Elecciones en Chile Un nuevo
período
Muy avanzada la noche del
domingo, mientras la derecha festejaba su triunfo
en la elegante avenida Providencia, la Unidad
Popular el suyo en la Alameda y jóvenes
izquierdistas respiraban gases lacrimógenos en las
inmediaciones del cerro de Santa Lucía,
autorizados portavoces de la democracia cristiana
sostenían que, en función de los resultados
obtenidos, era evidente que al país le quedaban
dos caminos: o el gobierno deja de sostener que
representa a las mayorías populares y rectifica su
programa en cuyo caso podrá contar con que
sectores de la oposición estarán dispuestos a
dejarlo gobernar hasta 1976, o insiste en marchar
al socialismo, criterio que colocaría a Chile en
la imposibilidad de aspirar a una "salida política
normal". El Partido Demócrata Cristiano se
preguntaba también: "¿Qué respuesta se da a ese
casi 60 por ciento de electores que dijeron no al
programa de la Unidad Popular?". Sin
embargo, en 1970 Allende consiguió sólo el 36,3
por ciento y la democracia cristiana votó, en la
asamblea legislativa, por la consagración del
candidato de la UP. En ese momento la DC no
sostuvo que una alianza que no representaba a las
mayorías populares no podía gobernar sin modificar
el programa; en cambio lo plantea ahora, cuando
esa misma alianza creció, en relación a 1970,
consiguiendo más diputados y senadores de los que
tenía hasta el sábado último. Es que las condiciones particulares en que vive el país desde
hace más de dos años permitieron que los
enfrentamientos de sectores sociales se reflejasen
en un reacomodamiento de fuerzas políticas,
reacomodamiento en el que se advierte con nitidez
el auge de las posiciones más radicalizadas, tanto
a derecha como a izquierda.
EL DRAMA
CENTRISTA. Los sectores centristas que el domingo
sufragaron por la Confederación de la Democracia
(CODE) suelen decir que lo que estuvo mal fue "la
forma" en que la Unidad Popular intentó cumplir su
programa. Porque hay que agregar que si ahora el
PDC no tolera el cumplimiento de un plan que no
cuenta con la mayoría del electorado, está
olvidando que ese plan apenas ha sido cumplido
parcialmente. De modo que al criticar "la forma"
se oculta el hecho fundamental: el gobierno de
Salvador Allende permite condiciones en las cuales
la mayor formación de izquierda, el Partido
Comunista, comienza a ser sobrepasado, incluso en
el seno de importantes sectores obreros
industriales, por los adalides de la consigna
"conciencia y fusil". ("Pueblo, conciencia y
fusil" fue el lema favorito del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria —MIR— en la concentración
final que la UP realizó el viernes anterior a la
elección: durante los cuarenta minutos que
demoraron en desfilar por la Alameda, los
militantes del MIR no cesaron de corearlo).
Como contrapartida, la democracia cristiana pierde
terreno a favor del derechista partido Nacional.
Su órgano oficial, el matutino Tribuna, titulaba
así su primera página del lunes: "Chile se ganó un
nuevo gobierno". El auge del PN acaso indique
mejor que nada ese fenómeno de claro
enfrentamiento, apenas aludido por los
democristianos. Efectivamente, el P.N. que nació
en 1966 como fusión de los partidos conservador y
liberal, ha sido el único en plantarse de frente
al actual gobierno, incluso desde ante que Allende
llegara a la Moneda: en el Congreso pleno en que
el sufragio de los parlamentarios democristianos
fue decisivo para llevar a la UP al gobierno, los
nacionales no votaron. Luego, jamás realizaron, a
diferencia de la DC, ninguna negociación política
con el Ejecutivo. Ese mismo diario Tribuna,
vocinglero, agresivo, ofensor, casi siempre al
borde de la calumnia, es el que, desde el día de
su nacimiento, hace menos de dos años, incluye
siempre, en su tercera o quinta página, un
recuadro de aliento y esperanza para sus lectores:
en la parte superior, el dibujo del signo zodiacal
de cáncer, y debajo, la cifra de los días que le
restan de gobierno a la UP —que el lunes último
eran 1.340—, seguido de la frase "no hay mal que
dure cien años ni chileno que lo aguante". De ahí
los diferentes criterios sustentados por la DC en
1970 y 1973. Es que, actualmente, la hegemonía
en la derecha no la tiene la DC y en la izquierda
cada vez la tiene menos el PC, fenómeno que indica
otra de las paradojas chilenas: aun siendo la
primera fuerza política individual —en abril de
1971 con el 26,7, la DC obtuvo el mayor porcentaje
de votos— se encuentra entre dos fuegos de
creciente envergadura. No es casual, entonces, que
sugiera al gobierno modificar su programa,
indicándole que en ese caso contará con el apoyo
de algunos sectores de oposición. Porque a partir
del domingo último el partido que lidera el ex
presidente Eduardo Frei Montalva debe
diferenciarse de las huestes del cacique
derechista Sergio Onofre Jarpa. Es que sus bases
(las de la DC) difícilmente puedan ser calificadas
como de derecha. En la concentración que
realizaron el miércoles de la semana pasada,
frente al cerro de Santa Lucía, había mucha clase
media, el sector que en gran medida votó en 1970 a
Radomiro Tomic, jefe de la izquierda
democristiana. Y si el proceso sigue manifestando
sus características actúa les, nadie podría
asegurar que en 1976 Frei vuelva a surgir como el
candidato natural de la centroderecha. En el
acto electoral que la UP hizo el viernes se
reunieron cerca de 300 mil personas; fue una de
las asambleas más multitudinarias que recuerden
los chilenos. Hubo miles de banderas rojas (PS y
PC), verdes (MAPU, Movimiento de Acción Popular
Unificada) y rojinegras (MIR), obleas y sombreros
de cartón con los nombres o fotografías de los
candidatos y un solo orador, Luis Maira, hombre de
la izquierda cristiana postulado a diputado. Este
unicato fue mostrado por la UP como el síntoma de
la unidad y la homogeneidad de criterio existente
en su seno. Aunque seguramente indica precisamente
lo contrario, sobre todo si se tiene en cuenta que
hasta dos días antes estaban anunciados otros
cuatro oradores: Aníbal Palma (partido Radical),
Carmen Aguayo (MAPU), Volodia Teitelboim(PC) y
Carlos Altamirano (PS), todos ellos candidatos á
senadores. Las diferencias eran notables en
materia de consignas: mientras los comunistas
gritaban "no a la guerra civil" y "ganemos la
batalla de la producción", gente del MIR,
acompañados de algunos socialistas y mapucistas,
insistían en que "si los momios quieren guerra,
esa guerra la tendrán, a las armas compañeros, los
haremos c..." o "la calle es de la izquierda y los
momios a la m...".
LA REBELION DEL MAPU.
Sin embargo, lo más grave fue el documento interno
del MAPU, donde se hacen serias críticas al
gobierno desde posiciones de izquierda, y que el
matutino derechista El Mercurio publicó
íntegramente en su edición del jueves 1º fue lo
suficientemente serio para que el presidente de la
República afirmase al día siguiente que si el MAPU
presentara ese documento, en una reunión de
partidos, "yo lo destrozo en diez minutos".
Allende agregó que el ministro Fernando Flores,
mapucista y titular de la cartera de Hacienda, lo
había llamado por teléfono para asegurarle que
discrepaba con el texto elaborado por su partido.
Posteriormente, la comisión política del MAPU
afirmó que el documento existía, pero que El
Mercurio había tergiversado su sentido. El trabajo
—informe de la comisión política al partido,
período octubre 1972-octubre 1973, y las
perspectivas futuras, de estricta circulación
interna— señala que pueden distinguirse cuatro
etapas desde la asunción del gobierno hasta la
actualidad: 1) Desde el triunfo de septiembre
hasta la muerte de Pérez Zuiovic: 2) Desde la
muerte de Pérez Zujovic hasta el cónclave de los
cuatro; 3) Desde esa reunión hasta la crisis de
octubre; y 4) Desde entonces hasta las elecciones
de marzo. El primer período, según el MAPU,
estaría signado por el avance de la UP, el
desconcierto de la oposición, los comienzos de la
reestructuración económica, la nacionalización de
riquezas básicas y la reforma agraria;
fortalecimiento que se tradujo en las elecciones
de abril de 1971, oportunidad en que los
candidatos del gobierno lograron casi un 50 por
ciento de los votos. El segundo es aquel en que el
gobierno comienza a perder iniciativa, producto de
las contradicciones "entre una línea centrista y
otra proletaria", que coexisten en el interior de
la UP. El MAPU afirma que en esta etapa los
avances en el plano económico no tuvieron su
necesario complemento en el plano político (poder
organizado de las masas, plebiscito, cámara
única), y que, debido a esto, el Ejecutivo no pudo
controlar los efectos de la modificación de la
estructura capitalista de producción; proceso que,
a su turno, se tradujo en la actual situación de
desabastecimiento que mina el respaldo del
gobierno. Se señala en el documento que fue
entonces cuando la oposición logró salir de su
desconcierto y comenzó a diseñar un proyecto
alternativo. Así se llega al cónclave de
autocrítica (el de "los cuatro") realizado en Lo
Curro, en las proximidades de Santiago, en junio
de 1972. Allí triunfa la línea centrista —dice—
que se expresa en la salida de Pedro Vuskovic del
Ministerio de Economía, y la entrada de Orlando
Millas, comunista, a la cartera de Hacienda. La
etapa inaugurada —según el MAPU— en Lo Curro,
estaría marcada por el intento de "frenar o
paralizar la acción y movilización de las masas,
que tienden a desbordar la débil y burocrática
conducción de la UP". Para el MAPU, la política
económica tendría la característica de estar
elaborada a espaldas del pueblo, y de confiar la
solución de los problemas fundamentales a las
leyes del mercado y a los organismos burocráticos
del Estado. Finalmente, el período que se inicia
después de la crisis de octubre —el cuarto—, con
la constitución del gabinete cívico-militar,
quedaría definido por el agravamiento de la crisis
económica, la presencia importante, "aunque no
predominante", de las Fuerzas Armadas en el
gobierno, y la lucha electoral como marco general
y principal del combate político. Para el
Movimiento, la alternativa que presenta el futuro
inmediato, a contar desde el domingo 4 de marzo,
es la "agudización extrema de la crisis económica,
social y política, que significa poner en máxima
tensión la lucha de clases, y que puede desembocar
incluso en la guerra civil"; esta situación que
conduciría a un "nuevo reordenamiento del cuadro
político, que a través de otro y más profundo
viraje del gobierno hacia posiciones de centro,
consolide una estabilidad que pueda evitar la
crisis". En el fondo, ningún chileno cree que su
país pueda ser marco de una guerra civil.
DOS GANADORES. Los comicios fueron limpios,
ejemplares, y hubo dos ganadores: la CODE, porque
sacó más votos, y la UP, porque tiene más legisladores que antes y mejoró su porcentaje de 1970.
Salvador Allende anunció, en la noche del domingo
que había ganado Chile, y que ningún gobierno,
hasta el suyo logró superar el caudal que lo llevó
a La Moneda. Esa misma noche, sin ninguna clase de
censura, se enfrentaron en un prestigioso programa
de televisión portavoces democristianos,
comunistas y mapucistas; cada uno decía estar
triunfando, y todos se escuchaban respetuosamente.
Sin embargo, es cierto que la dinámica del proceso
llevará a un nuevo reagrupamiento de fuerzas; si
éste se produce en los términos más previsibles,
el fantasma de la guerra civil comenzará a ondear
nuevamente de este lado de la cordillera. En
ámbitos del MIR —que esta vez volcó su caudal a
cuatro candidatos a senadores del PS (Luis
Aguilera, Carlos Altamirano, Erick Schnake y
Adonis Sepúlveda), a trece postulantes a diputados
de la misma agrupación, y a cinco de izquierda
cristiana—, se sostiene que el presidente de la
República está apoyado por el PC y los generales,
a quienes se sumaría el partido Radical. Por el
otro lado se perfila el aglutinamiento, en el
marco de un nuevo movimiento, del MIR, grandes
sectores del PS, el MAPU e izquierda cristiana. El
objetivo sería el de crear una suerte de poder
autónomo de los trabajadores, que estaría
enfrentado al actual "Estado burgués", aunque es
necesario señalar que en todos estos sectores se
hace una clara distinción entre ese Estado y el
actual gobierno, acerca del cual plantean que
puede servir como "palanca" que ayude al "nuevo
poder" a instaurar una "nueva sociedad". No
obstante, dudan que los hombres de La Moneda se
dedican a jugar ese papel: la dirección del MIR
afirma que, poco antes de las recientes
elecciones, Salvador Allende, por intermedio del
ministro del Interior, general Carlos Prats, le
habría propuesto a Frei mantener una importante
entrevista. Las mismas fuentes declaran que el
líder democristiano le habría hecho a Prats una
contrapropuesta: entrevista, sí, pero en público.
Allende dijo que no. El MAPU, en el documento de
marras, sostiene que el "segundo período" se
caracteriza, también, por conversaciones entre la
UP y la DC. De todos modos, en Chile el
contexto del enfrentamiento tiene una formidable
flexibilidad. Como muchas veces se ha dicho, aquí
las peleas no terminan en knock-out. Los jóvenes
que, armados de palos y protegidas sus cabezas con
cascos, intentaron llegar el domingo a la noche
hasta las proximidades de Plaza Baquedano —desde
allí, hacia el oeste, multitud de automovilistas y
algunos peatones de centroderecha festejaban "su"
triunfo— se dispersaron inmediatamente en cuanto
los carabineros (los pacos) lanzaron media docena
de granadas de gases lacrimógenos. Los diarios
del lunes desplegaron amplios títulos: "Feroz
guatazo (panzazo) de los momios' (gorilas)",
supuso Puro Chile, órgano oficioso del PC; "El
pueblo sepultó al gorilismo derechista", afirmó el
oficialista La Nación; "Oposición le dio codazo a
la UP", fue el título de La tercera de la hora,
opositor; y "Triunfo democrático" fue la apertura
de El Mercurio. Queda abierto, sin duda, un
nuevo período. En la oposición se dará un duro
conflicto interno para dirimir hegemonías. Para la
CODE se trata ahora de saber quién garantiza mejor
la vía chilena de regreso del socialismo: si el
PN, representante de los grandes intereses
económicos que en alguna medida la UP afectó, o si
el PDC, que al aliarse a los sectores nacionales
corre el riesgo de derechizar a la mayor parte de
los sectores medios. En la izquierda habrá que ver
quién se queda, en definitiva, con los obreros y
campesinos; por ahora, la mayor parte de ellos son
socialistas y comunistas, pero mientras el PS se
radicaliza, el PC busca más el centro y la
coincidencia; hecho evidenciado, incluso, por los
editoriales de ese buen termómetro que es El
Mercurio. Hasta el momento, lo único cierto es
que la CODE tuvo más votos que la UP, y que ésta
salió de la contienda con más legisladores que
antes. Pero el parlamentarismo es sólo una de las
expresiones de la dinámica política; las otras
están en gestación. Desde Santiago de Chile
escribe Juan Manuel Francia, enviado especial. Revista Panorama
08.03.1973
Ir Arriba
|
|