Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Mariano Castex
El sacerdote que entró en la Casa Rosada el lunes 8 de junio

Ni confesor ni director espiritual del teniente general Onganía, pero medió para evitar enfrentamientos entre hermanos. Testigo valioso de los últimos momentos de ese gobierno. Entretelones de la renuncia. Compagina su vocación científica con el ministerio sacerdotal y sostiene que en la Argentina la ciencia debe dejar de vivir de espaldas al país. SEMANA frente al padre jesuita Mariano Castex

El lunes 8 de junio, a las cinco de la tarde, en medio de la mayor efervescencia, en Plaza de Mayo, el sacerdote jesuita Mariano Castex pasó caminando lentamente entre una ¡multitud vociferante y se introdujo en la Casa Rosada. Algunos medios informativos lo daban como el confesor del teniente general Juan Carlos Onganía. Sus cargos oficiales lo señalan como asesor científico de la Presidencia de la Nación y presidente de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos, también dependiente de la Presidencia. Pero aquella tarde iba guiado por un deber superior ligado a su misión sacerdotal: evitar el enfrentamiento entre hermanos. Horas después era uno, de los pocos testigos de los últimos minutos de la primera etapa de la Revolución Argentina. SEMANA buscó y encontró su diálogo. Estuvo con él en su sobrio y austero despacho del Pabellón 4 del Observatorio de Física Cósmica de San Miguel. Este es el resultado:
—Algunos periódicos afirmaron que usted fue confesor de Onganía...
—Mire, la verdad que no fui confesor ni director espiritual de Onganía. Tan sólo asesor científico de la Presidencia de la Nación. Al general Onganía lo traté en seis ocasiones. Es cierto que tuve que mediar en los últimos sucesos. Usted mismo me vio cruzar la explanada de la Casa Rosada el lunes 8. Yo venía de Hacienda, desde donde me había comunicado telefónicamente con algunas personas a raíz de los sucesos conocidos. El general Guillermo Sánchez Almeyda, un amigo, me había solicitado que mediara como sacerdote
ante el presidente para que depusiera cualquier idea de resistir por la fuerza. Como sacerdote comprendí que no había derecho a mantener esa tensión tan peligrosa. Había que hacer todo lo cristianamente posible para evitar el peligro de un enfrentamiento.
Le aclaro que conversé no sólo con el presidente, sino con todo el personal de la casa. Nunca olvido que, además de científico, soy también sacerdote.
—¿Entonces medió ante Onganía?
—Sí. Conversé con el presidente en su despacho luego de explicarle mi gestión a su yerno, el señor Doll. Me atendió muy amablemente y conversamos de sacerdote a primer magistrado. Onganía, aunque firme en sus principios, también quería evitar el derramamiento de sangre.
—¿Es cierto que Onganía contaba con la adhesión de muchos coroneles?
—Le aclaro que una de las preocupaciones de Onganía consistió en la necesidad, para mantener la unidad del Ejército, de que los coroneles obedecieran a sus mandos.
—¿Y el general Lanusse estaba dispuesto a un enfrentamiento?
—No. Entre los dos no podía haber lucha. Sus convicciones cristianas no permitían tal cosa entre amigos. Lanusse demostró una gran preocupación por los granaderos, que reglamentariamente deben defender al presidente. El brigadier Rey es un hombre de paz. Un cristiano cabal. Se notaba que daba ese paso con una enorme pena. Este enfrentamiento político-táctico o ideológico fue asumido por todos con pena.
—Una publicación dice que usted "olvidando por un momento sus telescopios y probetas, aportó un grano de arena en favor de la cordura". ¿Lo cree?
—Creo que era la obligación de cualquier cristiano, y más de un sacerdote de Cristo, el Señor de la Paz.
—¿Es cierto que Onganía pidió una evaluación de las fuerzas, o como dice el hombre de la calle, medir los fierros?
—Sí, la pidió y la obtuvo. Pero su gran preocupación fue siempre mantener la unidad del arma bajo sus mandos naturales.
—¿Usted se trasladó de la Casa de Gobierno a pie hasta el Estado Mayor Conjunto y luego volvió con una delegación compuesta por el general Colombo, el brigadier Cordón Aguirre y el almirante Pedro René Irigoin?
—Es cierto. Fueron las personas que sirvieron de enlace para combinar el formalismo del alejamiento del presidente.
—¿Es cierto que los comandantes querían que "entregase su renuncia en el Salón Blanco con todos los honores"?
—Sólo puedo decirle que el gesto de los tres militares que me acompañaron alrededor de las nueve de la noche tendía a evitar que el presidente tuviese que ir al Estado Mayor Conjunto. El general Colombo fue en ese aspecto uno de los más preocupados por evitar tal situación.
Y no le puedo agregar nada más. Después, yo me hice humo. Había logrado evitar un enfrentamiento entre hermanos y poner en contacto a las partes en conflicto. Mi misión sacerdotal estaba conchuda. El resto déjeselo a la Historia.
—¿Cómo se compagina su intensa vocación científica con su ministerio sacerdotal?
—Estoy convencido de que quien hace ciencia por la ciencia misma, busca la verdad, y quien persigue la verdad, corre en pos del que es Verdad, y así el que es Verdad le saldrá al encuentro.
—¿Pero el sacerdote no se consagra a Dios saltando por encima de todo lo temporal que parece distraerlo de su misión específica?
—De ninguna manera. El aporte de cada uno puede expresarse con matices particulares, según el cansina personal. Los jesuitas científicos deseamos ser seriamente científicos en paridad con los laicos, sin privilegios eclesiásticos. Autónomos como hombres de ciencia. Virtuosos como sacerdotes. Comprometidos con la realidad nacional, continental y mundial, pero al nivel y al modo académico.
—Como científicos, ¿están conformes con el panorama de las ciencias en el país?
—Queremos que la ciencia deje de ser un privilegio de investigación de las élites y se ponga al servicio del desarrollo del país. La argentina debe adherirse a los planes científicos internacionales, pero no sin recabar de ellos un beneficio para el país.
—¿A qué tiende ese plan?
—Entre otras cosas a promover en nuestro país las investigaciones que brinden alternativas para asegurar la independencia tecnológica posibilitando la capacidad de decisión. Le aclaro que éstas son ideas básicas para una posterior elaboración. También proponemos una cierta apertura hacia el Este. Mantener efectivas y crecientes relaciones con los países socialistas de Europa Oriental en las áreas de su competencia científica.
—¿Cree que hay libertad científica en los países del Este?
—Parecería que existe un cierto dirigismo, sobre todo en el orden de la filosofía de las ciencias. Pero hay que admitir que existe libertad de discusión a nivel académico. Por ejemplo la discusión sobre el concepto de materia como energía en la Academia de Ciencias en la URSS.
—¿Qué opinión le merece el boom de los libros de Teilhard de Chardin?
—Ya ha quedado atrás el snobismo inicial y hoy se estudia y se analiza a Teilhard en su justo lugar: el campo científico y más precisamente científico-filosófico. Teilhard expresa sus vivencias, sus intuiciones y sus ideas en un lenguaje por el momento poético, en el que se mezclan en confusa amalgama neologismos abundantes y categorías escolásticas utilizadas en sentido equívoco o análogo que induce no pocas veces a confusión. Pero el aporte de Teilhard a la renovación del pensamiento científico religioso es enorme. El no ha puesto la primera piedra de una nueva era, sino que la ha arrojado... y por lo tanto su impacto duele. Pero partiendo de Teilhard hay que marchar hacia adelante.
—¿Cómo sintetizaría las reformas necesarias en el aspecto científico?
—Las dividiría en cinco aspectos: Que la ciencia no viva de espaldas al país; planificar las ciencias orientadas al servicio del desarrollo integral; pensar más en los científicos y técnicos que terminan su carrera y se quedan en el país, que en los que se van del mismo y erradicar la persecución ideológica y el personalismo del campo científico.

*.*** Recuadro
MARIANO CASTEX
Mariano Narciso Castex Ocampo cumplió el pasado 12 de junio, 38 años de vida y 15 de jesuita. Es Asesor Científico de la Presidencia de la Nación Argentina y Presidente de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos, dependiente de la misma Presidencia. Al mismo tiempo que desarrolla sus actividades en la esfera oficial retiene sus cargos de Director del Observatorio de Física Cósmica de San Miguel y de Subdirector del Instituto Latinoamericano de Fisiología y Reproducción. Hijo del célebre médico Mariano Castex, sus primeros pasos siguieron las huellas de su padre. Antes de ingresar a la vida religiosa, se graduó en 1954 de Doctor en Medicina en Montevideo, título que revalidó cinco años después en la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor (promedio 9,57). En 1960 se licenció en Filosofía Desde entonces los distintas congresos internacionales de Medicina Interna, Zoología, recursos hídricos, etc., contaron con su presencia. En tos tres últimos años recibió invitaciones oficiales del gobierno de la República Federal Alemana. Allí entabló una estrecha amistad con Wlly Brandt, e incrementó la cooperación científica entre los dos países.
Durante sus años juveniles lo vieron con su guardapolvo blanco tres hospitales: el Pasteur de Montevideo y el Nacional de Clínicas y Militar Central de Buenos Aires. En la actualidad es miembro de 18 academias y sociedades científicas internacionales. Desde 1949 hasta el presente no abandonó la docencia universitaria a nivel científico. Es autor de 60 trabajos de investigación biológica, zoológica, médica, filosófica e histórica.
Este extenso curriculum le brindó el espaldarazo para ser consagrado en 1966 uno de los diez jóvenes sobresalientes por la Cámara Júnior de Comercio de Buenos Aires.

Revista Semana Gráfica
09.07.1970

Nota de M.R.: Acerca de este sacerdote se puede leer esta nota en la que se refiere a Juan Domingo Perón: "General, yo intenté matarlo... no sé si se acuerda" https://www.infobae.com/historia/2019/09/08/general-yo-intente-matarlo-no-se-si-se-acuerda/

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