LA FUNCION DE LA EXPORTACION
Fragmentos de una Conferencia
Discurso pronunciado en la comida anual de la Cámara de Exportadores por el doctor Antonio F. Cafiero, ministro de Comercio Exterior, con motivo del Día de la Exportación, el 6 de noviembre de 1952.
COMERCIO LIBRE, DESARROLLO ECONOMICO E INDEPENDENCIA ECONOMICA

NO podemos negar la significación que, en el orden de la evolución económica nacional, tuvo la fecha histórica que se ha tomado como referencia para celebrar el Día de la Exportación (6 de Noviembre), en cuanto a partir de ella tuvo lugar la apertura del puerto de Buenos Aires al más libre comercio. Esa medida, si bien significó el punto de, partida de exportaciones crecientes que contribuyeron al engrandecimiento nacional, implicó también una política de importaciones indiscriminadas que afectaron sensiblemente nuestro naciente pero relativamente importante desenvolvimiento industrial. Ese fué el aspecto incuestionablemente negativo de aquella medida.
A partir de esa época, la economía nacional se supeditó al comercio exterior, que en lugar de contribuir al desarrollo armónico de las diversas regiones geográficas y sectores sociales del país, provocó un desequilibrio estructural que recién en estos últimos años ha comenzado a superarse.
Se configuró así una estructura económica primaria y colonial de características esencialmente agropecuarias, en la que una elevada proporción de las materias primas y los alimentos que con tanta prodigalidad ofrece el suelo argentino se exportaba a los países del resto del mundo, los que, a su vez, nos proveían de la mayor parte de los artículos manufacturados necesarios para nuestro consumo y de las maquinarias, equipos y otros elementos de producción requeridos en el país.
Inversiones extranjeras, política ferroviaria e inmigratoria y comercio exterior fueron factores que actuaron, muchas veces, más en favor de los intereses y las necesidades foráneas que de los auténticos requerimientos de la economía nacional.
Nuestra economía, supeditada por entero a los centros cíclicos mundiales, era una economía vulnerable a las fluctuaciones originadas en esos centros y merced a la ideología liberal predominante, crecía al margen de las necesidades del pueblo y de la Nación misma.
Es que los hombres de aquellos tiempos no comprendieron sino excepcionalmente la sabia profecía de Carlos Pellegrini, cuando afirmaba al comienzo de este siglo: El proteccionismo es el padre del comercio libre. Quiso significar con ello, muchos años antes de que los hechos probaran su aserto, que para un sano y amplio intercambio mundial se requerían países sanos y bien desarrollados internamente.
Pocos años después, al término de la primera guerra mundial, un economista y hombre de negocios, don Carlos Alfredo Torquinst, señalaba también con acierto extraordinario:
"El resumen del comercio exterior de la República es en todo sentido un resultado económico desastroso por la ineficacia de los gobiernos y del Parlamento para afrontar la situación excepcional producida por la guerra mundial. Nos ha convertido económicamente en vasallo de las economías desorganizadas y gravemente perjudicadas, para contribuir con nuestra riqueza al restablecimiento de aquéllas.
"La economía nacional ha sufrido gravemente porque hemos permitido que una competencia ruinosa no sólo destruya industrias nuevas y producciones que se habían arraigado en el país a raíz de la guerra, sino que sucumben industrias de firme tradición en la República."
La crisis de los 30 llamó con su dura realidad a la rectificación de la política liberal, pero los balbuceos de una nueva política económica a través del control de cambios, la devaluación del peso y la creación de juntas reguladoras de la producción agrícola no fueron suficientes como para producir los cambios revolucionarios exigidos por el desarrollo económico nacional.
Recién la segunda guerra mundial y el advenimiento victorioso de la revolución peronista permiten iniciar la gesta de nuestra independencia económica.
La integración industrial, la nacionalización de los servicios públicos, la reforma del régimen bancario y el comercio exterior al servicio de la economía nacional, fueron los aspectos fundamentales de la revolución llevada a cabo en nuestro país y constituyen los pilares sobre los que se afirma la independencia económica nacional.

LA ECONOMIA SOCIAL PERONISTA.
FUNCION DE LA EMPRESA
Esta reforma económica está inspirada en una nueva concepción doctrinaria: la economía social justicialista, fundada en el mismo humanismo que inspira toda la doctrina peronista. Al colocar al capital "al servicio de la economía nacional" y determinando que "la organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social", la doctrina económica del peronismo supera positivamente los extremos individualistas y colectivistas, señalando sabiamente que es la dignidad trascendente de la persona humana la única destinataria de la acción del capital, del dinero, de la propiedad, de los bienes. Y que colocar a aquélla bajo la explotación de éstos es sólo fermento de miseria moral y social.
En la consecución de tan noble objeto el Estado y las empresas privadas deben desarrollar, dentro de sus órbitas respectivas, una tarea de importancia singular.
La empresa, como ente de derecho privado que realiza una actividad económica en procura del lucro, tiene una función individual que cumplir, pero debe perseguir, asimismo, una función social. A tal fin, en la economía justicialista, se propende a que las empresas privadas, por su magnitud, organización jurídica-económica, grado de racionalización, ubicación y capacidad técnica, además de la consecución del objeto específico de su creación, tiendan a lograr "los fines de beneficio común del pueblo argentino". Solamente así su acción se conjugará con los intereses nacionales, sociales, políticos y económicos de la comunidad.
El justicialismo, siempre en su tercera posición ideológica, sostiene que la conducción económica de la Nación debe ser realizada conjuntamente por el gobierno y por los intereses que representan los productores, los comerciantes e industriales, los trabajadores y aun los mismos consumidores, lo cual equivale a significar: por el gobierno y el pueblo organizado.
Por eso el Excmo. Señor Presidente de la Nación propugna tan denodadamente la organización de la comunidad.
El gobierno está para hacer lo que el pueblo quiere y esto también tiene valor en el campo del gobierno económico. Y, para hacer en materia económica lo que el pueblo quiere, es necesario que el pueblo se exprese por medio de sus organizaciones económicas. Estas ideas peronistas han sido por fin comprendidas y en parte realizadas. Las organizaciones económicas han empezado a compartir con el propio gobierno la conducción de la economía nacional.
Frente a la función ordenadora y orientadora del Estado, corresponde, pues, a las empresas privadas el amplio campo de las iniciativas destinadas a obtener el aprovechamiento integral y racional de los recursos naturales de la Nación.
La inteligencia y la fuerza dinámica del hombre de negocios han de ser justamente valoradas, y en este despuntar de magníficas realidades que es la Nueva Argentina, cabe esperar del hombre de empresa de talla creadora, el aporte concreto de su entusiasmo y de su acción eficaz, que permita labrar la futura grandeza material de nuestro país.

LA ACCION DE IAPI EN LA POLITICA COMERCIAL INTERNACIONAL
Frente a este panorama —agudizado en la posguerra— la Revolución Peronista hubo de acudir a un instrumento que resultó formidable en su acción de defensa de los verdaderos valores que representa la producción nacional: el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio.
A través del celo vigilante y de la acción dinámica de este organismo pudo la economía nacional afrontar las alternativas del dislocado mercado mundial de posguerra y asegurar a los productores el bien ganado fruto de su esfuerzo y de sus constantes desvelos en favor del aumento de la producción.
Ellos producirán tranquilos mientras el IAPI, o sus propias organizaciones, con criterio y en el interés argentinos, los representen y realicen en condiciones equitativas la colocación externa de la riqueza básica del país.
En ese sentido le ha correspondido al IAPI contribuir a la mejora de los términos del intercambio, secularmente deteriorados, obteniendo precios remunerativos para nuestros productos, alcanzando una justa y equitativa relación de precios.
Con idéntico propósito se prosigue intensamente la política de convenios bilaterales con otros países y se desarrolla en la actualidad la tramitación de otros importantes tratados, algunos de los cuales se encuentran ya muy adelantados y en los demás se trata de coordinar puntos de vista de índole técnica hasta ahora no coincidentes, aun cuando en ningún caso se está en presencia de inconvenientes que puedan conceptuarse insalvables.
Las operaciones previstas en todos los convenios que el país suscriba se efectuarán sobre la base de la ya difundida fórmula de "Vender a quien nos vende lo que nosotros necesitamos''. Ello es así, por cuanto una visión realista de la esencialidad de los productos que constituyen nuestros mayores saldos exportables, nos permite exigir que éstos resulten, a su vez, el vehículo a través del cual el país obtenga los materiales básicos que su pujante desarrollo económico requiere.

LA ACCION DE LOS EXPORTADORES
La trascendental importancia que asumen las exportaciones en los actuales momentos, en que el país necesita aumentar considerablemente su poder de compra en el exterior para acentuar el ritmo de su progreso económico, ha determinado al Gobierno Nacional a convocar a todos los representantes de las fuerzas vinculadas con el comercio exterior para que, en unión con funcionarios del Estado, estudien la posibilidad concreta de incorporar a nuestras ventas en el exterior nuevos productos, diversificar los mercados y simplificar las tramitaciones administrativas y remover cualquier obstáculo que se oponga al crecimiento constante de aquellas.
Ha quedado constituida, así, la Comisión de Fomento de las Exportaciones, en la cual podrán hacer escuchar su voz quienes están directamente interesados en tan importante actividad. De tal manera, el gobierno del General Perón da un nuevo ejemplo de su firme voluntad de cumplir, en la medida de las posibilidades a su alcance, con los anhelos legítimos del pueblo.
La referida Comisión tiene actualmente a estudio un nuevo régimen que acelera los trámites administrativos, satisfaciendo con ello un anhelo reiteradamente expresado.
Además, la Comisión de Fomento ha elevado un adecuado régimen para la fiscalización de los valores y dé los precios de las exportaciones, con lo que se obtendrá la supresión de las maniobras dolosas que restan a su verdadero destinatario, el pueblo, una parte del producido de la venta de los bienes exportados.
Con la misma finalidad vigilaremos celosamente las prácticas comerciales en relación con nuestras exportaciones, defendiendo y fomentando con ello las relaciones internacionales y salvaguardando el prestigio nacional y los principios de ética comercial, para asegurar, además, que la calidad de los productos corresponda a la convenida entre las partes.
Del mismo modo trataremos de crear en el exterior un clima de conocimiento real de la economía argentina, tanto de sus posibilidades como de sus necesidades presentes y futuras, por todos los medios de difusión adecuados a ese fin y, en especial, mediante la acción que realizan las cámaras de comercio y las oficinas comerciales en el exterior, la participación en ferias y muestras internacionales e instruyendo a nuestros consejeros económicos para que no limiten su función al cumplimiento de tareas informativas, sino también y fundamentalmente que ellas sean realmente promotoras del intercambio.
Las medidas anteriormente enunciadas demuestran el firme propósito del gobierno nacional de crear una conciencia exportadora y de intensificar al máximo las exportaciones, trazando lineamientos más racionales en materia de comercio exterior, con el apoyo y la colaboración de todos los interesados .
El Excmo. Señor Presidente de la Nación, General Juan Perón, ha hecho pública reiteradamente la decisión del gobierno en el sentido de entregar a los auténticos productores el fruto íntegro de su trabajo.
Para contribuir al logro de tan patriótica finalidad, el Departamento de Estado a mi cargo pondrá a las cooperativas compuestas por auténticos productores en condiciones de realizar sus ventas directamente en el exterior, lo que habrá de convertirlas también en exportadoras. Colaborarán, así, con los actuales exportadores en el propósito de vender nuestros productos a los precios más justos, diversificando y consolidando mercados.
En síntesis, la respuesta al interrogante de cuál es el pensamiento oficial respecto a la función que dentro de nuestra concepción económica queda librada al comercio exportador en general, no puede quedar sino enmarcada dentro de los principios generales de la política económica peronista.
El país tiene una particular política comercial exterior, y para realizarla con eficacia habrá de utilizar, en esta etapa de su evolución, los medios que estime más convenientes, sea a través de firmas exportadoras privadas, del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, de las cooperativas o de cualquier otro medio; lo que importa es asegurar justamente la eficacia nacional de esa política comercial exterior. Con ello quiero afirmar que la respuesta a este interrogante no sólo estará dada por las circunstancias, sino que también será, en amplia medida, aconsejada por la fidelidad que hacia esa política pongan en juego los factores enunciados. Ha quedado claro que no sentimos prejuicio alguno hacia la acción privada en este campo de la actividad económica, pero sí entendemos que ella debe respetar ciertas premisas básicas.
En primer lugar, tales actividades deben desarrollarse dentro de normas competitivas y adecuadas, esto es, el comercio exportador, en aquella esfera que se realice por la actividad privada, no debe ser motivo para la creación de monopolios ni de combinaciones tendientes á perturbar la mejor eficacia de nuestra política comercial.
En segundo lugar, debe evitarse severamente cualquier clase de maniobras tendientes a eludir las normas cambiarias e impositivas vigentes y para ello existen y se practican los controles necesarios, los cuales tratamos de agilizar a efectos de que no se conviertan en una rémora para el comercio de exportación.
En tercer lugar, las características cercanas a la de un servicio público delegado por el Estado, en que la Constitución transforma a las actividades del comercio de importación y exportación, limitan necesariamente aquellas actividades que involucran un excesivo lucro por parte de los exportadores, ya que con ello se vulneraría la fundamental premisa de procurar traspasar al productor la retribución justa que su esfuerzo merece.
Revista Caras y Caretas
01.1953

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