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Fulminante
ofensiva israelí
Movilizando sorpresiva y disciplinadamente sus fuerzas, los israelíes lograron en corto plazo una rotunda victoria sobre los árabes. Nasser, apoyado por Rusia, vio frustrados sus intentos de asfixiar a Israel
LOS GRANDES CULPABLES DE LA GUERRA
En el gravísimo conflicto armado entre el Estado de Israel y los países árabes, ya es posible precisar lineamientos claros y definir motivaciones: • La primera agresión: bloqueo del Golfo de Akaba. El rápido y desalentador retiro de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas permitió concentrar en torno a las fronteras del pequeño Israel una impresionante masa de casi ochenta mil soldados de la RAU, Jordania y Siria, con el aditamento de batallones irakeses y kuwaitíes. Nasser ocupó Charm El Sheik, que controla el estrecho de Tirán y la navegación del Golfo de Akaba, donde está el puerto israelí de Eilat, pulmón petrolero. La operación se llamaba "asfixia". La jugada de Nasser era un ataque directo contra la libre navegación de los mares: las naves de los EE. UU. y de Gran Bretaña se movilizaron en el Mediterráneo, y todo el mundo aguardó el desbloqueo de Akaba, hasta la Unión Soviética, que se apresuró a enviar naves a la zona en conflicto. Sin embargo, la lógica acción de las potencias en favor de la libertad de navegación no se produjo. Así, la asfixia se volvió intolerable, pese a lo cual los israelíes esperaron largos días mortales mientras el Consejo de Seguridad de la ONU se debatía en la indecisión. • La única salida: réplica para la supervivencia. La fulminante ofensiva israelí en el Desierto de Sinaí y en el "bolsón" jordano fue el acto necesario y ya impostergable de contraataque. El primer objetivo israelí fue conquistar Charm El Sheik, recuperar la libertad de navegación en el Golfo de Akaba, poder respirar otra vez con dos pulmones. La operación se llamaba "legítima defensa". • Civilización en plena guerra: El Estado de Israel, mientras le es posible, intenta salvaguardar un resto de derechos humanos en la crueldad bélica. Como es sabido, sus primeros grandes "raids" aéreos se concentraron en el aniquilamiento de la aviación enemiga y de otros objetivos estratégicos, sin bombardear zonas de población civil. Al apoderarse del sector jordano de Jerusalén, se cuidó con igual celo de mezquitas, templos católicos y monumentos caros a la religión mosaica. Moshé Dayan prometió absoluta libertad religiosa para católicos y para árabes, sin distinción de amigos o enemigos. • Pacifismo de vencedores: En el momento en que la campaña del Sinaí daba grandes triunfos a Israel, el mítico Moshé Dayan expresó su anhelo de una confederación de países palestinenses, que hermanara a Israel, Jordania y demás naciones de la región, sin otros lazos que los de una honesta cooperación igualitaria. Este no es un rasgo aislado. Mientras Choukeiry y otros jefes árabes pregonan el exterminio total del pueblo israelí, con un lenguaje que no se oía en el mundo desde la caída de Hitler, el Estado de Israel se refiere a los países árabes como a "sus vecinos", multiplica sus exhortaciones por el restablecimiento de la paz. Y no son sólo palabras. Mientras la Unión Soviética concentraba unilateralmente sus acusaciones sobre los israelíes, Tel Aviv solicitaba a Moscú que colaborase para restablecer una paz honesta. Ante la orden de cesar el fuego impartida por el Consejo de Seguridad de la ONU, la frontera jordano-israelí conoció la calma: es que las dos partes acararon el mandato supranacional, pese a que allí Israel iba venciendo. Si el fuego no cesó en otras fronteras, es porque la RAU no aceptó jamás suspender las hostilidades, y un cese del fuego unilateral por parte de Israel sería suicida. El pequeño país, que ha demostrado tener los mejores soldados del mundo, no quería en modo alguno esta guerra: baste recordar la profunda consternación de los israelíes cuando fue retirada la fuerza de paz de la ONU y cuando la rendición psicológica del rey Hussein ante Nasser los colocó dentro de un mortal círculo de acero, de diez naciones contra una sola. • Lo que está en juego: Después de los seis millones de muertos en la cámara de gas, los israelíes enfrentan otra vez una amenaza de exterminio masivo; sólo les queda luchar hasta el último hombre si la paz no llega. En el juego de los líderes árabes se mezclan objetivos nacionalistas y regionalistas justos e importantes con motivaciones espúreas, ambiciones personales y fanatismos ancestrales. Pero hay algo definitivo: ninguno de los diez países árabes en lucha contra los israelíes pone en juego su supervivencia nacional, ni menos aún su misma existencia biológica. • El papel de la Unión Soviética: Al agredir a los israelíes "asfixiándolos" con el bloqueo del Golfo de Akaba, Nasser no obró por sí solo, sino contando con el férreo respaldo de la Unión Soviética, interesada en implicar a los Estados Unidos en un segundo conflicto que los obligue a disminuir su presión en Vietnam. Rusia ha perdido prestigio ante el Tercer Mundo con su cautela en Vietnam, a la que se halla forzada ante todo por sus disidencias ideológicas con China: un triunfo de Nasser, gracias a su apoyo le devolvería el prestigio caduco. De paso, Rusia establecería un bloque adicto en la zona sureste del Mediterráneo y lograría acceso directo al petróleo del Medio Oriente, hoy en manos occidentales. • Los culpables: En resumen, los principales culpables del conflicto israelí-árabe, que amenazaba abrir las puertas a la tercera guerra mundial, son ya conocidos por la opinión pública. En primer lugar, la Unión Soviética, que alentó a Nasser en sus ambiciones desmedidas; el propio Nasser, que contravino la jurisprudencia internacional asfixiando a Israel con el bloqueo de Akaba; las grandes potencias occidentales que movilizaron inocuamente sus naves sin ser capaces de restaurar la libertad de los mares; las Naciones Unidas que retiraron las fuerzas de paz sin consultar previamente al Consejo de Seguridad. Demasiados culpables, mientras que se juega demasiado: miles, millones de vidas inocentes, con un interrogante pavoroso como telón de fondo. Un interrogante de forma parecida a la de un gigantesco hongo nuclear.
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