FRANCISCO TÁRREGA,
EL MAS GRANDE GUITARRISTA DE TODOS LOS TIEMPOS
POR ELENA LUJAN

Francisco Tárrega
Un ciego llamado Manuel González fué quien le dió las primeras lecciones al extraordinario artista que estaba llamado a ser el guitarrista universal. Nació Tárrega en Villarreal, un pueblo de España, el 29 de noviembre de 1854. Fué un muchacho enfermizo y taciturno, y apenas se inició en el arte que lo consagró, el concertista Julián Arcas, que quedo maravillado. al escucharlo, se lo llevó a Barcelona para que perfeccionara sus estudios, que completó luego en Madrid.
A los diecisiete años comenzó su primera gira artística, y puede decirse que con ella dieron principio sus triunfos. En 1881 se atreve a viajar por el extranjero. El publico de París Londres y Roma lo aplaude hasta el delirio, pues jamás había escuchado a un guitarrista de tal naturaleza. Al regresar a su tierra emprende una gira por el interior del país, y en Alicante lo aguardaba el amor, pues conoce a María Rizo, quien se Convirtió en su mujer.
Como siempre fué un hombre tímido a pesar de lo mimado que era por la gente de toda índole, alguien le preguntó cómo había hecho para declararle el amor a su novia, y él le respondió muy serio:
— Me declaré con la guitarra. Ella fué la que habló por mí...
Y es que el tradicional instrumento, tan caro a los argentinos hablaba en las manos de este brujo de la guitarra. De sus cuerdas salían notas que rogaban, lloraban, gemían, y llegaban al corazón con las voces que producen los éxtasis de los que nunca quisiéramos salir.
No fué un bohemio, un desordenado de esos que no toman nada en serio, sino que vivió para su mujer y sus hijos. Pero su vista siempre fué mala, y por más que se hizo para evitarle la ceguera, sus ojos no pudieron ver más la luz del día. Y tal como ocurre con ciertos pájaros, que cantan con más dulzura al quedar ciegos, Tárrega arrancó a su guitarra más melodiosas notas. más íntimas armonías, cual si toda la luz que llevaba dentro quisiera ofrendarla desde la noche de su desgracia.
No tan sólo fue un concertista, genial, sino también un compositor que escribió obras que siempre han de recordarse, tales como La danza mora, Capricho árabe, Recuerdo de la Alambra, Napolitana y Fantasía sobre motivos españoles. Uno de su biógrafos ha dicho lo siguiente: "Para triunfar con su arte, a pesar de su natural modestia, tuvo que crear un repertorio, una técnica y un público." Y esto sólo puede lograrlo un genio.
Ciego y enfermo, el guitarrista inmortal se despidió del público en 1906. en el teatro Eldorado, de Barcelona, y se le tributó un homenaje que tuvo caracteres de apoteosis. Tres años después, el 15 de diciembre de 1909. en aquella misma ciudad falleció el mago de la guitarra.
Treinta años después, en 1939, en el Banco Municipal de Préstamos de Buenos Aires sucedió algo insólito: se vendió en pública subasta la guitarra de Francisco Tárrega! ¿Cómo liego allí el precioso instrumento que supo tañer tan inimitablemente el genial artista? Se dice que una aplaudida guitarrista argentina lo adquirió en España y con él triunfó durante muchos años en sus giras artísticas. Pero luego la necesidad, o vaya a saber qué motivo que ignoremos, la obligaron a desprenderse de la guitarra de Tárrega, fabricada en Sevilla en 1864 por don Antonio de Torres.
¿Y sabéis en cuánto se remató ese instrumento glorioso? En una cantidad irrisoria: ¡mil ochocientos pesos! Y la adquirió u desconocido, acaso para revenderla como tantas cosas que en su vida de comerciante había comprado.
Este episodio vino a revelar que los descendientes del gran guitarrista no quedaron en situación muy holgada después de la muerte del maestro. Debieron de sufrir muchas penurias para deshacerse de esa reliquia, la que tuvo que conservarse en un museo, pues ella fué la compañera de los más resonantes triunfos del artista singular que despertó la admiración no tan sólo de los públicos más desemejantes, sino de grandes espíritus, tales como, Albeniz, Pedrell, Granados, Bretón, Chapí, Nicolau, Vidiella, Malats, Millet, Casals y Apeles Mestres. y que fué amigo de Saint-Saëns y de Mascagni,
No mereció ese triste fin la guitarra de Tárrega. Pero el destino suele tener esas atroces ironías con las cosas inanimadas como con los seres de excepción que tienen un alma.

Revista Mundo Argentino
14.12.1949

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