Las opiniones de Arturo Frondizi
En Mar del Plata, disfrutando del buen sol y de la posibilidad de difundir sus ideas, el ex presidente aportó definiciones sobre la actual situación del país y otras de índole personal

"No pienso presentar mi candidatura dijo rozagante, verborrágico, con unos cuantos kilos más que en las épocas en que todos lo conocían como El Flaco, Arturo Frondizi, ex presidente constitucional de los argentinos, recaló en Mar del Plata —escala de una gira— para descansar un par de días y alborotar, de paso, el ya conmocionado avispero político de la zona. Porque a la visita de A.F. se sumaron, en los últimos días de enero, las de Arturo Illia, Roberto Marcelo Levingston e Isabel Martínez de Perón (ver número 247). La presencia de Frondizi tuvo, sin embargo, características especiales: fue el único interesado en promocionar su actividad política. Se ocupó de fustigar cuanto pudo al gobierno del general Alejandro Lanusse y permitió que infinidad de curiosos se acercaran a él para dialogar, para pedirle autógrafos o para recriminarle —ahora irónicamente— algún añejo golpe del timón político. Así, cuando aceptó dar un paseo por la costa en compañía de su señora, Elena Faggionato, y de los enviados especiales de SIETE DIAS, pudo regodearse con los escozores de la fama y conocer, también, las penurias del olvido. Porque mientras algunos turistas se preguntaban admirados si ese señor de traje y corbata que recorría la playa Brístol era no más Arturo Frondizi, otros —con menos memoria visual— transitaban despreocupadas amnesias veraniegas.
Claro que ningún caso tan significativo como el que protagonizó un grupo de artesanos que trabajaba prolijamente a la entrada del Torreón: entusiasmado por sus creaciones, los chirimbolos de siempre, el ex presidente se acercó a ellos e intentó iniciar un diálogo. No lo reconocieron y continuaron su tarea sin atender al intruso que hurgaba entre la multitud de anillos, collares y dijes. Frondizi les preguntó cuántos años tenían y si habían votado alguna vez: los jóvenes dijeron sus edades —ninguno superaba los 23 años— y al unísono respondieron que jamás habían pisado un cuarto oscuro. El líder desarrollista se marchó, entonces, mascullando entre dientes esta frase: "No votaron nunca; ¿sabrán ellos por qué no han votado nunca?". Poco después, algún comedido informó a los artesanos con quien habían estado hablando y sobrevino el sobresalto: arrepentidos de su mala memoria, se acercaron hasta Frondizi, explicaron que no lo habían reconocido —obvio— y le obsequiaron un anillo. El se explayó entonces sobre la participación de la juventud en el proceso político; el episodio sirvió para que SIETE DIAS iniciara una charla con el ex presidente, cuyas partes fundamentales son éstas.
—¿Cuáles son los motivos de su visita a Mar del Plata?
—Junto con otros hombres vinculados al Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), estamos trabajando en la creación de un gran movimiento nacional, de un poder político fuerte con capacidad de decisión. Mi viaje forma parte de esa tarea y está destinado a realizar contactos a distintos niveles para afianzar al movimiento.
—¿Esos contactos se realizan con gente del peronismo, con la señora Isabel Martínez, por ejemplo?
—Yo no he conversado con la señora Isabel Martínez; circuló ese rumor pero es falso. Frigerio conversó con ella.
—Frigerio viajó a Europa. ¿De sus conversaciones con Perón puede surgir el "gran movimiento nacional" al que usted se refería?
—El gran movimiento nacional es un acuerdo de todos los sectores del país que están agredidos por los monopolios internacionales. Por lo tanto tiene que surgir de una coincidencia del pueblo y no de un acuerdo entre los dirigentes. Yo pienso que si bien el peronismo es un sector capaz de ganar las elecciones por su gran arrastre cuantitativo, no puede concurrir solo a los comicios y debe buscar alianzas que le permitan integrarse a una fuerza en la que participe el grueso de los argentinos.
—¿Eso significa que usted cree que Perón se integrará al movimiento?
—Yo no puedo anticipar las estrategias del general Perón. Creo que él está interesado en hacerle cumplir al gobierno todo lo que ha prometido y en hacer que el gobierno aumente sus promesas. Pero no sé en qué condiciones específicas piensa concurrir a los comicios. Repito que no creo que le convenga hacerlo solo.
—Usted dijo que al gran movimiento nacional deben integrarse todos los sectores agredidos por los monopolios internacionales. ¿Puede especificar cuáles son esos sectores?
—La clase obrera, el empresariado nacional, la inteligencia y los sectores más progresistas y conscientes de las Fuerzas Armadas.
—Su enumeración no incluye a la clase media. . .
—Bueno, está involucrada en lo que llamo la inteligencia, porque me refiero a profesionales y técnicos. Creo que todos estos sectores reciben la agresión de las fuerzas internacionales que mantienen subdesarrollado al país, y en esta circunstancia histórica es posible una alianza entre todas esas clases. Eso no significa que desaparezcan los antagonismos que hay entre ellas, pero lo importante ahora es el proceso de liberación nacional y por eso hay que integrar a todos los sectores en torno de una revolución nacional que logre la independencia económica del país con respecto a las metrópolis extranjeras.
—Sus afirmaciones se asemejan a las de algunos sectores de la izquierda, incluso el peronismo vinculado a las universidades, que afirman que las contradicciones argentinas no son entre clases sociales, sino entre metrópoli y colonia o, si se quiere, entre país dominante y país dominado.
—A mí no me preocupan las definiciones de izquierda, derecha o centro. Lo que me importa es el análisis de la situación objetiva del país. Para comprender cómo están de desvirtuados esos términos basta con recordar que Lanusse definió a su gobierno como de centro-izquierda. Y me parece que su gestión no tiene nada que ver con lo que tradicionalmente se entiende por centro-izquierda. Por otro lado, creo que el problema de las denominaciones en torno al desarrollo y al subdesarrollo, independencia nacional o colonial, exceden al bizantinismo semántico. Quiero decir que no se puede aceptar, por ejemplo, la denominación en vías de desarrollo, porque eso supondría aceptar que un país se está desarrollando, y ése no es el caso de la Argentina.
—¿Cómo cree usted, entonces, que se vincula un país colonial con la metrópoli?
—Dependiendo de ésta, no desarrollando su infraestructura productiva.
—¿Y usted entiende que es posible lograr lo que ha llamado "un proceso de liberación nacional" desarrollando esa infraestructura, pero sin alterar básicamente las relaciones con la metrópoli?
—Sí, porque en las condiciones actuales de la producción mundial, el alto grado de evolución tecnológica obliga a los países más adelantados a buscar mercados en otras áreas, y para eso los norteamericanos, los europeos, los soviéticos y los japoneses necesitan el desarrollo de Latinoamérica y de otras regiones. Se podría analizar, por ejemplo, el viaje de Nixon a China Comunista. Cuando yo era presidente tuve oportunidad de hablar con Kennedy y le anuncié un proceso similar al que se dio este año, porque los grandes consorcios productores de maquinarias necesitan mercados donde ubicar su producción, y China es un comprador potencial que no pueden desperdiciar por razones ideológicas. Eso explica la apertura de Estados Unidos hacia China comunista.
—Usted acaba de mencionar la época en que era presidente: ¿se imagina nuevamente como jefe de estado?
—Yo no pienso presentar mi candidatura, no me interesa ser presidente, sólo quiero trabajar para mi país.
—¿Qué estrategias está desarrollando para los comicios?
—Si se crea un movimiento nacional que integre a todos los sectores opuestos al retroceso del país, ese movimiento va a hacer la revolución por las urnas y va a desbordar cualquier tentativa de trampa que quiera hacer el gobierno.
—¿Qué significa que "va a desbordar cualquier tentativa de trampa"?
—Eso quiere decir que la presión popular va a obligar a las Fuerzas Armadas a entregar el poder de acuerdo a lo que han prometido, porque no hay ninguna fuerza armada que sea capaz de enfrentarse con el grueso del pueblo.
—¿Eso quiere decir que el pueblo se enfrentaría violentamente con las Fuerzas Armadas?
—Yo no soy adivino, no sé qué puede pasar si las Fuerzas Armadas, o mejor dicho, ciertos grupos de las Fuerzas Armadas, no se avienen a cumplir la palabra empeñada. Creo que si eso llega a ocurrir, no sólo va a reaccionar el pueblo sino que también van a reaccionar algunos sectores de las FF.AA.
—¿Qué sectores?
—Bueno, los altos mandos. No son las Fuerzas Armadas las que ostentan el gobierno sino los altos mandos. Últimamente, por ejemplo, se habla mucho de la candidatura de Lanusse; yo creo que él tiene todo el derecho del mundo a ser candidato en unas elecciones libres. Pero que permita que se inscriban otros candidatos sin restricciones y sin trampas, y ya vamos a ver como vota el pueblo.
Revista Siete Días Ilustrados
14/02/1972


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