Vivir en el cielo
 

El sujeto tendría 40 años y vestía con demasiada elegancia. Por eso el farmacéutico Jacobo Wainstein se quedó doblemente sorprendido cuando el hombre sacó una pistola y pidió cinco gramos de cocaína. Este robo de droga ocurrió hace pocos días en una farmacia de avenida del Tejar al 3000. Pero casi todos los días asaltos similares, muchos de los cuales ni siquiera trascienden, preocupan a la brigada de Toxicomanía. Aunque un procedimiento de Navidad cortó, el 26 de diciembre último, los brazos de una poderosa red de traficantes que funcionaba en Salta y se especializaba en trasportar drogas hacia Mar del Plata y otras playas de moda como Villa Gesell, los tentáculos de los contrabandistas de coca renacen con sutil tenacidad y muchos pesquisas sienten la agobiadora impresión de estar empezando todos los días desde cero.
¿De qué modo los delincuentes mantienen su enorme poder sobre los dos mil adictos que dependen desesperadamente del suministro de droga para seguir viviendo como si fueran seres normales? SIETE DIAS revela el mundo de la droga. Este es el informe estremecedor que prepararon dos redactores que investigaron durante tres semanas este grave problema social y humano.

AL ESTE DEL PARAISO
—No sabés, pibe, qué harta estoy.
En la penumbra de una boite de Olivos, Susana R., de 20 años, hija de un poderoso industrial, tomó su tercera dosis de whisky doble. Estaba completamente borracha.
—No hago nada en todo el día.
Duermo. Me encuentro con gente. Pero no siento nada, ¿sabés? ¿Me podés explicar para qué vivo?
Ahora Susana lloraba. Quería confesarse, pero algo la bloqueaba. El vaso daba vueltas entre sus manos, ella estaba a punto de decir muchas cosas, pero aun, en medio de sus whiskies, algo la detenía.
—¿Cuánto hace que estás así?
—Un año.
—¿Por qué te drogás?
Pero no hubo tiempo para la respuesta. Entre los bailarines jadeantes de un twist frenético apareció un hombre canoso, amanerado, que la abrazó. Susana lo besó en la mejilla y el simple hecho de verlo pareció reanimarla. El hombre se inclinó sobre la mesa y hablaron unos instantes envueltos en un aire casi cómplice.
Después el hombre desapareció. Se fue hacia el fondo.
—¿Es tu novio?
Susana se rió histéricamente.
—¿Estás loco?
—¿Y quién, entonces?
—El que me da la felicidad.
Susana se dirigió hacia el fondo. Instantes después volvía. Y era otra. Estaba eufórica, palmeaba a la gente, se integró al grupo y bailó mucho. La felicidad venía en un sobrecito. El "talco" o "raviol" le había costado 3.500 pesos. Y lo toma casi todas las noches.
Frente al infierno aburrido que son sus días, ésta es la única manera de tocar un paraíso efímero que Je cuesta más de cien mil pesos mensuales. La felicidad viene en un sobre con un gramo de coca, que se aspira como el rapé.

SEGUN LA CARA
—Susana nos contó todo. No se haga el tonto.
El cómplice de Susana, el cincuentón amanerado que le da la droga parpadeó lleno de terror. Estaba a punto de meterse en su auto negro. Primero creyó que quienes lo interrogaban eran policías.
—No vamos a detenerlo. No podemos. Solo queremos saber. ¿Usted también se droga?
El hombre, alucinado por la situación, temblaba y dijo:
—No.
—¿Cuánto gana por cada dosis que vende?
—Según. Eso depende de la cara del cliente. De la necesidad que tenga. Los vendo por una cantidad que va entre los 1.500 y los 5.000 pesos. ¡Pero eso sí! No son "berretas". El 90 % toma bicarbonato o novocaína y cree que es un "raviol".
—¿Trabaja solo?
—Sí.
—¿Y quiénes son sus clientes?
—Hay de todo. Desde estudiantes crónicos hasta artistas.
—¿Alguna vez fue preso?
—Cuatro. Pero en seguida nos largan.
—¿A cuánto compra la droga?
—A 500 pesos.
—¿A quién?
—Usted pregunta demasiado.
—¿Cuántas horas por día trabaja?
—De 10 de la noche a 5 de la mañana.
—¿Cuántos "ravioles" vende por noche?
—Todos los que llevo. Unos 10.
El cincuentón temblaba. Quizás esperaba que le pegaran.
—¿Va armado?
—¡Jamás! Si encima de lo arriesgado que es esto me encuentran con armas no salgo más.
Así son los personajes que distribuyen las dosis de coca que desde el norte llegan a todos los grandes centros urbanos del país. Según los estudiosos del problema, Perú y Bolivia producen cerca de 25.000 toneladas de cocaína por año que abastecen a los drogadictos de todo el mundo. Junto al río Bermejo destilerías semiclandestinas, mediante procedimientos químicos, preparan la coca en grandes piletas. El estupefaciente entra al país por la frontera salteña y harían falta innumerables gendarmes para impedir el contrabando. Un contrabando que además se hace en los bolsos de las campesinas bolivianas que cruzan el límite fronterizo para abastecerse de artículos de primera necesidad en los pueblos salteños y venden a 400 pesos el kilo de coca elaborada.
El 80 por ciento de los drogadictos argentinos proviene de sectores marginales de la clase media. Contra la difundida imagen que convierte a los cocainómanos en personajes que gustan de las orgías, las fiestas negras y toda clase de excesos, la mayoría son adeptos que ingieren la droga en soledad y desconfían de la amistad de otros viciosos.
Sin embargo, muchas estrellas de cine y televisión son adictas y gustan de los "viajes" colectivos: por eso la crónica policial informa, a veces, de fiestas de las que participan actores drogados. Algunos de los implicados en estas reuniones son astros que tratan de impedir que su nombre artístico aparezca en los diarios.

UNA SIMPLE INFRACCION
Parece una broma trágica pero la policía es casi impotente para reprimir adecuadamente este delito. El consumo de drogas está penado como una simple infracción al edicto policial (ebriedad y otras intoxicaciones) aunque la tenencia de drogas esté contemplada en los artículos 204 y 205 del Código Penal.
La división de Toxicomanía logró casi erradicar a los traficantes de la capital federal. Aunque algunos pocos deambulan por Olivos, bares cercanos a la calle Florida o a la plaza Francia, a fines del año pasado los delincuentes eligieron un sitio casi insólito como centro de operaciones: Avellaneda. Un reciente procedimiento descubrió a numerosos adictos en un restaurante de la avenida Mitre y desbarató un centro
de operaciones que durante un año y medio había funcionado con increíble seguridad.
Ahora las autoridades contemplan la posibilidad de introducir reformas a una ley nacional que permite la introducción de coca a las provincias de Salta y Jujuy. Esta reglamentación establece una reducción progresiva de esa importación hasta el año 1970, fecha en que quedará totalmente prohibido el ingreso de la droga. Se estableció este plazo para lograr la erradicación definitiva del hábito de "coquear" tan arraigado en los pobladores de zonas puneñas. Pero quizá sea difícil destruir en tan poco tiempo esa costumbre. Lo cierto es que en diciembre pasado otra disposición completó estas medidas. Salud Pública prohibió la tenencia de cocaína en farmacias aunque la reglamentación no está aún en vigencia

UNA LUCHA ARDUA
Pero la coca no es la única droga que buscan los enfermos. Ahí está el carísimo opio, un líquido de color castaño que se fuma o inyecta y que es originario de la India y no de China como muchos suponen. También la morfina y la heroína, derivados del opio, y la marihuana, que se extrae de un cáñamo y se cultiva con enorme facilidad en zonas húmedas. Pero sin duda la cocaína es la droga que está más que ninguna al alcance de los viciosos argentinos.
Un melancólico policía que pidió reserva contó que la habilidad de los traficantes es sólo comparable a su talento para camuflarse: "En la época de Margaride trabajamos como locos. Había un traficante muy curioso con aire de verdulero napolitano que andaba con un cajón de lustrabotas. Se hacía llamar "El Rengo" aunque caminaba perfectamente. Cuando lo detuve andaba con su cajón lustrando los zapatos de sus clientes. La lustrada costaba 1.000 pesos o más y el "raviol" lo colocaba entre el zapato y la media. Otra pasadora famosa era Luisa Mescwitz Ernst, alias "La Viuda", una señora que vivía en el Barrio Norte, manejaba la pistola como ninguna y regenteaba un instituto de belleza donde escondía coca en potes de crema facial". Pero sin duda, cuando los investigadores policiales actúen en las próximas semanas para realizar sensacionales procedimientos, posiblemente desbaratarán las operaciones de muchos traficantes. "Lo malo que tiene este trabajo", confesó un pesquisa, "es que al día siguiente estaremos a fojas cero, y habrá que empezar de nuevo".
Revista Siete Días Ilustrados
23.01.1968

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Hay dos mil drogadictos en Buenos Aires. Informe exclusivo: declaraciones de traficantes de cocaína y opio.

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