WERNER VON BRAUN
HASTA PLUTON, CON ESCALAS
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La semana pasada, Werner von Braun, director del plan de vuelos espaciales norteamericanos Apolo, quebró por primera vez el obstinado mutismo en que se había sumergido luego del abrupto fracaso de la expedición Apolo XIII. El dramático retorno de dicha cosmonave (que el 13 de abril último amaró en el océano Pacífico) marcó una momentánea interrupción de los planes de investigación lunares que venía desplegando la NASA (Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio). Para algunos observadores, el frustrado viaje es reiteradamente esgrimido por influyentes sectores políticos estadounidenses que intentan desviar los recursos económicos invertidos en el proyecto Apolo hacia otros rubros, más relacionados con los graves problemas internos que enfrenta el gobierno de Estados Unidos. Dichos sectores habrían obtenido notorios avances luego del crash protagonizado por la cosmonave Apolo XIII. Aunque posteriores declaraciones del presidente Richard Nixon insinuaron que los planes de la NASA se concretarían sin modificaciones, ningún experto disipó su escepticismo hasta la semana pasada, cuando Werner von Braun confirmó plenamente los anuncios de R.N. En una entrevista exclusiva que ofreció a los periodistas Philippe de Beauset y Pierre Joffroy, del semanario francés Paris-Match, el científico alemán aventó todas las dudas: "Estamos dispuestos a iniciar la exploración del sistema solar", afirmó von Braun. En su oficina de Washington, expuso a los corresponsales franceses cuáles serán las etapas sucesivas de la fabulosa aventura cósmica, que comenzará a fines de esta década y culminará cuando una misión norteamericana desembarque en Plutón. SIETE DIAS ofrece con carácter de exclusividad las declaraciones del supremo pontífice de la astronáutica norteamericana, quien aparenta transitar, por momentos, el campo de la fantaciencia.

—El vuelo de la Apolo XIII casi se convierte en catástrofe. ¿Qué importancia reviste ese fracaso?
—Cuando iniciamos el programa Apolo estábamos convencidos que (por su enorme complejidad) no menudearían los tropiezos. La verdadera sorpresa se produjo cuando comprobé que todo marchó a la perfección durante tanto tiempo; por eso, en la noche del 13 de abril, al enterarme que allá arriba se había producido un accidente, no fue precisamente la estupefacción lo que se apoderó de mí: esperaba que algo así ocurriera alguna vez. Pero, en cambio, fue mi parte subjetiva la que se vio sacudida; me preocupó, antes que
nada, la suerte de esos tres hombres en medio del espacio; ahora, me siento muy feliz de que finalmente hayan salido del atolladero.

—Recientemente, usted fue trasladado de su tradicional "bunker" de Hunstville a su nueva oficina de Washington. Se le ha encomendado programar los futuros vuelos cósmicos; ¿cuáles son sus proyectos al respecto?
—Estoy obsesionado ultimando todos los detalles para que se inicie el gran viaje de exploración y conquista humana del sistema solar. Es más, tengo ya una fecha casi inamovible: 1977. En esa época, la alineación de los planetas será ideal para los lanzamientos; un fenómeno que sólo se registra cada 177 años. En otras palabras: dentro de 7 años inauguraremos la tournée cósmica que constará de dos vuelos; el primero cubrirá una suerte de "circuito chico", ya que se dirigirá de Júpiter a Saturno para luego recalar en Neptuno y finalmente en Plutón; el segundo tal vez pueda denominarse de "circuito grande" y asimismo saldrá de Júpiter para enfilar hacia Urano y culminar también en Plutón. Como se ve, nuestra gran base de operaciones será el planeta Júpiter, cuyo campo de gravedad será utilizado para desviar la trayectoria de los cohetes terrestres hacia los otros cuerpos planetarios.

—Para concretar tan fabulosas travesías, ¿empleará un cohete más potente que el Saturno 5 que actualmente moviliza las naves del proyecto Apolo?
—De ninguna manera; ni siquiera pienso utilizar para estas travesías el cohete Saturno 5; ahora comprenderán por qué. Si tuviéramos que usarlo, sería necesario mantener en actividad la enorme maquinaria de producción que actualmente respalda el proyecto Apolo. Y prolongar ese esfuerzo hasta 1977 sería demasiado caro; el problema reside, entonces, en hallar un mecanismo propulsor que resulte menos costoso y casi tan eficaz como el Saturno 5.

—¿Cómo lo conseguirán?
—Pensamos unir dos cohetes menos potentes, el Titán 3 y el Centauro, que ya fueron suficientemente experimentados por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Sin embargo, hay algo que me preocupa: este nuevo aparato propulsor Titán-Centauro deberá llevar una carga algo menor que la que soporta actualmente el Saturno 5. Así, mientras el último es capaz de tolerar un peso de 75 mil libras, el Titán-Centauro apenas soportará unas 55 mil libras. Estimo que esa capacidad será suficiente para conducir a las naves terrestres a través del espacio; debemos adaptarnos a las circunstancias; es cuestión de dólares ...

—¿No hay peligro de que esas economías afecten la eficiencia del programa de exploración de la NASA?
—Nuestros cálculos fueron largamente madurados; el actual objetivo es economizar, pero dentro de los límites de lo factible.

—Sin embargo, se afirma que la URSS prepara cohetes aún más potentes que el Saturno 5.
—Exacto. Por lo que sabemos, los rusos lanzarán muy pronto un cohete de tamaño aún no precisado pero con una potencia capaz de levantar un peso de 10 millones de libras (5 mil toneladas).

—¿Cómo cree que serán esos cohetes?
—Según las informaciones difundidas por los rusos, es probable que el segmento superior de sus proyectiles interplanetarios no utilice hidrógeno líquido.

—¿Eso qué implica?
—Que habrá una limitación en cuanto al peso que puede soportar el cohete.

—Comparativamente con el Saturno, ¿cómo funcionará el artefacto impulsor ruso?
—Con un empuje superior en un tercio o en un 50 por ciento al que posee nuestro cohete, los soviéticos sólo podrán satelizar objetos que apenas pesen un quinto más.

—Y comparando ambos programas espaciales, ¿qué conclusiones obtiene?
—Que no es posible perder de vista el tiempo que trascurre entre el planeamiento de un proyecto y su realización. El lapso que media entre la idea y la concreción suele ser, promedio, de cinco a siete años; eso vale tanto para norteamericanos como para rusos. De tal modo, lo importante es planear primero, elegir las opciones iniciales, que son las que determinan, en última instancia, si un país está adelantado o retrasado en la órbita aeronáutica y espacial.

—¿Qué ejemplo puede esgrimir para precisar mejor su idea?
—Bueno . . . tomen el ejemplo del avión Concorde. Ya vuela, es muy bonito .. . pero el supersónico comercial norteamericano, que fue ideado antes y que todavía no está en el aire, irá más rápido y conducirá mayor cantidad de pasajeros. En materia espacial, los rusos han hecho una elección distinta de la nuestra. Al principio es probable que hubieran decidido ser los primeros en llegar a la Luna; por razones que no se conocen del todo, resolvieron cambiar de objetivos y concentraron todos los esfuerzos en montar estaciones espaciales. Leonid Brezhnev se ha referido recientemente a esta prioridad. Sin embargo, creo que nuestro plan de alcanzar los planetas del sistema solar, que ya está en marcha, puede tal vez adelantarse a los programas rusos en tal sentido, que al parecer no fueron totalmente esbozados.

—¿Lo asombró el lanzamiento del satélite chino?
—No. Los chinos fueron los primeros humanos que hicieron funcionar cohetes; hace de eso muchísimo tiempo. Su élite intelectual es numerosa y brillante. A partir de las enormes reservas humanas de que dispone, Mao puede permitirse seleccionar sus objetivos. El puede dirigir a su antojo los valores intelectuales y científicos de China, que no fueron afectados por la revolución cultural. Además, hay que reconocer que ciertas industrias de ese país son de primerísimo orden.

—Hablando de usted, personalmente, ¿a partir de qué momento tuvo la impresión de que no manejaba elementos de ciencia ficción y de que trabajaba a nivel científico?
—Jamás he tenido esa impresión de la que ustedes hablan. Para mí, la conquista del espacio nunca cobró aspectos de ciencia ficción. Cuando iba a la escuela, ya estaba seguro de que un día enviaría hombres a la Luna. Más bien temo que algunas previsiones mías sean retardatarias, demasiado conservadoras.

—¿Cómo es eso?
—Claro, el ser humano siempre está limitado por bloqueos mentales; cuando les hablaba de una gran tournée planetaria, ello podía sonar como el límite casi inalcanzable del quehacer humano, y no es así. Si hoy conversan ustedes con ciertos constructores de aviones, les oirán decir que han alcanzado el apogeo del conocimiento en tal o cual materia, y no es así, en absoluto. Siempre se inventará algo mejor.

—Finalmente, ¿cuál es la meta ulterior de la carrera espacial?, ¿qué pretende verdaderamente el hombre?
—La conquista espacial es algo tan natural como la vida misma: está inscripta en el destino del hombre. En la cadena evolutiva, éste empezó a reptar fuera del agua; ahora quiere reptar por el espacio. El hombre es un animal bastante débil y a fuerza de luchar se convirtió en lo que es. Ciertamente, hay una intención divina en la creación y se puede considerar a la Tierra como matriz del sistema solar: de tal modo, el hombre quizá aporte la chispa vital al universo. Es probable que los planetas que visitemos estén deshabitados y eso provocará, seguramente, una decepción; pero podremos hacer habitable lo que no lo es. Es el mayor desafío de nuestra época; técnicamente es posible construir ciudades en la Luna, y hasta imagino a un hombre de negocios que viva en la Luna y se queje amargamente de la gravedad terrestre. Es que el espacio es la gran posibilidad de la especie humana, el reservorio de proteínas, de sitios que resuelvan el problema de la superpoblación. Por eso, para mí, el sistema planetario es la gran puerta hacia la salvación del hombre.

Revista Siete Días Ilustrados
01.06.1970

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Por primera vez, el pope máximo de la astronáutica norteamericana revela sus ambiciosos planes de exploración del sistema solar. En reportaje exclusivo, detalla los pormenores de una odisea que se iniciará en 1977
Werner Von Braun