EL MUNDO A LAPIZ DE LEVINE

Una de las características que definen el dibujo de David Levine —que ilustra las páginas de Redacción— es la de ver a los hombres en tanto que son hombres, pero siempre un poco más grandes que en su realidad vital. Los ve en su fuerza, en su imaginación, en sus perversiones, en sus proyectos, en sus bajos instintos y en su nobleza, pero siempre sobre el rol tridimensional que juegan sobre la escena mutable de la historia.

David Levine
THE NEW YORK REVIEW OF BOOKS nació hace una década, cuando en la ciudad que le da el título se declaró una de las huelgas más dilatadas que se conocen en la historia de su periodismo. Para los consumidores de noticias un diario similar a otro tradicional tendría que haber sido la creación más apropiada para llenar el vacío noticioso. Pero no sucedió de esa manera. The New York Review fue visto como un intento pasajero, llegado para calmar un poco el apetito informativo de los neoyorquinos, pero en definitiva un periódico efímero porque estaba destinado a satisfacer una parte, nada más, del inmenso panorama de la noticia.
Luego de una década, dos de los gigantes de la prensa que participaron en aquel conflicto han cerrado sus puertas y no son ya sino un vago y emotivo recuerdo, mientras que The New York Review of Books florece en cada edición con una frescura incomparable y se afirma cada vez más en su franja de lectores a los que nunca acaba de reclutar. Cualquiera que haya sido su contribución al amplio campo del periodismo cultural, una de las más importantes consecuencias adicionales de su actividad fue la de dar a conocer los exquisitos comentarios gráficos del dibujante David Levine. Sus creaciones satíricas (algunos prefieren llamarlas caricaturas) han adquirido fama nacional e internacional.
La caricatura no es algo nuevo pero ha tenido continua vitalidad, mayor en algunos períodos que en otros. Leonardo Da Vinci exploró los secretos de su técnica y artistas de la talla de Hogarth. Rowlandson, Glary o Daumier se identificaron con ella y dejaron una estela indeleble con sus dibujos "para las masas". Es que al desarrollar la comedia humana, el artista debe cuidar la identificación de los protagonistas que al destacar uno de sus rasgos característicos crea una verdad fisonómica verdadera. Este artificio gráfico se convirtió en mano de artesanos menores en un procedimiento burlesco y exitoso, pero en ese caso, la buena fortuna está mal empleada, porque lo superficial sustituye a la penetración psicológica y a la intuición artística, de lo que resulta una impresión banal.
David Levine se asoció al The New York Review oí Books desde su origen. Para esa época, sin embargo, no había abordado el dominio de la caricatura satírica. El director artístico de la revista le confió la peligrosa misión de crear personajes gráficos concisos que ilustraran en lo posible las exégesis sofisticadas del comentario. El dibujante optó por el retrato satírico como el instrumento más adecuado para efectuar la síntesis de la personalidad del escritor, de sus obras y de su rol histórico.
Nacido en Brooklyn en 1926, Levine estudió arte en la Universidad Temple, de Filadelfia, donde se graduó como pintor. Con sus dibujos, que comenzaron a aparecer en The New York Review, en 1963, como apuntamos más arriba, brindó una renovación en el difícil arte de la caricatura. Desde entonces revistas como Esquire, Look y New Yorker también han sido receptoras de sus obras y asimismo ha ilustrado una serie de libros. Sus cuadros y dibujos han sido expuestos en diversas galerías, entre ellas la Davies Gallery (1953 v 1964) y la Forum Gallery (1965 y 1971).
Levine es por esencia un artista, un pintor reconocido en la tradición humanista realista y como se puede apreciar por sus retratos un consumado dibujante. Su inspiración es perfectamente identificable con la máxima de Pope que "el verdadero estudio de la humanidad, es el hombre", verdad dolorosa que parece haber sido olvidada con otras de nuestra época de creciente tecnología.

La verdadera dimensión del hombre
Levine, sin toda la tautología y las agobiantes tiradas que caracterizan muchos aspectos de la llamada contracultura y retórica revolucionaria, ha iluminado ese principio esencial de que los hombres hacen la historia, que la historia hace los hombres y que las alegrías y pasiones que acompañan a ese proceso son la materia de la cual estamos hechos. Levine ve a los hombres en tanto que son hombres, pero siempre más grandes que en su realidad vital. Los ve en su fuerza, en su imaginación, en sus perversiones, en sus proyectos, en sus bajos instintos y en su nobleza, pero siempre sobre el rol tridimensional que juegan sobre la escena mutable de la historia. Un símbolo, es cierto, pero el don que tiene Levine para escrutar los caracteres le permiten percibir al ser humano en el seno de un símbolo mayor.
He aquí que surgen el hombre o la mujer desnudos emocional-mente, viviendo, amando, respirando, representando al futuro, vanagloriándose, intrigando, rezando y muriendo dentro de las frías columnas de a tipografía o exprimiéndose en palabras sabiamente sopesadas. La ecuación final es un cristal finamente tallado, cuyas facetas reflejan el hombre, el hecho, la obra y su marca sobre las fases del tiempo. Artista modesto, Levine distingue entre sus problemas estéticos y los de los artistas de otras épocas. Tiende a subrayar la riqueza de la tradición de la cual se aprovecha y declara que sus dibujos son más una reacción a una tesis crítica que una respuesta espontánea a los problemas actuales, aunque él también actúa de esta última manera. En cuanto a su técnica de dibujo, deriva de los siglos XVIII y XIX, no tiene por finalidad dar a sus diseños el aspecto de ese período pasado.
En realidad si ha elegido esta técnica es porque le permite una reproducción más fiel del dibujo original. Es en efecto una de las paradojas de la impresión moderna de los periódicos, que la tecnología ha permitido aumentar en proporción fantástica la velocidad y la capacidad de producción, mientras que ciertos aspectos cualitativos no son mucho mejores que los de otros tiempos de raigambre artesanal.
La técnica de Levine parece estar situada en la confluencia exacta del estilo y el contenido: ello nos retrotrae a su leit motiv en The New York Review of Books, es una sinergia excepcional y plena de hechos, sucesos, clima cultural, periodismo y el principal ingrediente de un inusual sentido artístico.
Diez años plenos de realizaciones fructíferas han constituido una suerte de espejo gráfico de la época, por donde desfilaron legiones de personajes de los más ilustres a los más oscuros, donde se reflejaron todas las acciones, de las más heroicas a las más execrables, y en esta excepcional parada, nos crea la doble satisfacción del placer supremo de la belleza del dibujo y el de poder exclamar como Hamlet: "Qué ejemplar es el hombre".
REDACCION
abril 1975

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