Violencia en la Argentina Los
políticos se definen
El lunes 10 de abril, cuando el país no se
había aún recuperado del estupor que
provocaron las muertes del general Juan Carlos
Sánchez y del empresario Oberdan Sallustro,
Alejandro Lanusse citó a los jefes políticos
nacionales a la Casa Rosada. Ese día, el
presidente expuso ante ellos su posición
frente a los hechos de sangre y los atentados
terroristas; los líderes no pudieron hablar en
la oportunidad. Panorama decidió entonces
convocar a un encuentro de dirigentes
políticos para tratar el tema de la violencia:
un modo de ofrecer a sus lectores el
pensamiento orgánico de los partidos sobre tan
actual y candente cuestión. Dirigida por el
equipo de especialistas de Panorama —Jorge
Lozano, Jorge Raventos, Jorge Bernetti y
Marcos Diskin—, la reunión se concretó el
jueves 13, entre las 18 y las 24 horas. De los
catorce invitados, sólo tres faltaron a la
cita: Ricardo Balbín, radical, sin aviso;
Horacio Thedy, demoprogresista, quien anunció
a último momento que tenía otro compromiso, y
el secretario general del Justicialismo, Jorge
Gianola, quien informó que toda la posición de
su partido sobre el tema estaba resumida en el
comunicado que ese día hizo público. Los once
participantes fueron, pues: Blas Manuel
Alberti (Frente de Izquierda Popular), Víctor
Alderete (Nueva Fuerza), Oscar Alende (UCRI),
Alfredo Allende (Movimiento de Integración y
Desarrollo), Guillermo de la Torre (Partido
Renovador), Ariel Dulevich Uzal (Nueva
Fuerza), Rodolfo Galimberti (Consejero
Superior del Partido Justicialista), Fernando
Nadra (Partido Comunista), Luis Pan
(Socialismo Democrático), Jorge Selser
(Socialismo Argentino), Horacio Sueldo
(Democracia Cristiana). Lo que sigue es una
síntesis de los aspectos más relevantes de la
conversación:
Blas Alberti: Como
ustedes saben, yo represento al Frente de
Izquierda Popular, expresión política de la
corriente ideológica conocida como Izquierda
Nacional en nuestro país y en América latina.
Para nosotros, pues, es claro que, en toda
sociedad dividida en clases, la violencia y la
política están íntimamente vinculadas. Lo
prueba nuestra misma experiencia histórica,
tan rica en hechos violentos producidos por
los opresores y por los oprimidos. Ha sido la
violencia colectiva, la violencia del pueblo
la que ha mostrado a lo largo de toda la
historia humana la capacidad inmensa de
modificar el curso de los hechos, de impulsar
los grandes cambios, las inmensas conquistas
del progreso de los hombres. En la Argentina,
sin ir demasiado lejos, las elecciones que
llevaron al poder a Hipólito Yrigoyen en 1916
fueron consecuencia de tres revoluciones que
el radicalismo impulsó para imponer al régimen
oligárquico la violencia de los de abajo como
contrapeso a la violencia y a la usurpación
del régimen. Gracias a ese impulso
revolucionario que movilizó la violencia
popular, la vida argentina se democratizó en
gran medida y se incorporaron las clases
medias a nuestra política. En 1930, la
oligarquía y el imperialismo —en la persona
del general Uriburu— produjeron otro acto de
violencia: se trataba, en esta oportunidad, de
la violencia de los opresores que derrocaron
al gobierno popular de Yrigoyen para instaurar
una dictadura que encarceló, mató o hambreó a
las mayorías argentinas. En junio de 1943,
nuevamente el Ejército produce un acto de
violencia: esta vez para marcar el derrumbe
del régimen de la década infame. La dictadura
militar del nacionalismo sin pueblo que allí
se instaura, pronto dejará lugar a la
presencia de las masas gracias a que éstas,
por medio de la violencia y la movilización,
ganan las calles y conquistan el comicio
limpio de febrero de 1946. En 1955 la
oligarquía, con la colaboración del
imperialismo y de todos los sectores internos
ligados a él, derrota por la violencia al
régimen popular del general Perón e instaura
un período que ya dura 17 años de fraudes,
proscripciones, fusilamientos, torturas,
tribunales y cámaras especiales, servicios
especiales, cárceles y delincuencia económica.
En esta descripción está implícito el juicio
que el Frente de Izquierda Popular tiene sobre
la violencia y el que le merecen los filisteos
que se rasgan las vestiduras frente a la
violencia de los de abajo pero silencian los
crímenes de todo tipo de los de arriba. Quiero
aclarar, por lo demás, que nosotros
consideramos sagrada la violencia de las masas
y es por eso que tomamos las banderas de los
levantamientos provinciales, del cordobazo, el
tucumanazo, el catamarcazo, el rosariazo o el
cuyanazo. Esa violencia es una forma legítima
que los pueblos tienen para defender su
soberanía guando ésta se haya conculcada. La
misma Constitución que han jurado respetar los
comandantes en jefe establece el sagrado
derecho a la rebelión en contra de los tiranos
y el principio de armarse en defensa de la
Constitución. Es en este marco que nosotros
queremos dejar bien aclarado que desechamos la
violencia de los pequeños grupos, sean éstos
civiles o militares. Toda la experiencia
histórica demuestra que han sido las masas las
que modifican revolucionariamente a la
sociedad, mientras que la acción de los
pequeños grupos que dicen actuar en su nombre
no ha sido relevante. Pensamos, pues, que
en esta etapa la acción debe dirigirse a
conquistar el juego limpio prometido: las
elecciones inmediatas, sin fraudes ni
proscripciones ni desterrados; el derecho a
que si el pueblo se pronuncia masivamente por
un programa socialista y revolucionario en las
urnas, que ese mandato sea cumplido. Hay que
luchar por esos derechos, porque nosotros
estamos seguros de que la reacción va a
emplear toda su violencia para evitar que el
pueblo argentino se pronuncie.
Víctor
Alderete: Aunque estas declaraciones mías son
a título personal, ratifican totalmente las
opiniones de mi partido: Nueva Fuerza.
Nosotros condenamos totalmente la violencia,
sin condiciones. No aceptamos ninguna de las
explicaciones usuales que obran a título de
justificación, como el decir que la violencia
de abajo está causada por la violencia de
arriba. Ni que se condena la violencia
individual, pero no la colectiva. No.
Condenamos toda la violencia, sin exclusiones.
Pero somos hombres políticos y no se nos
escapa que sólo podemos llegar a comprender a
la violencia frente a un régimen tiránico que
coarta y elimina las libertades individuales.
Como pensamos que ésa no es la circunstancia
actual, no la aceptamos. Y mucho menos cuando
está abierto un proceso electoral en el cual
los partidos políticos, hasta la fecha, no
pueden decir que no cuentan con igualdad de
oportunidades. En las condiciones en que está
viviendo el país es totalmente inadmisible que
cualquier grupo, con la justificación que sea,
pretenda imponer la violencia individual u
organizada. Es cierto también que es lícito
pedirle al gobierno que acompañe sus deseos
con actitudes y en ese sentido debo decir que
hay negociaciones que deben cesar de
inmediato: en especial la Cancillería debe
cesar de tener tratos a nivel de embajador con
argentinos que residen fuera del país. Los que
quieran intervenir en la vida política
argentina tienen que hacerlo dentro del país.
Mucho más cuando hay fallos militares que han
condenado a determinados individuos. Mucho más
cuando un brigadier de la Nación está haciendo
el triste papel de Celestina en un romance
electoral que nadie sabe cómo terminará.
Finalmente quiero expresar que ningún
argentino, aquí o en el exterior, puede eludir
su definición sobre el tema de la violencia.
Caso contrario, si no hay definición en
contra, sabremos que la están justificando.
Oscar Alende: No puede hablarse
abstractamente de la legitimidad o
ilegitimidad de la violencia. Este es uno de
los elementos que engendra la historia: no fue
la idea pacifista de los monarcas del siglo
XVIII la que introdujo un sesgo profundo en la
evolución social, sino los revolucionarios
violentos de Francia, y esto puede también
aplicarse a la evolución de nuestra
nacionalidad. Pero ahora nos referimos a la
violencia que se ejerce aquí y ahora, en la
Argentina, una violencia que está vinculada al
mito de la revolución mundial que la satura de
una imagen de sacrificio y heroísmo. Debemos
pues opinar sobre las causas y sobre la forma
de neutralizar esta violencia. La economía y
las finanzas del país están fuera de control;
hay una justa protesta social que busca cauces
y un proceso político poco claro. En este
marco, señalo que la violencia política, tal
como se ha ejercido, está apoyando a los
grupos más regresivos y reaccionarios de la
vida nacional, a los que les está brindando
argumentos de corte sentimental y
criminológico para justificar no sólo la mayor
de las represiones, sino la supresión misma
del proceso electoral. Para relegar, pues,
a su verdadera dimensión a esa violencia de
pequeños grupos que se alberga en un auténtico
proceso de protesta social sin cauce, es
preciso ejecutar un programa de lucha contra
las oligarquías financieras que dirigen la
economía del país, que son dueñas de grandes
sectores de la publicidad y la prensa y que
son, además, responsables de nuestro
estancamiento.
Alfredo Allende: La
violencia se encuentra en la génesis misma de
la patria, ya se ha dicho. No vamos, entonces,
a hablar de la existencia o inexistencia de
ella: está allí y alguien la ha llamado la
levadura de la historia. Tampoco creo que nos
interese ese tipo de violencia individual que
puede ser considerada de tipo psicopático sino
la violencia general que exterioriza una
crisis social y económica. Habría entonces que
entrar a discriminar los matices de este tipo
de violencia: hay violencia de los gobiernos
que intentan detener los movimientos populares
de liberación; hay violencia que se expresa
cuando los gobiernos defienden el statu quo y
se niegan a dar cauce a los imprescindibles
cambios en la política económica. Hay
violencia cuando desde abajo —en parte por
sectores no interesados en el cambio— se
resisten las modificaciones estructurales que
intentan algunos gobiernos. Los repudiables
asesinatos cometidos últimamente, así como los
de trabajadores y otros representantes
populares que también se están produciendo con
lamentable asiduidad, tendrían una
característica de violencia individual pero
facilitados por un entorno social y económico
que está en plena crisis y debe ser
reemplazado de una manera revolucionaria por
una modificación total de las fuerzas
productivas existentes en el país. En este
sentido, el Movimiento de Integración y
Desarrollo ha manifestado reiteradamente que
el documento emitido por el general Perón es
un programa de unidad para revolucionar el
país y evitar la violencia: pero el
cumplimiento de dicho programa exige plazos
perentorios. Cuando en un país existe más de
un diez por ciento de desocupados y un
terrible número de desempleados encubierto,
cuando las quiebras no encuentran parangón en
la historia, cuando la economía se
desnacionaliza, no es extraño que afirmemos
que mientras no termine este estado de cosas
vamos a tener reiteradas explosiones de
violencia.
Guillermo de la Torre: Tal
vez corresponde hacer primero un diagnóstico
de lo que ocurre en el país. Un psiquiatra
amigo me decía hace algunos días que ha notado
como nunca —a través de sus pacientes y de la
observación cotidiana— los síntomas de un alto
grado de inseguridad en la Argentina. Esa
inseguridad se manifiesta en tres aspectos: el
argentino se siente debilitado económicamente
y no es preciso hacer prosa excesiva para
entenderlo. A esto debemos añadir una
inseguridad física, dada por el miedo: el
miedo a la tortura, a la persecución, a la
censura ideológica, a morir por causa de una
bala perdida. Hay por último una inseguridad
moral, que tal vez sea la más grave. Es que la
gente no cree en lo que le dicen, está cansada
del engaño, cansada de los políticos que la
han gobernado y siguen con la misma cantilena.
Pero creo que, considerada esta inseguridad,
es necesario definirse: hay una violencia
natural que descarga ese sentido de
inseguridad, esa violencia está normalmente
justificada pero no debe confundirse con la
violencia artificial manejada desde grupos
ocultos, que busca generar una mayor
inseguridad y busca el caos. No es la
violencia de arriba la que provoca esta
violencia artificial de abajo, sino a la
inversa: esa violencia artificial es
provocadora, busca víctimas para utilizar y
tal vez tenga cómplices desde arriba. Quiero
recordar esto: en 1968 murió en Córdoba el
estudiante Santiago Pampillón. En ese momento
ocurría una reacción popular contra un aumento
de las tarifas impositivas municipales del 300
por ciento. El intendente municipal de Córdoba
que estableció tal aumento era el ingeniero
Pedro Gordillo.
Ariel Dulevich Uzal:
Quiero hacer expresa reserva, antes de
comenzar mi exposición, de algunas referencias
de tipo histórico hechas por alguno de los que
me precedieron en el uso de la palabra. Aunque
éste es un momento de coincidencias ...
Blas Alberti: El Frente de Izquierda
Popular no tiene coincidencia alguna con la
Nueva Fuerza.
Ariel Dulevich Uzal: Eso
es tan evidente que huelgan los comentarios.
Quiero decir que la violencia que debemos
considerar los argentinos es la que se expresa
en el atentado aleve, la bomba que cobra
víctimas inocentes, el asesinato a mansalva,
que nada tienen que ver con la violencia que
desata un enfrentamiento bélico o la que puede
desencadenarse en una lucha popular por los
angustiosos problemas sociales que enfrenta el
país. Pero cuando sus ejecutores confiesan que
sus motivaciones tienen carácter político
debemos preguntarnos, los que estamos en la
militancia más activa, si ésta es la forma
natural de expresar inquietudes o aspiraciones
de tal carácter. ¿Son obreros angustiados por
el hambre que los agobia, o empleados de
humilde condición los que realizan estos
actos? No: son pseudo intelectuales; meros
delincuentes comunes cuyo objetivo principal y
primero es interrumpir el curso institucional
de la República. Los políticos tenemos que
ser muy claros sobre este tema: entristece que
todavía, cuando no se han cerrado las heridas,
cuando los deudos lloran a sus muertos haya
agrupaciones que no se pronuncien claramente.
Tal es el caso de quien, desde Madrid, se ha
apresurado a desmentir su condenación de estos
hechos. No ha desmentido, en cambio, las
coronas que aparecen a su nombre en los
sepelios de guerrilleros, ni la autoría de
hechos criminales en los que su nombre es
invocado. En menos de tres semanas han caído
un dirigente político, un empresario, un
militar y también víctimas inocentes. Este
hecho contrita el espíritu de los argentinos.
Rodolfo Galimberti: Propongo discutir
sobre la violencia en términos concretos. Es
decir, propongo hablar de la violencia en
nuestro país. En primer término, tenemos que
ubicar a la Argentina como lo que es: una
nación no realizada, semi-colonial. Un país
que sufre la doble opresión del imperialismo y
de una minoría al servicio de aquél. Comparto
en líneas generales las afirmaciones de
Alberti que habló de la violencia como
levadura de la historia. Desde ya nos parece
poco serio calificar como violencia únicamente
a los hechos que se han producido en los
últimos días: violencia es también ganar un
sueldo que no alcanza para vivir dignamente.
En cuanto al enjundioso discurso del señor de
la Nueva Fuerza, quisiera recordarle que el
fundador del partido donde milita ...
Alderete: No sé a quién se refiere.
Galimberti: Al ingeniero Alsogaray.
Alderete: No es fundador de Nueva Fuerza.
Panorama: Concordemos en estimarlo como
afiliado a la Nueva Fuerza. Galimberti: Los
postulados de la Nueva Fuerza están inspirados
por Alsogaray y ya conocimos en función de
gobierno la violencia que hizo padecer al
pueblo argentino. Debemos discriminar entre la
violencia de los oprimidos y la de los
opresores; la violencia de abajo y la de
arriba. Consideramos que el nuestro es un país
irrealizado nacionalmente. Desde este punto de
vista debo decirle al doctor Oscar Alende que
los compañeros que ejercen la violencia desde
la perspectiva del Movimiento Peronista no
están inspirados en el mito de la revolución
mundial. Quería recordar especialmente que
nuestro gobierno, como dice el general Perón,
fue un gobierno legal y constitucional,
depuesto en septiembre de 1955 por un acto de
fuerza, por un hecho de violencia. No fuimos
los peronistas quienes inauguramos los
fusilamientos, sino los gorilas en 1956 con el
general Valle. Nosotros queremos llevar a cabo
el proceso de toma del poder con el menor
costo social posible. A nadie, ni aun a los
combatientes de nuestras formaciones
especiales, le gusta la violencia. Es decir,
que aquí no hay un ejercicio de la violencia
por una vocación satánica, sino el empleo
sistemático y racional de la violencia
revolucionaria para oponer a la violencia
reaccionaria y pro imperialista de la
dictadura militar que nos oprime. En
relación a la distinción que estableció
Alberti entre la violencia de masas —revelada
en el cordobazo o el mendozazo— y la violencia
de lo que llamó grupos políticos reducidos.
Tal distinción no existe. Es indudable que la
violencia de los pronunciamientos populares
tiene características diferentes a la
violencia que ejercitan los compañeros de las
formaciones especiales de nuestro movimiento,
pero es de la misma naturaleza.
Alderete: ¿El asesinato del doctor Uzal es
también un acto contra el imperialismo y la
dictadura militar que nos gobierna?
Galimberti: La fuerza política a la que
pertenecía el doctor Uzal ha pregonado en
diversas oportunidades su admiración por el
régimen impuesto en el Brasil, que ha sido
caracterizado, no por nosotros, sino por
voceros del centro del mundo, como un régimen
dictatorial y violento, que emplea las peores
formas para mantenerse en el poder.
Alderete: Eso que acaba de decir es
completamente falso. Jamás ha sido reflejado
en ningún documento de la Nueva Fuerza.
Galimberti: Cuando uno propone un régimen de
violencia debe estar preparado a que se le
opongan violentamente.
Femando Nadra:
Tenemos que ubicar la violencia concretamente,
no referirnos a ella en un tono supuestamente
universal. Dejemos la palabra violencia y
hablemos de terrorismo. La violencia es muy
amplia, se ejerce todos los días: el patrón
con el obrero, el marido con la mujer. Pero
hay un terror de la derecha, de arriba, de la
reacción, y el terror de la izquierda, el
terror de abajo, del pueblo. El terror de
arriba se hace para defender a un régimen
reaccionario. Es el terror de derecha.
Pan: O de izquierda. Nadra: Ya vamos a
hablar de eso. Usted me provoca
permanentemente. Sea político y no provocador.
Pan: Usted cree que está en Moscú y que no
puedo hablar. Panorama: Las reglas de
juego son que cada orador hable sin
interrupciones. Alberti: Haga honor a su
apellido: sea bueno como el pan. (Risas). Pan:
Usted en definitiva me resulta un cómico.
Alberti: Y usted, por cierto, un mal trágico.
Nadra: Continúo. Un ejemplo de terror
reaccionario es el de los fusilamientos de
peronistas en 1956 que se mencionaron acá.
Preguntaría, además: ¿es o no terror de
derecha dar un golpe de Estado —como el de
1966—, violar las leyes, violar a la gente y
erigir leyes represivas? Eso, ¿qué es?
¿Libertad, democracia, dignidad humana? Está
además el terror de los grupos de derecha. El
gobierno respecto a ellos se hace el "burro".
Pregunto: ¿quién mató a Maestre? ¿A Verd? ¿A
Martins? ¿A Zenteno? Pan: Usted, comunista
y todo, parece olvidarse de su camarada
Ingalinella [médico rosarino torturado y
muerto por la policía, en las postrimerías del
gobierno de Perón]. Nadra: No lo olvido,
pero ése es un problema que tenemos con los
peronistas y lo vamos a resolver con ellos.
Nos vamos a entender, sobre todo con las
masas. Pero jamás en el país hubo tantas
torturas. Durante la época de Perón creo que
hubo algunas. No voy a hablar de eso, pero
jamás al nivel de las actuales. Nadie explica
por qué a Norma Morello le aplican la picana
en la vagina. Sueldo: Damos fe. Alberti:
Damos fe. Nadra: Y ésa es una católica, no
una comunista. Por otra parte, voy a diferir
con algunos compañeros presentes. El terror
revolucionario es el que se aplica cuando hay
movimientos de masas. Por ejemplo, en mayo de
1810. El terror individual es el de gente
desesperada por la situación que reacciona
individualmente y mata al zar Alejandro III.
Esa línea no da resultado. Ni los tupamaros
van a tener éxito, a pesar de estar bien
inspirados, porque el problema es que ellos
quieren cambiar, pero su método no tiene
perspectiva de triunfo. Estoy de acuerdo con
que el crimen del general Juan Carlos Sánchez
es una cosa seria y grave; pero, y los demás
que han muerto, ¿no son seres humanos? ¿O sólo
nos vamos a preocupar por los crimines de un
sector? El pueblo protesta contra la represión
y la carestía. Córdoba es un ejemplo de lo que
debe hacerse; Rosario, Tucumán y, sobre todo,
Mendoza y San Juan. Por cierto, hay que ir a
elecciones, pero ¿qué elecciones? Necesitamos,
gane quien gane, elecciones limpias.
Luis Pan: Me adhiero al distingo de Nadra
entre terrorismo y violencia. De entrada
quiero plantear una cuestión previa. Si los
grupos que ejercen la denominada violencia de
abajo tomaran el poder, todos los que no
perteneciéramos a ese grupo, ¿podríamos leer
el diario de nuestra preferencia?
Galimberti: No tenemos intención de clausurar
La Vanguardia (risas). Pan: La Vanguardia
se lee muy poco y usted es muy joven para
hacer ironías. Yo también he ejercido la
violencia. La nuestra tenía sencillez y
pequeños reclamos. Queríamos, durante la
dictadura —bajo la cual padecimos exilio,
persecución y tortura—, utilizar la televisión
y la radio para exponer nuestras opiniones.
Nos contentábamos con poco y eso no nos fue
concedido. Incluso se dictó en 1951 una ley
prohibiendo las alianzas de partidos.
Alberti: La alianza era un hecho, de cualquier
modo. La Unión Democrática sobrevive durante
el año 1947, lozana y fresquita. Pan:
Hablaba del año 1951. ¿Es cierta la existencia
de la ley, doctor Alende? Alende: Así es.
También es cierto que yo estaba en contra.
Pan: ¿De la ley? Alende: De la alianza,
doctor (Risas). Pan: No es cuestión de
bromas. Yo no soy doctor. Alende:
Discúlpeme, no quise ofenderlo (Risas).
Pan: Todos nosotros hemos ejercido la
violencia. La hemos ejercido en la forma que
dije hace un momento, en los años 1940, 1941,
1942, en que había que sacudir al imperialismo
nazi en el país. No nos extraña la palabra
violencia. Lo que no podemos aceptar es que
sean proclamados como hechos legítimos el
terrorismo y la eliminación de las personas.
En los episodios, de violencia que viene
conociendo el país en los últimos cuatro años
concurren expresiones pueriles, insuficiencias
políticas, falta de madurez, propensión a la
aventura. Lo único que obtienen como
contrapartida es la irrupción violenta de
gobiernos o movimientos de derecha. Los
actores de la violencia invocan a menudo el
nombre de Marx. Pero lo primero que hizo Marx
en 1844 cuando llegó a París fue exigir que
abandonaran la clandestinidad los que no eran
reconocidos como ciudadanos, y así se
terminara con el infantilismo terrorista de
Blanqui y otros adeptos. Alberti: Si usted
considera a Marx como predecesor de Américo
Ghioldi, evidentemente se referirá a Groucho
Marx. Pan: La función cómica la sabe usted
hacer muy bien. Alberti: Y yo reitero mi
admiración por su predisposición para la
tragedia. Le falta lectura de Marx a través de
Lenin.
Jorge Selser: Voy a tratar de
ejercer la menor violencia posible sobre el
auditorio, tratando de ser lo más breve
posible (Risas). Nadie quiere la violencia
—por lo menos el elemento sano— por la
violencia en sí, sino con determinados fines,
y utilizándola hasta donde sea necesaria. Hay
también un problema de estrategia general. A
veces tenemos que juzgar si un movimiento de
terror sirve a la posibilidad del cambio
social. Entonces concluimos que no toda
violencia puede ser considerada ampliamente
positiva, como no toda puede ser considerada
de carácter negativo. Si no, tendríamos que
rechazar la toma de la Bastilla y tendríamos
que decirle a los hombres de Vietnam que
aguanten la presencia norteamericana en
Vietnam, porque habría que evitar la
violencia; o bien aconsejarles a los hermanos
dominicanos que soporten la presencia de las
tropas norteamericanas, auxiliadas por las
brasileñas, para implantar una dictadura del
terror, porque hay que evitar la violencia. Y
nosotros no estamos en eso. Las estructuras
económico-sociales en la Argentina estaban ya
preparadas para una etapa de violencia, porque
eran tremendamente injustas. Y el 28 de junio
de 1966, un golpe militar se dirige a
consolidar el statu-quo e implanta —porque no
se tienen urgencias electorales— la política
de Adalbert Krieger Vasena. Hay entonces
también un terrorismo oficial de tipo
económico y que se verifica también en el
cierre de los canales de participación del
pueblo argentino: los partidos políticos.
Entonces, la población se rebela a través de
diferentes circunstancias que necesariamente
no pueden ser totalmente claras. ¿Qué
intención podían tener los hombres del
cordobazo? No se les puede pedir a esos
hombres que suscriban una carta de intención
acerca del futuro gobierno democrático.
Pan: Cuando uno está en contra de algo tiene
que saber qué quiere en su reemplazo.
Selser: Le pido que no me interrumpa más, por
favor. Creo que su observación es equivocada,
porque todas las revoluciones demuestran que
no puede haber una completa conciencia en los
hombres que toman intervención en un proceso
histórico. Saludo al cordobazo como una
manifestación positiva que provocó la actual
intención de convocar a comicios. Existe un
círculo vicioso de la violencia en el que el
gobierno militar tiene una responsabilidad
fundamental. Ese círculo se rompe devolviendo
la soberanía política al pueblo argentino.
Derogando leyes inconcebibles, porque sabe
Nadra que no soy comunista.. Nadra: Pero
somos amigos. Selser: Así es. Y le puedo
señalar que una de las contradicciones más
notables, más violentas del proceso, es la
proscripción del comunismo. Se reclama un
pronunciamiento terminante contra la violencia
y cierto tipo especial de ella, el terrorismo
reactivo. No niego que en algunos núcleos
puedan existir elementos con ideologías
extranjeras, cosa que no me aterroriza porque
yo también pertenezco a un partido político
que está muy influido por una ideología
foránea: la socialista (Risas). Claro que
nosotros, con el socialismo argentino,
proponemos una estrategia diferente a la de
cierto tipo de reacciones que no son las más
adecuadas para avanzar en el proceso. Como
decía Galimberti, a nadie le entusiasma la
violencia por sí misma, pero si la salida
electoral implica el mantenimiento del
statu-quo, pienso que vamos a seguir en la
espiral de represión y contrarrepresión en la
que estamos envueltos.
Horacio Sueldo:
A esta altura del debate es difícil decir algo
original. Mucho de lo que diga será un intento
de sintetizar la abundante coincidencia que ha
existido. Existe una idealización de la
violencia, cualquiera sea la punta en que se
la considere. Por ejemplo, se idealiza por
parte de los voceros del régimen y de sus
asesores espirituales cada vez que nos
descargan sermones sobre la perversidad de la
violencia. Pero también es exacto que desde el
extremo opuesto se cae en el error de
generalizar, de elaborar una especie de mito
sobre la violencia de palabra y de hecho.
Entre la borrachera de mitos que vive el país,
uno particular es éste: el de la suma y santa
eficiencia de la violencia, para esto, para
aquello, para lodo. Hay jóvenes idealistas con
gran testimonio de coraje y desprendimiento
personal, que me obligan a situarlos muy por
encima de ciertos representantes del orden
social, de la justicia y de la ley, a los que
se debe llamar a la realidad para que
comprendan que hasta la violencia requiere
inteligencia. Por otro lado, se ha hablado de
juego limpio. Mucho más allá de la amplitud de
ese juego, lo bueno sería saber si lo que se
propone como salida electoral va a permitir
limpiar el país o no. Porque aquí solamente
hay dos alternativas: transformación a fondo o
parches y remiendos. Quisiera aludir como un
signo, pero no es el menor, a recientes
decisiones del más alto nivel gubernativo, que
han echado paladas de tierra sobre actos de
grandes personajes del régimen. En un país en
serio, esos actos habrían motivado degradación
militar y cárcel de por vida. ¿Se les puede
pedir a los jóvenes guerrilleros que se
asimilen a una sociedad, a una ley que sirve
para eso? Es cierto, como se ha dicho acá que
hubo picana eléctrica en huelgas antes de
1955. Pero, si hemos de ser leales, si
aquéllos fueron precedentes, fueron cimientos,
hoy estamos bajo la fronda de una represión
incrementada a un grado que jamás ha conocido
el país. Y voy a citar romo un elemento
degradante el hecho de que un alto funcionario
público cuando se le pide que someta a los
presos políticos a sus jueces naturales
contesta que "no vamos a cometer la ingenuidad
del pase a los jueces porque a estos señores
de la subversión sofisticada los vamos a
combatir con sus propias armas". Panorama:
¿A qué funcionario se refiere? Sueldo: Al
doctor Mor Roig, ministro del Interior. Si el
funcionario está combatiendo formas
delictivas, no puede caer en la inmoralidad,
en el cinismo jurídico de combatir el mal con
el mal. Todo hombre es mi hermano, lo digo con
lenguaje cristiano: lo es el general Sánchez,
la señora Cucco, siento por ellos
profundamente y por sus familias también. La
vida humana es sagrada y ningún grupo
particular puede erigirse en tribunal
revolucionario. Aparte de esas víctimas, mi
solidaridad se extiende a la familia
Sallustro, pero también a la de Ver, Maestre,
Zenteno, el obrero textil Monti, a los miles
de "pobres tipos" de los que nadie se ocupa
porque no tienen la importancia de los grandes
empresarios y de los grandes generales.
Podemos mencionar también a nuestra querida
Norma Morello, militante social-cristiana de
Goya, a la que en un refinamiento de la
tortura, como a todas las mujeres solteras
—hay algún respeto a veces para las casadas—
se les introducen picanas dentro de un tubo de
plástico para que lleguen a lo más profundo
del organismo; y a los hombres se les
introduce en el recto. Es posible que haya,
en este proceso de renovada violencia, núcleos
de inspiración y orientación extranjera, y es
posible que haya otros más locales, pero
extraviados en la estrategia. Pero hay hechos
—todas las rebeliones provinciales y
vecinales— que ilustran sobre el estado de
rebelión del país. Hay gente en la Argentina
que quiere, aunque parezca un rasgo de humor,
creer hasta en los militares. Sin ser
electoralistas, admitimos que la hipótesis
electoral es todavía una vía válida, si el
gobierno toma la iniciativa de desbrozar ese
espinoso sendero de las urnas.
(Una vez
terminada la primera rueda de intervenciones,
Panorama abrió la discusión sobre otros puntos
de interés vinculados con el tema. Lo que
sigue son latí definiciones más tajantes de
los expositores).
Alberti: Considero
que la historia no es la consecuencia de los
actos de grupos que están en la cúspide de la
sociedad, por ello opino que los sectores
minoritarios que se dedican a la acción armada
en nombre de la revolución, podrán ser
revolucionarios en el terreno ético,
subjetivo; pero en los hechos no lo son:
objetivamente constituyen un punto de apoyo
para fortalecer el sistema represivo. Pero
hemos dicho que hay otra minoría armada, que
actúan en nombre del tradicional estilo de
vida argentino, para conculcar los derechos
del pueblo, imponer una política económica
antinacional. Yo, juzgaría, por ejemplo, a los
altos mandos militares que en junio de 1966
derrocaron a un gobierno —también nacido de la
proscripción— que tenía dos millones y medio
de votos para imponer a un presidente con los
votos de los tres comandantes en jefe.
Alende: En los últimos años se ha demostrado
que las Fuerzas Armadas no sólo no promueven
la revolución nacional, sino que la sofocan y
hasta la temen. Si se resignan a convertirse a
los designios del Departamento de Estado o del
Pentágono, en policías internas dentro de su
propio país para avalar los intereses
antinacionales que tratan de prevalecer,
entonces no habrá cauce cívico militar para la
revolución. Por eso nosotros planteamos, en
este momento, el camino de la elección.
Cualquier proscripción, por supuesto, sería
violenta.
Allende: Yo me pregunto, si
la exclusión del líder a quien todos
consideramos representante de más de la mitad
de la Argentina no es violencia, entonces ¿qué
es violencia?
Dulevich Uzal: Le
reconocemos legitimidad plena a la violencia
social. Consideramos a la política económica
actual como violenta, agresiva para la mayoría
de la población argentina. En cuanto al
problema de las proscripciones, nosotros no
las propiciamos pero no se concurre a
elecciones estimulando la guerrilla por un
lado y exhortando por el otro a esa misma
concurrencia.
Selser: Me parece que los
reclamos del embajador Rojas Silveyra y otros
militares para que todo el mundo se defina
sobre este tema carecen de entidad. He
definido la política económica actual como
terrorismo económico. Lo táctica y la
estrategia de mi partido no coinciden con los
asesinatos de Sallustro y el general Sánchez.
Galimberti: Estimo francamente
descabellado el pedido oficial de un
pronunciamiento del general Perón en las
presentes circunstancias. Elogio la digna
actitud de la Democracia Cristiana de negarse
a concurrir y, por supuesto, no coincido con
la actitud asumida por mi movimiento, la que
he acatado por disciplina revolucionaria. Como
se han hecho alusiones a las torturas durante
el peronismo y a la actuación de Cardozo y
Lombilla estimo conveniente nuevamente no
juzgar la violencia en abstracto. Un gobierno
revolucionario necesita un aparato policial,
puede fusilar, pero no va a torturar. Respecto
de esos personajes que mencioné, nosotros como
movimiento popular nos avergonzamos de ellos y
hacemos la autocrítica. Y no solo de ellos,
sino también de algunos que en las actuales
circunstancias los tenemos sentados muy cerca
nuestro en el movimiento y a los que en
cualquier día les vamos a dar como
condecoración la Picana de oro.
Nadra:
Para nosotros hay una ciencia de la revolución
y una ciencia de la política. Si queremos
construir un camino revolucionario tenemos que
seguir un camino de masas. Porque nosotros
sabemos que el general Sánchez era el jefe de
la represión en Santa Fe, responsable directo
de las torturas a Norma Morello, y que Oberdan
Sallustro, era el cesanteador de 500 obreros
mecánicos, pero su eliminación física no
elimina las causas de los problemas y genera
inmediatamente más represión y más
dificultades para el avance del conjunto del
pueblo. Las restricciones hacen fraudulenta
cualquier elección. Hablemos claro: ¿Por qué
Perón no va a ser candidato? Si el pueblo vota
a Perón, que sea presidente. Esa es la única
manera de "jugar limpio": con todos v sin
represión.
Pan: El país está necesitado
de que se clarifiquen las mentes y se salga
del camino trillado de las frases rituales.
Decir que la violencia de arriba genera la de
abajo no lleva a nada, porque los que están en
la "revolucionaria", si llegan a escalar el
poder —como dijo Galimberti—, impondrán su
propio aparato represivo. Entonces se volverá
a producir la violencia de abajo. Hay en este
momento confusiones notables. La actitud torpe
y subalterna que ha tenido que asumir el
embajador Rojas Silveyra en Madrid, demandando
definiciones de Perón en tono impropio de un
diplomático es injustificable. Con eso no
quiero reivindicar al exiliado. Aquí hemos
hablado de leyes represivas, a las que me
opongo, y no son más que la herencia de las
que se dictaron entre 1945-1955. Quiero hacer
constar que no me parece legítima la violencia
de grupo: eso sin tapujos se llama fascismo.
Revista Panorama 20.04.1972
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