Los ejércitos del terror
Los atentados terroristas y los grupos guerrilleros evidencian la profunda crisis de nuestra juventud

Hace ya casi un año, en Buenos Aires era asaltado el Policlínico Bancario. Saldo de la "operación": dos trabajadores muertos, tres heridos y 15 millones de pesos desaparecidos.
Pocos meses atrás, en Rosario, en el local de un sindicato, tres jóvenes de filiación peronista-nacionalista murieron en un tiroteo en el que hubo también varios heridos.
En la cadena de represalias derivadas de este hecho, dos abogados rosadnos fueron heridos gravemente; y un joven, Raúl Alterman, cayó asesinado a balazos en su propio domicilio.
Hace pocas semanas se descubrió en Córdoba una organización que disponía de un campo de adiestramiento para la lucha de guerrillas. Más recientemente, una formación guerrillera sostuvo un combate con fuerzas de la gendarmería en Salta. Un poblador de la zona fue asesinado por los guerrilleros ; un gendarme y dos guerrilleros murieron en la acción.
Estos hechos —los más dramáticos y recientes, pero no los únicos— no han sucedido en alguna republiqueta centroamericana. Pasaron aquí, en la Argentina. Hechos similares pueden seguir ocurriendo en el próximo futuro. Porque ante la condescendiente tolerancia de las autoridades y la indiferencia de la población, han proliferado
en los últimos años, como por generación espontánea, los juveniles "ejércitos del terror" que pertrechados de consignas e ideologías redentoras no siempre bien digeridas, se entrenan en la sombra esperando que suene para ellos la hora cero de la conquista del poder.
Si es cierto que en cualquier país la inestabilidad política y el deterioro de las instituciones republicanas favorece el desarrollo de los extremismos, en la Argentina, donde el deterioro llegó muchas veces al punto de manoseo, tenía que resultar, por fuerza, un excelente medio de cultivo para los virus "ultra" de toda especie y color. Este país, que frente a la violencia delictiva solo dispone y padece de una legislación represiva totalmente inadecuada para los tiempos que corren; este país, donde una investigación policial puede paralizarse en cualquier fase por enigmáticas "órdenes de arriba", donde todo el mundo tiene —y lo emplea— algún pariente todopoderoso a quien recurrir en sus conflictos con las autoridades; esta Argentina donde los electores no votan por alguien, sino contra alguien, donde el escepticismo en materia política está revistiendo ya caracteres de suicidio nacional, estaba fatalmente destinada a convertirse en el paraíso de los desaforados. Y se convirtió, no más.

Conscripción universal
Profesionales, obreros, rentistas, empleados, estudiantes, militan en las filas de estos ejércitos clandestinos. Son, por lo menos en las bases, casi todos muy jóvenes; muchos de ellos demasiado jóvenes aún. El impulso que los lleva a alistarse en las filas del terror es una mezcla de resentimiento, inconformismo y rebeldía adolescente, que expertos psicólogos sabrán canalizar adecuadamente para el "mejor servicio de la causa". A ello se agrega el deseo de afirmar en el grupo una personalidad insegura, el atractivo de la clandestinidad y la posibilidad de descargar su agresividad, sin molestos remordimientos ulteriores, en pro de fines trascendentes (la defensa de la soberanía y la redención de los explotados sirven perfectamente a estos efectos). Tales son, en resumen, las constantes psicológicas que se hallan en las raíces de estas actitudes mesiánicas. Tal es el terreno abonado donde prende la semilla del fanatismo que puede llevar al asesinato.
No hace mucho, por la televisión argentina se transmitió el siguiente increíble diálogo, en estas o parecidas palabras:
—¿Es usted partidario de la violencia como arma política?
—Por supuesto.
—¿Aprueba usted, entonces, el asesinato de Alterman?
—Bueno, Alterman era un pobre tipo. Si yo tuviera que actuar sabría elegir mejor mis blancos.

Confusión mental
En otros tiempos, la extracción social del recluta determinaba casi automáticamente su militancia en tal o cual grupo; un hijo de un rentista, de familia católica y culta, iba a parar fatalmente a una de las organizaciones fascistas al uso; los de origen proletario engrosaban los grupos de choque sindicales (peronistas) o las unidades paramilitares comunistas.
Hoy, en cambio, la posición social de la familia gravita apenas en la elección del militante; en recientes procedimientos policiales contra "guerrilleros" fueron capturados varios jóvenes vástagos de familias de sólida posición económica. Por otra parte, dado el ritmo dinámico y la fluidez del momento político —y los imprevisibles cambios de posición de los líderes— un matrimonio católico no tiene ninguna garantía de que cuando su devotísimo hijo ingrese en una organización nacionalista no vaya a terminar algún día, a través de sucesivas decantaciones y escisiones, "en las garras del marxismo materialista y ateo" (caso del grupo Baxter dentro de Tacuara).

Arsenales y finanzas
La procedencia de las armas y recursos varía según el color político de los grupos extremistas. Hay pruebas abrumadoras de que de Cuba provienen gran parte de las armas de que hoy dispone la "izquierda nacional" (eufemismo que cobija a una extraña mescolanza de idiotas útiles y compañeros de ruta con socialistas de vanguardia, trotzkistas y castro-comunistas).
Por su parte, los grupos nacionalistas de fuerte tinte antisemita cuentan con el apoyo (no solo moral) de la Liga Árabe. Su representante, Hussein Triki, un veterano agitador que fue huésped de Hitler, tiene poderes casi omnímodos para conducir la estrategia "antisionista".
En otros casos las armas provienen de los enfrentamientos entre argentinos ocurridos en la última década. Algunos millares de sindicalistas fueron armados, hacia el final de la era peronista, por los dirigentes gremiales. Los comandos civiles revolucionarios también recibieron armas, en este caso de las Fuerzas Armadas, en la inminencia del alzamiento antiperonista. Terminadas las hostilidades, las frecuentes demandas de devolución del armamento surtieron poco efecto.

Perfil humano del terror
A mediodía, el abogado y político de 44 años contemplaba satisfecho el fastuoso departamento que iba a comprar con su esposa, una rica hacendada santafecina: diez millones de pesos casi al contado, pero valía la pena. Ese mismo individuo, horas más tarde, demostraba, con precisa dialéctica marxista, a un auditorio de dirigentes gremiales de segunda línea, que la insurrección guerrillera era un recurso válido para precipitar la caída del actual sistema capitalista y burgués.
El caso de este intelectual, contacto clave para la creación y desarrollo de las incipientes guerrillas, no es único. De Cuba han llegado severas advertencias e instrucciones tendientes a evitar que algunos camaradas utilicen en provecho propio dineros destinados a fines revolucionarios. Parecería que muchos ideólogos argentinos están persuadidos de que la revolución que predican tendrá mayor alcance si ellos la preparan confortablemente instalados en mansiones que envidiaría la oligarquía de medio pelo.
La otra cara de la moneda es el guerrillero Héctor Carlos Bandoni, ayudante de "El Cordobés" y apresado con él en las operaciones de abril en Salta. Nadie en el barrio, ni siquiera su madre, alcanza a comprender lo sucedido: un muchacho tan afable, tan servicial y modesto; un poco retraído, tal vez. Un buen día avisó a su madre de que viajaba a Santa Fe, con un reciente amigo que le frecuentaba en ese tiempo. ¿Fue un hábil trabajo de persuasión, el deseo de aventura o la inexperiencia lo que llevó a este muchacho a la guerrilla?
Los fondos robados en el Policlínico Bancario servirían para comprar un barco con el fin de invadir las Malvinas (!). Y los hermanos Posse partieron para Europa para cambiar los billetes sospechosos. La Interpol los descubrió porque con ese dinero pagaron la cuenta de un cabaret. Cabaret, francesas y champaña, una trilogía que sigue la mejor tradición del "bacán" porteño.

Cronología del terror reciente
Cuando Frondizi renegó del pacto preelectoral con Perón, en la Argentina comenzó a desarrollarse un plan terrorista.
Según las confidencias de algunos dirigentes peronistas —ortodoxos y revisionistas—, las declaraciones de los terroristas apresados y la cuantiosa documentación secuestrada por las autoridades, el plan fue concebido en Madrid por el propio Perón y se canalizó a través de la llamada C.G.T. Auténtica.
Se crearon células aptas para acciones peligrosas, obtuviéronse fondos, armas y explosivos, e inclusive se llegó a montar una fábrica de ametralladoras. La mayor parte de las células estuvieron integradas, exclusivamente, por peronistas, pero paulatinamente se crearon algunas organizaciones mixtas de peronistas y extremistas de izquierda. La virulencia de la ola terrorista alcanzó su apogeo, en 1959, con 578 atentados.
Ciento siete acusados fueron condenados por los tribunales militares, algunos de ellos a perpetuidad, por su participación en sucesos que ocasionaron muertos y heridos. El Congreso destituyó al gobernador de Córdoba, Arturo Zanichelli, acusado por el ejército de connivencia con sectores extremistas del peronismo. Todos los condenados están ahora libres, debido a la ley de amnistía.
En diciembre de 1959 estalló en Tucumán el caso de los uturuncos. Un ensayo de lucha guerrillera insertado en la serranía de El Cochuna. El golpe más audaz fue un asalto a la comisaría de Frías, en Santiago del Estero. Aparentemente, se trató de peronistas a secas. "Los uturuncos hicieron todo a los ponchazos; por eso fue fácil desbaratarlos", explicó un jefe militar.
Los muchachos de El Cochuna confesaron con bastante llaneza. No hubo misterios. Sin embargo, para algunos desconfiados analistas, eran la vanguardia experimental de un plan más vasto, originado en La Habana.
Casi cuatro años después, un campamento de instrucción para la guerrilla es allanado en la provincia de Santa Fe, en las inmediaciones de la laguna Setúbal. Esta vez se trató de nacionalistas de derecha, católicos y antisemitas. Sus caudillos afirmaron que había llegado la hora de prepararse para la guerra que, inevitablemente, sobrevendrá en la Argentina. Una guerra sin cuartel contra el comunismo. Un águila prusiana color púrpura ondeaba en el estandarte de los tacuaras guerrilleros.
Al descubrirse este campamento, los servicios de seguridad estimaban en quince mil jóvenes ciudadanos las fuerzas de Tacuara. Para ese entonces —comienzos de 1963— ya se había producido la escisión entre los dos líderes de la primitiva organización, el ultraderechista Alberto Ezcurra Uriburu y el neomarxista Joe Baxter. Baxter fundó el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara. El MNRT afirmó que se había quedado con la mayor parte de los afiliados. El cálculo hecho en medios oficiales establece que tan solo menos de un
millar pasó, en este caso, de la ultra-derecha a la ultraizquierda.
La casi totalidad de los atentados antisemitas ocurridos en los últimos cinco años fueron adjudicados a los "tacuaras" derechistas y a la Guardia Restauradora Nacionalista —pequeño núcleo de católicos ortodoxos cuya ideología fascista inspira el padre Menvielle. En los claustros universitarios emergió brutalmente la disputa entre los extremistas de uno y otro sector. Una bala terrorista abatió a una joven estudiante de la Facultad de Derecho.

Partidos sin juventud
La afiliación política de la juventud argentina a los partidos tradicionales es muy baja: un dirigente admitía que apenas 1.700 jóvenes figuraban en los libros de inscripción de su partido en todo el país. Ninguno de esos partidos cuenta en sus filas con un núcleo de activistas juveniles como el que los cálculos de los servicios de seguridad adjudican a Tacuara o a las diversas organizaciones castrocomunistas,
¿Por qué la juventud argentina de hoy es políticamente indiferente y, cuando se decide a actuar, prefiere la militancia extremista?
Para el doctor Oscar Alende, titular del Comité Nacional de la UCRI, esta inclinación de nuestra juventud se debe a que la casi totalidad de los partidos políticos tradicionales no traducen las tendencias fundamentales existentes en la vida argentina y, sobre todo, a un escepticismo que nace de la diferencia entre lo que un partido dice "desde el llano" y sus actos cuando llega al poder. Solo con una orientación decididamente revolucionaria, pero pacífica, acorde con las exigencias de los tiempos, los partidos políticos lograrán recuperar a la juventud.
El doctor E. Hardoy, presidente de la Federación de Partidos de Centro, piensa que la indiferencia de la juventud es menor desde la caída de Perón, pero estima que la escasa adaptación de los partidos a las condiciones de nuestro tiempo es un factor fundamental, que gravita negativamente. "Es hora —recalca— de adoptar un estilo enérgico y directo y de presentar soluciones concretas y realistas."
Otro político consultado, el doctor Horacio Thedy, de la democracia progresista, estima que quien se enrola en los extremismos no expresa una preferencia política sino una personalidad psíquica anormal. Según Thedy, la juventud normal permanece indiferente ante los partidos porque estos no ofrecen soluciones concretas a los problemas creados por la revolución tecnológica, social y cultural que vive actualmente el mundo. Es impostergable que crucemos la barrera.

Operación de limpieza
Los sucesos de Rosario, el asalto al Policlínico y las operaciones guerrilleras de Salta han hecho comprender a todos, a las autoridades y a la ciudadanía, que esta vez la situación es seria y que ya no se puede seguir utilizando a los extremistas de derecha como ejército clandestino anticomunista.
Claro que las autoridades militares consideran más peligroso al extremismo de izquierda. Un alto jefe explicaba el criterio reinante: "Los extremistas de derecha son menos, escasos de recursos y no están al servicio extranjero."
Después del Policlínico, Rosario y Salta, el problema de los terrorismos tendrá que ser replanteado en sus verdaderas dimensiones. Ya no se pueden ignorar algunos desmanes ni considerarlos "travesuras" de adolescentes. Ya no se trata de grupos que organizan actos relámpagos más o menos ruidosos en la calle Florida. Es algo más serio que embadurnar el frente de las casas suburbanas con leyendas contra el entreguismo, el imperialismo o cualquier otro "ismo" que suscite antipatías en el momento. Es cosa que atañe muy de cerca a la defensa nacional y a la paz de la población. Ha sonado la hora cero para iniciar una operación de limpieza que tenga por finalidad que la Argentina deje de ser el paraíso de los desaforados.

Revista Panorama
06/1964




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