La historia contemporánea de China nos ha
habituado, en los últimos años, a recibir, sin el menor mohín de
sorpresa, noticias relativas al desencadenamiento de "campañas de
rectificación", "grandes saltos" y "revoluciones culturales" en las
que si bien se barre a plumazos lo edificado pacientemente durante
largos años de sacrificio y laboriosidad, también se pugna por
saltear etapas históricas al empuje incontenible de un estricto
voluntarismo. Cada campaña se ha reflejado en forma de luchas
internas en el seno del Partido Comunista de China, (PcCh), a raíz
de las cuales han sido apartados del mismo las hiervas venenosas que
obstaculizaban, desde posiciones de derecha o superizquierda la
implementación en la praxis del Pensamiento del Presidente Mao,
"auténtico marxismo - leninismo de nuestra época, aplicado a la
realidad china", el «supremo motor ideológico de la revolución»,
siempre renovada. Todavía se mantienen frescas en la memoria las
alternativas del último gran sacudón social que atravesó China entre
junio de 1966 y abril de 1969 con el rótulo de Gran Revolución
Cultural Proletaria, como consecuencia de la cual no sólo se
cuestionó sino que terminó por derribarse todo el aparato
burocrático y gubernamental, apadrinado por el renegado Liu Shao-chi
y su camarilla revisionista. Para triunfar en esta compleja y
prolongada batalla, Mao Tse-tung se apoyó fundamentalmente en dos
fuerzas: La del Ejército Popular de Liberación (EPL), comandado por
el ex mariscal antisovietizante Lin Piao; y la de la juventud,
astutamente convocada por Mao en clara demostración de que —por lo
menos para China— el factor ideológico (estudio de sus obras y
adoración a su persona) prepondera sobre el orgánico. Así logró
arrancar a las legiones de muchachos de su dependencia a las
diversas instituciones educativas u organizaciones partidarias para
volarlos a una lucha en gran medida espontánea y libre de tutelas
contra el aparentemente inconmovible aparato partidario y
gubernamental. Tras el noveno Congreso del PCCH, celebrado en
abril de 1969, a manera de colofón de la Revolución Cultural, y en
el cual se consagró estatutariamente a Lin Piao como heredero de la
paternidad maoísta sobre la revolución china, volvió a demostrarse
la validez del principio filosófico defendido por Mao Tse-tung y que
se enuncia con la fórmula "uno se divide en dos", o sea que la
unidad se divide en sus contrarios, según la terminología
occidental. En efecto, tornó a manifestarse una lucha interna que
culminó con el complot de Lin Piao, Chen Po-ta y otros, cuyo
cinematográfico final, con la caída del avión en el que huían de
China Lin Piao, su esposa y su hijo (jefe del Estado Mayor de la
Aviación) en Mongolia Exterior, en septiembre de 1971, ya está
inscripto en la historia. Una vez más primó la lealtad al
carismático líder, maestro y conductor sobre toda clase de
dependencia orgánica o relación institucional. Sin embargo, esta
derrota de la conspiración de Lin y su desenmascaramiento no tuvo la
consagración ineludible —para las reglas de juego maoístas— de la
participación popular. La gente participó sólo a posteriori en forma
de reuniones de crítica y repudio, pero, dadas las características
del proceso, no lo hizo para nada en la lucha de desenmascaramiento
de los culpables. Falta de participación masiva que puede haber
determinado que la "burocracia militar" eventualmente existente y
que ya había salido indemne de la Revolución Cultural, al haber
participado del lado triunfante, haya permanecido intacta hasta el
presente. Los últimos importantes cambios en los altos mandos del
EPL pueden estar encaminados a acabar con esa impunidad, dentro del
objetivo principal de la actual campaña que se expresa en la fórmula
"pi Kung pi Lin", o sea, "criticar a Confucio, criticar a Lin", que
está sacudiendo hoy en día a China Popular.
IDENTIFICACION DE
CONFUCIO CON LIN PIAO. Durante dos mil años lo que podría
equipararse a la actividad política o al debate ideológico en
occidente no fue en China otra cosa que una interminable práctica
escolástica destinada al maneje de los sagrados textos clásicos y al
servicio del soberano. Fue Confucio, letrado, funcionario y pensador
del siglo quinto antes de nuestra era, quien elaboró la doctrina que
trasmitieron sus discípulos para el mejor servicio y bonanza de los
grandes hombres, letrados, ministros y nobles. Ningún libro puede
atribuirse a su propia pluma con rigor histórico, pero se le
adjudican sabios comentarios de los cinco libros clásicos chinos,
mientras que sus enseñanzas, recogidas por sus discípulos, tomaron
cuerpo en las Analectas, escrito y aparecido después de su muerte.
Confucio vivió a fines del período llamado de la Primavera y el
Otoño de la Dinastía Chou (siglo VIII al V antes de nuestra era),
que según la historiografía china actual corresponde al discutido
período esclavista de la antigüedad china. Su filosofía (más
propiamente su ética y deontología o teoría del deber social) habría
estado encaminada a apuntalar la sociedad esclavista a punto de ser
desplazada por la emergente China feudal que asomaba entre las
luchas por la supremacía de unos reinos combatientes sobre otros.
Lucha que tras tres siglos habría de concluir en la unificación
cruentamente lograda por el rey de Chin (She Huang-ti) con la
oposición de los letrados y funcionarios discípulos de Confucio, al
servicio de los príncipes y reyezuelos de la época. Lin Piao, su
émulo actual, es quien, poniendo como Norte de su actuación sus
ambiciones personales de poder y de gloria, no habría
encontrado mejor forma de encaramarse en los principales puestos
del Partido y del Estado que ocultando sus aviesas intenciones en
medio de los mayores ditirambos y efusiones de obsecuencia al mismo
Mao, a quien se preparaba a traicionar. En su propósito de heredar y
aún desplazar a Mao no trepidó en reemplazar el estudio profundo y
concienzudo de sus obras por esa especie de cartilla que fue el
Libro Rojo, extractado por el propio Lin, y del cual importaba más
el aprendizaje memorístico que su aplicación en la práctica. Más
aún. Así como Confucio se propuso impedir la unificación de China,
punto de partida de su progreso ulterior, Lin Piao pretendía
reemplazar la "dictadura del proletariado" ejercida por el PCCH por
su "tiranía personal" y la de su grupo en cuya composición al-
ternaba el nepotismo con las adhesiones personales, ajenas a todo
principio revolucionario.
DESENCADENAMIENTO DE LA CAMPAÑA. A comienzos
de octubre del año pasado comenzó la singular campaña contra
Confucio y su doctrina por medio del ataque concentrado de toda la
prensa china, cuya primera manifestación en español se registró en
la revista Pekín Informa N? 42, del 24 de octubre de 1973, en un
artículo titulado "Confucio: pensador que defendía obstinadamente el
sistema esclavista". Lleva la firma de Yang Yung-kuo. En esta nota
aún no se asociaba a Lin Piao a la crítica a Confucio, lo que habría
de suceder a medida que las masas obreras y campesinas fueron
incorporándose al movimiento que por su fuerza parecería querer
reeditar toda la intensidad de los debates y las luchas de la
Revolución Cultural. Las críticas a Confucio se basan tanto en
sus acciones como ministro del reino de Lu en el año 497 a. de C.
como en sus conceptos "esclavistas" enunciados por sus discípulos en
las "Analectas". Veamos algunas de las acusaciones. Dice Yang
Yung-kuo: "Durante toda su vida Confucio anheló ser funcionario
para poner en práctica su reaccionario ideal político. Empero, sólo
en el año —497 llegó a ser, durante apenas tres meses, ministro de
Justicia y Primer Ministro interino del Reino de Lu. A los siete
días de asumir el cargo, arresto a Shaocheng Mou, reputado
reformista, y lo ejecutó. ... El hecho de que Confucio matara a
Shaocheng Mou era en realidad una manifestación de la lucha de
clases en aquella época. Veamos cómo Confucio pronunció los crímenes
de Shaocheng Mou. ("Tsuo Yu" en Sün Tsi.) Confucio dijo:
Cualquiera que cometa uno de los siguientes crímenes será condenado
a la pena de muerte. 1) El que se incline a emprender acciones
osadas porque conoce los cambios en los tiempos antiguos y modernos
y comprende el desarrollo de las cosas; 2) El que no siga el
camino ortodoxo trazado por el sistema esclavista, sino que tome
porfiadamente el camino de las llamadas reformas; 3) El que
argumente con buenas razones sobre las reformas; 4) El que
conozca muchos fenómenos de decadencia e inestabilidad bajo la
dominación del sistema esclavista. Para Confucio, Shaocheng Mou
había cometido todos estos crímenes y debía ser ejecutado. Basándose
en estos cinco cargos, Confucio sentenció al culpable por tres
delitos, a saber: 1) Agrupar a una multitud para formar
asociación; 2) Propagar teorías heréticas; 3) Confundir lo
justo y lo erróneo. Las reformas promovidas por Shaocheng Mou
estaban en consonancia con el desarrollo histórico de aquella época
y con las aspiraciones del pueblo. La ejecución de Shaocheng Mou por
parte de Confucio fue considerada errónea inclusive por Tsi Kung,
uno de los discípulos de Confucio. El pueblo de entonces quería y
respetaba a Shaocheng Mou y lo elogiaba como personaje destacado.
Estos ejemplos bastan para mostrar que Confucio se colocaba
tercamente del lado del decadente sistema esclavista y se oponía
resueltamente a las reformas impulsadas por el nuevo sistema
feudal." Al margen de muy posibles defectos de traducción se hace
evidente el deseo del autor de llevar las presuntas concepciones
confucianas a un lenguaje excesivamente actualizado. Por lo que hace
a la crítica de las concepciones de Confucio, veamos cómo se enfoca
la de uno de los principales valores de su doctrina, la del "jen" o
justa benevolencia humanitarista en traducción libre
conceptual-mente aproximativa: "A tono con su interpretación, la
«benevolencia» incluía la piedad filial, el deber fraternal (el
adecuado comportamiento hacia los hermanos mayores), la lealtad, la
indulgencia, la precisa definición de los conceptos, la virtud y la
sabiduría. Un análisis de sus contenidos revela a los intereses de
qué clase servía la ideología de Confucio. Confucio dedujo que la
«piedad filial» y el «deber fraternal.» eran los fundamentos de la
«benevolencia». ¿Por qué? Porque la antigua sociedad bajo el
sistema esclavista era dominada por la aristocracia de clan. Como
clase dominante, los esclavistas pertenecían al mismo clan y tenían
antepasados comunes. Confucio consideró que las agudas
contradicciones y la rivalidad entre los esclavistas podían conducir
al derrumbamiento de su dominación. Por eso señaló que, si todos los
esclavistas mostraban respeto filial a sus antepasados y padres, se
unirían verticalmente. Por «deber -fraternal» entendía afecto y amor
mutuo entre hermanos, lo cual uniría a los esclavistas
horizontalmente. Con la unidad tanto vertical como horizontal de los
esclavistas, no habría ofensa a los superiores ni provocación de
disturbios, asegurándose así la dominación de la aristocracia
esclavista de clan. A la vez, el ejercicio de la «piedad filial» y
el «deber fraternal» entre los esclavistas influiría a los esclavos
conduciéndoles nacía la bondad («la moralidad del pueblo se inclina
a la bondad», Analectas) y sometiéndolos completamente al yugo de
los esclavistas." De más está señalar que si Confucio se
levantara de su tumba, difícil le sería reconocer su estilo y
vocabulario en esta glosa, pero debe reconocerse que en la esencia
de su enseñanza se recoge una clara vocación por la inmovilidad
social, por la cristalización de las estructuras, así como su
desprecio por la renovación y el progreso, características
despreciablemente reaccionarias que en estudios subsiguientes de la
campaña de crítica fueron endosadas casi literalmente a Lin Piao,
cuyo propósito final en su conspiración habría sido —según sus
adversarios— el de restaurar en China la dictadura de la burguesía y
de los terratenientes.
LAS METAS DEL COMBATE. En el orden
ideológico, la crítica a Confucio y Lin Piao se propone restaurar en
todo su valor el monopolio del Pensamiento del Presidente Mao que
fue tibiamente desafiado por sus ex herederos Liu Shao-chi (Cómo ser
un buen comunista) y Lin Piao (¡Viva la victoria de la guerra
popular! y selección y prólogo al Libro Rojo. Estas obras han sido
vivamente criticadas y se han encontrado en ellas la simiente de
pérfidas posiciones anti-maoístas anteriormente ocultas en
postulados ambiguos o herméticos. Por lo que se refiere a la ética y
la deontología confuciana, el Pensamiento del Presidente Mao es
totalmente su reverso y como tal trata de apartarlo definitivamente
del espíritu chino por medio de la más amplia polémica de la que
participen la mayor cantidad posible de personas, particularmente
jóvenes. Mao ve en el riguroso esquema de deber familiar,
preconizado por Confucio, un riesgoso rival a su propio esquema de
deberes revolucionarios y lealtades de clase. Todo lo que sea
fortalecer el clan familiar va en detrimento de los deberes de los
ciudadanos para con el Estado socialista y proletario que requiere
la participación sin reservas de todos sus habitantes, en el
cumplimiento de sus obligaciones con la revolución mundial. En lo
que respecta a la aplicación del "jen" benevolente hacia los
enemigos, el maoísmo ve una raíz de debilidad que puede volverse en
contra de quien lo aplica al alentar la recuperación y la
contraofensiva de las clases reaccionarias. No deja de citarse
abundantemente la frase de Lu Sin, "el Gorki chino", a guisa de
ejemplo de comportamiento ante el enemigo: "al perro que se está
ahogando, hay que hundirle la cabeza en el agua". Los objetivos
políticos de la campaña podrían ser, bien el ya señalado de remover
la burocracia militar de antigua vinculación con Lin Piao, bien la
burocracia administrativa rediviva que fue atacada en varios
periódicos como culpable de frenar el proceso productivo. En
cuanto a las personas que podrían convertirse en blancos de la
campaña, aparte de los ya muertos o destituidos Liu Shao-chi, Lin
Piao y Chen Po-ta, por ahora se carece de elementos de juicio para
predecir la futura marcha de los acontecimientos. Si se especula con
los antecedentes históricos, la sucesiva eliminación en los últimos
diez años del panteón partidario de quienes, colocados en segundo
lugar en la jerarquía a la sombra de Mao, aspiraban a sucederlo (Liu
y lin), haría suponer que la artillería del actual movimiento
centrara el tiro en el Primer Ministro Chou En-lai. Llama la
atención, asimismo, que Pekín permanezca casi muda y que las paredes
de la ciudad no reflejen las críticas que no dejan muro libre en
todo el resto del país, siendo justamente la sede del gobierno que
dirige Chou. Mientras tanto, la ciudad que más vibra con la campaña,
mostrando sus calles cubiertas de cartelones, leyendas y consignas
de llamado a la lucha es Shangai, la mayor ciudad industrial china,
bastión de la Revolución Cultural y feudo de Wang Jung-wen, tercero
en la jerarquía partidaria y el más joven miembro del Buró Político
del Comité Central. Hablaría en descargo de Chou En-lai su larga
trayectoria revolucionaria, aparentemente libre de ambiciones
personales de sucesión, su prestigio político interno e
institucional, su identificación con la política de apertura china a
nivel mundial que tanto le está redituando al país en su integración
con el Tercer Mundo a despecho del Kremlin y sus aliados. De otros
presuntos objetivos individuales es prematuro hablar, por ahora.
Finalmente, el ingrediente más propiamente maoísta del proceso: la
participación popular sin limitaciones jerárquicas ni de edad
(recordar el caso de la niña de 12 años que tanta publicidad
recibiera en estos últimos días por atreverse a criticar a su
maestro no imbuido del Pensamiento del Presidente Mao). El único
impedimento crítico de ninguna manera explicitado protege al propio
Mao, cuya autoridad moral y política lo pone a cubierto de cualquier
iconoclastia presumible. Pero, atención: las masas en la calle con
carta blanca pueden actuar con pautas ajenas a las de quienes las
ponen en movimiento y llegar a resultados inesperados e inusitados
inclusive en el caso chino. (1) Instituto de Lenguas Extranjeras
de Pekín, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores.
(2) Liga de la Juventud Comunista. (3) Tu Fu (712-770). Uno de
los más famosos poetas líricos chinos, ampliamente conocido en
Occidente. Su vida trascurrió en el periodo de florecimiento
artístico de la dinastía T'ang (617-907), (4) Wen T'ien-hsiang
(1236-1283). Letrado y militar de la dinastía Sung. Enfrentó con sus
tropas a la invasión de los mongoles. Llevado prisionero ante Kublal
Khan, el conquistador, éste le ofreció aceptar sus condiciones para
ponerlo a su servicio, lo que el fiel súbdito Sung rechazó diciendo:
"Yo soy ministro de Su Majestad. No puedo servir a dos amos. Sólo
pido morir". Al ser ejecutado, enfrentó su suerte con la mayor
compostura e hizo una reverencia hacia el Sur como si su soberano
aún reinara en la capital. (5) Kao Tsu (247-195 a. C.), nombre
dinástico de Liu Pang, fundador de la dinastía Han en 202 a. de C.,
como consecuencia de una rebelión campesina que condujo contra el
despotismo de Hu Hai, el heredero del primer emperador y fundador
del imperio unificado chino Chin She Huang-ti. Revista Panorama
03-07-1974
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¿Se avecina en China una nueva Revolución
Cultura como la que sacudió al país entre 1966 y 1969?
¿Está el joven Wang Jung-wen, tercero en la jerarquía,
preparando la defenestración del experimentado Chou
En-lai? He aquí respondidas estas inquietantes preguntas
por el sinólogo Pablo Douchitzky.
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