La caza de los criminales de guerra
   

"Mientras quede uno vivo, seremos implacables. Le daremos caza. Haremos justicia. Ningún jefe nazi escapará de nosotros. No los dejaremos en paz. Eichmann y Cukurs no fueron los últimos, ni los primeros. Estamos sobre el rastro de Mengele, de Bormann, de Müller y no estamos cansados. Tenemos paciencia. Y no tenemos piedad. Ellos nunca la tuvieron. Para ellos y para nosotros, no hay amnistías, ni treguas, ni olvido." Como Electras del siglo XX, los comandos hebreos que protagonizan la cacería más dramática de nuestro tiempo no se dan respiro. Su objetivo es apresar a los asesinos impunes de seis millones de seres humanos.
La reciente captura de Stangl, en el suburbio paulista de Brooklin, es apenas un episodio de esta cacería, cuyo héroe central es un arquitecto judío-polaco: Simón Wiesenthal. Dirige los operativos desde una apacible oficina atiborrada de legajos en el tercer piso de un caserón de Viena, frente a la Rudolfplatz. Junto con su esposa, perdió 87 parientes en las cámaras de gas y fue un atormentado huésped durante 5 años, del campo de concentración de Mauthausen. Día y noche mantiene actualizado un organigrama que reúne las pistas de unos pocos nazis de primera línea y su asombrosa memoria retiene las informaciones que a cada instante sus agentes le envían acerca de otros 800 criminales de guerra.
Sus enemigos están a la altura de su talento detectivesco. Con sombrío sentido del humor, los nazis usaron los transportes militares del periódico "Barras y Estrellas", del ejército yanqui, para huir hacia Italia después de la guerra cuando las carreteras estaban obviamente sembradas de patrullas.
Una de las organizaciones germanas de posguerra, "Das Reich", fabricó tres muertes falsas de Martin Bormann. También inventó una fantástica historia acerca de cómo vivía en Albania el siniestro jefe de la Gestapo, Müller, mientras resulta obvio que éste continúa escondido en algún paraje solitario a la vera del Paraná.
Wiesenthal debe enfrentar a 4 tipos de nazis en libertad: a) los antiguos barones de la industria que ocupan posiciones claves, se apuntalan con su dinero y son intocables; b) profesionales de un nivel algo más bajo que gozan también de excelente posición; c) los que se ocultan, caso Stangl, consiguiendo trabajo gracias a la ayuda que le prestan los otros dos grupos. Son responsables directos de muchas muertes. Pueden ser altos ejecutivos muy bien pagos en empresas alemanas. Stangl trabajaba en la Volkswagen y su esposa e hijo en la Mercedes Benz brasileña; d) el grupo más dramático: los que no pueden ocultarse, los condenados a huir porque son reconocidos por cualquiera. Desde un comisario policial sudamericano, hasta un agente alemán federal, y ni hablar ya de los comandos vengadores. Todos los identifican. No hay cirugía estética qua valga y en el paradójico rol de judíos errantes, de perseguidos sin paz, deben viajar de país en país con la sigilosa ayuda del grupo c), sin alcanzar jamás a los miembros de los sectores a y b, protegidos por una verdadera línea Sigfrido de secretarias y ayudantes, sólo filtrables mediante el chantaje o la amenaza de muerte. Cuando el cerco se hace irrespirable, el grupo d sacrifica a un pez relativamente menor, del grupo c, como Stangl, sólo responsable de la muerte de 30.000 enfermos mentales alemanes y austríacos, 300.000 judíos y 400.000 "arios" antinazis.

FUGA SIN FIN
Hace pocos días los neonazis del PDN (Partido Democrático Nacional) bávaro colocaron al vicepresidente Adolf von Thadden a la cabeza do la agrupación, desplazando al presidente Fritz Thielen, de tendencia liberal; también triunfaron por segunda vez en un año en elecciones provinciales. Esto implica que el neonazismo goza de aceptable salud. Los exabruptos semanales del führer Lincoln Rockwell ante raleados auditorios en el Central Park Neoyorquino, los mítines de 30 nazis chilenos con correajes, camisas pardas y banderas con svásticas en el pueblo de San Antonio, atentados terroristas como el que provocó la muerte de un agente policial frente a un teatro de Buenos Aires, en abril, muestran anecdóticas, pero rotundas evidencias: el monstruo decapitado en Alemania, 1945, respira, todavía, a veces.
Es que sus pulmones —media docena de cabecillas, miles de millones de dólares del tesoro del Reich— subsisten ocultos.

LA ARAÑA SE MUEVE
Unos 1500 jefes nazis viajaron a países sudamericanos entre 1945 y 1955. Cuando un año antes del desastre final el delfín Bormann puso en marcha la "Aktion Feuerland" (Operativo Tierra Incendiada), su agente en Madrid Ángel Alcázar de Velazco, movilizó sus huestes: durante la primavera de 1944, sigilosos trenes nocturnos llevaron a Francia dólares y tesoros artísticos que eran embarcados hacia puertos españoles.
Cuando en junio de 1944 la invasión aliada pulverizó esta ruta, los ases de la Luftwaffe —Adolf Galland, Hans Rudel, Werner Baumbach— continuaron este puente vía Mallorca. Allí concentraron oro, dólares, cuadros y una flotilla de submarinos comandada por Dietrich Niebuhr que trajo todo a la Argentina, gobernada, entonces, por simpatizantes del Eje.
Las febriles operaciones previas a la fuga siguieron el 10 de agosto en el versallesco salón del hotel Maison Rouge de Estrasburgo. Barones de la industria y militares, a espaldas de Hitler, celebraron las prematuras exequias del tercer Reich.
—Hay que abrir cuentas bancarias en Suiza, Licchtenstein, España y Sudamérica; crear compañías en el extranjero encabezadas por testaferros; cambiar de sitio la capital.
Estas fueron las sombrías conclusiones. También los archivos secretos enterrados junto al lago Toplitz fueron a parar al agua.
Los primeros fugitivos nazis arribaron a la Argentina el 10 de julio de 1945 en el submarino U-530, que esa madrugada emergió frente a Mar del Plata; el U-977 arribó un mes después al mismo sitio, mientras otros dos llegaban a la costa patagónica. Pero la peripecia recién comenzaba. Antes del desastre del 45 una repartición entera de hombres de confianza de la Gestapo fraguó miles de papeles falsos, pasaportes, cédulas de identidad. La organización "Die Schleuse" produjo así la fuga de 2.500 oficiales de menor jerarquía, entre 1945 y 1948, que se camuflaron por Europa Occidental, aunque los jefes más comprometidos siguieron viaje para América del Sud.
Una ruta atravesaba el territorio Schleswig-Holstein llegando al nuevo mundo vía Dinamarca. Otra pasaba de Allgau, en el sur de Baviera, o por la impenetrable región boscosa, atravesaba la medieval ciudad de Memmingen; el eje B-B (Bremen-Bari), vía Italia, fue frecuentada con frenética insistencia.
A través de toda Alemania, decenas de centros funcionaban disfrazados de entidades religiosas, burlando la vigilancia aliada. El monasterio austríaco de Kufstein, la oficina de la Cruz Roja de Baviera, cierto inofensivo garaje de Innsbruck, un pequeño restaurante del pueblo fronterizo de Gríes am Brener, eran nidos de nazis que obtenían allí su documentación. Expertos alpinistas los conducían a través de increíbles pasos de montaña fuera de Alemania.
Por 300 marcos la Evangelisches Hilfwerk (Ayuda Evangélica) de Ham-burgo preparaba viajes hacia Génova o Nápoles usando los camiones del ejército yanqui —unos pocos—, cuyos choferes eran alemanes y transportaban el periódico militar.
En Bolzano, Italia, el médico Franz Popitzer, de la Misión Franciscana, les entregaba salvoconductos para el padre Doemeter, de la Misión Franciscana en Génova, hacia donde también el obispo romano Hudal envió a muchos fugitivos provistos de documentación suministrada por el Vaticano. En Via Albano 38, Génova, funcionarios argentinos revisaban los papeles, los sellaban y con pasajes de tercera los criminales de guerra partían hacia la Argentina. Así, en el Giovanna C, llamándose Ricardo Klement, partió una tarde de 1952 Adolfo Eichmann. Por cualquier emergencia podían recurrir en Buenos Aires a la parroquia Monte de Salvación, en el barrio porteño de Belgrano.
Pero no sólo "Die Schleuse" funcionó como un cronómetro. También ODESSA (Organisation der SS-Angehörigen) que reúne a los veteranos de la SS, y "Die Stille Hilfe" (La ayuda silenciosa) sacaron de Alemania y mantuvieron a muchos criminales nazis. Hoy, sin embargo, junto a estas entidades, existen dos grupos que tomaron la iniciativa en el manejo de los problemas de los fugitivos: a) el mencionado "Das Reich", que mueve enormes cantidades de dólares, y b) "Die Spinne" (La Araña), cuerpo de choque a quien se responsabilizó de dos asesinatos. El de la espía israelí Nora Aldot, en 1960, sospechosamente despeñada en Bariloche, el tirol argentino, mientras rastreaba a Mengele, y el de dos comandos hebreos en Paraguay, en 1964, cuando estaban a punto de atrapar a la misma presa.
Cuando en 1957 los primeros hombres de Wiesenthal llegaron a la Argentina, tenían un espeso camino por desbrozar. Sus objetivos se ocultaban en un área que iba desde el Mato Grosso hasta los páramos de Paraná y las llanuras de Santa Catalina en Brasil; debían rastrear minúsculos pueblos de la selva paraguaya, colonias germanas en El Dorado (noreste argentino), los lagos del sur, la isla chilena de Chiloé.
Eligieron a la Argentina como base operativa para investigar por claras razones. Durante el gobierno de Perón, el diputado opositor Santander denunció en sensacionales artículos la filtración de criminales nazis al país. Santander había preguntado: "¿Es verdad que el notorio asesino croata Ante Pavelic llegó aquí en el 'Andrea Gritti' disfrazado de cura? ¿Es verdad que ex jefes de la Gestapo, como Theiss, Adam, Richner y Paech, tienen puestos claves en nuestra policía secreta?" Otros políticos revelaron que después de una conferencia superconfidencial en la Casa Rosada se pusieron capitales alemanes a disposición de Perón bajo la única condición de abrir las puertas a los jerarcas del Reich. Científicos germanos (Kurt Tank, jefe de ingenieros de la Focke Wulf) aparecieron en Córdoba y produjeron el Pulqui II.
Protegidos por sus compatriotas, escudados en falsas identidades, hallar a los fugitivos era casi un rompecabezas insoluble, pero los comandos vengadores comenzaron a buscar. Monasterios amazónicos, refugios andinos, casas de tipo bávaro en Bariloche y aldeas paraguayas, fueron rastrilladas por hombres dispuestos a todo, que arriesgaban la vida a cada instante.
Sus objetivos principales eran Jo-seph Mengele, el demoníaco doctor Jekyll de Auschwitz; Adolf Eichmann, ejecutado en 1961 en Israel; el general Von Leers, jefe de las SS; el especialista en genocidios, W. Rauff, apresado en 1960 en Chile; Hebert Cukurs, torturador letón, ejecutado sumariamente en Montevideo en 1965; Franz Stangl, hoy en capilla; Heinrich Müller, jefe de la Gestapo y Martin Bormann.
En 1957, la gran caza del siglo, comenzaba.
Revista Siete Días Ilustrados
06.06.1967

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Caza de criminales de guerra
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