La reacción fue
inmediata. En el Congreso Nacional, un grupo de
mujeres hizo una manifestación hostil; en círculos
eclesiásticos, la noticia fue recibida con
desagrado; entre los políticos, la perspectiva de
un debate nacional, en estos momentos, no causó
mayor entusiasmo. Pero, sea como fuere, lo cierto
es que se ha creado la conciencia de que quizá sea
inevitable que el país vuelva a enfrentarse con un
tema que siempre provoca alteraciones emocionales
en los diversos sectores.
Desde que Juan
Balestra presentó el primer proyecto de ley de
divorcio, el 17 de agosto de 1888, el debate ha
resurgido periódicamente en la Argentina.
No menos de veinte
proyectos de ley y algunos proyectos de resolución
han sido discutidos en las cámaras nacionales.
Conservadores, radicales y socialistas han
defendido o atacado apasionadamente, de acuerdo
con las circunstancias, las distintas posiciones.
En 1932, conservadores de la talla de Rodolfo
Coromina Segura y Miguel Ángel Cárcano se unieron
a los socialistas, y la Cámara de Diputados aprobó
un proyecto de ley de divorcio que, sin embargo,
fue bloqueado por el Senado. En 1949, la oposición
radical votó por una iniciativa divorcista de
Agustín Rodríguez Araya que la mayoría peronista
aplastó. En diciembre de 1954, sin embargo, Carlos
Perette acaudilló a los radicales en un violento
ataque contra la imprevista ley de divorcio que el
peronismo aprobó en cuestión de minutos.
En estos momentos, una
encuesta entre todos los bloques del Congreso
demuestra que no hay nadie a quien el problema no
le afecte de una u otra manera: además del
proyecto de Emilio Carreira y Carlos Ocampo, otros
similares están en preparación en los bloques de
la Federación de Centro, del socialismo
democrático y de la democracia progresista.
Los proyectos surgen
como consecuencia de posiciones ideológicas
determinadas, y también como respuesta a una
situación concreta que, por lo demás, los
adversarios del divorcio no pretenden negar: la
gran cantidad de familias irregulares por su
organización y su status legal.
Si bien la Argentina
es uno de los países más severos en lo que a la
defensa del vínculo matrimonial se refiere, ello
no impide que crezca año a año el número de
familias que se desintegran, especialmente en los
centros urbanos y preferentemente en las clases
media y alta. La ley argentina protege al
matrimonio único e indisoluble e incrimina con
prisión a quienes violan o ponen en peligro esa
indisolubilidad: seis años para el bígamo, un año
para el hombre casado "que tuviese manceba" o para
la mujer "que cometiere adulterio". Sin embargo,
la falta de unidad legislativa permite a
cualquiera casarse hasta 22 veces —una en cada
distrito provincial del país—, pues no hay un
control o registro federal de matrimonios.
Las separaciones
legales —pero sin disolución del vínculo, lo que
impide contraer nuevo matrimonio— son muchas. Sin
entrar a analizar sus causas —en general, se culpa
a la vida moderna, a la falta de preparación
prematrimonial, a la inmadurez afectiva y a la
carencia de principios religiosos o morales—,
quienes se hallan vinculados al problema coinciden
en la necesidad de darle una solución. En la
fundamentación de su proyecto, Carreira y Ocampo
recuerdan que, según el censo nacional de 1947,
había entonces 52.387 separaciones legales, lo que
equivalía al 0,5 por ciento; pero acotan que, de
acuerdo con nuevas encuestas, las familias
organizadas irregularmente en la actualidad
ascenderían a 250.000, como consecuencia de la
falta de disolución vincular del matrimonio.
En la práctica, las
estadísticas argentinas no existen en este
terreno. Pero en el palacio de Tribunales, en
Buenos Aires, abogados y funcionarios declaran que
de los juicios ordinarios, el 60 ó 70 por ciento
son separaciones. Calculando que ingresan unos 300
juicios por día, y que cien de ellos son
ejecutivos, los juicios por separación alcanzarían
a 100 ó 120. "Nosotros, que sin embargo no nos
especializamos en divorcio, estamos impresionados
por la cantidad abrumadora de juicios de divorcio
que caen en nuestras manos", declaró el doctor
Ezequiel Raibó Paz, del estudio jurídico del
profesor universitario Díaz de Guijarro.
Pero hay un aspecto
que sorprende —y alarma— aún más: el incremento de
los divorcios y casamientos en el exterior. Año a
año, cada vez mayor cantidad de parejas encuentran
en México o en Uruguay una solución a medias para
su situación. No obstante, aunque los trámites en
el extranjero no tienen valor legal alguno en el
país, "los papeles" les garantizan un status
social y moral más aceptable, sobre todo en lo que
a los hijos de las nuevas uniones se refiere.
Los "divorciados"
argentinos recurren a abogados o "estudios" que
trabajan sobre una base legal muy especial:
aquella que les facilitan los tratados
internacionales. Por un principio de derecho
internacional privado, las cuestiones de familia
se debaten ante el juez de la jurisdicción donde
se domicilian las partes, y se rigen por la ley de
dicho domicilio. Los interesados en divorciarse,
pues, deben trasladarse, en principio, al exterior
para efectuar los trámites. Sin embargo, una muy
organizada "industria del divorcio" que opera en
la Argentina desde hace varias décadas se ha
ocupado, en general, de obviar esto. En la
actualidad, los clientes no tienen que hacer otra
cosa que otorgar un poder amplio a un abogado que
los represente en México. De allí, en un tiempo
relativamente corto —40 días término medio— llegan
las partidas que atestiguan el divorcio y el nuevo
casamiento. Un trámite posterior ante el Registro
Civil, de Córdoba, permite obtener una libreta de
casamiento argentina.
Las cosas, sin
embargo, son más complicadas. En México, el
gobierno, presionado por numerosos países, hace
tiempo que ha dejado de legalizar este tipo de
documentos. Lo mismo han hecho las autoridades de
todos los estados mexicanos (exceptuando el de
Chihuahua, donde el trámite cuesta 400 dólares).
En 1959, el consulado argentino recibió
instrucciones de no dar el visto bueno a los
testimonios judiciales y a las partidas de
casamientos en casos de divorcio.
A partir de entonces,
contrariamente a lo esperado, algunos estudios han
podido operar más libremente, ya que tienen una
justificación legal para ofrecer documentos
extranjeros sin garantía alguna a sus clientes.
Curt Bellack, un abogado y sociólogo austríaco
nacionalizado argentino que dirige en Buenos Aires
un prestigioso estudio, afirma que "hay estafa.
Este delito existe. Sería bueno que alguien
controlase allí, en México, si existen los
testigos, si existen las actas. En México se
tramitan 300 casos de divorcio de parejas
argentinas por mes, y no llegan a sesenta los que
se resuelven favorablemente. El resto son
estafas".
Bellack opera casi
exclusivamente con Uruguay, donde la ley es mucho
más estricta: exige realmente la residencia de los
que van a separarse, o la de quienes quieren
casarse. Esto encarece los trámites, pero Bellack
sostiene que ésta es la única forma "limpia y
legal" de hacer las cosas. "Es evidente —afirma—
que, según la legislación argentina y los tratados
de Montevideo, el juez uruguayo es competente para
divorciar, si se prueba la radicación del
matrimonio en el país. Y no sólo esto: la unión
subsiguiente es válida, ya que sólo puede pedir su
anulación el estado en el que se celebró el primer
matrimonio, si es que en ese estado se prohíbe el
divorcio vincular. Y como en la Argentina éste no
está prohibido, sino solamente suspendido..."
He aquí una palabra
que configura todo un problema jurídico en la
materia. Alrededor de ella, abogados y políticos
han perdido horas y energías dedicadas a las más
sutiles interpretaciones. Lo cierto es que nada se
ha conseguido y que, en la práctica, miles de
parejas con documentos extranjeros siguen al
margen de la ley. No se aceptan sus divorcios; no
se aceptan sus nuevas uniones. La libreta que se
consigue en Córdoba solamente certifica que ella
concuerda, en sus datos, con una partida mexicana
que el Registro Civil tuvo a la vista y que
devolvió. Sirve, sí, para inscribir a los hijos de
las nuevas parejas.
Mientras tanto, queda
la duda sobre la honestidad de estas operaciones
judiciales. "Es un buen negocio —dijo a PRIMERA
PLANA un abogado—. Hay quienes cobran de acuerdo
con el patrimonio conyugal. Yo sé de algún estudio
que ha cobrado hasta un millón de pesos por un
divorcio. Hay otros, en cambio, que hacen todos
los trámites —divorcio y casamiento extranjero, y
libreta argentina— por quince o veinte mil pesos.
No le quepa duda: todos ganamos mucho dinero." No
hace mucho, tres diarios de Buenos Aires
comenzaron a publicar noticias alarmantes sobre
estafas fabulosas por parte de los estudios
divorcistas. La Razón publicó algunas notas. En
los estudios, PRIMERA PLANA halló reacciones
diversas: mientras que Bellack sonreía y daba la
impresión de moverse sobre seguro, otros
confesaron que dicha publicidad les había
arruinado las vacaciones. "Tuve que volver
urgentemente para que mis clientes, al ver el
bufete cerrado, no fueran a creer que era yo el
culpable", explicó un abogado.
El doctor Raibó Paz
recuerda haber iniciado, no hace mucho, un juicio
de separación y haber descubierto que su dienta,
casada por primera vez en México, había sido
engañada. Sus papeles eran falsificados, su
matrimonio no existía legalmente. Tenía tres
hijos. El juez se hizo cargo de este nuevo caso,
aparecido inesperadamente. "Es uno de tantos
casos. No hace mucho me enteré de que, en México,
el gobierno investiga 130.000 casos de estafa a
ciudadanos de todo el mundo."
Sin embargo, en
algunos estudios se sostiene que las notas de
algunos diarios no fueron otra cosa que una
campaña destinada a desprestigiarlos para
"justificar los argumentos divorcistas locales y
darle bombo al proyecto de Carreira".
En el Parlamento, el
proyecto de Carreira no ha causado mucha
preocupación, quizá porque no se cree que el tema
vaya a anteponerse a otros que los diputados y
senadores aguardan con ansiedad.
Las respuestas de los
distintos bloques a la pregunta ¿qué posibilidades
hay de que se apruebe una ley de divorcio? fueron
éstas:
UDELPA (Eduardo O.
Gutiérrez): "Técnicamente, puede ser aprobada.''
UCRP (Eduardo A.
Massolo): "Puede salir. Así como hay concordancias
cuando se trata de la intervención estatal en
materia social, puede haber un acuerdo liberal
tratándose de divorcio."
UCRI Frentista (un
vocero): "No tenemos interés en el problema. No
creemos que se trate."
UCRI Alendista
(Domingo A. Condoluci): "Creo que no."
Socialismo Democrático
(Américo Ghioldi): "Hay que preguntarles a los
obispos. Que me perdonen mis colegas, pero si los
obispos no han evolucionado y se oponen, entonces
no se tratará. Por lo menos, por este año."
Demócrata Progresista
(José Eduardo De Cara): "La iniciativa puede
incorporarse en la medida en que todos los
sectores adviertan la necesidad de sumarla a
nuestra legislación."
Federación de Centro
(Juan Balestra): "Soy divorcista. Yo tengo que
seguir la línea de mi padre, que presentó el
primer proyecto. Creo que saldrá."
Socialismo Argentino
(Emilio Carreira) : "Espero que el proyecto se
transforme en ley, que no se haga política de
bloques con vistas a cálculos electorales y que
los partidos dejen en libertad a sus
representantes para que se expidan con arreglo a
sus conciencias."
Partidos Populares
(Omar Ayeta): "Creo que puede salir restringida,
con los casos tipificados: locura, adulterio,
tentativa de asesinato, negativa a usar el nombre,
alcoholismo, etcétera."
Democracia Cristiana
(Enrique de Vedia): "Si los diputados tienen
conciencia sobre la opinión popular, no saldrá."
Justicialismo (Juan A.
Luco): "Estimo que saldrá aprobada."
Autonomista (Fernando
Miranda Gallino): "Estamos contra el divorcio."
Un recuento aproximado
de los diputados divorcistas o no divorcistas
indicó que un sesenta por ciento de ellos podría
estar con el divorcio.
Es decir que,
técnicamente, la ley podría ser aprobada. Pero
otra cosa es la política: confidencialmente, casi
todos concuerdan en que la ley de divorcio no
puede aprobarse. En primer lugar, pocos quieren
enfrentarse con la Iglesia, y pocos son los que
creen conveniente que en el país se vuelva a crear
una situación similar a la de 1958, cuando la
población se volcó a las calles en lucha por la
enseñanza libre o laica. "No conviene bajo ningún
motivo —dijo un funcionario de la Casa Rosada—. El
país necesita calma por sobre todas las cosas."
Por esas razones, es
posible que muchos bloques voten contra las
convicciones de muchos de sus propios miembros: el
Justicialismo, en favor, condicionado por la
posición de Perón en 1954 (aunque entonces el
divorcio fue el arma política contra la Iglesia);
UDELPA, en contra, debido a la posición del ex
presidente Pedro Eugenio Aramburu (suspendió la
vigencia de la ley de Perón) y a un discurso del
general Peralta, en el Luna Park, en el que
definió al partido como anti-divorcista; la UCRP,
en contra, para evitar problemas al Poder
Ejecutivo; las dos UCRI, en contra, para evitar
fricciones con los católicos. Si esto se
produjera, el proyecto no saldría de la comisión
de legislación general. Y, en caso de ser
aprobada, quedaría el Senado. Allí, la mayoría
radical del Pueblo debería actuar de modo de no
interferir con la acción de gobierno, y sería
sumamente improbable que lo aprobase.
Pero, ¿y si fuese
aprobado en ambas Cámaras? ¿Qué haría el
presidente Illia? Allegados al primer magistrado
se negaron a dar su opinión. "Esto sería
adelantarnos a los hechos —dijo uno—. Y eso nunca
se hace en política." Pero alguno confesó que no
creía que el presidente repitiera el gesto de
Yrigoyen, que vetó una ley de divorcio aprobada
por el Congreso en 1928.
En la pasada semana,
finalmente, ciertas versiones señalaban que la
solución al problema podría estar en manos del
Canciller: el doctor Miguel Ángel Zavala Ortiz
estaría estudiando la posibilidad de concretar un
concordato con la Santa Sede. La Iglesia, que
rechaza los matrimonios civiles por considerarlos,
teológicamente, concubinatos, podría aceptar un
régimen mixto, como lo sugirió no hace mucho el
jesuita Benedicto Hancko, en un artículo publicado
por la revista jurídica "La Ley": "Los prelados
argentinos —explicó Hancko— se oponen a la ley de
divorcio vincular sólo en cuanto ésta autoriza a
los jueces en lo civil a quitar los efectos
civiles de los matrimonios válidos ante Dios."
Pero a juicio de la Iglesia, ciertamente, no son
válidos los matrimonios sólo civiles o celebrados
por otros ritos, lo que abriría una posibilidad de
transacción.
31 de marzo de 1964
PRIMERA PLANA
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