Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

CARLOS GARDEL:
UNA INFANCIA TRISTE Y UN TRAGICO FINAL...

MIENTRAS el cariño y el culto a Carlos Gardel se acrecentaba a través del tiempo y la distancia en las multitudes —especialmente humildes— de casi toda América, aparecieron en los últimos tiempos algunos brotes antigardelianas, aislados y minúsculos, pero crueles y sin otra razón aparente que la de lograr repercusión con lo insólito de un ataque, más que al mito, a la motivación popular que lo creó y lo preserva.
Sus detractores -tres o cuatro, a lo sumo- han incursionado con fruición desconcertante hasta en la remota intimidad de su madre, una humilde planchadora que vegetó en una sociedad insensible y sin concesiones ni pretensión al caído; en su deambular desesperado de muchacha pobre por las barriadas humildes de una ciudad sin preocupación por las clases necesitadas; en su adolescencia caminadora de calles donde el cartel '"no hay vacantes" era el testimonio de la desocupación que condenaba al hombre a la vagancia; y cuando los cantantes populares no tenían otro marco que los "peringundines", los almacenes, las pulperías y las casas "non sanctas"..., además de algún trashumante circo criollo,.,
Y se "investiga" su vida, con la óptica de 1970 ó 1971, cuando la vida de hasta un intérprete que recién surge tiene promoción en revistas, diarios, radios, televisión, etc.
En estas líneas vamos a hilvanar la vida de Carlos Gardel, en su tránsito por un tiempo difícil y con oportunidades, exigencias y ámbitos distintos a los actuales. Una vida tal como podemos relatarla a través de datos creíbles y no de oscuras hipótesis en sus comienzos, y como la vimos después, siendo testigos (en nuestra juventud) del andar, las relaciones, las palabras, las tristezas y los éxitos del popular cantor...
Y como síntesis, recordemos cuál era la reacción del porteño de su tiempo ante el Gardel que él veía pasar por Corrientes, o por el Abasto, o por la pantalla del modesto cine de barrio: Carlitos constituía el triunfador del medio que lo subestimaba, porque
vivía en el arrabal o en los extramuros; el que al ingresar a ese medio, por sus propios esfuerzos "empilchaba como los bacanes" y los superaba en elegancia; él que hacía emocionar a los "señores" cantando las historias pequeñas pero amargas y terribles del pobrerío que acepta resignado o quiere evadirse de su condición; el triunfador, en fin, que con los personajes de ese mundo negado logra conquistar a quienes hasta entonces lo despreciaban o inferiorizaban.
"Pinta de varón"..dice con admiración el porteño que va a la fábrica o ama las esquinas porterías de los barrios lejanos en que vive... Y que escucha sus propias voces en la voz del gran intérprete, sea en el hipódromo, aclamando a "Legui" sea justificando al que "cacha la barreta para robar un poco de pan"; sea rebelándose de asombro ante los hombres que van, engrillados, en la "Santa Cruz o simplemente, añora el amor fugaz vivido en una mísera casa de pensión... Gardel no se encasilla en partido alguno: refleja estados de ánimos, personajes típicos, dramas cotidianos, angustias insalvables del pueblo, de la ciudad en que vive...
Esta es su imagen... No podrán destruirla agitando las sombras de su vida, con episodios confusos o inexistentes, manipulando la hipótesis antes que la simple realidad, o fingiendo que el Buenos Aires de entonces tiene semejanza con éste, desde cuya cómoda atalaya se intenta ubicar al hombre fuera de su tiempo... Es cierto que la vida de Carlos está cargada de sombras, por imperio de todo lo expuesto, pero el pueblo lo busca y lo quiere en la claridad de sus canciones, en el mensaje de aquella ciudad que sirvió para construir esta otra distinta, en los seres que protagonizó arrancándolos de la realidad... Por esto, es mito..., y por esto, "cada día canta mejor"...
El 22 de diciembre de 1890, en Toulouse (Francia), Berta Gardes denuncia ante la Alcaldía del distrito que, el 11 del mismo mes, ha sido madre de un niño, al que inscribe con el nombre de Carlos Romualdo, Berta tiene, entonces, 23 ó 24 años. Su maternidad en soltería es un episodio no insólito en aquel tiempo entre la gente muy pobre que debe trabajar en hogares de familias nobles o muy acomodadas. Tal vez, para evitar los infamables comentarios entre sus compañeras, decide, poco después, emigrar... Viaja a Uruguay, se instala en Tacuarembó, y luego en Montevideo, con su pequeño hijo a cuestas. En 1893 llega a Buenos Aires... Se gana la vida humildemente, ejerciendo el modesto oficio de planchadora... A veces "lava ropa para afuera". Su chico, más tarde, comienza a ir a la escuela. Para ella es un inmenso sacrificio darle educación a Carlitos. Lo ubica en un colegio de la calle Tucumán al 2600. Es un buen alumno. Debe sacarlo de allí, e ingresa al Colegio de Don Bosco, en Avda. La Plata y Victoria (hoy Hipólito Irigoyen). Carlitos no es un alumno brillante, pero tampoco un mal alumno. Inclusive canta en el coro del colegio. Se afirma que fue condiscípulo y compañero de otro llamado a lograr culto y veneración, aunque por caminos muy distintos: Ceferino Namuncurá.,.

• AQUEL BUENOS AIRES
Doña Berta vivía en un inquilinato.
La amistad de Tito Lusiardo con Gardel, si bien había nacido en Buenos Aires, se solidificó en los Estados Unidos, adonde el primero fue llamado para actuar junto al "Zorzal" en "El día que me quieras" y "Tango Bar".
La ciudad era, entonces, más dura y difícil que hoy. Largas distancias, una clase social enriquecida basada en la riqueza agropecuaria, pocas industrias para cubrir las necesidades más perentorias: alpargatas, mataderos, sebo, fósforos, etc. Los barrios humildes carecían de luz, o tenían, a lo sumo, un mísero farol en las esquinas. Veredas de ladrillos —cuando las había—calles de tierra, extensos baldíos, barracas, corralones...
Los inmigrantes, masticando esperanzas y esfuerzos en los conventillos. Carlitos veía a su madre en el piletón, lavando ropa ajena; o frente a la mesa de planchar, doblando las espaldas en interminables jornadas, para ganar unos míseros centavos...
Desde niño, pues, conoció la miseria, la pobreza, la subestimación... Comprendió que era preciso salir a ganar unos centavos más para que "mamá Berta" no siguiera el camino de otras tantas que terminaban con sus pulmones destrozados en un hospital, casi sin atención... Por eso, siendo una criatura, comienza a vagabundear, en las horas libres primero, abandonando los estudios, después, en busca de una ocupación, de algo en qué lograr unas chirolas. Esta es su infancia. Tenía apenas doce años, cuando ya se lo ve deambular por la trastienda de los escenarios, tratando de integrar alguna "claque" (si podía) o "poner clavos" en los decorados. Así conoce cantantes famosos, e intenta imitarlos a tan temprana edad..., lo que despierta la simpatía hasta de famosos payadores de aquel tiempo, como Arturo Nava ... Es un chico que actúa como hombre, para ganar unas monedas...
En ese tiempo también hace algunos viajes, con su madre o solo, a Montevideo. Se dice que trabajó como mozo en el hotel Español, de Tacuarembó... Que vendió diarios en Montevideo y en Buenos Aires... Trata de ganarse la vida, pues, como puede. Y canta en los studs, donde se lo acoge con la misma simpatía con que se sigue la suerte del peoncito o del pibe que cuida al pingo que tal vez algún día será "crack".

• TIEMPO PERDIDO
Poco se sabe, ciertamente, de la vida de Gardel en aquellos años —los primeros del siglo—, cuando los boliches se poblaban de payadores, como Gabino Ezeiza, Navas, Bettinotti, Ambrosio Ríos, Generoso D'Amato, etc. Se tienen noticias de que el adolescente trabó amistad con Pablo Podestá —el gran actor que atraía a los amantes del teatro vernáculo— y que afirmaba ser uruguayo... Desde luego, teme los problemas de su nacimiento francés y las exigencias de la guerra mundial (1914). Además, en Tacuarembó tiene amigos de su madre. Lo cierto es que allá por 1919, aproximadamente, poco antes de que muriera su amigo Podestá, mucho mayor que él, tiene un gesto poco común: suele concurrir al lugar donde aquél está internado y le canta canciones que alegran las pocas horas lúcidas del enfermo, que se pierde en la noche de la locura... Es el único que procede así. Se sabe, además, que deambula por el Abasto, cantando en almacenes y boliches, además de algunos otros menesteres para ganarse unos pesos. Lo protege un famoso caudillo del barrio: Traverso. Como los hombres guapos de entonces, cuida hasta donde puede su acicalamiento, su exterior. No se niega a nadie que lo invite a cantar a cambio de una paga, y a veces de la posibilidad de "pasar el plato"... Comienza a ganar fama en su medio. Precisamente fue Traverso el que lo hizo cantar, de manera más o menos estable, en un café de la calle Laprida al 500, donde comienzan a llamarlo "El morocho del Abasto".
En 1911, José Razzano, "El Oriental", que tenía ya fama, oye hablar del "morocho" en el café de Entre Ríos y Moreno. Manifiesta deseos de conocerlo, "de toparse" con él. Poco después se conocen. Carlitos tiene más o menos 21 años. Ha recorrido toda la gama de posibilidades —pequeñas, a veces miserables— que se le presenta a un cantante de pueblo: actuar en peringundines, "reservados" para niños bien, comités políticos... Estos últimos —radicales, conservadores— organizan reuniones y buscan cantores o guitarristas para animarlas. El tango está prohibido aún, y todavía lo bailan entre hombres, en el arrabal. Tiene entrada, pues, en los comités. Y sus cultores encuentran la ventaja de que, luego, el caudillo del lugar lo puede recomendar a correligionarios de otras localidades, y así hacerse conocer con más amplitud por el público. Gabino canta para los radicales, otros son preferidos por los conservadores. Carlitos no tiene color político; acepta cantar allí donde mejor le pagan. E igual que Magaldi, Teófilo Ibáñez y otros, es preferido por la gente de Barceló, de Avellaneda...

• AVELLANEDA, INDUSTRIAL
¿Cómo es Avellaneda, entonces? Constituye el punto fabril de Buenos Aires. Se está industrializando, aceleradamente, con fábricas, frigoríficos, usinas, clubes, cervecerías, etc. Por lo tanto cuenta con gente humilde, y todos responden a un caudillo que actúa paternalmente: Barceló. Es éste quien, con sus cartas de presentación a los demás caudillos de la provincia de Buenos Aires, posibilita la primera gran aventura de Gardel, ya hombre. Es en 1912. Forma un cuarteto con Razzano, Francisca Martino y Saúl Salinas... San Pedro, Lincoln, Baradero y muchos partidos más los reciben. Gardel gusta y comienza su carrera conquistando amigos más importantes que los elementos del almacén, del boliche, de las casas de tolerancia y de los escasos lugares donde eran admitidos estos cultores de la canción triste del suburbio o de la pampa cercana... Puede, luego, actuar en el café de "Los Angelitos", junto a nombres famosos en esos medios. Hasta que, una noche, un caudillo lo invita a animar una reunión en una íntima pensión con camareras en pleno centro. Van con Razzano, y allí se decide la suerte y el futuro de Gardel. Ya no será uno de los tantos que buscan trabajo por un par de noches en un café o en algún comité. Su voz varonil, su "pinta", su manera especial de decir y cantar, le abrirán, aquella noche, la senda de un futuro que ni él mismo ha soñado...
Revista Antena
15.06.1971

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