Violencia en la Argentina
Los políticos se definen
   
El lunes 10 de abril, cuando el país no se había aún recuperado del estupor que provocaron las muertes del general Juan Carlos Sánchez y del empresario Oberdan Sallustro, Alejandro Lanusse citó a los jefes políticos nacionales a la Casa Rosada. Ese día, el presidente expuso ante ellos su posición frente a los hechos de sangre y los atentados terroristas; los líderes no pudieron hablar en la oportunidad.
Panorama decidió entonces convocar a un encuentro de dirigentes políticos para tratar el tema de la violencia: un modo de ofrecer a sus lectores el pensamiento orgánico de los partidos sobre tan actual y candente cuestión.
Dirigida por el equipo de especialistas de Panorama —Jorge Lozano, Jorge Raventos, Jorge Bernetti y Marcos Diskin—, la reunión se concretó el jueves 13, entre las 18 y las 24 horas. De los catorce invitados, sólo tres faltaron a la cita: Ricardo Balbín, radical, sin aviso; Horacio Thedy, demoprogresista, quien anunció a último momento que tenía otro compromiso, y el secretario general del Justicialismo, Jorge Gianola, quien informó que toda la posición de su partido sobre el tema estaba resumida en el comunicado que ese día hizo público. Los once participantes fueron, pues: Blas Manuel Alberti (Frente de Izquierda Popular), Víctor Alderete (Nueva Fuerza), Oscar Alende (UCRI), Alfredo Allende (Movimiento de Integración y Desarrollo), Guillermo de la Torre (Partido Renovador), Ariel Dulevich Uzal (Nueva Fuerza), Rodolfo Galimberti (Consejero Superior del Partido Justicialista), Fernando Nadra (Partido Comunista), Luis Pan (Socialismo Democrático), Jorge Selser (Socialismo Argentino), Horacio Sueldo (Democracia Cristiana). Lo que sigue es una síntesis de los aspectos más relevantes de la conversación:

Blas Alberti: Como ustedes saben, yo represento al Frente de Izquierda Popular, expresión política de la corriente ideológica conocida como Izquierda Nacional en nuestro país y en América latina. Para nosotros, pues, es claro que, en toda sociedad dividida en clases, la violencia y la política están íntimamente vinculadas. Lo prueba nuestra misma experiencia histórica, tan rica en hechos violentos producidos por los opresores y por los oprimidos. Ha sido la violencia colectiva, la violencia del pueblo la que ha mostrado a lo largo de toda la historia humana la capacidad inmensa de modificar el curso de los hechos, de impulsar los grandes cambios, las inmensas conquistas del progreso de los hombres. En la Argentina, sin ir demasiado lejos, las elecciones que llevaron al poder a Hipólito Yrigoyen en 1916 fueron consecuencia de tres revoluciones que el radicalismo impulsó para imponer al régimen oligárquico la violencia de los de abajo como contrapeso a la violencia y a la usurpación del régimen. Gracias a ese impulso revolucionario que movilizó la violencia popular, la vida argentina se democratizó en gran medida y se incorporaron las clases medias a nuestra política.
En 1930, la oligarquía y el imperialismo —en la persona del general Uriburu— produjeron otro acto de violencia: se trataba, en esta oportunidad, de la violencia de los opresores que derrocaron al gobierno popular de Yrigoyen para instaurar una dictadura que encarceló, mató o hambreó a las mayorías argentinas. En junio de 1943, nuevamente el Ejército produce un acto de violencia: esta vez para marcar el derrumbe del régimen de la década infame. La dictadura militar del nacionalismo sin pueblo que allí se instaura, pronto dejará lugar a la presencia de las masas gracias a que éstas, por medio de la violencia y la movilización, ganan las calles y conquistan el comicio limpio de febrero de 1946. En 1955 la oligarquía, con la colaboración del imperialismo y de todos los sectores internos ligados a él, derrota por la violencia al régimen popular del general Perón e instaura un período que ya dura 17 años de fraudes, proscripciones, fusilamientos, torturas, tribunales y cámaras especiales, servicios especiales, cárceles y delincuencia económica.
En esta descripción está implícito el juicio que el Frente de Izquierda Popular tiene sobre la violencia y el que le merecen los filisteos que se rasgan las vestiduras frente a la violencia de los de abajo pero silencian los crímenes de todo tipo de los de arriba. Quiero aclarar, por lo demás, que nosotros consideramos sagrada la violencia de las masas y es por eso que tomamos las banderas de los levantamientos provinciales, del cordobazo, el tucumanazo, el catamarcazo, el rosariazo o el cuyanazo. Esa violencia es una forma legítima que los pueblos tienen para defender su soberanía guando ésta se haya conculcada. La misma Constitución que han jurado respetar los comandantes en jefe establece el sagrado derecho a la rebelión en contra de los tiranos y el principio de armarse en defensa de la Constitución. Es en este marco que nosotros queremos dejar bien aclarado que desechamos la violencia de los pequeños grupos, sean éstos civiles o militares. Toda la experiencia histórica demuestra que han sido las masas las que modifican revolucionariamente a la sociedad, mientras que la acción de los pequeños grupos que dicen actuar en su nombre no ha sido relevante.
Pensamos, pues, que en esta etapa la acción debe dirigirse a conquistar el juego limpio prometido: las elecciones inmediatas, sin fraudes ni proscripciones ni desterrados; el derecho a que si el pueblo se pronuncia masivamente por un programa socialista y revolucionario en las urnas, que ese mandato sea cumplido. Hay que luchar por esos derechos, porque nosotros estamos seguros de que la reacción va a emplear toda su violencia para evitar que el pueblo argentino se pronuncie.

Víctor Alderete: Aunque estas declaraciones mías son a título personal, ratifican totalmente las opiniones de mi partido: Nueva Fuerza. Nosotros condenamos totalmente la violencia, sin condiciones. No aceptamos ninguna de las explicaciones usuales que obran a título de justificación, como el decir que la violencia de abajo está causada por la violencia de arriba. Ni que se condena la violencia individual, pero no la colectiva. No. Condenamos toda la violencia, sin exclusiones. Pero somos hombres políticos y no se nos escapa que sólo podemos llegar a comprender a la violencia frente a un régimen tiránico que coarta y elimina las libertades individuales. Como pensamos que ésa no es la circunstancia actual, no la aceptamos. Y mucho menos cuando está abierto un proceso electoral en el cual los partidos políticos, hasta la fecha, no pueden decir que no cuentan con igualdad de oportunidades. En las condiciones en que está viviendo el país es totalmente inadmisible que cualquier grupo, con la justificación que sea, pretenda imponer la violencia individual u organizada.
Es cierto también que es lícito pedirle al gobierno que acompañe sus deseos con actitudes y en ese sentido debo decir que hay negociaciones que deben cesar de inmediato: en especial la Cancillería debe cesar de tener tratos a nivel de embajador con argentinos que residen fuera del país. Los que quieran intervenir en la vida política argentina tienen que hacerlo dentro del país. Mucho más cuando hay fallos militares que han condenado a determinados individuos. Mucho más cuando un brigadier de la Nación está haciendo el triste papel de Celestina en un romance electoral que nadie sabe cómo terminará. Finalmente quiero expresar que ningún argentino, aquí o en el exterior, puede eludir su definición sobre el tema de la violencia. Caso contrario, si no hay definición en contra, sabremos que la están justificando.

Oscar Alende: No puede hablarse abstractamente de la legitimidad o ilegitimidad de la violencia. Este es uno de los elementos que engendra la historia: no fue la idea pacifista de los monarcas del siglo XVIII la que introdujo un sesgo profundo en la evolución social, sino los revolucionarios violentos de Francia, y esto puede también aplicarse a la evolución de nuestra nacionalidad. Pero ahora nos referimos a la violencia que se ejerce aquí y ahora, en la Argentina, una violencia que está vinculada al mito de la revolución mundial que la satura de una imagen de sacrificio y heroísmo. Debemos pues opinar sobre las causas y sobre la forma de neutralizar esta violencia. La economía y las finanzas del país están fuera de control; hay una justa protesta social que busca cauces y un proceso político poco claro. En este marco, señalo que la violencia política, tal como se ha ejercido, está apoyando a los grupos más regresivos y reaccionarios de la vida nacional, a los que les está brindando argumentos de corte sentimental y criminológico para justificar no sólo la mayor de las represiones, sino la supresión misma del proceso electoral.
Para relegar, pues, a su verdadera dimensión a esa violencia de pequeños grupos que se alberga en un auténtico proceso de protesta social sin cauce, es preciso ejecutar un programa de lucha contra las oligarquías financieras que dirigen la economía del país, que son dueñas de grandes sectores de la publicidad y la prensa y que son, además, responsables de nuestro estancamiento.

Alfredo Allende: La violencia se encuentra en la génesis misma de la patria, ya se ha dicho. No vamos, entonces, a hablar de la existencia o inexistencia de ella: está allí y alguien la ha llamado la levadura de la historia. Tampoco creo que nos interese ese tipo de violencia individual que puede ser considerada de tipo psicopático sino la violencia general que exterioriza una crisis social y económica. Habría entonces que entrar a discriminar los matices de este tipo de violencia: hay violencia de los gobiernos que intentan detener los movimientos populares de liberación; hay violencia que se expresa cuando los gobiernos defienden el statu quo y se niegan a dar cauce a los imprescindibles cambios en la política económica. Hay violencia cuando desde abajo —en parte por sectores no interesados en el cambio— se resisten las modificaciones estructurales que intentan algunos gobiernos. Los repudiables asesinatos cometidos últimamente, así como los de trabajadores y otros representantes populares que también se están produciendo con lamentable asiduidad, tendrían una característica de violencia individual pero facilitados por un entorno social y económico que está en plena crisis y debe ser reemplazado de una manera revolucionaria por una modificación total de las fuerzas productivas existentes en el país. En este sentido, el Movimiento de Integración y Desarrollo ha manifestado reiteradamente que el documento emitido por el general Perón es un programa de unidad para revolucionar el país y evitar la violencia: pero el cumplimiento de dicho programa exige plazos perentorios. Cuando en un país existe más de un diez por ciento de desocupados y un terrible número de desempleados encubierto, cuando las quiebras no encuentran parangón en la historia, cuando la economía se desnacionaliza, no es extraño que afirmemos que mientras no termine este estado de cosas vamos a tener reiteradas explosiones de violencia.

Guillermo de la Torre: Tal vez corresponde hacer primero un diagnóstico de lo que ocurre en el país. Un psiquiatra amigo me decía hace algunos días que ha notado como nunca —a través de sus pacientes y de la observación cotidiana— los síntomas de un alto grado de inseguridad en la Argentina. Esa inseguridad se manifiesta en tres aspectos: el argentino se siente debilitado económicamente y no es preciso hacer prosa excesiva para entenderlo. A esto debemos añadir una inseguridad física, dada por el miedo: el miedo a la tortura, a la persecución, a la censura ideológica, a morir por causa de una bala perdida. Hay por último una inseguridad moral, que tal vez sea la más grave. Es que la gente no cree en lo que le dicen, está cansada del engaño, cansada de los políticos que la han gobernado y siguen con la misma cantilena.
Pero creo que, considerada esta inseguridad, es necesario definirse: hay una violencia natural que descarga ese sentido de inseguridad, esa violencia está normalmente justificada pero no debe confundirse con la violencia artificial manejada desde grupos ocultos, que busca generar una mayor inseguridad y busca el caos. No es la violencia de arriba la que provoca esta violencia artificial de abajo, sino a la inversa: esa violencia artificial es provocadora, busca víctimas para utilizar y tal vez tenga cómplices desde arriba. Quiero recordar esto: en 1968 murió en Córdoba el estudiante Santiago Pampillón. En ese momento ocurría una reacción popular contra un aumento de las tarifas impositivas municipales del 300 por ciento. El intendente municipal de Córdoba que estableció tal aumento era el ingeniero Pedro Gordillo.

Ariel Dulevich Uzal: Quiero hacer expresa reserva, antes de comenzar mi exposición, de algunas referencias de tipo histórico hechas por alguno de los que me precedieron en el uso de la palabra. Aunque éste es un momento de coincidencias ...

Blas Alberti: El Frente de Izquierda Popular no tiene coincidencia alguna con la Nueva Fuerza.

Ariel Dulevich Uzal: Eso es tan evidente que huelgan los comentarios. Quiero decir que la violencia que debemos considerar los argentinos es la que se expresa en el atentado aleve, la bomba que cobra víctimas inocentes, el asesinato a mansalva, que nada tienen que ver con la violencia que desata un enfrentamiento bélico o la que puede desencadenarse en una lucha popular por los angustiosos problemas sociales que enfrenta el país. Pero cuando sus ejecutores confiesan que sus motivaciones tienen carácter político debemos preguntarnos, los que estamos en la militancia más activa, si ésta es la forma natural de expresar inquietudes o aspiraciones de tal carácter. ¿Son obreros angustiados por el hambre que los agobia, o empleados de humilde condición los que realizan estos actos? No: son pseudo intelectuales; meros delincuentes comunes cuyo objetivo principal y primero es interrumpir el curso institucional de la República.
Los políticos tenemos que ser muy claros sobre este tema: entristece que todavía, cuando no se han cerrado las heridas, cuando los deudos lloran a sus muertos haya agrupaciones que no se pronuncien claramente. Tal es el caso de quien, desde Madrid, se ha apresurado a desmentir su condenación de estos hechos. No ha desmentido, en cambio, las coronas que aparecen a su nombre en los sepelios de guerrilleros, ni la autoría de hechos criminales en los que su nombre es invocado. En menos de tres semanas han caído un dirigente político, un empresario, un militar y también víctimas inocentes. Este hecho contrita el espíritu de los argentinos.

Rodolfo Galimberti: Propongo discutir sobre la violencia en términos concretos. Es decir, propongo hablar de la violencia en nuestro país. En primer término, tenemos que ubicar a la Argentina como lo que es: una nación no realizada, semi-colonial. Un país que sufre la doble opresión del imperialismo y de una minoría al servicio de aquél. Comparto en líneas generales las afirmaciones de Alberti que habló de la violencia como levadura de la historia. Desde ya nos parece poco serio calificar como violencia únicamente a los hechos que se han producido en los últimos días: violencia es también ganar un sueldo que no alcanza para vivir dignamente. En cuanto al enjundioso discurso del señor de la Nueva Fuerza, quisiera recordarle que el fundador del partido donde milita ...
Alderete: No sé a quién se refiere.
Galimberti: Al ingeniero Alsogaray.
Alderete: No es fundador de Nueva Fuerza.

Panorama: Concordemos en estimarlo como afiliado a la Nueva Fuerza.
Galimberti: Los postulados de la Nueva Fuerza están inspirados por Alsogaray y ya conocimos en función de gobierno la violencia que hizo padecer al pueblo argentino. Debemos discriminar entre la violencia de los oprimidos y la de los opresores; la violencia de abajo y la de arriba. Consideramos que el nuestro es un país irrealizado nacionalmente. Desde este punto de vista debo decirle al doctor Oscar Alende que los compañeros que ejercen la violencia desde la perspectiva del Movimiento Peronista no están inspirados en el mito de la revolución mundial. Quería recordar especialmente que nuestro gobierno, como dice el general Perón, fue un gobierno legal y constitucional, depuesto en septiembre de 1955 por un acto de fuerza, por un hecho de violencia. No fuimos los peronistas quienes inauguramos los fusilamientos, sino los gorilas en 1956 con el general Valle. Nosotros queremos llevar a cabo el proceso de toma del poder con el menor costo social posible. A nadie, ni aun a los combatientes de nuestras formaciones especiales, le gusta la violencia. Es decir, que aquí no hay un ejercicio de la violencia por una vocación satánica, sino el empleo sistemático y racional de la violencia revolucionaria para oponer a la violencia reaccionaria y pro imperialista de la dictadura militar que nos oprime.
En relación a la distinción que estableció Alberti entre la violencia de masas —revelada en el cordobazo o el mendozazo— y la violencia de lo que llamó grupos políticos reducidos. Tal distinción no existe. Es indudable que la violencia de los pronunciamientos populares tiene características diferentes a la violencia que ejercitan los compañeros de las formaciones especiales de nuestro movimiento, pero es de la misma naturaleza.

Alderete: ¿El asesinato del doctor Uzal es también un acto contra el imperialismo y la dictadura militar que nos gobierna?
Galimberti: La fuerza política a la que pertenecía el doctor Uzal ha pregonado en diversas oportunidades su admiración por el régimen impuesto en el Brasil, que ha sido caracterizado, no por nosotros, sino por voceros del centro del mundo, como un régimen dictatorial y violento, que emplea las peores formas para mantenerse en el poder.
Alderete: Eso que acaba de decir es completamente falso. Jamás ha sido reflejado en ningún documento de la Nueva Fuerza.
Galimberti: Cuando uno propone un régimen de violencia debe estar preparado a que se le opongan violentamente.

Femando Nadra: Tenemos que ubicar la violencia concretamente, no referirnos a ella en un tono supuestamente universal. Dejemos la palabra violencia y hablemos de terrorismo. La violencia es muy amplia, se ejerce todos los días: el patrón con el obrero, el marido con la mujer. Pero hay un terror de la derecha, de arriba, de la reacción, y el terror de la izquierda, el terror de abajo, del pueblo. El terror de arriba se hace para defender a un régimen reaccionario. Es el terror de derecha.
Pan: O de izquierda.
Nadra: Ya vamos a hablar de eso. Usted me provoca permanentemente. Sea político y no provocador.
Pan: Usted cree que está en Moscú y que no puedo hablar.
Panorama: Las reglas de juego son que cada orador hable sin interrupciones.
Alberti: Haga honor a su apellido: sea bueno como el pan. (Risas). Pan:
Usted en definitiva me resulta un cómico.
Alberti: Y usted, por cierto, un mal trágico.

Nadra: Continúo. Un ejemplo de terror reaccionario es el de los fusilamientos de peronistas en 1956 que se mencionaron acá. Preguntaría, además: ¿es o no terror de derecha dar un golpe de Estado —como el de 1966—, violar las leyes, violar a la gente y erigir leyes represivas? Eso, ¿qué es? ¿Libertad, democracia, dignidad humana? Está además el terror de los grupos de derecha. El gobierno respecto a ellos se hace el "burro". Pregunto: ¿quién mató a Maestre? ¿A Verd? ¿A Martins? ¿A Zenteno?
Pan: Usted, comunista y todo, parece olvidarse de su camarada Ingalinella [médico rosarino torturado y muerto por la policía, en las postrimerías del gobierno de Perón].
Nadra: No lo olvido, pero ése es un problema que tenemos con los peronistas y lo vamos a resolver con ellos. Nos vamos a entender, sobre todo con las masas. Pero jamás en el país hubo tantas torturas. Durante la época de Perón creo que hubo algunas. No voy a hablar de eso, pero jamás al nivel de las actuales. Nadie explica por qué a Norma Morello le aplican la picana en la vagina.
Sueldo: Damos fe.
Alberti: Damos fe.
Nadra: Y ésa es una católica, no una comunista. Por otra parte, voy a diferir con algunos compañeros presentes. El terror revolucionario es el que se aplica cuando hay movimientos de masas. Por ejemplo, en mayo de 1810. El terror individual es el de gente desesperada por la situación que reacciona individualmente y mata al zar Alejandro III. Esa línea no da resultado. Ni los tupamaros van a tener éxito, a pesar de estar bien inspirados, porque el problema es que ellos quieren cambiar, pero su método no tiene perspectiva de triunfo. Estoy de acuerdo con que el crimen del general Juan Carlos Sánchez es una cosa seria y grave; pero, y los demás que han muerto, ¿no son seres humanos? ¿O sólo nos vamos a preocupar por los crimines de un sector? El pueblo protesta contra la represión y la carestía. Córdoba es un ejemplo de lo que debe hacerse; Rosario, Tucumán y, sobre todo, Mendoza y San Juan. Por cierto, hay que ir a elecciones, pero ¿qué elecciones? Necesitamos, gane quien gane, elecciones limpias.

Luis Pan: Me adhiero al distingo de Nadra entre terrorismo y violencia. De entrada quiero plantear una cuestión previa. Si los grupos que ejercen la denominada violencia de abajo tomaran el poder, todos los que no perteneciéramos a ese grupo, ¿podríamos leer el diario de nuestra preferencia?
Galimberti: No tenemos intención de clausurar La Vanguardia (risas).
Pan: La Vanguardia se lee muy poco y usted es muy joven para hacer ironías. Yo también he ejercido la violencia. La nuestra tenía sencillez y pequeños reclamos. Queríamos, durante la dictadura —bajo la cual padecimos exilio, persecución y tortura—, utilizar la televisión y la radio para exponer nuestras opiniones. Nos contentábamos con poco y eso no nos fue concedido. Incluso se dictó en 1951 una ley prohibiendo las alianzas de partidos.
Alberti: La alianza era un hecho, de cualquier modo. La Unión Democrática sobrevive durante el año 1947, lozana y fresquita.
Pan: Hablaba del año 1951. ¿Es cierta la existencia de la ley, doctor Alende?
Alende: Así es. También es cierto que yo estaba en contra.
Pan: ¿De la ley?
Alende: De la alianza, doctor (Risas).
Pan: No es cuestión de bromas. Yo no soy doctor.
Alende: Discúlpeme, no quise ofenderlo (Risas).
Pan: Todos nosotros hemos ejercido la violencia. La hemos ejercido en la forma que dije hace un momento, en los años 1940, 1941, 1942, en que había que sacudir al imperialismo nazi en el país. No nos extraña la palabra violencia. Lo que no podemos aceptar es que sean proclamados como hechos legítimos el terrorismo y la eliminación de las personas. En los episodios, de violencia que viene conociendo el país en los últimos cuatro años concurren expresiones pueriles, insuficiencias políticas, falta de madurez, propensión a la aventura. Lo único que obtienen como contrapartida es la irrupción violenta de gobiernos o movimientos de derecha. Los actores de la violencia invocan a menudo el nombre de Marx. Pero lo primero que hizo Marx en 1844 cuando llegó a París fue exigir que abandonaran la clandestinidad los que no eran reconocidos como ciudadanos, y así se terminara con el infantilismo terrorista de Blanqui y otros adeptos.
Alberti: Si usted considera a Marx como predecesor de Américo Ghioldi, evidentemente se referirá a Groucho Marx.
Pan: La función cómica la sabe usted hacer muy bien.
Alberti: Y yo reitero mi admiración por su predisposición para la tragedia. Le falta lectura de Marx a través de Lenin.

Jorge Selser: Voy a tratar de ejercer la menor violencia posible sobre el auditorio, tratando de ser lo más breve posible (Risas). Nadie quiere la violencia —por lo menos el elemento sano— por la violencia en sí, sino con determinados fines, y utilizándola hasta donde sea necesaria. Hay también un problema de estrategia general. A veces tenemos que juzgar si un movimiento de terror sirve a la posibilidad del cambio social. Entonces concluimos que no toda violencia puede ser considerada ampliamente positiva, como no toda puede ser considerada de carácter negativo. Si no, tendríamos que rechazar la toma de la Bastilla y tendríamos que decirle a los hombres de Vietnam que aguanten la presencia norteamericana en Vietnam, porque habría que evitar la violencia; o bien aconsejarles a los hermanos dominicanos que soporten la presencia de las tropas norteamericanas, auxiliadas por las brasileñas, para implantar una dictadura del terror, porque hay que evitar la violencia. Y nosotros no estamos en eso. Las estructuras económico-sociales en la Argentina estaban ya preparadas para una etapa de violencia, porque eran tremendamente injustas. Y el 28 de junio de 1966, un golpe militar se dirige a consolidar el statu-quo e implanta —porque no se tienen urgencias electorales— la política de Adalbert Krieger Vasena. Hay entonces también un terrorismo oficial de tipo económico y que se verifica también en el cierre de los canales de participación del pueblo argentino: los partidos políticos. Entonces, la población se rebela a través de diferentes circunstancias que necesariamente no pueden ser totalmente claras. ¿Qué intención podían tener los hombres del cordobazo? No se les puede pedir a esos hombres que suscriban una carta de intención acerca del futuro gobierno democrático.
Pan: Cuando uno está en contra de algo tiene que saber qué quiere en su reemplazo.
Selser: Le pido que no me interrumpa más, por favor. Creo que su observación es equivocada, porque todas las revoluciones demuestran que no puede haber una completa conciencia en los hombres que toman intervención en un proceso histórico. Saludo al cordobazo como una manifestación positiva que provocó la actual intención de convocar a comicios. Existe un círculo vicioso de la violencia en el que el gobierno militar tiene una responsabilidad fundamental. Ese círculo se rompe devolviendo la soberanía política al pueblo argentino. Derogando leyes inconcebibles, porque sabe Nadra que no soy comunista..
Nadra: Pero somos amigos.
Selser: Así es. Y le puedo señalar que una de las contradicciones más notables, más violentas del proceso, es la proscripción del comunismo. Se reclama un pronunciamiento terminante contra la violencia y cierto tipo especial de ella, el terrorismo reactivo. No niego que en algunos núcleos puedan existir elementos con ideologías extranjeras, cosa que no me aterroriza porque yo también pertenezco a un partido político que está muy influido por una ideología foránea: la socialista (Risas). Claro que nosotros, con el socialismo argentino, proponemos una estrategia diferente a la de cierto tipo de reacciones que no son las más adecuadas para avanzar en el proceso. Como decía Galimberti, a nadie le entusiasma la violencia por sí misma, pero si la salida electoral implica el mantenimiento del statu-quo, pienso que vamos a seguir en la espiral de represión y contrarrepresión en la que estamos envueltos.

Horacio Sueldo: A esta altura del debate es difícil decir algo original. Mucho de lo que diga será un intento de sintetizar la abundante coincidencia que ha existido. Existe una idealización de la violencia, cualquiera sea la punta en que se la considere. Por ejemplo, se idealiza por parte de los voceros del régimen y de sus asesores espirituales cada vez que nos descargan sermones sobre la perversidad de la violencia. Pero también es exacto que desde el extremo opuesto se cae en el error de generalizar, de elaborar una especie de mito sobre la violencia de palabra y de hecho. Entre la borrachera de mitos que vive el país, uno particular es éste: el de la suma y santa eficiencia de la violencia, para esto, para aquello, para lodo. Hay jóvenes idealistas con gran testimonio de coraje y desprendimiento personal, que me obligan a situarlos muy por encima de ciertos representantes del orden social, de la justicia y de la ley, a los que se debe llamar a la
realidad para que comprendan que hasta la violencia requiere inteligencia. Por otro lado, se ha hablado de juego limpio. Mucho más allá de la amplitud de ese juego, lo bueno sería saber si lo que se propone como salida electoral va a permitir limpiar el país o no. Porque aquí solamente hay dos alternativas: transformación a fondo o parches y remiendos. Quisiera aludir como un signo, pero no es el menor, a recientes decisiones del más alto nivel gubernativo, que han echado paladas de tierra sobre actos de grandes personajes del régimen. En un país en serio, esos actos habrían motivado degradación militar y cárcel de por vida. ¿Se les puede pedir a los jóvenes guerrilleros que se asimilen a una sociedad, a una ley que sirve para eso? Es cierto, como se ha dicho acá que hubo picana eléctrica en huelgas antes de 1955. Pero, si hemos de ser leales, si aquéllos fueron precedentes, fueron cimientos, hoy estamos bajo la fronda de una represión incrementada a un grado que jamás ha conocido el país. Y voy a citar romo un elemento degradante el hecho de que un alto funcionario público cuando se le pide que someta a los presos políticos a sus jueces naturales contesta que "no vamos a cometer la ingenuidad del pase a los jueces porque a estos señores de la subversión sofisticada los vamos a combatir con sus propias armas".
Panorama: ¿A qué funcionario se refiere?
Sueldo: Al doctor Mor Roig, ministro del Interior. Si el funcionario está combatiendo formas delictivas, no puede caer en la inmoralidad, en el cinismo jurídico de combatir el mal con el mal. Todo hombre es mi hermano, lo digo con lenguaje cristiano: lo es el general Sánchez, la señora Cucco, siento por ellos profundamente y por sus familias también. La vida humana es sagrada y ningún grupo particular puede erigirse en tribunal revolucionario. Aparte de esas víctimas, mi solidaridad se extiende a la familia Sallustro, pero también a la de Ver, Maestre, Zenteno, el obrero textil Monti, a los miles de "pobres tipos" de los que nadie se ocupa porque no tienen la importancia de los grandes empresarios y de los grandes generales. Podemos mencionar también a nuestra querida Norma Morello, militante social-cristiana de Goya, a la que en un refinamiento de la tortura, como a todas las mujeres solteras —hay algún respeto a veces para las casadas— se les introducen picanas dentro de un tubo de plástico para que lleguen a lo más profundo del organismo; y a los hombres se les introduce en el recto.
Es posible que haya, en este proceso de renovada violencia, núcleos de inspiración y orientación extranjera, y es posible que haya otros más locales, pero extraviados en la estrategia. Pero hay hechos —todas las rebeliones provinciales y vecinales— que ilustran sobre el estado de rebelión del país. Hay gente en la Argentina que quiere, aunque parezca un rasgo de humor, creer hasta en los militares. Sin ser electoralistas, admitimos que la hipótesis electoral es todavía una vía válida, si el gobierno toma la iniciativa de desbrozar ese espinoso sendero de las urnas.

(Una vez terminada la primera rueda de intervenciones, Panorama abrió la discusión sobre otros puntos de interés vinculados con el tema. Lo que sigue son latí definiciones más tajantes de los expositores).

Alberti: Considero que la historia no es la consecuencia de los actos de grupos que están en la cúspide de la sociedad, por ello opino que los sectores minoritarios que se dedican a la acción armada en nombre de la revolución, podrán ser revolucionarios en el terreno ético, subjetivo; pero en los hechos no lo son: objetivamente constituyen un punto de apoyo para fortalecer el sistema represivo. Pero hemos dicho que hay otra minoría armada, que actúan en nombre del tradicional estilo de vida argentino, para conculcar los derechos del pueblo, imponer una política económica antinacional. Yo, juzgaría, por ejemplo, a los altos mandos militares que en junio de 1966 derrocaron a un gobierno —también nacido de la proscripción— que tenía dos millones y medio de votos para imponer a un presidente con los votos de los tres comandantes en jefe.

Alende: En los últimos años se ha demostrado que las Fuerzas Armadas no sólo no promueven la revolución nacional, sino que la sofocan y hasta la temen. Si se resignan a convertirse a los designios del Departamento de Estado o del Pentágono, en policías internas dentro de su propio país para avalar los intereses antinacionales que tratan de prevalecer, entonces no habrá cauce cívico militar para la revolución. Por eso nosotros planteamos, en este momento, el camino de la elección. Cualquier proscripción, por supuesto, sería violenta.

Allende: Yo me pregunto, si la exclusión del líder a quien todos consideramos representante de más de la mitad de la Argentina no es violencia, entonces ¿qué es violencia?

Dulevich Uzal: Le reconocemos legitimidad plena a la violencia social. Consideramos a la política económica actual como violenta, agresiva para la mayoría de la población argentina. En cuanto al problema de las proscripciones, nosotros no las propiciamos pero no se concurre a elecciones estimulando la guerrilla por un lado y exhortando por el otro a esa misma concurrencia.

Selser: Me parece que los reclamos del embajador Rojas Silveyra y otros militares para que todo el mundo se defina sobre este tema carecen de entidad. He definido la política económica actual como terrorismo económico. Lo táctica y la estrategia de mi partido no coinciden con los asesinatos de Sallustro y el general Sánchez.

Galimberti: Estimo francamente descabellado el pedido oficial de un pronunciamiento del general Perón en las presentes circunstancias. Elogio la digna actitud de la Democracia Cristiana de negarse a concurrir y, por supuesto, no coincido con la actitud asumida por mi movimiento, la que he acatado por disciplina revolucionaria. Como se han hecho alusiones a las torturas durante el peronismo y a la actuación de Cardozo y Lombilla estimo conveniente nuevamente no juzgar la violencia en abstracto. Un gobierno revolucionario necesita un aparato policial, puede fusilar, pero no va a torturar. Respecto de esos personajes que mencioné, nosotros como movimiento popular nos avergonzamos de ellos y hacemos la autocrítica. Y no solo de ellos, sino también de algunos que en las actuales circunstancias los tenemos sentados muy cerca nuestro en el movimiento y a los que en cualquier día les vamos a dar como condecoración la Picana de oro.

Nadra: Para nosotros hay una ciencia de la revolución y una ciencia de la política. Si queremos construir un camino revolucionario tenemos que seguir un camino de masas. Porque nosotros sabemos que el general Sánchez era el jefe de la represión en Santa Fe, responsable directo de las torturas a Norma Morello, y que Oberdan Sallustro, era el cesanteador de 500 obreros mecánicos, pero su eliminación física no elimina las causas de los problemas y genera inmediatamente más represión y más dificultades para el avance del conjunto del pueblo. Las restricciones hacen fraudulenta cualquier elección. Hablemos claro: ¿Por qué Perón no va a ser candidato? Si el pueblo vota a Perón, que sea presidente. Esa es la única manera de "jugar limpio": con todos v sin represión.

Pan: El país está necesitado de que se clarifiquen las mentes y se salga del camino trillado de las frases rituales. Decir que la violencia de arriba genera la de abajo no lleva a nada, porque los que están en la "revolucionaria", si llegan a escalar el poder —como dijo Galimberti—, impondrán su propio aparato represivo. Entonces se volverá a producir la violencia de abajo. Hay en este momento confusiones notables. La actitud torpe y subalterna que ha tenido que asumir el embajador Rojas Silveyra en Madrid, demandando definiciones de Perón en tono impropio de un diplomático es injustificable. Con eso no quiero reivindicar al exiliado. Aquí hemos hablado de leyes represivas, a las que me opongo, y no son más que la herencia de las que se dictaron entre 1945-1955. Quiero hacer constar que no me parece legítima la violencia de grupo: eso sin tapujos se llama fascismo.

Revista Panorama
20.04.1972

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