Tienen un nombre todavía extraño:
prostaglandinas. Son, sin embargo, sustancias naturales y se las
encuentra en la mayor parte de los tejidos humanos y animales.
Solubles en agua, difícilmente su empleo acarrearía problemas. Con
todo, se muestran extraordinariamente activas y el organismo humano
reacciona en su presencia aunque sólo admita la millonésima parte de
un gramo. En Francia casi nadie ha oído hablar todavía de las
prostaglandinas, pero la Academia de Ciencias de Nueva York reunió
hace cuatro meses un cónclave de casi quinientos médicos y biólogos
del mundo entero, para establecer los puntos básicos de trabajo
sobre la materia Curiosamente, todos estuvieron de acuerdo en
señalar que el descubrimiento de las prostaglandinas marcará una
etapa tan importante en medicina como lo hizo la aparición de las
hormonas y los antibióticos. Esos cálculos no parecen desacertados
si se tiene en cuenta que la prensa especializada de varios países
le dedicó al descubrimiento más de un millar de artículos en el
curso de los dos últimos años. La revista Medical World News computó
esa frecuencia estableciendo un promedio de dos artículos por día
aparecidos en los organismos especializados. La abundancia de tinta
tiene su correlato en terrenos más objetivos: actualmente, más de
400 equipos de experimentación y búsqueda en Estados Unidos, Suecia
y Gran Bretaña le dedican a la sustancia todo su tiempo. Uno de
estos centros, en Estados Unidos, decidió dos años atrás
constituirse en sociedad privada. Alza Corporation —se bautizó—, en
Palo Alto, California, a fin de explotar comercial-mente lo que
parece ser un nuevo El Dorado. Por su parte, los más importantes
laboratorios farmacéuticos internacionales —Ciba, Lilly, Merck,
Roche, Pearl, Squibb— les consagran a estas recientes hijas
predilectas de la biología una gran parte de sus recursos.
TENSION. Lo más curioso de todo esto es, sin embargo, que el
descubrimiento de base, la observación inicial que desencadenó la
reciente fiebre de buscadores de prostaglandinas. tuvo lugar hace
nada menos que cuarenta años atrás. Ocurrió en 1930, en efecto,
cuando dos ginecólogos de Nueva York, los doctores Raphael Kursok y
C. C. Lieb, constataron que la inyección de espermas frescos en el
útero provoca violentas contracciones. Tres años más tarde, dos
biólogos, el inglés M. W. Goldblatt y el sueco Ulaf von Euler,
consiguieron, cada uno por su lado, aislar en un cultivo seminal la
sustancia responsable de esas contracciones. Aquélla no sólo agitaba
las fibras de los músculos uterinos sino que era capaz de causar un
bajón en la presión arterial. Suponiendo que ese factor aún
desconocido era producido por la próstata, von Euler lo bautizó
prostaglandina. Goldblatt murió poco después. Pero en el primer
año de la guerra, von Euler y su asistente Sune Bergstrom
prosiguieron las investigaciones en el Instituto Carolino, de
Estocolmo, aunque sin demasiado éxito. Es que la hora de la
revolución de las prostaglandinas no había sonado; faltaban entonces
los métodos modernos de análisis químico. Tanto fue así que, en
1940, von Euler desertó de sus búsquedas y abordó el estudio de los
mediadores químicos del sistema nervioso, un camino sustancialmente
pródigo para él: esos empeños lo llevarían a obtener el premio Nobel
un año después. En 1956, sin embargo, Bergstrom retoma la
cuestión. Para ese entonces descubre que la prostaglandina podía
extraerse de las glándulas seminales de cordero congelado. En
procura de créditos para obtener corderos congelados, no tuvo mejor
idea que la de dirigirse a uno de sus antiguos condiscípulos, el
doctor David I. Weisblat. Para esa época Weisblat era vicepresidente
del laboratorio norteamericano Upjhon, uno de los más poderosos del
mundo.
PRESION. Era el momento de la partida, y el proceso
asumió pronto velocidad, al menos sobre el plano puramente químico.
Bergstrom aisló y analizó una serie de prostaglandinas y el
laboratorio Upjhon obtuvo una síntesis en 1966. Se trata, en efecto
de toda una familia de cuerpos: dieciséis hasta el momento. Seis de
ellos parecían existir al estado natural en el organismo, los otros
pertenecían a procesos metabólicos diferenciados, es decir, que se
trataba de productos descompuestos por diversas reacciones químicas.
Todas ellas son ácidos grasos, de largas cadenas constituidas por
veinte átomos de carbono. Su fórmula se parece bastante a la de las
hormonas, aunque son en realidad más simples. La mayor diferencia
entre unos y otros estriba en que las primeras son fabricadas por
glándulas específicas que las remiten enseguida al organismo. Las
prostaglandinas, en cambio, parecen ser producidas- sobre zonas
fijas y en los tejidos mismos, sin que asuman ningún tipo de
movilidad o circulación. Durante años, sin embargo, fueron un
misterio. Los médicos esforzados en descubrir sus funciones, jamás
vieron, en rigor, que las sustancias tenían efectos a la vez
intensos y diversos; a veces, inclusive, contradictorios. Mientras
que una prostaglandina baja la presión arterial, otra la eleva. La
misma prostaglandina inyectada en los ventrículos del cerebro tiene
un efecto calmante, en tanto que aplicada en el ojo agudiza la
presión interna.
TRANSITO. La acción de estas caprichosas
sustancias en el dominio de la fecundación no es menos paradójica.
Parecería que un cierto número de casos de esterilidad masculina (un
8 por ciento, aproximadamente) es debido a marcadas ausencias de
prostaglandinas. Pero se cree, igualmente, que reaccionan frente a
los músculos uterinos, porque éstos facilitan con sus contracciones
el tránsito de los espermatozoides. "Sería un ejemplo único —declaró
el doctor von Euler— que una misma sustancia jugara dos papeles
diferentes, uno en cada sexo." Por ahora se ha probado que, empleada
localmente en débiles dosis sobre una tableta de lactosa, las
prostaglandinas constituyen en la mujer un anticonceptivo poderoso y
absolutamente tolerable, tal vez la píldora ideal. En dosis más
fuertes provocan aborto espontáneo. Esa constatación volvería
caducas todas las formas conocidas de aborto y control de natalidad
"porque el día en que la mujer tenga a mano tal método —opinó el
doctor Malcolm Potts— podrá eliminar su embarazo cuando quiera y sin
ningún riesgo".
REGULACION. Otros trabajos certificaron que
las prostaglandinas podrían igualmente actuar con eficacia contra
las trombosis coronarias e infartos. Se puede retardar una
revolución, nunca detenerla; y parece, cada vez más, que el
descubrimiento y estudio de estas sustancias extrañas constituyen
para la medicina una verdadera revolución. Desde el punto de vista
químico, en todo caso, la semejanza con las hormonas no obedece
simplemente a la casualidad, y la hipótesis más aceptada actualmente
asegura que ellas juegan un papel de regulación, pero a nivel local,
facilitando o bloqueando la acción de las hormonas. El día en que su
mecanismo llegue a controlarse y conocerse, será, sin duda, un día
singular y esperado por el hombre. Entonces, muy probablemente, las
enfermedades más complejas y agudas conocerán el ocaso. Revista
Panorama 02.02.1971
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Aunque las publicaciones
especializadas le han dedicado asiduamente su atención
durante los últimos veinticuatro meses, el hallazgo más
influyente para la explosión demográfica en la década que
pasó sigue siendo casi desconocido. Rosie Matirel y Gerard
Bonnot compilaron para L'Ex-press una reseña exhaustiva
sobre el estado actual de la investigación en Europa y
Estados Unidos. Este es su informe
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