Chile Allende los Andes
El 4 de septiembre, diez
minutos antes de la medianoche, un hombre joven,
de aspecto cansado -el dirigente Jacques Chonchol,
del MAPU, una fracción católica tercermundista que
apoyó al candidato marxista- emergió de la
secretaría del Ministerio del Interior, en el
primer piso del Palacio de la Moneda (sede del
gobierno chileno), y se enfrentó a una veintena de
periodistas -entre ellos dos enviados de SIETE
DIAS- apiñados en un magro hall. Traía algunos
informes sin importancia y una noticia explosiva:
el general Camilo Valenzuela, jefe de la plaza
(región militar) de Santiago, acababa de autorizar
a los partidarios del líder socialista Salvador
Allende para concentrarse, levantando la veda que
rige durante el acto electoral. Para los hombres
de prensa el anuncio confirmó que por primera vez
en América y por tercera en el mundo -lo
antecedieron Cheddi Jagan en Jamaica y la. señora
Bandaranaike en Ceilán- un candidato marxista
revolucionario, explícita y fervientemente apoyado
por el comunismo local, obtenía la mayoría de los
votos en una elección irreprochable, sin
exclusiones ni presiones oficiales, derribando al
partido en el poder. También implicaba el
reconocimiento del triunfo allendista por parte
del gobierno y las FF.AA. Dos hombres de SIETE
DIAS -el prosecretario Mario Bohoslavsky y el
fotógrafo Eduardo Klenk- no sólo presenciaron esa
jornada; también -desde el 1° al 18 de
septiembre-pulsaron los sentimientos de la
población en los días anteriores y auscultaron las
repercusiones del excepcional boom rojo en los que
siguieron a la elección
Los temblores de
tierra son casi una costumbre en Santiago, y
aunque sólo de vez en cuando alcanzan a ser
percibidos por la población, el sismógrafo de la
ciudad registra unos diez sacudones por día, de
ínfima magnitud. Pero otras veces el subsuelo
enfurecido estremece paredes, agrieta revoques,
empuja las arañas de caireles de las grandes
mansiones. Quizás por eso no es fácil encontrar
edificios coloniales, a pesar de que la ciudad
cumplirá en febrero próximo 430 años de vida. Si
no fuera por sus pobladores — inequívocamente
hispanoamericanos —, podría pensarse que se está
en un suburbio de Londres, o aun en el Buenos
Aires de hace medio siglo: edificios de 5 ó 6
pisos, casi siempre grises y sin alegría propia,
bordean las calles del centro. Tres excepciones
para una confrontación con la vieja capital
argentina: no hay palomas —salvo en la zona
aledaña a la Plaza de Armas—, no se ven estaciones
de servicio, y en cambio sobreabundan las
farmacias, a veces hasta cuatro en una misma
manzana., Pero además están los santiaguinos, y
entonces la ciudad cambia, cobra vida, se alegra.
Santiago — valga la perogrullada— no sería nada
sin su población, propensa a la sonrisa y gentil
sin límites; nada sin sus mujeres de sorprendente
dulzura y frecuente belleza; nada sin sus quioscos
y sus vendedores ambulantes de maní, cocos enanos,
pochoclo, aceitunas y cien otros comestibles
menudos; nada sin sus músicos ciegos —violinistas,
cantores, guitarreros, flautistas—, a, veces bien
temperados. Los santiaguinos corren o reposan, se
demoran tomando un café helado, entran y salen de
escuelas, edificios públicos o fuentes de soda
(bares), levantan sus manos mostrando uno, dos o
tres dedos (ya se verá por qué), reciben el mes de
septiembre sonriendo como siempre. Reconocen de
inmediato al extranjero —que dice "okey" o "bueno"
en vez de "iá", y que se asombra frente a los
puestos repletos de revistas picantes —y le
manifiestan la bienvenida con un "¿De onde son
ustées?" subrayado por una sonrisa, ni fingida ni
empalagosa sino exactamente acogedora: son
anfitriones natos y se enorgullecen de ello.
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La Alameda es la columna
vertebral de Santiago: mezcla de 9 de Julio (por
su tamaño) y de avenida de Mayo (por su actividad
comercial y oficinista, interrumpida por paseantes
sin apuro), es un muestrario de maravillas y
contradicciones, que empieza por parecer
desmesurada calle de barrio, en la que las veredas
se trasforman en mostradores donde se exhiben y
venden desde baberos hasta cables para plancha,
para devenir más al norte recatadamente
residencial. El 1º de septiembre, el taxi que
conduce a SIETE DIAS no puede atravesarla de punta
a punta: esa noche habrá una concentración
política más allá del cerro Santa Lucía —un
modesto promontorio que también es parque y "Villa
cariño"— y los carabineros cortaron el tránsito
para facilitar la tarea de quienes deben montar
los estrados. Cuando el taxi se acerca al desvío,
un carabinero lo apura moviendo su brazo y
diciendo con tono indiferente "Venceremos,
venceremos". El taxista, malhumorado, levanta dos
dedos. Aunque el extranjero apenas pueda creerlo,
han estado discutiendo de política. Lo más
paradojal es que el policía se ha manifestado
socialista — a pesar de estar sirviendo a un
régimen democristiano—, y que el modesto taxista
ha respondido con la seña de los derechistas.
Quizás sea porque el líder marxista Salvador
Allende ha prometido el voto a los carabineros y
suboficiales de las FF AA, que hasta ahora no lo
tienen, y porque Jorge Alessandri, anciano líder
de las derechas conservadoras, ha dicho que si
gana habrá libre importación de autos nuevos para
los taxistas. Pero no hay que creer demasiado en
esas interpretaciones superficiales: la política
chilena es demasiado complicada. El extranjero
aprende pronto el código de signos y slogans.
Levantar un dedo, o llevar un pañuelo azul, o
gritar "Ni un paso atrás" significa que se apoya
al candidato Radomiro Blablamiro Tomic Romero (56,
abogado, nueve hijos, líder de la izquierda
democristiana); levantar dos dedos o decir
"Victorioso volverá" es la seña de los que
sostienen a Jorge El Paleta Alessandri Rodríguez
(74, ingeniero, soltero, ex presidente conservador
y poderoso magnate industrial); alzar tres dedos,
proferir "Venceremos" o llevar pañuelo rojo
implica estar con Salvador Chicho Allende Gossens
(62, médico, tres hijas, que encabeza una
coalición de partidos de izquierda llamada Unidad
Popular, y que abarca desde el numeroso PC chileno
y el socialismo local, hasta fracciones católicas
de izquierda como el MAPU).
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Menos fácil que entender las señales de
identificación es penetrar en la selva de
agrupaciones apiñadas detrás de tal o cual
candidato, entender sus diferencias significativas
y descifrar la jerga de apodos e insultos que los
adversarios se han puesto mutuamente. Liberal,
derechista y conservador —"mitrista", como trató
de traducir un chileno para SIETE DIAS—, el
electorado reunido detrás de Alessandri es quizás
el más fácil de entender en su ideología, y
también el más violentamente atacado en la
campaña. Es que las diferencias entre allendistas
y tomicistas no son tan marcadas como las que las
separan de los "momios" (en el sentido de momias,
o fósiles), nombre endilgado a los alessandristas.
Otro motivo para esa mayoritaria hostilidad hacia
El Paleta algo así como "el que soba el lomo") se
debería a cierta debilidad de la derecha por el
uso de matones y el abuso de sobornos, a veces
limitados a unos pocos escudos, viaje y comida,
pero capaces de arrimar gente desesperada a sus
mítines. Las diferencias entre tomicistas y
allendistas son más ideológicas que realmente
políticas. El gobierno democristiano de Frei —que
accedió al gobierno en 1964— prometió un intenso
desarrollo, nacionalización parcial de la minería
(el principal recurso de Chile) y reforma agraria.
No avanzó mucho en el último punto, y fracasó
netamente en los otros dos, aunque demostró
sensibilidad social frente a algunos problemas,
como el de la vivienda. El ala izquierda de la DC,
entonces, inició un giro netamente revolucionario,
que movilizó tras de sí a la mayoría de los
feligreses del partido. A pesar del deterioro
causado por seis años en el gobierno, la DC
rejuveneció en su fervor merced a la candidatura
de Tomic, partidario de nacionalizar el cobre
(Allende incluye el salitre, petróleo y otros
productos minerales), los bancos extranjeros
(Allende propone nacionalizar todos), completar la
reforma agraria y en general realizar cambios
socioeconómicos tan profundos como los que
propugna la Unidad Popular (allendismo). Por parte
de Allende, ciertos rasgos de moderación lo
acercan al líder democrisitano: si bien piensa
estatizar la mayor parte de la minería y las
finanzas, y cooperativizar el campo y la prensa,
se manifiesta partidario de mantener los derechos
políticos y parlamentarios de la oposición. A
riesgo de entrar en la psicología de la política,
podría decirse que la real diferencia reside en
que los allendistas no confiaban en que — una vez
en el gobierno— Tomic llegara tan lejos como ha
prometido, y los democristianos temían —temen— que
por su parte Allende fuera demasiado lejos, quizás
instaurando un régimen castrista de partido único.
Las demás diferencias son de grado, y por su
naturaleza negociables.
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País
donde la independencia política es un blasón,
Chile ve como cosa natural que las tres
candidaturas desborden no sólo las clases sociales
y la geografía de influencia, sino hasta el mismo
marco familiar. En el barrio Las Condes, una zona
residencial no del todo fastuosa, de clase media
alta, la casa de la familia C. exhibía carteles
favorables a Alessandri, en todas las ventanas,
menos en una donde se ve la foto del Che Guevara y
el número 3. Según supo SIETE DIAS, los dueños de
casa habían decidido votar por la derecha bajo el
influjo de lo que se dio en llamar "campaña del
terror": los alessandristas repartieron volantes y
utilizaron todos los medios de difusión
denunciando que, en caso de ganar Allende, los
propietarios serían despojados de sus casas
bien-habidas, y que la sangre correría por
Santiago, sea por acción directa de los
allendistas, sea por un alzamiento militar o aun
por intervención armada de la Argentina. En nombre
de la democracia, una de las hijas del matrimonio
exigió que la ventana de su cuarto expresara, en
disidencia, sus propias ideas allendistas, y el
grupo familiar terminó accediendo. Lo notable es
que la "campaña del terror", dirigida
especialmente contra Allende, no sólo provocó el
rechazo de los allendistas, sino también el de los
democristianos, que ridiculizaron al Paleta y sus
partidarios por ese supuesto.
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La verdadera índole de la elección se perfiló
claramente en las concentraciones finales de
Allende y Tomic, en las noches del 1° y 2 de
septiembre, respectivamente. Días antes, el
comando alessandrista había reunido una multitud
frente a la estación de trenes de Mapocho, y nadie
imaginó que —con menos medios económicos— la
izquierda marxista y la izquierda cristiana
pudieran retrucar ese desafío nada menos que en
Santiago, el más fuerte reducto alessandrista.
Pero la Alameda resultó chica para los candidatos
izquierdistas: el 1º, los allendistas lograron un
verdadero 17 de octubre chileno; al día siguiente,
en el mismo escenario, los tomicistas superaron
levemente en número —es la estimación visual de
SIETE DIAS, que asistió a ambos mítines; la
jefatura de los carabineros, una fuente reputada
de objetiva por todos los grupos, no dio cifras
oficiales— a los marxistas, aunque en sus filas
abundaban las mujeres y jóvenes no votantes
(menores de 21 años). Por el camino las columnas
pasaban gritando y riendo junto a inverosímiles
vendedores de cualquier cosa: desde pequeños
bustos de Allende, en plástico color marfil, a 8
escudos (unos 140 pesos argentinos viejos), hasta
comestibles totalmente desconocidos al este de los
Andes.
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De pronto, una de las
columnas allendistas empieza a dar brincos al
grito de "el que no salta es momio", un ritual y
una frase que también vocearon los tomicistas: a
la voz de orden, decenas de muchachos y chicas
empiezan a dar brincos. Un vendedor de chocolate
vocea el día 1º "Unidad Popular, puro chocolate".
Una columna de obreros entona un estribillo
burlón: "¿Es posible que un león tenga un hijo
maricón?" (se refiere a la prolongada soltería de
Alessandri, y al hecho de que su padre, el
presidente Arturo Alessandri Palma, fue llamado
"el león de Tarapacá"). Cosa curiosa: ni
allendistas ni tomicistas se atacan entre sí, pese
al encono de la campaña, y en cambio no retacean
denuestos contra la derecha. Durante el mitin
allendista, unos muchachos lanzan un slogan
antitomicista; entonces, cuatro "comisarios" del
comando marxista (distinguibles por sus boinas
negras) llegan hasta ellos y dan una orden seca,
cortante: "No provoquen". Los gritos cesan de
inmediato y no se repiten. También es
fulminante la reacción de unos 250 mil tomicistas
—imposible contarlos: su' comando calco la un
millón y los allendistas dicen que apenas eran
algo más de 100 mil— cuando un locutor les pide,
desde el estrado, que repitan estribillos o que
arríen los pendones para que los fotógrafos puedan
documentar esa marea humana, o que enciendan
velas, antorchas "o cualquier papel o fósforo"
para que se vea hasta dónde está cubierta la
Alameda (en ambos mítines las columnas, algo
raleadas en su cola, cubrieron los 40 metros de
ancho de la avenida por unas 10 ó 12 cuadras de
largo, casi hasta la plaza Bulnes).
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Hay quienes restan importancia a las
concentraciones: "Se repletan de puro cabrerío"
(muchachada que no vota), desdeña un garzón (mozo
de restaurante) alessandrista. Más importante que
el número, sin embargo, es la disciplina mostrada
por los manifestantes y la serenidad del gobierno,
que mantuvo alejados a los carabineros confiando
en los cuadros organizativos de ambos equipos. Y
en verdad, tanto como pudo apreciar SIETE DIAS, no
hubo desmanes, ni los encontronazos con grupos
rivales pasaron de las palabras. "Ni un vidrio
roto, ni un auto abollado", se jactó Allende. Sus
comandos de primeros auxilios lograban rescatar
rápidamente a los desmayados, los rodeaban de un
cordón humano, mientras se los reanimaba con
masajes o medicamentos. Los allendistas inician su
acto con la actuación de una "orquesta sinfónica
del pueblo", que interpreta la marcha Venceremos.
Al día siguiente los tomicistas se traen al
conjunto indígena mapuche de Lautaro Manquilén,
que interpreta cánticos en su lengua y se presenta
lanza en mano y con sus vestimentas tradicionales.
Otro golpe de efecto: la esposa del candidato
democristiano, una mujer agradable y simpática,
sube al estrado levantando un dedo de cada mano;
los presentes gritan: "Con Radomiro y con Olaya,
ganaremos la batalla". Conocen bien a Olaya de
Tomic: no sólo la han visto por televisión, sino
también —junto a su marido— en concentraciones
similares realizadas en los barrios y en las
ciudades del interior. Antes de que aparezca el
propio candidato, un conocido actor cómico de la
televisión —Firulete—, que apoya la candidatura
tomicista, se acerca al micrófono y cuenta su
chiste acerca de un borracho que se cae a un pozo
y grita que quiere salir: "Entonces don Radomiro,
que pasaba por allí, se acerca y le dice 'yo
también' ". En sus discursos los candidatos de
la izquierda no hacen sino insistir en sus
anteriores formulaciones programáticas. El martes
1º Allende insiste en que dará trabajo a los 350
mil chilenos que han emigrado a la Patagonia para
que retornen a su país, promete dar medio litro de
leche diario a cada chico chileno (las
enfermedades y mortalidad infantil alcanzan en
Chile cifras pavorosas), baraja cifras para
demostrar que algunos peones de campo deben
trabajar 150 años para juntar el dinero que
algunos empresarios ganan en uno; calcula que la
deuda externa equivale a haber vendido 8 de las 25
provincias chilenas; se declara castrista y
pronostica que las FF AA chilenas respetarán su
triunfo. El miércoles 2, Tomic se muestra buen
orador; invita a la revolución "chilena,
democrática y popular"; compara a las masas con la
marea, la primavera y la vida; llama a los mineros
"obreros de la sombra"; reconoce el derecho de los
chilenos no tomicistas a elegir otros caminos
(obvio homenaje al allendismo); explica que el
capitalismo y neocapitalismo son impotentes para
producir riquezas y que por tanto hay que buscar
nuevos caminos para la economía; recuerda que la
inflación llevó el dólar de 25 pesos en 1940 (un
escudo = 100 pesos chilenos) a 12.500 pesos —es
decir que la inflación fue unas 6 veces más grave
en Chile que en la Argentina en ese lapso—; se
escandaliza ante las prerrogativas impositivas de
que gozan las empresas extranjeras, y calcula que
esa sangría fiscal significa mil millones de
escudos por año de merma en los ingresos fiscales.
Pero quizás el párrafo más significativo de su
discurso es éste: "Veíamos que el mundo se dividía
cada vez más en dos partes: los que no comen, y
los que no duermen por temor a los que no comen.
Nos parecía raro que esta división ¡llegara a
darse en Chile, no creíamos que iba a llegar tan
pronto. Pero ya está entre nosotros: cada vez son
más los que no comen y más los que no duermen".
Las concentraciones se disuelven tan
disciplinadamente como se han reunido. Mensaje
emitido por los altavoces allendistas:
"Compañeros: han habido actos de vandalismo,
sabemos que en tal esquina se han robado unos
libros. No somos nosotros, denuncien
inmediatamente al comando cualquier desorden
provocado por la derecha para culparnos a
nosotros". Una mujer solitaria, vagamente parecida
a Giulietta Masina, se pasea con una enorme
bandera roja a; cuyo mástil ha fijado con chinches
la foto de Allende. Esa noche, como la siguiente,
aparecen los bailarines: llevan fijado a sus
espaldas un bombo que percuten con largos palos, y
un alambre atado a sus piernas les permite
accionar los platillos; un organillero les da la
melodía de una cueca y ellos marcan el ritmo
ágilmente y bailan. El miércoles, después de
terminada la concentración de Tomic, un extraño
personaje advirtió la presencia de un fotógrafo y
un redactor extranjeros, así que se acercó
resueltamente y explicó a SIIETE DIAS que él era
el profeta Fernando Valenzuela Vidal, que ha hecho
múltiples vaticinios acertados —menciona presuntos
terremotos en Francia—, brindó con exactitud la
noticia de que en 1971 Perón se radicará
definitivamente en Chile, donde morirá, y entregó
una copia mimeografiada de sus pronósticos para
las elecciones del viernes 4. Son dos carillas en
las que predice el triunfo de Alessandri, segundo
puesto para Tomic y tercero — lejos— Allende;
también anuncia choques armados y la muerte del
presidente Eduardo Frei a consecuencia de uno de
ellos, "luego de ser llevado al hospital de San
Borja".
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El martes 2 a la
mañana está planeado entrevistar al candidato
Radomiro Tomic en su chalet de la calle Las
Abejas, en el elegante barrio Américo Vespucio. El
comando tomicista ha prometido a SIETE DIAS una
entrevista exclusiva posterior a las elecciones en
el caso de que su candidato gane, pero en cambio
se disculpa de que ese martes Tomic reciba
conjuntamente a unos 13 corresponsales de todo el
mundo. Amable, vestido con elegancia, el líder
democristiano no se cansa de las preguntas ni de
las lámparas que permiten filmarlo para la
televisión alemana, italiana o japonesa, ni se
inmuta cuando un representante del New York Times
derriba con estrépito un fino cenicero de
cerámica. Se dice, señor Tomic, que la reforma
agraria intentada por su correligionario Frei ha
sido un fracaso. "La reforma agraria no ha sido
terminada todavía, está incompleta, pero yo no
diría que fracasó si se tiene en cuenta que fueron
expropiados tres millones de hectáreas". Durante
el gobierno de Frei la inflación ha sido muy
alta. "Es cierto, fue de un 29 por ciento. Pero
observe que durante la presidencia de Alessandri
fue de un 45 por ciento, es decir que Frei redujo
la tasa de inflación en un 16 por ciento". Usted
habla de nacionalizaciones en la minería y en los
"monopolios industriales", pero el mensaje de Frei
al Parlamento supone ya realizadas algunas
nacionalizaciones importantes, como la del cobre.
"Las empresas mixtas bajo un régimen capitalista
son un engaño, porque como no sea en el socialismo
el Estado resulta mascarón de proa, pero el timón
de mando lo ejercen más o menos solapadamente los
capitales privados, generalmente extranjeros. No
es sólo una cuestión de mayoría de acciones, sino
de quien maneja, quien controla efectivamente".
Por favor, explique sucintamente su actitud frente
al derecho de propiedad privada. "Les puedo
asegurar que en la nueva Constitución no figurará
el derecho a hacerse millonario, aunque sí a tener
honradamente bienes propios".
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Además de entrevistar al candidato democristiano
(antes de las elecciones), al candidato marxista
Salvador Allende (ver recuadro), SIETE DIAS tuvo
ocasión de conversar asidua y largamente con los
miembros de los comandos electorales. Fue
imposible, en cambio, obtener una entrevista con
el ingeniero Jorge Alessandri: por costumbre no
las otorga, y aun durante su presidencia sólo se
le conocen dos reportajes. Uno fue concedido al
diario alessandrista El Mercurio, de la familia
Edwards —dueños de medio Santiago y vinculados
política y económicamente a Alessandri—; el otro
le fue arrancado por una sagaz periodista chilena
merced a un ingenioso ardid: sabedora de que El
Paleta recibiría a un conjunto de ballet ruso, se
disfrazó de bailarina y una vez dentro de La
Moneda se ocultó tras un cortinado y accionó su
grabador. Cuando al día siguiente Alessandri vio
publicado su diálogo con las bailarinas, en vez de
enojarse invitó a la periodista a almorzar en su
departamento. Lo que sucedió allí no pudo
publicarse por respeto a un compromiso tácito,
pero SIETE DIAS supo que el presidente hizo pasar
a la periodista a un comedor donde había una larga
mesa, la hizo sentar en un extremo, se sentó en el
otro —a más de dos metros de distancia—, no abrió
la boca durante toda la comida y le hizo servir
¡un plato de lentejas!, generosamente regado con
agua mineral. Quizás esa austeridad insufrible
haya contribuido —junto con su modalidad política,
su soltería, su edad y su condición de magnate— a
aumentar el caudal de leyendas y calificativos que
le endosaron sus rivales. El diario independiente
Clarín, por ejemplo, se ha cansado de ponerle
epítetos: cada vez que hay un hecho policial,
Clarín se lo atribuye a los pijes momios (pitucos
derechistas). Durante la campaña, ese diario
—cuya insolencia lo ha llevado a tener directores
rotativos: uno controla la marcha editorial
mientras algún otro está en la cárcel por
injurias— se mantuvo estrictamente equidistante
entre Allende y Tomic, pero en cambio se entretuvo
en dibujar a J.A. como un anciano tembloroso
sentado en una bacinilla y vestido con su
infaltable bufanda.
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El jueves
3 la ciudad amanece callada y tensa, recién
descansa de las proclamaciones y aún le faltan 24
horas para enterarse de quién es el nuevo
presidente. En el comando allendista se deja saber
que "el compañero Pablo Neruda se encuentra
seguramente en su residencia de Isla Negra, en la
costa del Pacífico", y que probablemente accederá
a una entrevista. Es más: hay rumores de que el
cantante norteamericano Dean Reed, desaparecido
misteriosamente de Santiago en la noche del lunes,
estaría albergado en casa del poeta. No hay nada
notable que ver por el camino, excepto quizás las
carpas de los obreros de la empresa de neumáticos
INSA, en huelga desde hace tiempo, comiendo de sus
ollas populares. Sobre la costa, las cabañas de
los pescadores no se diferencian demasiado de las
callampas (villas miseria) santiaguinas. Como su
trabajo no les da demasiado dinero, se las
arreglan buscando ágatas entre las piedras de la
playa, que luego venden a mal precio. La casa de
Neruda está cerrada y cuando SIETE DIAS acciona la
campana que hace las veces de llamador, un
muchacho joven explica que el dueño de casa, junto
con su mujer, acaba de salir para Santiago.
(Después se podrá verificar que la información era
cierta, y que además Dean Reed ya no está en
Chile.) El viernes 4, finalmente, columnas de
silenciosos votantes se concentran frente a los
recintos electorales. Su obligación se limita a
marcar una cruz frente al nombre del candidato que
elige, de entre los tres impresos en una misma
cédula; luego el votante dobla el papel, engoma y
cierra, y el presidente de mesa corta un talón
numerado de control. ¿Por qué no usan sobre y
boleta? Para evitar el cohecho, explican: en otros
tiempos las derechas usaban el método del sobre
embrujado. Su mecanismo: un comando consigue
imitar la firma del presidente de mesa en un
sobre. Coloca un voto de su candidato en el
interior, lo cierra y propone a algunos rotos
(campesinos pobres) que guarden en sus ropas el
sobre bien firmado que le entregarán en la mesa,
finjan elegir boleta en el cuarto oscuro,
depositen el sobre falso en la urna y lleven el
legítimo al comando, entregándolo a cambio de una
suma de dinero como retribución por sus servicios.
El cambio de sobre permite verificar la lealtad
del sobornado y proseguir la ronda, ahora contando
con sucesivos sobres realmente bien firmados: así,
una sola falsificación permite controlar 200 ó 300
votos de esa mesa. El talón numerado impide la
maniobra. A medida que pasa el día —se vota desde
las 8 hasta las 16 horas—, empieza a causar
sorpresa la tranquilidad del acto. Ni siquiera en
el barrio bravo de San Miguel —reducto allendista
y frecuente escenario de choques— se producen
alteraciones. En las calles, los carabineros se
mezclan con los del Grupo Móvil (una especie de
Guardia de Infantería, que Tomic y Allende
prometieron disolver), un cuerpo que se distingue
por sus yelmos antimotines, sus bolsas de granadas
de gases lacrimógenos, vomitivos y relajadores de
esfínteres. Dentro de los locales, el control está
en manos de las FF AA. La gente se queja de las
colas; una mujer da a luz mellizos en el baño de
un liceo; los canales de televisión presentan
debates políticos y todas las conjeturas giran
acerca de una cuestión: constitucionalmente, si
uno de los candidatos obtiene la mitad más uno de
los votos es ungido presidente; si no —como ya es
predecible— el Parlamento se reunirá el 24 de
octubre para elegir entre los dos más votados.
Sumados diputados y senadores, Allende cuenta con
80 votos parlamentarios, Tomic con 75 y Alessandri
con 45. Se sabe que si Allende sale primero,
sumará a sus huestes los 21 votos tomicistas que!
necesita para ser presidente. Lo demás es
incógnita. Nota insólita en televisión: por
primera vez, votan los ciegos. Les dan un sobre
plástico con ventanitas perforadas dentro del cual
colocan la cédula y marcan con una cruz su
candidato, al que reconocen por su ubicación en el
sobre.
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A partir de la media
tarde del viernes los hechos y las tensiones se
multiplican: 14.50 horas: Se ponen en alerta
los centros de cómputos del ministerio del
Interior y los de las cadenas de radio y
televisión privadas. 14.55: Se conoce el
cómputo de la primera mesa cerrada, en Puerto Edén
(provincia de Magallanes), remoto lugar poblado de
indios onas y alakalufes. Tomic 27, Allende 10,
Alessandri 1, en blanco 1, ninguno anulado.
15.10: En el centro de computación de canal 13 hay
80 personas trabajando, seis de ellas con modestas
computadoras. 15.50: Por difundir cómputos no
autorizados por el ministerio del Interior, son
clausuradas de inmediato las radios Nacional y
Cooperativa. 16.05: También es clausurada radio
Balmaceda. 16.15: El jefe de la plaza de
Santiago habla por la cadena oficial pidiendo
prudencia y reiterando la prohibición de efectuar
concentraciones. 16.20: Empieza la fiebre de
los cómputos, a medida que van llegando datos.
Durante unas tres horas parecen favorecer
netamente a Alessandri, después la paridad con
Allende mantiene a todos sobre ascuas. Desde
las 8 de la noche, unos 20 periodistas chilenos y
15 extranjeros —incluidos los de SIETE DIAS—
obtienen permiso para entrar en el Palacio de la
Moneda, sede del Poder Ejecutivo chileno y
residencia presidencial. Teletipos, máquinas de
escribir y televisores encendidos atruenan en la
sala de prensa a la que han sido confinados los
periodistas. A las 21 los allendistas se atribuyen
una primacía de escasos 4 mil votos, y los
alessandristas a su vez unos 3.800 de ventaja. Los
periodistas son invitados a cenar en el comedor de
la guardia militar (arroz hervido y carne dura), y
más tarde, por gestión de un corresponsal griego,
son admitidos en el hall del Ministerio del
Interior, donde está el corazón del centro de
cómputos. A pocos metros de allí el presidente
Freí permanece en su despacho. Los rumores de
golpe militar cobran vigor y son desestimados
alternativamente. A las 21.40 se produce un
respingo: según una actualización de cómputos,
Allende ha pasado a la cabeza con 626 mil votos,
contra 604 mil de Alessandri y 456 mil de Tomic.
Una hora después la diferencia ha aumentado en 7
mil votos. A las 23 entra al Ministerio un sobrino
de Alessandri; una periodista chilena pregunta a
SIETE DIAS cuál es la base de la Fuerza Aérea
Argentina más cercana a Santiago, y a qué tiempo
de vuelo está. Es inútil tratar de tranquilizarla:
se le explica que Plumerillo, en Mendoza, y que
quizás diste unos 20 a 25 minutos de jet. A las
23.30 se sabe que un grupo de tanques avanza sobre
La Moneda; se explica que es una medida de rutina,
dispuesta de antemano, pero la nerviosidad
aumenta. A las 23.40 el apoderado alessandrista,
Ernesto Pinto Lagarrigue, dice que sus cómputos no
coinciden con los del Ministerio, y que creen ir
ganando. A las 23.50 el líder allendista Jacques
Chonchol anuncia que el general Valenzuela ha
autorizado una concentración de Unidad Popular,
una manera de reconocer el triunfo y explicitar la
aceptación del mismo por las FF.AA. A medianoche
la Alameda empieza a llenarse de gente. Un obrero
corre llorando con una foto de Allende en sus
manos, grita a quien lo quiera oír: "Este es mi
voto, no me lo compró nadie, nadie me compró nada.
Lo que tengo, estas ropitas, me las gané
trabajando. Aquí están mis manos: vean los callos.
Aquí está mi voto: no me lo compró nadie". En la
plaza Bulnes, los allendistas empiezan a cobrar
sus apuestas, y entre gritos y risas unas dos
docenas de tomicistas se tiran —no del todo
malhumorados: parecen buenos perdedores— en la
fuente de agua. También pagan su apuesta algunos
alessandristas —generalmente chicos y muchachas
jóvenes— y hasta dos allendistas que no creían en
el triunfo de su candidato. Una hora después
Allende dirige un breve discurso a su gente:
invita a defender el resultado de las urnas, pero
aclara que no habrá revanchismo y hostilidad para
con los derrotados. También rinde homenaje a la
honestidad de democristianos —"los primeros en
reconocer nuestro triunfo"— y militares. Un grupo
de tomicistas se suma a la concentración: levantan
un dedo en una mano y tres dedos en otra, y
gritan: "Tomic presente, Allende presidente". Es
la consagración: lo que nadie creía posible —el
tránsito pacífico del capitalismo al socialismo—
parece concretado.
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El fin de
semana trascurre en relativa calma: los
allendistas realizan varias manifestaciones de
festejo y algunos alessandristas entonan
estribillos provocativos, pero no son .respondidos
(los carabineros, en cambio, terminan por hartarse
y los disuelven con los carros Neptuno). Una
conferencia de prensa de Allende, el sábado a la
tarde, lo muestra cansado y algo irritado: todas
las preguntas tienden a corroborar si seguirá
sosteniendo su programa ahora que parece haberse
asegurado la presidencia, y a todas contesta que
sí, como si fuera obvio que un político cumpla en
el gobierno lo que prometió durante su campaña. El
lunes la ciudad parece recuperar —a pesar de los
encontronazos entre derechistas y Grupo Móvil— su
calma habitual. Pero algo ha cambiado: algunas
cuentas bancarias empiezan a vaciarse, algunos
funcionarios de embajadas extranjeras comienzan a
recibir llamados en los que se pregunta cómo se
obtiene una visa de residente, algunas compañías
de aviación se quedan sin pasajes. Lo que para
algunos constituye una alegría, para otros es una
invitación al pánico. El mismo sábado por la
mañana, el derrotado candidato democristiano
Radomiro Tomic concurre a la casa de Allende, con
quien se tutea, ya que se conocen desde hace
muchos años. A punto de estallar de placer, el
diario Clarín reproduce al día siguiente el
diálogo mantenido al encontrarse en la puerta,
confirmado luego por testigos presenciales:
"Salvador, mientras más duras son las batallas,
más grandes son los éxitos. Te felicito: tu
triunfo pertenece al pueblo", dice Tomic.
"Gracias, Radomiro, este gesto tuyo de hombría
consolida nuestros treinta años de amistad", es la
respuesta. Después dejarla los periodistas afuera
y entran a tomar una copa. Y en verdad, salvo la
tensión en la banca y algunas esporádicas
griterías alessandristas, todo retorna a partir
del martes a una cotidiana normalidad, como si
—según el periodismo chileno— el único derrotado
hubiera sido Alessandri. El jueves 10 las calles
vuelven a tener su aspecto de siempre: gente que
corre, que pasea, que toma café helado o un jugo
de papaya, que vende cocos enanos frente a la
Plaza de Armas, que pide limosna mientras tañe una
guitarra, que penetra al teatrillo de strip-tease
Bim-Bam Bum para reírse con la revista musical 'A
voto pelao, que trafica, goza o sufre'. Todo está
como era antes. Pero algo ha cambiado.
SALVADOR ALLENDE: ¿Y SI SE APAGAN? En el
Comando Nacional del Partido Socialista, una
bandera chilena preside el salón principal. A la
derecha, un retrato muestra la severa efigie de
Pedro Aguirre Cerda, primer presidente chileno
llevado al poder por un frente de izquierda. Ya en
ese entonces (1938), un joven ministro socialista
se destacaba en el gabinete: se llamaba Salvador
Allende Gossens, tenía 30 años y manejaba el área
de Salud Pública. Desde entonces no dejó de crecer
en importancia, ajeno a mil derrotas políticas; en
1952, por ejemplo, sólo obtuvo un 5 por ciento de
los votos. En 1970, al alcanzar la presidencia,
celebra casi 35 años de vida política
ininterrumpida. —Antes de las elecciones usted
presentó un amplio programa que además prenunciaba
las 40 primeras medidas de gobierno. ¿Cómo
sintetizaría en una frase los objetivos de su
candidatura? —El objetivo es eliminar la
dependencia en lo económico, lo cultural y lo
político. Esa no dependencia es el centro del
programa. —¿Cuáles serán las relaciones de su
gobierno con los de América y en particular con
Cuba? —Somos partidarios de establecer o
mantener relaciones con todos los países,
americanos o no, cualquiera sea su régimen
político, siempre que acepten la autodeterminación
de Chile. En particular, creo conveniente que
Chile tenga relaciones con Cuba, Corea del Norte,
República Democrática Alemana, Norvietnam y China
Popular. También cumpliremos con los compromisos
que nos vinculan a los países americanos del Pacto
Andino. Quiero decir también que ya hemos sentido
el impacto producido en Latinoamérica por nuestra
victoria, y nos han llegado cables de numerosos
movimientos populares felicitándonos. —En estos
días se pudo observar en Santiago cierta inquietud
ante una eventual fuga masiva de capitales. Hoy
(lunes 7) usted estuvo en La Moneda con el
presidente Frei. ¿Es cierto que hablaron de ese
tema y que usted propuso medidas concretas?
—Sí, hablamos del tema, pero no se trata de que yo
proponga nada al presidente de Chile. Creo que el
señor Freí es un patriota que tomará las medidas
que correspondan —y tiene recursos legales para
ello— para evitar graves problemas al país.
También de acuerdo a lo conversado, un hombre
nuestro (de Unidad Popular) estará en Hacienda
colaborando con ese control. —A primera vista,
el acceso de un candidato socialista al poder por
vía electoral parece desmentir las tesis
"foquistas" muchas veces sustentadas por el
marxismo latinoamericano ... —Sí los partidos
que forman la Unidad Popular concurrieron al
sufragio es porque no creen en las tesis
foquistas. —¿Entre los telegramas de
felicitación hubo alguno de los guerrilleros
uruguayos? —No. —¿Cuál será su actitud
frente a la deuda externa con los Estados Unidos?
—Propondremos arreglos tendientes a pagarla a
largo plazo. Vea: nuestro pueblo tiene hambre, y
lo primero es satisfacer ese hambre. La caridad
bien entendida ... —¿Cuáles son sus planes
inmediatos? —Descansar. —Hay quienes hablan
de un posible golpe militar antes del 4 de
noviembre. —Esa versión no tiene base. Quienes
lo dicen parecen ignorar que las FF.AA. chilenas
no son guardias pretorianas. —También se le
atribuyen intenciones de cooperativizar los
diarios, expropiándolos previamente. —La
cuestión es que sobre unos 800 mil ejemplares que
se tiran diariamente, unos 500 mil pertenecen a
diarios controlados por sólo dos familias. Lo
mismo pasa con el 70 por ciento de las radios. Eso
no puede ser. También queremos que los periodistas
participen más directamente de la dirección de
esas empresas. —Una noticia publicada ayer aquí
en Santiago da cuenta de que el Departamento de
Estado de EE.UU. levantó todas las restricciones a
la exportación de cobre norteamericano. ¿Lo
interpreta como un hecho vinculado con su triunfo
electoral del viernes? —Es una historia larga.
Durante la Segunda Guerra, la "telaraña" que
controla el precio del cobre le fijó a Chile un
precio de 11,5 dólares la libra, mientras que para
la producción interna de Estados Unidos fijó otro
de 23 dólares. O sea que Chile financió en parte
la lucha de los aliados. No sé qué significa esa
noticia que usted menciona, pero venderemos bien
nuestro cobre: industrializado, y a quien lo
compre mejor. Sí alguien nos amenaza con fijar
bajos precios, no olvide que hay otro mundo, de
1.200 millones de habitantes, el mundo socialista,
para comprar nuestra producción. —¿Contará con
suficiente mayoría parlamentaria para la
aprobación de leyes fundamentales? —Yo creo que
muchas leyes fundamentales contarán con el apoyo
democristiano; si son consecuentes con su
pensamiento político tendrán que apoyarnos, y creo
que lo harán. Tomic ha dicho, usted sabe, que
Chile debe salir del capitalismo y del
neocapitalismo. Además, nosotros hemos apoyado
muchas leyes de ellos, entre otras la de Reforma
Agraria. Además, en el caso de leyes fundamentales
existe el recurso de aprobarlas por plebiscito.
—¿Cuál será la actitud de su gobierno frente a los
250 mil chilenos que actualmente residen en la
Patagonia argentina? —Nuestro sentimiento es
que deben volver cuanto antes, de inmediato si se
pudiera; que no deben seguir expatriados. Mientras
sigan en la Argentina creemos que deben tener
derecho al voto en todas las elecciones que se
hagan acá en Chile, y que debemos tratar de
mejorar las relaciones y vínculos de esos chilenos
con el pueblo argentino. Una medida en ese sentido
será proponer al gobierno argentino un sistema de
reciprocidad en los seguros sociales de salud, de
manera que los ciudadanos de cada, uno de nuestros
países que se encuentren en el otro cuenten con
adecuada atención médica. —¿Qué modificaciones
propondrá para la Constitución? ¿Se mantendrá la
pluralidad de partidos y el sufragio universal?
—Tenemos una constitución burguesa, a través de la
cual el pueblo conquistó ciertos derechos. Ahora
necesitamos otra; por ejemplo, consideramos que
debe haber una sola cámara legislativa. Por
supuesto que se mantendrá la pluralidad de
partidos y el sufragio universal y secreto con
plenas garantías para los opositores. Voy a ser
claro: dentro de seis años habrá otra elección de
presidente, y si nosotros hemos andado bien, el
pueblo elegirá otro presidente socialista; si no
hemos andado bien, apagamos las velas y nos vamos
a casa. —¿Chile se retirará de la OEA? —Soy
partidario de no renunciar a ninguna tribuna,
aunque hay que decir que, como tal, la OEA está
bastante desprestigiada. —¿Asistirá Fidel
Castro a la ceremonia de toma del mando, el
próximo 4 de noviembre? —(Sonríe.) Aún no he
designado al jefe de protocolo.
OPINAN LOS
POLITICOS ARGENTINOS -ROGELIO FRIGERIO (56, 5
hijos, ideólogo desarrollista). Chile ha
elegido un camino propio, aunque de una manera un
poco indecisa (el candidato reunió sólo un tercio
de los sufragios), para realizarse como nación.
Optó, a través del sufragio, por el socialismo.
Esa voluntad tiene que ser respetada y
resguardada. Cualquier acto de agresión, o de
simple intervención, afectará a todas las naciones
del continente. La alternativa socialista propone,
en nuestros países, la reforma agraria y
nacionalizaciones en los puntos claves de la
economía. En su naturaleza está convertirse en
espina 'irritativa en el costado del imperialismo
norteamericano. Por aquellos rumbos se detiene en
lo meramente formal, sin crear los instrumentos
para el cambio de las estructuras. En ese otro, se
trasforma en pieza instrumentada desde fuera en
los estertores de la guerra fría. Por ambos,
genera condiciones para la descapitalización
acelerada. En realidad, lo que Allende le propone
a su pueblo es profundizar el camino que ya
recorrió Frei. Más reforma agraria, más
nacionalizaciones. Como si para salir del
subdesarrollo fuera necesario este cambio de manos
y no la modificación de las estructuras
económicas. El error en los medios elegidos
engendra la violencia, porque ahonda los efectos
del subdesarrollo al mermar el índice de
capitalización y obligar a utilizar métodos
constrictivos para asegurar la producción. Chile
puede salir de esta encrucijada si Allende, en la
búsqueda de una base más ancha para su gobierno,
convoca al país para un programa nacional.
-CESAR FAERMANN (58, casado, ex presidente del
Congreso Metropolitano del Partido Peronista).
Mi vocación política, junto con una pública
militancia en las filas nacionales y populares,
determina la respuesta preliminar: respeto
absoluto por la libre determinación de los
pueblos. Salvado el principio, diré que el
soberano ha dado su veredicto, y el mismo debe ser
acatado irrestríctivamente. Así lo ha entendido el
propio partido gobernante y la correlativa
solución parlamentaria ratificará de manera
abrumadora la sentencia de las urnas. Aclarado el
formalismo operativo, agregaré que se trata de un
triunfo nacional y popular, por encima de lo
incidental y episódico. De uno y otro lado del
Ande la historia es idéntica y arranca desde la
proclamación de la República hasta nuestros días.
Allí, como aquí, prevalecen las fuerzas indómitas
de las clases populares, aunque muchas veces
reprimidas y oprimidas. No participo, desde luego,
de la ideología marxista, pero en todas partes
las forzadas opciones aparean resultados
semejantes. Pienso que en nuestra patria calará
hondo el pronunciamiento chileno y llamará a la
reflexión a los responsables de la conducción del
país. Por eso, desde hace cuatro años vengo
repitiendo hasta el agobio que no habrá
pacificación ni reencuentro si no se integra el
pueblo con las FF.AA., y para ello es menester el
cambio total de la dirección socioeconómica
gubernativa: sólo así se alcanzará la real
dimensión de las necesidades de las grandes masas,
con ajuste a una línea independiente de los
intereses oligárquicos y monopólicos.
-MARCELO SANCHEZ SORONDO (55, 4 hijos, director
del clausurado semanario Azul y Blanco). Las
dos naciones hasta ayer consideradas modelos del
estado de derecho liberal en nuestra América se
han convertido en avanzadas del marxismo: el
Uruguay lo realiza por medio de una subversión
revolucionaria que pone en jaque mate al gobierno,
destruye las estructuras políticas y desmantela,
unas tras otras, las garantías individuales; Chile
alcanza los mismos objetivos en el marco sin duda
más cómodo —hasta aquí— de la legalidad. Pero los
resultados serán los mismos: la derrota aplastante
del subdesarrollo capitalista y la elaboración de
un nuevo Estado que levanta banderas enérgicamente
nacionales sobre el paradójico sustrato de una
mentalidad internacional. Mientras tanto, en la
Argentina seguimos perdiendo tiempo. En esta
Argentina sumergida en la desintegración
psicológica de sus estratos dirigentes, se ha
descubierto la revolución del retroceso, y la
dictadura sin tarea que acumula facultades pero no
sabe qué hacer con ellas, pues ignora lo que
quiere. Ahora resultaría torpe insistir en el
"anticomunismo", que, como todos los "anti", cede
el polo positivo al adversario y acaba, en este
caso, por servirle de agente provocador. Es inútil
proclamar con gesto airado que "no pasarán",
mientras en la política de cosas se facilita la
avalancha. Aquí se trata de encauzar la liberación
nacional y de alzar decididamente los niveles de
vida para todos. Sin una exigente sensibilidad
social, sin la mística de un nacionalismo, la
partida está, de antemano, perdida. La receta
inmediata es extirpar la delincuencia de guante
blanco y mandar al canasto los imposibles
proyectos de "factoría próspera". Y, desde
luego, presentar a nuestro pueblo la opción entre
un joven marxismo nacionalizado y un viejo
liberalismo entreguista con libertades para
morirse de hambre, significa una franca estupidez.
Sí, lo peor sería tener miedo, ese miedo que dicta
el afán de conservarlo todo.
-EMILIO HARDOY
(59, 4 hijos, dirigente conservador). Ante
todo, hay que celebrar el alto ejemplo cívico del
pueblo chileno al decidir libremente su destino.
Por lo demás, me parece que, correctamente
interpretado, el proceso debería terminar en la
consagración de Alessandri por una votación del
Congreso. Me fundo en que tanto la democracia
cristiana como el Partido Nacional expresan
matices del pensamiento político occidental,
defienden iguales formas de convivencia y la
vigencia de la democracia. Lo contrario implicaría
admitir como legítimo y natural que un partido
político que ostenta inspiración cristiana instale
un gobierno procomunista y marxista. Lo dicho no
significa desconocer las condiciones de todos los
candidatos, cuyas altas cualidades hacen honor a
Chile. En cualquier caso me tranquiliza el
convencimiento de que Salvador Allende es
demasiado culto e inteligente para ser un
verdadero comunista, pues todos sabemos las
deplorables condiciones en que se desenvuelven los
intelectuales en los países tras la Cortina de
Hierro.
-HORACIO SUELDO (recién llegado de
Chile) (47, 5 hijos, presidente de la democracia
cristiana). El resultado de la elección chilena
es, en gran medida, el fruto de la agudización de
los procesos económico-sociales en forma
acelerada, que resta margen a la paciencia de la
gente y estimula la exasperación de las posiciones
ideológicas y políticas. De ahí que ante la
amenaza de un retorno al más crudo capitalismo, un
tercio del electorado chileno creyó más efectivo
oponer la alternativa extrema, quedando así
relegada la chance de la izquierda moderada
representada por la democracia cristiana. Esta,
sin embargo, concurriendo sola a los comicios, ha
ratificado su condición de primera fuerza política
individual, incrementando su caudal a más de
800.000 votos, lo que la convierte en el árbitro
del próximo período gubernativo. En cuanto a la
gestión del doctor Allende (pues descuento su
confirmación por el Congreso), estimo que la
heterogeneidad1 de su propia base y los
condicionamientos generales de la política chilena
incidirán en pro de una morigeración de cuanto
pudiere haberse previsto como totalitario; salvado
este peligro, bien podría ser una experiencia
positiva para su país y para América latina.
Precisamente la Argentina como vecino inmediato, y
privado de libre expresión política, enfrenta la
necesidad de reflexionar sobre el riesgo de
prolongar esta situación, provocando
polarizaciones cuyos resultados negativos ya se
han ciado más de una vez entre nosotros.
-ENRIQUE NESTOR VANOLI (43, 2 hijas, secretario
del Comité Nacional de la UCRP). Las
conclusiones de las elecciones chilenas debo
dividirlas en dos partes. La primera, derivada
del acto en sí del sufragio, realizado por un
pueblo fervorizado que participó del mismo con
entusiasmo y fe en la importancia del voto para el
destino de los hombres libres. Chile, con
problemas mucho más agudos que los nuestros, vive
en democracia y tiene la fortuna cíe estar sin las
acechanzas de dictaduras militares, que con el
pretexto del cumplimiento de supuestos "contextos
socio-económicos" impiden la libre expresión
popular. La segunda conclusión deriva del
resultado. El pueblo chileno hace décadas que
viene soportando el peso de una oligarquía que,
aliada con el imperialismo, agobia económicamente
al país. No hace mucho tiempo se ató a los planes
de estabilización del Fondo Monetario
Internacional, similares a los que soporta
Argentina, los que provocan mayor diferencia aún
entre pobres y ricos. Cuando un presidente
progresista como Frei pretende atacar estos
desniveles, los grupos de grandes intereses, con
su ceguera característica, lo combaten tal como
sucedió en nuestro país durante el último gobierno
constitucional. Y en Chile el pueblo, en su
angustia, se inclina por el otro extremo.
Espero, por el bien de los chilenos y de
Latinoamérica toda, que el candidato triunfante,
doctor Allende, manteniendo el respeto por el
individuo y el libre juego de las instituciones
democráticas, tal como se ha comprometido a
hacerlo, pueda lograr la liberación económica de
su país y dentro de seis años veamos nuevamente a
sus conciudadanos eligiendo libremente a los
candidatos de su preferencia. Que este
resultado electoral sirva de reflexión a los
grandes intereses, porque "a los pueblos se los
puede detener un tiempo, pero no todo el tiempo".
Revista Siete Días Ilustrados 17.09.1970
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del sitio
"SIETE DIAS" EN CHILE (página 8). En
el curso de la semana pasada, los
principales diarios de todo el mundo
recogieron la noticia del triunfo de
Salvador Allende, el candidato
marxista en las elecciones
presidenciales, libradas en la
república trasandina el viernes 4.
Allende (arriba, en conferencia de
prensa) obtuvo más votos que los otros
dos competidores, pero no los
indispensables para librarse de la
puja parlamentaria que se iniciará el
24 de octubre, de la cual surgirá,
definitivamente el sucesor de Eduardo
Frei. Para descubrir las claves
ocultas de ese apasionante proceso
electoral (un dechado de corrección,
opinaron los propios protagonistas), y
también para reflejar el clima popular
—el peculiar folklore que rodea y
nutre toda gesta cívica—, este
semanario instaló a dos hombres en
Santiago de Chile: no sólo revisaron
el contexto político que desembocó en
el comicio, enfocándolo desde cada uno
de los sectores, sino que además
obtuvieron una entrevista exclusiva
con el doctor Allende, no bien las
cifras del primer escrutinio lo
consagraron ganador. Casi
simultáneamente, en Buenos Aires, los
redactores políticos de SIETE DIAS
recababan la opinión de seis
dirigentes argentinos, de otras tantas
agrupaciones, sobre las implicancias
de ese triunfo.
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