Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

CORDOBA 1970
¿
PRIMER ROUND?
El retorno de la sublevación estudiantil y las barricadas callejeras en plena temporada veraniega parece augurar el comienzo de un año agitado. Disensiones entre el gobernador y el rector de la Universidad

Mediodía del martes 3. Una columna estudiantil alborota el centro cordobés y se dirige al Hospital de Clínicas. Al llegar a este lugar, un grupo se empeña en levantar barricadas, mientras el grueso de los manifestantes penetra en el edificio, cierra sus puertas y se atrinchera en el interior. Mientras otros jóvenes derrumban paredes en construcción para proveerse de proyectiles, los ocupantes capturan a dos policías de civil: deben permanecer maniatados, con vendas en los ojos. Finalmente, doce horas después los ocupantes acatan la intimación de la policía.
El miércoles pasado, un pelotón policial acordonó las instalaciones de la fábrica Necchi Argentina, de San Martín, en las afueras de Buenos. Aires. Motivo: la planta había sido ocupada dos días antes por sus obreros, airados por la falta de pago de los sueldos de diciembre y el cierre del establecimiento dispuesto por la empresa. Hasta ese día, el hecho no había concitado muchas expectativas: el meridiano de la agitación social no pasaba por Buenos Aires. Es que Córdoba, otra vez se había trasformado en el vórtice de la insubordinación. Culpables: cerca de un millar de adolescentes sublevados por la perspectiva de tropezar con dificultades para ingresar en la Universidad mediterránea a raíz de un "test-ingreso" que por primera vez se implanta en la añosa Casa de Trejo.
Fue un preanuncio fatídico. Después de siete meses de relativa calma, el estallido de los gases lacrimógenos, la erección de barricadas y hasta el estampido de armas de fuego, tornaban a sobresaltar la memoria con la evocación del furioso cordobazo del año pasado. La iniciación del año político —un nacimiento que ya se había insinuado en enero— pareció formalizarse definitivamente ahora: en la noche del pasado martes 3, la Casa Rosada padeció los sucesos de Córdoba mostrando un agitado trajinar de funcionarios y un nervioso revoloteo periodístico, algo que sólo ocurre en épocas de crisis. Los hechos, finalmente, no justificaron tanta actividad: no hubo crisis, ni Córdoba zozobró en la hecatombe. Pero afloró a la superficie un estado de hipertensión que revela hasta qué punto 1970 puede ser el año crucial del gobierno Onganía.

EL DESPERTAR DE LA ADOLESCENCIA
Los ánimos empezaron a caldearse, en Córdoba, cuando los aspirantes a alumnos de la Universidad local fueron notificados de que antes de aposentarse en los claustros debían sortear con éxito el filtro de un examen de ingreso; una prueba que iba a determinar la supervivencia del más apto, y que la jerga estudiantil opositora selló con un membrete acusador: limitacionismo.
Sin embargo, el hecho de que la mayor parte de la población estudiantil se encuentre de vacaciones, hizo pensar a muchos que el conflicto no pasaría a mayores: los adolescentes —se supuso— no ofrecerán una resistencia seria sin el asesora-miento y la dirección de sus colegas mayores. Las divisiones que carcomen al movimiento estudiantil cordobés hacían aún más sólido ese vaticinio.
Pero nadie podía imaginar que enero iba a ser el mes elegido por la oposición liberal para desencadenar una serie de hechos que apuntalaran su avidez golpista. Más aún: ningún observador que presumiera de informado era capaz de aseverar que la desprovista Federación Universitaria de Córdoba —FUC— estuviera en condiciones de movilizar a un solo estudiante: regenteada por el comunismo codovilista en alianza con grupos liberales, esa entidad había quedado reducida a la escualidez desde que, hacia 1963, otros sectores —socialcristianos, peronistas e izquierdistas— la sumieron en la condición de minoría casi inexistente.
Fue sorprendente, por ello, que en un principio la FUC apareciera a la cabeza del movimiento desatado la semana pasada. Un liderazgo que —después se supo— había sido pacientemente orquestado entre la FUC y el lucifuercista Agustín Tosco. El método empleado no dejó de ser inteligente: en el local del Sindicato de Luz y Fuerza, la federación pudo reencontrarse con los estudiantes montando un curso especial para los aspirantes al ingreso, que rápidamente se convirtió en un imán para los preocupados adolescentes; algunas de las otras tendencias agitaron el problema, pero no pudieron ofrecer un expediente tan atractivo como el enarbolado por el tándem FUC-Tosco.
En rigor, ese episodio fue la expresión, a nivel estudiantil, de una alianza más vasta, que en el plano político quiso fructificar en el cónclave opositor convocado en Córdoba para el sábado 31 de enero. La reunión -articulada por sectores de la UCRP, el comunismo codovilista y otros grupos liberales- se desvaneció sin pena ni gloria apenas el gobierno dispuso su prohibición y movilizó a fuertes contingentes policiales para impedirla; Tosco, alma mater del encuentro, desapareció de la ciudad (se dijo que lo buscaba la policía) mientras el resto de los asistentes concretaba un magro plenario, de sólo 25 minutos de duración; paradójicamente, ese breve lapso fue utilizado para leer un mensaje del místico Raimundo Ongaro, un dirigente que se negó a asistir en persona y que derramó —bien que en forma indirecta— acerbas críticas sobre los presuntos objetivos arambúrico-golpistas del encuentro, al tiempo que también censuró a los nacionalistas: no en vano, su mensaje fue rociado de improperios por la concordancia radical-codovilista que dominó la reunión.

SORDOS RUIDOS OIR SE DEJAN
Pero así como ese operativo fue fácilmente desbaratado por el gobierno, el pleito universitario trastornó al oficialismo con el fantasma del desorden callejero. El martes 3, Luz y Fuerza facilitó su local para una asamblea estudiantil, que pronto se convirtió en una manifestación y culminó finalmente con la ocupación del Hospital de Clínicas. Eran las 11 de la mañana. A partir de ese momento, cuando los euforizados alumnos levantaron barricadas en torno al edificio tomado y se instalaron en los techos vecinos con el propósito de defender su posición, Córdoba y el resto del país tuvieron una idea exacta de la gravedad del problema. Además, los estudiantes habían capturado a dos rehenes: todo podía suceder.
Así, mientras algunos grupos que habían quedado en el exterior hostigaban a las fuerzas policiales, se desató entre los contendientes una guerra de comunicados. Los ocupantes —en una declaración que ya no firmaba la FUC sino "los estudiantes de ingreso y las agrupaciones estudiantiles"— declararon al mediodía que su actitud se debía "al descarado limitacionismo del examen de ingreso que ha gestado la dictadura para impedir al grueso del pueblo el ingreso a la cultura superior". El rector Rogelio Nores Martínez respondió ocho horas después afirmando que había "una campaña de agitación con fines extra universitarios" y que la ocupación del hospital era "un índice elocuente de la desaprensión de quienes están poniendo en grave riesgo la salud y la tranquilidad de los enfermos internados"; a continuación, procedió a clausurar la Universidad. Pocas horas antes, el jefe de policía, teniente coronel Héctor Romanutti, había convocado en forma urgente a todo su personal franco o licenciado, pese a lo cual fracasó en dos intentos de desalojar a los estudiantes por la fuerza: entonces optó por emplazarlos. hasta las 11 de la noche, prometiendo que no iba a efectuar detenciones si a esa hora los sublevados se rendían.
Con todo, fue evidente en esos instantes que entre las autoridades cordobesas coexistían dos criterios dispares. El gobernador Roberto Huerta intentaba pacificar los ánimos mediante la negociación; hasta recibió a un grupo de alumnos que, curiosamente, le solicitó su mediación. Pero el rector Nores Martínez se negó a toda tentativa conciliadora, ratificando su negativa a derogar el examen de ingreso. Simultáneamente, en Buenos Aires, una cena cuya sobremesa se prolongó hasta las 2 de la madrugada, congregó ese día al ministro del Interior, Francisco Imaz, con el subsecretario de esa cartera, Darío Saráchaga, y el subsecretario de Educación, Emilio Mignone. No hubo conclusiones: Mignone se negó a considerar el relevo de Nores Martínez —posibilidad que se barajó en la reunión— hasta tanto no regrese al país el ministro de Educación, Dardo Pérez Gilhou. Es que, según versiones, Huerta envió un mensaje reservado a Imaz, responsabilizando a Nores Martínez por el estallido de los disturbios: se estima que el enfrentamiento entre ambos funcionarios es irreductible y que por lo menos uno de los dos deberá renunciar.

DESPUES DE LA PAZ LA GUERRA
Tal vez por eso, la única decisión adoptada en la cena fue el envío a Córdoba de 80 hombres de la Policía Federal. No tuvieron tiempo de actuar: exactamente a las 22.55 del martes 3, los estudiantes comenzaron a abandonar pacíficamente el hospital, al tiempo que la policía cumplía con lo prometido, deteniendo solamente a 4 personas acusadas de haber capturado a los rehenes; éstos eran dos agentes de civil de la policía que se habían infiltrado entre los alumnos.
La tensión acumulada se desvaneció entonces abruptamente; se había impuesto la línea negociadora. Pero por poco tiempo. Dieciocho horas después, a las 18.15 del miércoles 4, un comando integrado por seis personas penetró en el hall del Sindicato de Luz y Fuerza y descerrajó ocho disparos a media altura. Los agresores, sin embargo, no hirieron a ninguno de los 200 estudiantes que en ese momento estaban concentrados en el lugar. Según declaró después Agustín Tosco, los miembros del comando atacante actuaron al grito de "¡Viva Rosas!" y "¡Viva el fascismo!", y huyeron en dos automóviles.
Esa misma noche, Tosco tremoló ante SIETE DIAS: "Esto es parte de las provocaciones que soportamos desde que anunciamos nuestro propósito de unificar a la oposición. La bomba que colocaron en el club Redes Cordobesas (que iba a ser el asiento de la reunión opositora del sábado 31), el ataque a balazos de hoy y la decisión de la Secretaría dé Trabajo que nos impide recaudar la cuota de nuestros afiliados, prueban que nos están provocando desde todos los ángulos para que resignemos nuestras posturas. Pero no lo conseguirán".
Tosco omitió referirse a otra interpretación que deambula en los cenáculos políticos: la agresión del miércoles —según esa especie— se habría originado en los grupos nacionalistas de derecha, perturbados por la frenética actividad de los liberales. Una actividad cuyo epicentro es, precisamente, Luz y Fuerza de Córdoba. Al mismo tiempo, en Buenos Aires, voceros gubernamentales aseguraban que el Estado Mayor Conjunto ha elaborado "prospectivas de seguridad interna", según las cuales para los períodos de abril-mayo y agosto-septiembre se aguardan disturbios que no podrán ser controlados por la policía.
El estudio prevé también que los pleitos estudiantiles se intercalarán "paulatina y periódicamente" con huelgas obreras, y que los sucesos de Córdoba señalan el inicio de una escalada que puede trepar en abril a uno de sus puntos topes.
Revista Siete Días Ilustrados
9/2/1970

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