VIDA COTIDIANA
Colonos: Galeses de la Patagonia

A fines de 1972 la colonia galesa establecida en Trelew cumplió 107 años de existencia. Celtas en el desierto, desgajados de su ámbito cultural milenario, los primeros colonos debieron conquistar un suelo inhóspito hasta volverlo tolerable y hacer de aquel solitario paraje patagónico —no tenían forma de comunicarse fácilmente con Buenos Aires— un segundo país definitivo. Parte de esa epopeya fue recordada para Alicia Creus, de Panorama, por los descendientes de los primeros inmigrantes. El texto que sigue, además de narrar tramos históricos, reproduce aspectos de la vida actual de los colonos integrados ya en su mayoría al medio nacional, pero también sujetos a la tradición galesa.

La fiesta del Eisteddfod se cumple puntualmente todos los años, a fines de octubre, en la sede social del Club Independiente de Trelew, como si se tratara de una congregación ineludible. Y lo es, a pesar del viento y la distancia que se interpone entre la meca galesa de la Patagonia y los distintos puntos del país a donde, finalmente, han ido a radicarse los hijos de los colonos. En el antiguo idioma celta el verbo 'eistedd' significa sentarse en asambleas con el fin de recitar poesías o cantarlas al son del arpa. El Eisteddfod, increíblemente vivo después de algunos miles de años, es pues una reunión poco menos que religiosa. Según los propios galeses, las asambleas tenían lugar mucho antes de la era cristiana y estaban relacionadas con el culto de los sacerdotes supremos —druidas— cuyo poder sucumbió bajo las invasiones romanas del siglo I a. C. La práctica de estos juegos florales fue traída a la Argentina por los colonos que llegaron a Chubut en 1865 y desde entonces no deja de celebrarse todos los años.
La corona del poeta, galardón máximo de la competencia, correspondió en el último Eisteddfod a Virgilio Zampini, nacido en Buenos Aires en 1927 y vinculado por vía materna a los pobladores celtas del siglo pasado. Ahora Zampini vive en Gaiman, Chubut, con su mujer Albina Jones y los tres hijos de ambos. Licenciado en Letras, dicta clases en el Colegio Secundario de Chubut, el primero de la Patagonia, y está orgulloso de los dos sonetos que le hicieron merecedor del premio: "Exaltan —dijo— valores todavía vigentes en los hijos del país galés, la libertad sin las armas y la fe en sí mismo, dos pilares inquebrantables de nuestra raza".

LOS PRIMEROS. El lugar elegido, la que fuera la tierra 'brutorum' de Darwin, alcanzó difusión en Gales como lugar apropiado para la colonización, gracias al capitán Fitz Roy. Comisionados por los galeses que estaban dispuestos a abandonar su tierra natal —la Inglaterra victoriana ejercía su sometimiento económico y cultural con el vigor de un imperialismo joven—, el capitán Jones Perry y el letrado Lewis Jones desembarcan en Buenos Aires en 1863 para tratar con el gobierno argentino, a través del ministro del Interior, Guillermo Rawson. Parry y Jones viajaron luego desde Buenos Aires hasta la desembocadura del Río Chubut con el objeto de explorar el territorio; al cabo de las largas tratativas —más
de un año y medio—, los comisionados regresaron a Gales y convencieron a los futuros pioneros de la conveniencia que ofrecía la región. Por último, en julio de 1865, 153 galeses —entre hombres, mujeres y niños— arriban a Chubut en el velero "La Mimosa". La crónica cotidiana de uno de ellos, el reverendo Humphreys, ilustra los primeros días en la Patagonia con el testimonio de su diario:

Julio 26: Esta mañana avistamos tierra, el mar estaba muy calmo y el viento a nuestro favor... Julio 28: Mañana tranquila, todos listos para desembarcar. A las 8 y media murió Elizabeth, hijita de William Jones. A las 11 empiezan a desembarcar los hombres con maderas para construir las casas ...

En realidad, el proceso total de desembarco llevó cuatro días, tiempo en que los varones dispusieron los primeros refugios para albergar a las mujeres y niños, quienes pisaron tierra el
cuarto día. Si bien los galeses estaban convencidos de haber tocado la desembocadura del río Chubut, estaban realmente en las famosas cuevas que perforan la costa de lo que hoy es Puerto Madryn. Los memoriosos, apoyándose un poco en la tradición oral y otro poco en los datos aportados por el diario de Humphreys, recuerdan que las cuevas sirvieron de refugio providencial a sus abuelos. En la loma que las corona se alza hoy un monumento al indio —símbolo dudoso de integración racial—, en tanto que otro, en la rambla de Puerto Madryn, conmemora a sus fundadores en la forma de una madre galesa, esculpida por Luis Perlotti en 1964.
Elisa Dimol de Davies, nieta de galeses pero nacida en Trelew, habla el español con dificultad denotando su educación por parte de maestros británicos nada interesados en enseñarle los rudimentos del idioma de su tierra natal. A los 77 años recuerda que "una vez, con motivo de un Eisteddfod, un artista presentó un dibujo para interpretar el arribo de nuestra gente en «La Mimosa»; era muy lindo ver a nuestras abuelas con sus grandes sombreros y valijas subidas a babucha de los hombres para desembarcar". Evidentemente, los primitivos celtas de la Patagonia no traían consigo cámaras fotográficas —aunque ya existían para entonces— ni expertos dibujantes, de modo que la representación de escenas estuvo a cargo de precarios copistas eventualmente inspirados. Esos esbozos sirvieron para que, años más tarde, alguien reprodujera un cuadro más imaginativo.
La nain (abuela) Davies recuerda también una famosa inundación del año 99 "que nos dejó sin nada, ni techo ni muebles". Uno de sus terrores de la lejana infancia lo constituían las visitas frecuentes de los indios vecinos: "Cuando venían al pueblo —dice—, yo me subía al altillo y allí me hacía chiquita hasta que se fueran. Los indios venían a buscar pan y hacer trueque; cambiaban plumaje de avestruces por alimentos, y mi madre los atendía mientras sostenía en sus brazos a mi hermana más pequeña".
La abuela Davies pasa sus horas en silencio, acaso rumiando recuerdos la mayor parte del día, pero los domingos concurre puntualmente a la capilla donde se reúnen otras 12 ó 15 personas de edad avanzada para cantar viejos himnos religiosos. Como la mayoría de los galeses, es metodista y elogia la abundancia y calidad de los coros que hubo en épocas anteriores. Aparentemente, y según su propio testimonio, un cierto desamparo cultural habría favorecido la devoción que hoy recuerda con nostalgia: "Antes no había libros y sólo leíamos la Biblia y en las iglesias se organizaban certámenes de preguntas sobre los versículos".
En el último Eisteddfod, la anciana Elisa obtuvo un premio por una prosa de su puño y letra en galés, donde cuenta la biografía de su primer maestro y la historia de la aldea; la gesta provinciana, casi estoica y desprovista de todo relieve, señala con bastante
fidelidad la chatura a la que se vieron sometidos los galeses de la Patagonia, en parte a causa de la distancia que los separaba de la metrópolis y en parte a causa de la propia distancia interior: escudados en su sentido de raza despreciaron el contacto con el indio y sólo la segunda generación estrechó lazos con otros inmigrantes.

COLONIZACION EN PAZ. Dice el trabajo del reverendo Abraham Mathews (Los primeros veinte años en la Patagonia): "Llegan al valle el cacique Francisco y su familia"). Son los primeros indios con los que tienen contacto los galeses, y sus relaciones son cordiales. Gweneira Davies de Quevedo, una de los cuatro hijos de Elisa Davies y actual vicedirectora de la Escuela Nº 5 de Trelew, memora: "Las relaciones con los aborígenes fueron casi siempre buenas; sólo existe un episodio triste, escuchado de labios de mi madre y luego leído en las crónicas de Musters: un grupo de galeses iba hacia la cordillera en busca de oro. Eran cuatro, y los indios, creyéndolos españoles, les dieron muerte. Sólo uno se salvó, y el lugar recibió por eso el nombre de Valle de los Mártires". Gweneira cree que aquellos primeros años fueron de extrema dureza: "Si no se fueron de la colonia —explica— es porque no tenían con qué hacerlo". "No era raro —prosigue— que tuvieran que beber de los charcos o, en el peor de los casos, tomar la sangre de los caranchos que cazaban."
Según la docente, los pioneros aprovecharon la técnica indígena para construir los primitivos ranchos de adobe. Las comunicaciones con Buenos Aires eran casi nulas, y aunque trajeron carpinteros, no tenían materiales para construir. "El abuelo de mi madre —señala— intentó llegar a Patagones en una pequeña embarcación, con el fin de buscar algunos animales, pero naufragó a poco de partir; la supervivencia se volvía cada vez más difícil." Davies recuerda que hace pocos años, en 1965, arribó al sur un grupo de galeses enviado para festejar el centenario de la colonia: "Estaban molestos por la tierra —dice—, pero les encantaba el sol tibio de la Patagonia." A su criterio, el galés es un hombre sencillo y simple, poco apegado a los bienes materiales; ello explica la inexistencia de galeses ricos en la colonia. Luego relata el significado de su nombre: Gweneira: "Quiere decir Blanca Nieve; mi padre, que era poeta, me llamó así porque el día de mi nacimiento cayó una copiosa nevada".
Pero a pesar de las buenas relaciones comerciales entabladas con los indios, la integración no se produjo; sólo se dio el caso de una mujer galesa que se unió a un indio. Con el tiempo, sin embargo, se vincularon sin problemas con la población de origen italiano y español. "Es difícil precisar cuántos son los descendientes de galeses que viven hoy en la Argentina", dice José Feldman, director de fotografía del diario Jornada, uno de los dos matutinos de Trelew. "La mayoría se ha dispersado —explica— y los jóvenes terminaron por emigrar hacia los centros industriales. Muchos, por otra parte, tienen ahora apellidos itálicos o españoles." Hijo del desaparecido Luis Feldman Josin —fundador del diario y ex presidente de la Junta de Estudios Históricos de Chubut—, José recuerda que su padre había recogido innumerables reseñas de la colonización, según él, "una de las pocas llevadas a cabo en forma pacífica".
Es evidente que las 153 personas que se embarcaron en Gales ejercieron una decisiva influencia en la colonización del Chubut, y aunque existía ya una Compañía Exploradora y Colonizadora —constituida en 1854 por el gobierno argentino—, la llegada de los galeses significó el verdadero comienzo. El 15 de septiembre, pocos días después del desembarco, fundan la ciudad de Rawson. No hay duda de que fueron las causas económicas las que impulsaron a los viajeros a abandonar su tierra, pero es también evidente que los motivaba un proyecto nacionalista; el propósito era nuclear en la Patagonia —conservando la lengua y las tradiciones— a todos los galeses exiliados en el resto del mundo. Eso explica su empuje tenaz, enfrentados a una tierra inhóspita que necesitaba de canales para su cultivo. Durante años lucharon inútilmente por embalsar las aguas del río Chubut (que en lengua araucana significa tortuoso). Es recién en 1885 que se inicia la búsqueda de nuevos lugares, mientras Lewis Jones concretaba en Europa los planes para la instalación del ferrocarril que dará origen a la población que lleva su nombre: Trelew (ciudad de Lew).

MEMORIA. A Matthews Henry Jones —nieto del reverendo Abraham Matthews— se lo conoce por su actuación pública; militante radical, fue secretario municipal de Trelew en 1940, luego administrador de la usina eléctrica José de San Martín hasta 1959, primer presidente del directorio del Banco de la provincia de Chubut y finalmente secretario municipal de Chubut desde 1967 hasta 1972. Pero también se lo estima por su memoria: "Mi abuelo y Lewis Jones fueron los dos caudillos de la colonización galesa; mi abuelo como jefe espiritual y Jones, un comerciante, como hombre de acción. Ellos personificaban la lucha entre lo material y lo espiritual, y no se llevaban demasiado bien, pero de no haber sido por Jones, hubieran muerto de hambre", recuerda. Y agrega: "Hoy sólo los separa el pequeño camino que existe entre dos tumbas, ya que ambos yacen enterrados en el cementerio de La Moriah, uno junto al otro".
La etapa histórica que tiene a Matthews como protagonista queda consignada en el diario de Humphreys: "1867. A causa de la sequía fracasa la cosecha, sólo unas seis familias cosechan algo de trigo. Los pobladores dudan de la calidad del suelo y deciden que el sitio no es apto... Arreglan la nave con los restos de otro barco náufrago y parten para Buenos Aires el gobernador William Davies y el pastor Abraham Matthews, para solicitar al gobierno argentino que los traslade a otro lugar más apropiado para colonizar. En Buenos Aires, Lewis Jones —quien trabaja en la imprenta Buenos Aires Standard— opone viva resistencia a este proyecto e influye sobre el ministro Rawson, deliberan Matthews y Jones y de común acuerdo deciden persuadir a los colonos para que esperen y prueben un año más en Chubut".
Ahora Jones vive en las afueras de Trelew: "Compré esta casa hace cuatro años para que retornara a la familia. Fue construida en 1891 por el ingeniero Eduardo Owen con material íntegramente traído de Europa, y en ella tomó el té el general Roca, durante una visita a la Patagonia", memora. Después de haberse retirado de la función pública, piensa dedicarse a escribir la historia de Chubut. Defensor de la familia y las tradiciones galesas, sostiene haber contado hace poco 98 descendientes directos de Evan Jones; en medio de los solitarios campos verdes de su chacra, no le falta —seguramente— ni la serenidad ni el tiempo necesarios para evocarlos.
PANORAMA, FEBRERO 19, 1973

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