Un jugador de ajedrez
Se llama "autómata" a
una máquina que imita los movimientos de un ser
animado. La "automación" o "automatización", en
cambio, consiste en la aplicación de máquinas que
sustituyen al Hombre en el proceso de la
producción. Y un "robot" es un aparato automático,
con mando electromagnético, que puede ejecutar
diversas operaciones. La "cibernética",
finalmente, algo así como la síntesis y superación
de todos estos procesos, ya es más difícil de
explicar y su importancia me supera. En muchos
diccionarios todavía ese vocablo no figura.
En la literatura
fantástica y de terror, Frankenstein es el
arquetipo de robot que termina por escapar al
dominio de su creador y se transforma en una
fuerza siniestra, poderosa e incontrolable. Es el
padre de todos los Lon Chaney y Boris Karlof del
cine y fue forjado por la imaginación de una
escritora, la mujer del gran poeta inglés Shelley,
alrededor de los años veinte del siglo diez y
nueve.
Desde los tiempos más
remotos la fábula, la leyenda y, finalmente, la
historia, nos informan sobre la existencia de
"autómatas" en las cortes de los reyes y de los
héroes, únicos que en ese entonces, por su poder y
su jerarquía, podían tener tales prodigios.
Generalmente eran pájaros de brillantes colores,
cubiertos de piedras preciosas, que cantan y
vuelan surcando las jaulas o los mismos aposentos
reales, para pasmo y admiración de los cortesanos.
El filósofo Arquitas
de Tarento, que vivió entre los años 430 y 365,
antes de Cristo, había construido una paloma que
volaba durante un largo tiempo para terminar
posándose en tierra con perfecta naturalidad.
Diógenes Laercio dice de él que fue el primero que
trató la mecánica por principios mecánicos.
En las Mil noches y
Una noche, se describen autómatas fabulosos que
ejecutan los mas variados movimientos humanos,
impulsados por sutiles mecanismos, en una
imitación sorprendente de la vida.
Todas estas
narraciones nos hacen pensar en la posesión de una
técnica sorprendentemente avanzada, que no ha
llegado hasta nosotros. Posiblemente, la
abundancia de mano de obra servil y esclava, no
hizo viable la aplicación práctica de los
principios mecánicos que impulsaban a tan
ingeniosos aparatos. Por otra parte, la antigüedad
clásica, el medioevo y hasta muy avanzado el siglo
XVI, en pleno auge del Renacimiento, se
consideraba en un plano muy inferior a los
artesanos, marinos, constructores de barcos,
carpinteros, fundidores, mineros, mecánicos, en
suma, los trabajadores plebeyos que .torpemente
aún, comenzaban a manejarse con leyes matemáticas
y mecánicas. Sin embargo, eran éstos quienes en
realidad iban laborando, anónima y
silenciosamente, por el adelanto de la tecnología
y de la sociedad moderna.
Entre los "autómatas"
de todos los tiempos de que tenemos conocimiento,
el que se lleva la palma por el interés que
despertó y por las polémicas a que dio origen con
respecto' a su autenticidad, es sin duda alguna el
llamado "Jugador de Ajedrez". Realizado por un
mecánico célebre, Kempelen, que llegó a ser
Consejero de Finanzas del Emperador de Austria,
fue presentado en París, en abril de 1783.
El "autómata", vestido
de turco, se colocaba delante de una pequeña mesa
y se le mostraba a los espectadores su interior,
compuesto de cilindros y engranajes, que hacían
mover el brazo del "autómata".
Este brazo se movía
lentamente, avanzaba hasta la pieza que debía
mover, abría los dedos para tomarla, la levantaba,
la transportaba y la colocaba sobre la casilla del
tablero que correspondía. Efectuado esto, el brazo
se retiraba, apoyándose sobre un cojín.
A cada jugada del
adversario, el "autómata" movía la cabeza
recorriendo con los ojos todo el tablero. Cada vez
que daba jaque, inclinaba la cabeza para advertir
la jugada. Si el jugador contrario se equivocaba,
entonces el "autómata", agitando la cabeza como si
reprochara la falta, tomaba la pieza y la colocaba
en su sitio.
Respondía también a
las preguntas que se le formulaban, mediante un
tablero que contenía las letras del alfabeto y que
él "autómata" iba señalando sucesivamente,
formando las palabras de la réplica.
El mismo Kempelen,
mostró a los miembros de la Academia de Ciencias
de París, otro "autómata" construido por él, que
articulaba con toda claridad distintas frases: me
ama, aimez-moi, madame, venez avec moi á París...
hasta entonces se tenía por imposible la imitación
de la voz humana.
En 1808, M. Maetzel
mostró también en París un "autómata"
representando en tamaño natural a un corneta de
los coraceros austríacos, que daba todos los
toques reglamentarios de la caballería.
Todos estos
antecedentes los he sacado de un "Dictionnaire des
Inventions", editado en Bruselas en el año 1839.
Finalmente, también se
llama "autómata", en sentido figurado y familiar,
a la persona que se deja dirigir por otra. Pero,
como dice Kipling, esta es otra historia...
Las "Fenomérídes"
o ¿es cierto que
cualquier tiempo pasado fue mejor?
Si la opinión de
aquellos que, por principio, están contra toda
novedad, contra todo cambio, hubiera prevalecido,
más que seguro que muchos de nosotros en vez de
vivir en un dúplex, con pileta de natación y todo
lo demás, todavía estaríamos protestando contra el
gobierno y el calor, en alguna tétrica y
envejecida cueva o espelunca.
Pero también estoy de
acuerdo con Manrique —no el nuestro— sino con
Jorge Manrique, comendador de Montizón, el de las
Coplas a la muerte de su padre, el maestre Don
Rodrigo. Si, estoy de acuerdo, en que cualesquier
tiempo pasado fue mejor. Por lo menos, muchas
veces.
Pero podríamos pensar
que lo nuevo, al fin de cuentas, no es más que lo
viejo disfrazado, camuflado, renovado. Sin entrar
en profundidades metafísicas, en las que me
hundiría por el propio peso de mi ignota
ignorancia, ahí tenemos, por ejemplo el caso de
los "hippies" Es que somos unos desmemoriados y si
nos olvidamos, no digamos el nombre del ministro
anterior es que también, el del actual, cuanto más
hechos ocurridos hace años. Por ejemplo, los
llamados "petit maitres" o "petimetres", que era
el nombre que se les daba a los jóvenes y
arrogantes señores nobles que formaban la corte
del Gran Conde, así como los "incroyables" o
"increíbles" de Termidor, con sus vestimentas
absurdas y su manera peculiar de hablar, no son
otra cosa que los antepasados de los actuales
"hippies". Lo bueno de todo es que, el muy serio y
muy eminente "futurólogo" Dr. Hermán Kahn,
fundador y director del Hudson Institute de
Estados Unidos, estuvo hace unos meses entre
nosotros dictando unas conferencias para
ilustrarnos, según es costumbre de todas las
personalidades que nos visitan desde que el país
es país.
El ilustre visitante
—todos los personajes que nos visitan, son
ilustres desde el instante en que pisan nuestras
playas, sin perjuicio de que lo sean o no antes de
su llegada—' el ilustre visitante, repito, disertó
ampliamente sobre las características de la
sociedad norteamericana de hoy. Especialmente
habló del fenómeno "hippie" y señaló la singular
semejanza —según él— entre la Grecia del siglo III
antes de Cristo y dicha sociedad norteamericana.
En realidad, las consideraciones del ilustre
"futurólogo" fueron muy divertidas. Dijo que las
tendencias educativas impartidas a los jóvenes de
las clases medias superiores de hoy, tienen su
respectivo corolario en la Atena del siglo III AC.
Por su parte, las clases medias inferiores
norteamericanas están enardecidas en contra de los
"hippies" al punto de querer matarlos. Lisa y
llanamente. Hay además un grave problema, en la
clase media inferior norteamericana: el de su
enajenamiento con relación a la sociedad. Y,
según, el "futurólogo" Kahn, este es un problema
más importante aún que el de los negros, del
Vietnam o de la miseria.
Y continúa el Dr. Kahn
diciendo que lo que actualmente caracteriza a las
ciudades norteamericanas, es la rebelión de las
clases medias inferiores contra las clases medias
superiores. Y señala un pequeño detalle que, según
el mismo Dr. Kahn, nada tiene que ver con la
política sino con la caza: Estados Unidos es el
único país del mundo donde las medias inferiores
están armadas hasta los dientes —una familia de
cada dos, posee tres fusiles— mientras que las
clases media superiores están desarmadas. Esta
situación, siempre según el Dr. Kahn, crea una
situación harto critica. En verdad, para el
"futurólogo" el porvenir se le presenta un tanto
obscuro.
En cuanto a los
"hippies", dice el Dr. Kahn que provienen casi
exclusivamente de la clase media superior y que
cumplen la misma función en la sociedad
norteamericana que los filósofos de la escuela
cínica en la cultura griega: Diógenes, Crates,
Mónimo, Hiparquia, Onesícrito, Metrocles, Menipo y
Menédemo, entre otros. Como vemos "tout change,
mais tout oest la meme chosse. Después aún hay
gente que se escandaliza todavía de las
minifalderas, y de los vestidos "verdad". Estas
personas pareciera que nunca han salido de su casa
ni se han asomado a los libros de historia.
Vestidos "verdad" ya usaban las elegantes del
Directorio y del Consulado, como mesdames Teresa
Tallien. neé Cabarrús, o Paulina Leclerc, neé
Bonaparte o Josefina Tascher de la Pagerie. En
verdad, más que vestidos "verdad" eran tan
exagerados en este aspecto que podrían llamarse
"verdad verdadera".
Por su parte, Mary
Quant, al crear la minifalda no ha sido muy
original que digamos. Alrededor de novecientos
años antes de Cristo, Licurgo, grave y sesudo
varón de laconia, dictó sus leyes a Esparta.
Primero inició sus reformas con las mujeres. Según
Aristóteles tuvo que renunciar a su empresa por no
poder refrenar su licencia ni reducir la autoridad
excesiva que habían adquirido sobre sus maridos
que las ensalzaban mucho más de lo conveniente.
Pero, según otros autores, ocurrió todo lo
contrario. Quiso que las niñas y las jóvenes se
fortificaran y se ejercieran en las carreras, en
la lucha y en lanzar el disco y el dardo, a fin de
que los hijos que pudieran concebir adquirieran
una constitución más fuerte en cuerpos robustos.
Por otra parte, la gimnasia se realizaba sin ropas
—gimnasia, gimnos, vocablo griego quiere decir
"desnudo"— y las espartanas habitualmente llevaban
faldas muy, pero muy cortas. Por estos motivos, el
resto de los griegos, sobre todo los atenienses
fueron posiblemente los creadores de la "cachada",
llamaban a las chicas de Esparta, las
"fenomérides", es decir, las que muestran, las que
dejan ver.
Esto sucedía hace
alrededor de veintiocho siglos, 2800 años. Y un
poco antes, Salomón, en el Eclesiastés, ya daba
por sabido que no había nada nuevo bajo el sol.
Estos antecedentes los
he extraído de Plutarco, en Vidas de varones
ilustres, Tomo I, edición de Garnier Hermanos,
París, sin fecha; de Diógenes Laercio, en Vidas,
opiniones y sentencias de los filósofos más
ilustres Tomo II, edición Emecé, Buenos Aires,
1945, el pequeño Larrousse Ilustrado, que por tan
manoseado y usado es imposible conocer su año de
edición y, por último, el número 21, del 5 de
febrero de este año, de la revista de "Información
Empresaria", órgano de la Cámara de Sociedades
Anónimas, de Buenos Aires, la Reina del Plata.
Revista Extra
04.1970
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