Poco antes de que se
conociera el fracaso de la misión de Henry
Kissinger en Medio Oriente, la aparente
disposición del presidente egipcio Anuar Sadat de
negociar con Israel provocó en su colega sirio.
Hafez Assad, esta significativa reflexión: "Sadat
es un idiota. No debemos apresurarnos en pactar
con Israel. Así como los norteamericanos
abandonaron a Vietnam del Sur y Camboya, un día
abandonarán al pueblo judío". Dejando de lado el
pronóstico del líder árabe, la premisa en que se
basa parece inquietante: "Los norteamericanos
abandonaron a Vietnam del Sur y Camboya". Esta
sencilla frase pretende dar por concluido lo que
en Estados Unidos es una intensa polémica. Si el
Parlamento resiste cada vez más los pedidos
presidenciales de créditos y asistencia militar a
Indochina, y la opinión pública se orienta en el
mismo sentido, tanto el presidente Gerald Ford
como sus colaboradores inmediatos se obstinan en
sostener a los regímenes tambaleantes de Lon Noi y
Nguyen Van Thieu. El "halcón" James Schlesinger,
secretario de Defensa, no vaciló en
responsabilizar al Congreso de EE.UU. (ver págs.
22 y 23) nada menos que por las derrotas del
ejército sudvietnamita en las mesetas centrales. Y
Henry Kissinger respondiendo a los impugnadores
del apoyo a Lon Noi, fue terminante: "Sí el
mariscal es derrotado a pesar de nuestra ayuda,
mala suerte. Lo inadmisible es que se atribuya
este fracaso al abandono de EE.UU.".
LOS CONDENADOS
DE CAMBOYA
El poder de ambas
guerrillas, la similitud de objetivos, el mismo
juego de intereses, el compartido horror de la
guerra, han favorecido una visión indiscriminada,
sobre todo en Occidente, de las situaciones
respectivas de Vietnam y Camboya. Si bien sus
similitudes son innegables, también lo es el hecho
de que Vietnam padece ya treinta años de guerra
(la actual es llamada "la tercera guerra de
Indochina"), en tanto que las hostilidades
comenzaron en Camboya hace tan sólo cinco años
cuando los khmers rojos decidieron resistir al
régimen pronorteamericano de Lon Nol. No debe
olvidarse que la nación vietnamita, que es una
sola, se vio dividida en dos países cuando en 1945
los comunistas lograron instaurar la República
Democrática en el Norte, en tanto que los
franceses se consolidaron en el Sur. Camboya, en
cambio, mantiene su unidad, y el avance khmer no
abarca la mitad del país sino su casi totalidad,
excluyendo la capital y algunas ciudades.
Con ser más reciente
"su" guerra, la situación de las fuerzas
gubernamentales camboyanas es, sin embargo, mucho
más comprometida, pues depende no en gran parte
sino absolutamente de la ayuda exterior: el puente
aéreo norteamericano. Pero éste, ya deteriorado
por las constantes bombardeos de las Fuerzas
Armadas Populares de Liberación Nacional (FAPLNK)
sobre el aeropuerto de Ponchentong, sufrió la
pasada semana un rudo golpe: el primer ministro
thailandés, Kukrit Pramoj, anunció que desde
Bangkok ya no partirán refuerzos militares para
Phnom Penh, sino alimentos y medicinas. No es que
Kukrit haya abandonado su alineamiento
prooccidental: es que comprende la inutilidad de
sostener un muro que se derrumba.
En medio de las
infinitas penurias que sufren los habitarles de la
capital camboyana, del hambre y la desesperación,
de niños diezmados por la tuberculosis, la
disentería y la pulmonía, de soldados y oficiales
que huyen despavoridos o se entregan con todo su
equipo a las FAPLNK, es casi increíble la fe del
hemipléjico mariscal Lon Noi en su victoria.
Increíble y única: ningún miembro de su gobierno
la comparte. Pero los astrólogos han asegurado al
mandatario que logrará el triunfo en noviembre, y
todo consiste en esperar. Lon Noi vive en una
habitación rodeada de bolsas de arena, y nunca lo
abandonan los consejeros y adivinos que, cada
mañana, interpretan sus sueños nocturnos para
aconsejarle los pasos a seguir. Por las dudas, en
el jardín lo espera un helicóptero que lo llevará.
en caso de necesidad, a la cercana Saigón.
En el otro bando el
Gobierno Real de la Unión Nacional de Camboya,
seguro de su poder, ha condenado a muerte al
mariscal y a su gobierno. Pese al gran poderío
militar de las FAPLNK, el GRUNK es cauto en sus
ataques políticos: sólo los prodiga a la cúspide
gobernante (a la que llama "los siete felones") y
tiende la mano a los distintos sectores políticos
de la Capital. Una evidente maniobra para reducir
el campo enemigo.
LA GUERRA EN
VIETNAM. Si es preciso, Lon Noi huirá a
Saigón. Pero ¿estará seguro allí? Blitzkrieg: la
palabra que hizo temblar a los pueblos de Europa
durante la Segunda Guerra Mundial, y que indicaba
el estilo de "guerra relámpago" impuesto por el
ejército alemán, ha vuelto a leerse en los
periódicos en relación con la arrolladora,
incontenible, ofensiva guerrillera del Frente
Nacional de Liberación (FNL).
En un lapso
insólitamente breve, las provincias de Phuoc
Luong, Thua Thien, Quang Tri, Binh Long, Darlac,
Pleiku y Kontupi caían en poder del FNL. Otras
provincias están Por correr la misma suerte. La
ciudad de Hue, antigua capital imperial, acaba de
rendirse a los rebeldes. El cerco sobre Da Nang se
estrecha cada vez más. Centenares de miles de
personas huyen de las zonas de combate,
Las explicaciones del
gobierno de Thieu para Justificar el retroceso
de sus tropas hablan
de la necesidad de replegarse para defender la
capital y la zona costera. Pero lo que ha caído en
manos del FNL no es una parte pequeña ni
secundaria del territorio sudvietnamita. Desde las
mesetas centrales los guerrilleros, además de
tener contacto directo con las limítrofes Laos y
Camboya, están en inmejorables condiciones para
asestar golpes fulminantes a la franja de
territorio controlada por Van Thieu.
También aquí ha
recrudecido la posición interna al gobierno, que
ha debido reestructurarse en un "gabinete de
emergencia" para hacer frente a la situación. Y
aquí también los rebeldes tratan de seducir a los
opositores católicos y budistas que exigen la
renuncia de todo el gobierno.
No es entonces
extraño, ante la crítica situación indochina, que
el gobierno norteamericano insista en no dar ante
el mundo la imagen que le atribuye el sirio Hafez
Assad. Pero también se comprende el otro punto de
vista, dramáticamente sintetizado por el senador
demócrata Frank Church: "Ya tenemos demasiada
sangre en nuestras manos. ¿Por qué afanarnos en
buscar más?"
PANORAMA, ABRIL 29,
1975
|