la piel cuyas causas no estaban, hace varias décadas, del todo establecidas.
"Cuando llevaba pocos anos de recibido —recordó— apareció en mi consultorio un paciente aquejado de una enfermedad en el hígado. En el examen inicial advertí que. además, esa persona tenía la piel afectada con psoriasis, unas escamaduras muy desagradables. Al cabo del tratamiento, para mi sorpresa, no sólo desaparecieron las molestias hepáticas sino que, además, se curó totalmente la afección epidérmica." Para constatar la eficacia de su tratamiento —a base de vitaminas y dosis adecuadas de extracto de hígado—, Gaeti recurrió a los hospitales metropolitanos, en los cuales se proveía de enfermos de psoriasis. "A veces —declaró— me veía obligado a pagarles un salario a quienes se sometían a mis curaciones, ya que debían faltar a su trabajo."
A medida que iba creciendo su fama y su clientela. SG fue cobrando notoriedad mundial. "Cuando me disponía a viajar a los Estados Unidos contratado por un centro de investigaciones, fui llamado por el entonces presidente Perón. ¿Usted aceptaría que las autoridades nacionales lo sometieran a una prueba —me preguntó el Líder—, y en caso de éxito dirigir en Buenos Aires un centro especializado? Le dije que sí y me sometieron numerosos casos de psoriasis, a los cuales curé definitivamente. Tras eso —continuó Gaeti— asumí mi responsabilidad en un instituto oficial para el tratamiento de esa enfermedad, el primero en el mundo especializado en psoriasis." A partir de 1955 —ejerciendo la medicina privada, ya que las autoridades de entonces cerraron el centro oficial—, Gaeti asumió el compromiso de atender gratis a los enfermos de menores recursos.

PINCELES, BISTURI, ESPATULAS
Paralelamente con el progreso de sus investigaciones —publicadas en revistas médicas de América y Europa—, Gaeti se preocupó por mantenerse informado sobre movimientos artísticos contemporáneos. "Viajé por todo el mundo —contabilizó— y a medida que dictaba conferencias sobre mi especialidad aprovechaba los ratos libres para estudiar a fondo y en sus lugares de origen las grandes corrientes del arte universal. Porque yo, antes de ser médico, me gané la vida como dibujante."
De origen humilde —su padre fue carpintero, inmigrante—, Gaeti debió costearse sus estudios universitarios dibujando láminas didácticas para sus profesores de cirugía. "A veces amanecía en las morgues dibujando músculos sobre modelos fallecidos esa misma noche. De esa forma combinaba el estudio con el trabajo." Quizás postergando sus inclinaciones para momentos personales más propicios, Gaeti profundizó sus logros científicos y plasmó un tratamiento clínico aceptado por los grandes cenáculos de la medicina contemporánea.
En noviembre de 1972, instalado en su nueva casa de la calle Córdoba al 6500, comenzó a meditar sobre el destino de una inmensa pared medianera —un muro de más de 20 metros de ancho por otros tantos de altura—, en la cual, finalmente, decidió hacer pintar un mural. "Un día —recordó— salía de comer de un restaurante cuando advertí que tenía una pintura excelentemente diseñada, algo bastante fuera de lo común tratándose de un establecimiento comercial. El dueño, que es amigo mío, me facilitó la dirección de los autores y así me puse en contacto con Carlos y Liliana. Casi sin advertirlo, comenzamos a integrar un trío cuyos resultados iniciales están a la vista. El tiempo dirá cuáles serán los finales."
A pesar de sus juventud, los artistas elegidos por el médico pueden considerarse veteranos en el arte de realizar murales. "A diferencia de la pintura de caballete —teorizó Carlos Bfeiffer—, los murales cobran una dimensión popular extraordinaria. Por ejemplo, por más que esta obra esté realizada en una propiedad particular, de alguna manera vedada a quienes transitan por este tramo de la avenida Córdoba, su dueño no puede gozarla individualmente. Porque por encima de sus cualidades artísticas, las dimensiones del trabajo exceden la percepción de un hombre, aislado de los demás. Un cuadro, en cambio, puede quedar indefinidamente en una pared, oculto de miradas indiscretas o, en el mejor de los casos, instalado en un museo público".
Dispuesto a franquear la puerta de su casa a quienes se acerquen a curiosear su pared, Gaeti prefirió alabar las cualidades personales de sus protegidos. "Carlos recorrió América, viajando a través de la injusticia en que se hallan sumidos muchos de sus pueblos. Así, durante su estadía en la mina de cobre de Chuquicamata, en Chile, pintó un mural titulado "La cama caliente". Se inspiró, sin duda, en el hecho de que en una generación de mineros la cama es ocupada, sucesivamente, por el padre y por el hijo, permaneciendo siempre caliente. Liliana, en cambio, desde los cuatro años demostró su vocación por los bajorrelieves, que realizó en los areneros de las plazas."

UN DESTINO DE UNIDAD
Definiéndose como "peronista desde la primera hora", Silvio Gaeti acepta trasformar su casa —y, de alguna manera, su propia vida— en centro de una cruzada para rescatar todas las manifestaciones, sin exclusiones, del arte popular. "Muchas veces —dijo— los creadores no cuentan con lugares para mostrar sus cosas y la mayoría de ellos carecen de estímulo privado para llevar adelante sus inclinaciones. Acá, ¿por qué no?, dispondrán de un adecuado recinto para desplegar sus creaciones. Por eso insisto en que "Unidos o dominados" ha tenido un efecto multiplicador, ha sido algo así como un catalizador de voluntades. Esto no habría sido posible tan sólo con un aporte financiero, ni tampoco, con la voluntad de sus creadores. No bastaba con tener un alto muro, una pared donde se pudiera pintar el mural y realizar bajorrelieves o esculturas. Tampoco bastaba con disponer de la pintura necesaria y la argamasa. Pienso que debió surgir esta suerte de convocatoria para que todo esto fuera posible."
Con esas perspectivas, Gaeti se abocará ahora a diseñar la idea. Le falta, claro, fundar una estructura jurídica bajo la cual funcione esa institución civil, administradora de los locales que el médico destine para su funcionamiento.
Mientras tanto, sus próximos pasos serán tan originales como aquellos que lo llevaron a realizar su gigantesco mural. "Pienso construir un ascensor de vidrio que desde la planta baja hasta el segundo piso de mi casa posibilite admirar la obra de Carlos y Liliana en toda su magnitud. Además, por las noches —y para quien quiera venir a verlo—, montaré un espectáculo de luz y sonido que a través de todos los ritmos folklóricos latinoamericanos permita advertir la gravedad de esa alternativa señalada por el general Perón y que aún muchos, en nuestros días, se empeñan en ignorar. ¿Qué mejor que unirnos todos para evitar ser dominados?"
Hasta tanto se logre ese ambicioso plan, Gaeti continuará, casi obsesivamente, ideando nuevas alternativas artísticas. "¿Usted se imagina —preguntó a Siete Días, sobre el final de la entrevista— qué pasaría si todos los que están en condiciones de hacerlo destinaran parte de sus esfuerzos para facilitar el trabajo de los artistas jóvenes de la Argentina? Nadie pondría en duda que, además de rico y fuerte nuestro pueblo contaría con cientos de miles de estímulos visuales para ser feliz."
Revista Siete Días Ilustrados
17.01.1975

Ferrari / Bfeiffer

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