NO podemos negar la
significación que, en el orden de la evolución
económica nacional, tuvo la fecha histórica que se
ha tomado como referencia para celebrar el Día de
la Exportación (6 de Noviembre), en cuanto a
partir de ella tuvo lugar la apertura del puerto
de Buenos Aires al más libre comercio. Esa medida,
si bien significó el punto de, partida de
exportaciones crecientes que contribuyeron al
engrandecimiento nacional, implicó también una
política de importaciones indiscriminadas que
afectaron sensiblemente nuestro naciente pero
relativamente importante desenvolvimiento
industrial. Ese fué el aspecto incuestionablemente
negativo de aquella medida.
A partir de esa época,
la economía nacional se supeditó al comercio
exterior, que en lugar de contribuir al desarrollo
armónico de las diversas regiones geográficas y
sectores sociales del país, provocó un
desequilibrio estructural que recién en estos
últimos años ha comenzado a superarse.
Se configuró así una
estructura económica primaria y colonial de
características esencialmente agropecuarias, en la
que una elevada proporción de las materias primas
y los alimentos que con tanta prodigalidad ofrece
el suelo argentino se exportaba a los países del
resto del mundo, los que, a su vez, nos proveían
de la mayor parte de los artículos manufacturados
necesarios para nuestro consumo y de las
maquinarias, equipos y otros elementos de
producción requeridos en el país.
Inversiones
extranjeras, política ferroviaria e inmigratoria y
comercio exterior fueron factores que actuaron,
muchas veces, más en favor de los intereses y las
necesidades foráneas que de los auténticos
requerimientos de la economía nacional.
Nuestra economía,
supeditada por entero a los centros cíclicos
mundiales, era una economía vulnerable a las
fluctuaciones originadas en esos centros y merced
a la ideología liberal predominante, crecía al
margen de las necesidades del pueblo y de la
Nación misma.
Es que los hombres de
aquellos tiempos no comprendieron sino
excepcionalmente la sabia profecía de Carlos
Pellegrini, cuando afirmaba al comienzo de este
siglo: El proteccionismo es el padre del comercio
libre. Quiso significar con ello, muchos años
antes de que los hechos probaran su aserto, que
para un sano y amplio intercambio mundial se
requerían países sanos y bien desarrollados
internamente.
Pocos años después, al
término de la primera guerra mundial, un
economista y hombre de negocios, don Carlos
Alfredo Torquinst, señalaba también con acierto
extraordinario:
"El resumen del
comercio exterior de la República es en todo
sentido un resultado económico desastroso por la
ineficacia de los gobiernos y del Parlamento para
afrontar la situación excepcional producida por la
guerra mundial. Nos ha convertido económicamente
en vasallo de las economías desorganizadas y
gravemente perjudicadas, para contribuir con
nuestra riqueza al restablecimiento de aquéllas.
"La economía nacional
ha sufrido gravemente porque hemos permitido que
una competencia ruinosa no sólo destruya
industrias nuevas y producciones que se habían
arraigado en el país a raíz de la guerra, sino que
sucumben industrias de firme tradición en la
República."
La crisis de los 30
llamó con su dura realidad a la rectificación de
la política liberal, pero los balbuceos de una
nueva política económica a través del control de
cambios, la devaluación del peso y la creación de
juntas reguladoras de la producción agrícola no
fueron suficientes como para producir los cambios
revolucionarios exigidos por el desarrollo
económico nacional.
Recién la segunda
guerra mundial y el advenimiento victorioso de la
revolución peronista permiten iniciar la gesta de
nuestra independencia económica.
La integración
industrial, la nacionalización de los servicios
públicos, la reforma del régimen bancario y el
comercio exterior al servicio de la economía
nacional, fueron los aspectos fundamentales de la
revolución llevada a cabo en nuestro país y
constituyen los pilares sobre los que se afirma la
independencia económica nacional.
LA ECONOMIA SOCIAL
PERONISTA.
FUNCION DE LA EMPRESA
Esta reforma económica
está inspirada en una nueva concepción
doctrinaria: la economía social justicialista,
fundada en el mismo humanismo que inspira toda la
doctrina peronista. Al colocar al capital "al
servicio de la economía nacional" y determinando
que "la organización de la riqueza y su
explotación tienen por fin el bienestar del
pueblo, dentro de un orden económico conforme a
los principios de la justicia social", la doctrina
económica del peronismo supera positivamente los
extremos individualistas y colectivistas,
señalando sabiamente que es la dignidad
trascendente de la persona humana la única
destinataria de la acción del capital, del dinero,
de la propiedad, de los bienes. Y que colocar a
aquélla bajo la explotación de éstos es sólo
fermento de miseria moral y social.
En la consecución de
tan noble objeto el Estado y las empresas privadas
deben desarrollar, dentro de sus órbitas
respectivas, una tarea de importancia singular.
La empresa, como ente
de derecho privado que realiza una actividad
económica en procura del lucro, tiene una función
individual que cumplir, pero debe perseguir,
asimismo, una función social. A tal fin, en la
economía justicialista, se propende a que las
empresas privadas, por su magnitud, organización
jurídica-económica, grado de racionalización,
ubicación y capacidad técnica, además de la
consecución del objeto específico de su creación,
tiendan a lograr "los fines de beneficio común del
pueblo argentino". Solamente así su acción se
conjugará con los intereses nacionales, sociales,
políticos y económicos de la comunidad.
El justicialismo,
siempre en su tercera posición ideológica,
sostiene que la conducción económica de la Nación
debe ser realizada conjuntamente por el gobierno y
por los intereses que representan los productores,
los comerciantes e industriales, los trabajadores
y aun los mismos consumidores, lo cual equivale a
significar: por el gobierno y el pueblo
organizado.
Por eso el Excmo.
Señor Presidente de la Nación propugna tan
denodadamente la organización de la comunidad.
El gobierno está para
hacer lo que el pueblo quiere y esto también tiene
valor en el campo del gobierno económico. Y, para
hacer en materia económica lo que el pueblo
quiere, es necesario que el pueblo se exprese por
medio de sus organizaciones económicas. Estas
ideas peronistas han sido por fin comprendidas y
en parte realizadas. Las organizaciones económicas
han empezado a compartir con el
propio gobierno la conducción de la economía
nacional.
Frente a la función
ordenadora y orientadora del Estado, corresponde,
pues, a las empresas privadas el amplio campo de
las iniciativas destinadas a obtener el
aprovechamiento integral y racional de los
recursos naturales de la Nación.
La inteligencia y la
fuerza dinámica del hombre de negocios han de ser
justamente valoradas, y en este despuntar de
magníficas realidades que es la Nueva Argentina,
cabe esperar del hombre de empresa de talla
creadora, el aporte concreto de su entusiasmo y de
su acción eficaz, que permita labrar la futura
grandeza material de nuestro país.
LA ACCION DE IAPI EN
LA POLITICA COMERCIAL INTERNACIONAL
Frente a este panorama
—agudizado en la posguerra— la Revolución
Peronista hubo de acudir a un instrumento que
resultó formidable en su acción de defensa de los
verdaderos valores que representa la producción
nacional: el Instituto Argentino de Promoción del
Intercambio.
A través del celo
vigilante y de la acción dinámica de este
organismo pudo la economía nacional afrontar las
alternativas del dislocado mercado mundial de
posguerra y asegurar a los productores el bien
ganado fruto de su esfuerzo y de sus constantes
desvelos en favor del aumento de la producción.
Ellos producirán
tranquilos mientras el IAPI, o sus propias
organizaciones, con criterio y en el interés
argentinos, los representen y realicen en
condiciones equitativas la colocación externa de
la riqueza básica del país.
En ese sentido le ha
correspondido al IAPI contribuir a la mejora de
los términos del intercambio, secularmente
deteriorados, obteniendo precios remunerativos
para nuestros productos, alcanzando una justa y
equitativa relación de precios.
Con idéntico propósito
se prosigue intensamente la política de convenios
bilaterales con otros países y se desarrolla en la
actualidad la tramitación de otros importantes
tratados, algunos de los cuales se encuentran ya
muy adelantados y en los demás se trata de
coordinar puntos de vista de índole técnica hasta
ahora no coincidentes, aun cuando en ningún caso
se está en presencia de inconvenientes que puedan
conceptuarse insalvables.
Las operaciones
previstas en todos los convenios que el país
suscriba se efectuarán sobre la base de la ya
difundida fórmula de "Vender a quien nos vende lo
que nosotros necesitamos''. Ello es así, por
cuanto una visión realista de la esencialidad de
los productos que constituyen nuestros mayores
saldos exportables, nos permite exigir que éstos
resulten, a su vez, el vehículo a través del cual
el país obtenga los materiales básicos que su
pujante desarrollo económico requiere.
LA ACCION DE LOS
EXPORTADORES
La trascendental
importancia que asumen las exportaciones en los
actuales momentos, en que el país necesita
aumentar considerablemente su poder de compra en
el exterior para acentuar el ritmo de su progreso
económico, ha determinado al Gobierno Nacional a
convocar a todos los representantes de las fuerzas
vinculadas con el comercio exterior para que, en
unión con funcionarios del Estado, estudien la
posibilidad concreta de incorporar a nuestras
ventas en el exterior nuevos productos,
diversificar los mercados y simplificar las
tramitaciones administrativas y remover cualquier
obstáculo que se oponga al crecimiento constante
de aquellas.
Ha quedado
constituida, así, la Comisión de Fomento de las
Exportaciones, en la cual podrán hacer escuchar su
voz quienes están directamente interesados en tan
importante actividad. De tal manera, el gobierno
del General Perón da un nuevo ejemplo de su firme
voluntad de cumplir, en la medida de las
posibilidades a su alcance, con los anhelos
legítimos del pueblo.
La referida Comisión
tiene actualmente a estudio un nuevo régimen que
acelera los trámites administrativos,
satisfaciendo con ello un anhelo reiteradamente
expresado.
Además, la Comisión de
Fomento ha elevado un adecuado régimen para la
fiscalización de los valores y dé los precios de
las exportaciones, con lo que se obtendrá la
supresión de las maniobras dolosas que restan a su
verdadero destinatario, el pueblo, una parte del
producido de la venta de los bienes exportados.
Con la misma finalidad
vigilaremos celosamente las prácticas comerciales
en relación con nuestras exportaciones,
defendiendo y fomentando con ello las relaciones
internacionales y salvaguardando el prestigio
nacional y los principios de ética comercial, para
asegurar, además, que la calidad de los productos
corresponda a la convenida entre las partes.
Del mismo modo
trataremos de crear en el exterior un clima de
conocimiento real de la economía argentina, tanto
de sus posibilidades como de sus necesidades
presentes y futuras, por todos los medios de
difusión adecuados a ese fin y, en especial,
mediante la acción que realizan las cámaras de
comercio y las oficinas comerciales en el
exterior, la participación en ferias y muestras
internacionales e instruyendo a nuestros
consejeros económicos para que no limiten su
función al cumplimiento de tareas informativas,
sino también y fundamentalmente que ellas sean
realmente promotoras del intercambio.
Las medidas
anteriormente enunciadas demuestran el firme
propósito del gobierno nacional de crear una
conciencia exportadora y de intensificar al máximo
las exportaciones, trazando lineamientos más
racionales en materia de comercio exterior, con el
apoyo y la colaboración de todos los interesados .
El Excmo. Señor
Presidente de la Nación, General Juan Perón, ha
hecho pública reiteradamente la decisión del
gobierno en el sentido de entregar a los
auténticos productores el fruto íntegro de su
trabajo.
Para contribuir al
logro de tan patriótica finalidad, el Departamento
de Estado a mi cargo pondrá a las cooperativas
compuestas por auténticos productores en
condiciones de realizar sus ventas directamente en
el exterior, lo que habrá de convertirlas también
en exportadoras. Colaborarán, así, con los
actuales exportadores en el propósito de vender
nuestros productos a los precios más justos,
diversificando y consolidando mercados.
En síntesis, la
respuesta al interrogante de cuál es el
pensamiento oficial respecto a la función que
dentro de nuestra concepción económica queda
librada al comercio exportador en general, no
puede quedar sino enmarcada dentro de los
principios generales de la política económica
peronista.
El país tiene una
particular política comercial exterior, y para
realizarla con eficacia habrá de utilizar, en esta
etapa de su evolución, los medios que estime más
convenientes, sea a través de firmas exportadoras
privadas, del Instituto Argentino de Promoción del
Intercambio, de las cooperativas o de cualquier
otro medio; lo que importa es asegurar justamente
la eficacia nacional de esa política comercial
exterior. Con ello quiero afirmar que la respuesta
a este interrogante no sólo estará dada por las
circunstancias, sino que también será, en amplia
medida, aconsejada por la fidelidad que hacia esa
política pongan en juego los factores enunciados.
Ha quedado claro que no sentimos prejuicio alguno
hacia la acción privada en este campo de la
actividad económica, pero sí entendemos que ella
debe respetar ciertas premisas básicas.
En primer lugar, tales
actividades deben desarrollarse dentro de normas
competitivas y adecuadas, esto es, el comercio
exportador, en aquella esfera que se realice por
la actividad privada, no debe ser motivo para la
creación de monopolios ni de combinaciones
tendientes á perturbar la mejor eficacia de
nuestra política comercial.
En segundo lugar, debe
evitarse severamente cualquier clase de maniobras
tendientes a eludir las normas cambiarias e
impositivas vigentes y para ello existen y se
practican los controles necesarios, los cuales
tratamos de agilizar a efectos de que no se
conviertan en una rémora para el comercio de
exportación.
En tercer lugar, las
características cercanas a la de un servicio
público delegado por el Estado, en que la
Constitución transforma a las actividades del
comercio de importación y exportación, limitan
necesariamente aquellas actividades que involucran
un excesivo lucro por parte de los exportadores,
ya que con ello se vulneraría la fundamental
premisa de procurar traspasar al productor la
retribución justa que su esfuerzo merece.
Revista Caras y
Caretas
01.1953
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