Logia Anael: Espiritismo y política

Fue una tarde de octubre de 1965. Era la hora del crepúsculo. Varios miembros de la logia, juntamente con el doctor Anael, caminábamos. Anduvimos largo trecho en silencio. Sólo percibíamos nuestros pensamientos y el gorjeo de los pájaros.
—Doctor Anael —dijo de repente uno del grupo—. ¿Podremos construir la Nueva Civilización? Hizo se más lento el caminar. Sólo Anael se adelantó unos pasos. Se detuvo, y dándose vuelta, contestó:
—¿Sientes el hambre y la injusticia del mundo?
—¡Sí!
—Entonces podrás construirla.
Giró sobre sus talones y reinició la marcha.
También en silencio, el sol buscaba un nuevo amanecer. ¡El tercer mundo ha entrado en acción!
Logia Anael, Buenos Aires, Noviembre de 1965.

Para las huestes que avanzaban trabajosamente rumbo a Ezeiza, en la mañana del viernes 17, aquellos volantes fueron un alivio contra la lluvia y la barrera militar. "Son peronistas. Se levantó la Escuela de Mecánica de la Armada", comentaron. Pero horas después los papeles desaparecían en el barro y las columnas peronistas desandaban su camino. Apenas comentada ese día por el periodismo, la rebelión sigue siendo, de algún modo, un enigma. ¿Intento peronista al margen de las órdenes pacíficas de Perón o ciega provocación para evitar el retorno? A causa, tal vez, de su escasa importancia, las especulaciones alrededor del motín languidecieron pronto. Fueron sobrepasadas, además, por el clímax político. Panorama informó entonces (291) que uno de sus implicados, el guardiamarina Julio Urien, es hijo del juez Julio César Urien, número uno de la Logia Anael.

INFORME DEL CIELO ... Los diversos sectores en que está dividido el movimiento peronista niegan —a pesar de los volantes del 17 y de otros datos históricos de la logia— que Anael pertenezca a sus filas. Más allá de una compleja vidriera ideológica, la secta contiene, al parecer, elementos espiritistas. Y el motín habría sido dictado —a la manera de un mandato divino— por la majestuosa figura de los jefes de la logia a un grupo de jóvenes suboficiales. Más por diplomacia que por rubor, el círculo anaeliano habría borrado sus huellas espiritistas a fin de articular con mayor libertad un modelo ideológico de "liberación".
Si su vínculo con la política aparece —ahora— casi forzado, en su origen la logia habría contado con dos padrinos de fama mayor: Getulio Vargas y Juan Perón. Desde Brasil y por intermedio de Héctor Caviglia (para algunos, brasileño y para otros, argentino) llegó a Perón el precepto más visible de Anael: ambos países latinoamericanos debían concertar un eje de oposición a los Estados Unidos. Aunque recibía con agrado los mensajes de su colega brasileño, Perón nunca integró la logia; después del suicidio de Vargas, desaparecieron para él todas las garantías de seriedad o interés. Caviglia deambuló, entonces, por Buenos Aires en busca de almas crédulas.
Alrededor de 1960 encontró, por fin, un candidato por demás adecuado: el juez Urien. Poco antes de morir (1964), Caviglia confesó a sus íntimos que, en una noche tormentosa, el Ser Supremo dictaminó que su sucesor sería un juez en lo Civil y Comercial. Según se afirma, el milagro tiene un solo testigo: Urien. Convertido en número uno, el juez trató de llegar hasta Perón pero, aparentemente, sólo consiguió una entrevista sin frutos duraderos. Si existió, en esa época, algún contacto entre la logia y el peronismo, su desvinculación parece ser, ahora, absoluta.

... Y DEL INFIERNO. Varios integrantes del movimiento peronista se ufanaron por consignar que —salvo conceptos antiimperialistas— nada los une al cenáculo anaeliano. Aunque algunos reconocieron que, durante cierto período (alrededor de 1965), José López Rega trabó efímera amistad con los asociados secretos. Las opiniones de los dirigentes peronistas recorren una gama bastante amplia: para muchos, Anael es un pequeño grupo a merced de un espiritista con buenas intenciones; para otros, Urien podría ocultar designios menos santos.
Un viejo jefe de la resistencia peronista comentó la semana pasada a Panorama: "Detrás de la pantalla del misterio, coexistieron siempre sinceras aspiraciones —de los menos— e intereses políticos y económicos. Junto a un psicópata, siempre estuvo el vivo, que terminó negociando lo suyo. Vaya a saber quién es, aquí, el vivo, pero sin duda, existe. De algún modo hay cierta semejanza con el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), pero la gran diferencia es que entonces, el vivo se llamaba Juan Perón. Lo mismo pasó con El Dragón Verde: un grupo de coroneles y abogados se acordaron de Nasser y el nasserismo cuando ya Perón había hecho todo eso desde el gobierno. En cuanto a Anael, sé que Perón no se chupa el dedo y no va a andar creyendo en los espíritus. Además, ahora que está Perón aquí, se acabaron las logias y el misterios".

TERCERMUNDISMO Y TRASMUNDO.
Un tono bíblico satura ciertas páginas de los folletos de la Logia Anael. A veces, parece la voz de Zaratustra. El mundo ha entrado en una constelación histórica cualitativamente nueva. No se trata de capitalismo o comunismo sino de tener o ser. De seguir viviendo a través de palabras o de hechos. El tercer mundo se ha decidido por los hechos. Llegar a lo concreto, más allá de los conceptos. Asentado en los cimientos de sus civilizaciones milenarias, quieren accionar correctamente para edificar el mundo humano. Dios —la evolución o revolución de los pueblos— se encargará de demostrar esa justicia. El mundo de las minorías privilegiadas semejase a un magnífico jardín. Paisajes, árboles, flores, frutos, ordenadamente dispuestos. Engañados, retiene a los pueblos en él. Hay laberintos. El tercer mundo es un vasto desierto interior. Pero ese desierto tiene un camino. Ese camino conduce a la cumbre, a la tercera evolución de la humanidad: la libertad. Es el camino del hombre. Un camino en la tierra, alumbrado por el Sol, guiado por la conciencia. Porque el hombre es, en última instancia, la síntesis final de Conciencia, Tierra, Sol.
El conjunto de ideas propuesto por La razón del tercer mundo, El tercer mundo en acción (folletos) y La revolución de veras (libro de Julio César Urien) articula una serie de opuestos: Tener versus Ser, mundo humanoide versus mundo humano, lobos contra hombres, razas horizontales o anglosajones contra razas verticales o latinos ("Ellos, los horizontales, viven y pelean para tener. Nosotros, los verticales, vivimos y estamos luchando para ser"), hombres boreales (hemisferio norte) contra hombres australes, capitalismo y comunismo (sociedades del oro) contra Tercer Mundo o Capitalización del Trabajo. La oposición fundamental consiste, finalmente, en materialismo y espiritualismo. Para superarla, Anael propone el reino de la Triple A: El Tercer Mundo se consolidará mediante tres vértices magnéticos: en Asia (Pekín), en África (Argelia), en América latina, la "L" inclinada. La obra Anaelina consolidará su armazón cuando entre a funcionar el tercer vértice del triángulo escaleno de la triple A (la "L" inclinada). ¿Por qué se llama así? Tirando una línea recta de Lima hasta Buenos Aires y otra desde allí hasta San Pablo, fórmase un ángulo de 90 grados y la figura de una "L" inclinada.
Continúan los iluminados: "El primer paso en el concierto mundial hacia la posición de síntesis es la Argentina. Causas históricas, geográficas, económicas, antropológicas confluyeron para que así fuese. La dialéctica, al evolucionar históricamente prepara los procesos que, luego, por variadas razones, maduran en ciertos lugares y encarnan en determinadas personas". Esas personas son Getulio Vargas, Juan Perón y Anael. Cuando mencionan a ambos caudillos, los anaelianos utilizan un estilo especial. Mediante frases que imponen cierta distancia, Perón aparece como circunstancial. "Perón, por rara coincidencia, significa Rompe al revés. ¿Qué nos proponemos decir con esto? Lo siguiente: Perón, metafóricamente, encarna tres momentos en el quehacer argentino con su proyección latinoamericana." Primer momento: rompe un edificio vetusto; segundo momento: apilados y clasificados los escombros, unos se venden al mejor postor, otros destíñanse donde mejor se utilicen, y, tercer momento: "el instante de levantar el moderno edificio aproxímase".
Un eclecticismo pocas veces superado logra reunir conceptos nacionalistas, tercermundistas y antiimperialistas (que una coherencia mínima ubicaría en el marco de la lucha de clases) con las nubes de la metafísica. El doctor Urien supone que, en 1973, accederá al poder. Sin embargo, ni los folletos anaelianos ni sus libros indican métodos concretos. Tanto los párrafos literarios como el motín del 17 no sugieren más que pases mágicos.

DE LOS VISIONARIOS. Por completo ajenos a la minúscula Logia Anael, los 600 mil socios de la Escuela Científica Basilio asumen sin culpa su fervor espiritista mezclado a su peronismo. Juan Perón concedió a la Escuela una personería jurídica largamente esperada. Cualquiera de los 41 recintos de la Basilio está saturado de comentarios y suspiros peronistas. Definido por los sociólogos como una cultura de las clases populares, el espiritismo puede ser comparado con el auge de la astrología en Europa y los Estados Unidos. En el peronismo ambas formas están sincretizadas en la figura de José López Rega. Vinculado, en una época, con la Escuela Basilio, el secretario privado de Perón alcanzó hace tiempo luz propia (Es autor de Astrología Esotérica, Zodíaco Vegetal, Zodíaco Musical, Astrología Policial, Asiro finanzas, Filosofía Astrológica de la Moda, Libro de las revelaciones, entre otras obras).
También la esposa de Perón está relacionada: su nom de guerre Isabel (el verdadero es María Estela) tiene esas resonancias. En su infancia, Isabel Zoila Gómez de Cresto —una Madre María de Villa Real— la sedujo: desde joven se consideró hija de Isabel y José Cresto. La "escuela" de Tinogasta 5631, una vieja casona de techo de chapa, está tapizada de fotos de doña Isabel. Pero, desde su muerte, en 1957, se convirtió en el templo de José Cresto, un anciano que en algún momento estuvo en Puerta de Hierro y a quien llamaban El Padre. Ahora, rodeado de ancianas con velas encendidas, don José administra todos los miércoles yuyos y consejos. Se negó a hablar de su relación con Isabel de Perón y, mientras vendía paquetes de velas y se desprendía de una joven impaciente ("Sí, ya sé lo que te pasa en el trabajo. Seguí no más. Y andate. No vuelvas hasta dentro de tres meses. Quiero verte diez minutos cada tres meses, si no, me cansás mucho"), dijo a Panorama: "Esos son informes confidenciales. Yo no quiero decir nada —repetía sonriente—. Tengo mucho trabajo y 76 años, seis meses menos que el general. Me levanto a las 6 de la mañana y vuelvo a mi casa a las 12 de la noche. Ando de un lado a otro. Mañana, por ejemplo, me encuentro en el Círculo de Intelectuales —yo soy miembro pero no intelectual.— junto con abogados, coroneles, aviadores, de todo, y vamos a cenar juntos. Por supuesto eso es política. Pero nuestro maestro es el general. En el espiritismo, no; en la política. El ni cree en esto".

Recuadros en la crónica
Misterios: Detrás de un vidrio opaco
Entre las mil y una joyerías de la calle Libertad al 100 surge un deslucido cartel de acrílico: Óptica Duffourc. En las vidrieras, la clásica exhibición de armazones de variado calibre, almanaques anacrónicos y kodak'girls; en las paredes, premios de concursos de fotografía y varios diplomas de la Asociación de Óptica de Buenos Aires. Algunos están a nombre de Eduardo Duffourc; otros, de Ernesto Duffourc. El de la óptica —Duffourc— no concuerda con ninguno: un misterio que no fue posible develar. Detrás de la mampara de vidrio opaco que oculta el taller, apareció un hombre joven, de pelo corto y ojos desconfiados: "Espere; Ernesto Duffourc vuelve dentro de diez minutos". Regresó, después, a su cubículo y aumentó el volumen de la radio.
Varios informes consignan que en la trastienda de esta óptica se realizaron reuniones de la Logia Anael presididas recientemente por el Dr. Urien y antes por un personaje legendario: Caviglia. Por el momento, el mostrador y los revisteros rebosan de inocentes folletos del club Gimnasia y Esgrima. Después de media hora de espera apareció, por fin, Ernesto Duffourc, un hombre de más de cincuenta años, menudo, con hombros cargados y un guardapolvo viejo y cortón que le da un aire de peluquero suburbano. Lo que sigue es el intento de reproducción de un diálogo por demás dificultoso:
—Estamos haciendo una nota sobre espiritismo...
—Nada que ver. Esto es una óptica.
—Se trata de Anael. Los vecinos me han informado que, hace unos días, sufrieron ustedes un allanamiento a causa de la rebelión en la Escuela de Mecánica de la Armada.
—Yo no sé nada. El anaelismo es una concepción político-filosófica. No es como el socialismo o el trotsquismo. Además, debería ver a la gente que está en el asunto. Lamentablemente sufro de amnesia y lo que me entra por una oreja se me evapora por la otra.
—¿Qué nombres sugiere para esas entrevistas?
—Ya le digo: sufro de amnesia y no retengo nada. Tome mi tarjeta (Ernesto Duffourc. Optico Técnico). A lo mejor, dentro de unos días, recuerdo algunos nombres.
—Tal vez, a causa de los clientes, le resulte más difícil hablar...
—Yo no tengo problemas para hablar acá ni en ningún otro lado.
—¿Cómo se incorporó a la Logia Anael?
—No es una logia. Una logia es secreta, y, en cambio, el anaelismo existe para el bien de la humanidad toda. Y no hay reclutamiento. Fuerzas superiores deciden que los hombres se acerquen o se alejen. Fuerzas cósmicas. Así quisieron que yo lo conociera, hace muchos años, a Caviglia. Lamentablemente, un grupo de infelices tiene la sartén por el mango y aparezco vinculado a situaciones en las que ni Caviglia ni yo tuvimos nada que ver.
—Se dice que el doctor Urien, actual jefe de la Logia —o grupo-— era amigo de Caviglia.
—Puede ser, y, como Caviglia también era amigo mío, ahora me vinculan al doctor Urien. Muchos se dedican a tejer mentiras.
—Se dice, además, que José López Rega es —o fue— miembro de la Logia.
—Pregúnteselo a él. Todos los que estuvieron en esto seriamente han muerto. La verdad se fue a la Chacarita.
"'Vos no tenés por qué hacer declaraciones", tronó una voz de mujer desde la trastienda. Ernesto Duffourc se achicó aún más y balbuceó inútiles disculpas. Su mujer —alta, voluminosa y entintada de rubio—, agregó: "Dejame a mí". Su marido, entonces, se escurrió hacia el taller. Mientras moviliza ininterrumpidamente su pesado cuerpo, la mujer exigió credenciales y documentos personales.
—Es una lástima. Estábamos charlando cordialmente sobre el Dr. Urien.
—¿Cómo? El doctor Urien es un cliente más. Hace 25 años que le vendemos anteojos. Como a tantos otros: Mercante, Kelly, López Rega. Yo, por ejemplo, nunca lo atendí. Cuando el velorio de Caviglia, mi marido me señaló a una persona alta, esbelta, buen-mozona, de traje oscuro y me dijo: "Ese es Urien".
—¿Y Caviglia?
—El era un verdadero amigo de la familia. Comíamos juntos varias veces por semana. En una oportunidad, mi hijo se había enamorado de una mujer vieja, siete años mayor que él. Yo estaba desesperada. Le pedimos a Caviglia que lo convenciera de dejarla. Fíjese qué bondad, qué poder de convencimiento. Se encontraba con mi hijo y le hablaba, le hablaba. Al final lo convenció. Hoy, mi hijo, está casado con otra y me ha dado un nieto que es una locura.
—¿Caviglia era peronista?
—Quería el bien de la humanidad. Era nacionalista, pero en el buen sentido de la palabra. En la historia hay ciclos: Roma nació, fue un gran imperio y, luego, sucumbió. Caviglia decía que estamos viviendo la finalización del ciclo norteamericano y que comienza un nuevo ciclo: el panamericano, cuyo liderazgo lo ejercería la Argentina. Por eso quería llegar a Perón, pero Evita le bajó la cortina.
—¿Cómo surgieron, para usted, las ideas de Caviglia?
—Era maravilloso. No estaba ni con la subversión ni con la revolución ni con las armas. El otro día leí que Anael era trotsquista: pavadas. Cómo Caviglia iba a querer eso si él soñaba con un ideal humano, cósmico. Sirvió 5 años en la Legión Extranjera, en África. Se ganó la Legión de Honor. Allí vio tanto horror y muerte que, por eso, hablaba de amor y del espíritu. El creía en las fuerzas sobrenaturales, que una persona como nosotros no puede comprender. Y era argentino. Ahora dicen que era brasileño porque viajaba mucho a Brasil. Lo conoció a Vargas y todo. Muchas veces nos contaba que había presenciado, en África, cosas increíbles entre las tribus: magia negra y ritos como el vudú. Y lo mismo vio en Brasil. Hablar de eso lo fascinaba tanto. Se posesionaba.
—¿Cómo surgió Anael?
—Precisamente, en Brasil. Siempre nos decía que había conocido a Anael en Brasil y que era la reencarnación de Jesucristo, que había vuelto a La tierra para anunciar cambios extraordinarios. Supongo que Anael debía ser uno de esos superdotados, tal vez un curandero...
—¿Oyó hablar de José Cresto?
—¿De quién? ¿Jesucristo? (Mientras un diluvio de palabras entrecortaban el diálogo, Ernesto Duffourc se ubicó detrás de mostrador para presenciar la escena.) Periódicamente, Caviglia nos traía folletos y nos pedía que los repartiéramos de mano en mano. Él mismo los escribía, y, además, los enviaba por correo al Poder Ejecutivo, al Legislativo, al Judicial, a los diputados y senadores. Era esencialmente pacífico; quería difundir, por ese medio, su pensamiento.
—¿Cómo financiaba Caviglia sus viajes al Brasil?
—De su bolsillo. Él era martillero público. No tenía subvención de nadie. Era un idealista: todo lo que ganaba lo gastaba en el anaelismo. A veces nos preguntaban qué quería decir esto o aquello y no sabíamos qué contestar. Todo era muy abstracto y espiritual. Además, escribía frases muy largas. Cosa rara: Caviglia tenía una redacción espantosa. Una vez le pregunté cómo, si redactaba tal mal, escribía folletos tan claros. (Porque, aunque no se entendía el significado, estaban bien escritos.) El confesó que, efectivamente, era un tronco para escribir pero que, por las noches, se despertaba sobresaltado y escribía como un autómata. Algo o alguien le dictaba desde un punto del espacio. No sé, quizás era Anael. Lo mismo le pasó al morir. Una vez vino acá y nos dijo: "Anoche, en un sueño, me anunciaron mi muerte". A las dos semanas se nos fue. El fue un hippie precursor. Adoraba a la juventud. Y, es cierto, porque ellos van a realizar todo.
—Es lo que dice Perón.
—Sí, yo soy peronista, pero de los que piensan, no de los "grasas" fanáticos que van con el bombo. Y hay que decir lo que es: Perón tuvo muchos errores. Ojalá le hubiera hecho caso a Caviglia. Cuando a Kelly —fue increíble— se le dio por hablar de verticalismo, lo echamos. "Má qué" verticalismo. El hombre debe pensar. A mí me parece incorrecto, por ejemplo, viajar al exterior y hablar mal de Lanusse. Mal que me pese, Lanusse representa al país y yo, entre extranjeros, no puedo hablar mal de mi gobierno. Ya le han hecho tanto mal a la Argentina. Los militares han desvirtuado nuestra tradición. Cuando nació Jesús nadie se imaginaba que era la cabeza de un movimiento tan maravilloso. Cómo iban a aceptar que el hijo de un carpintero fuera el Mesías, siempre imaginado como un poderoso y adinerado.
—¿Cómo se trasformó la concepción filosófica de Caviglia en una organización política?
—No es cierto.
—Sin embargo según un volante de la Logia, Anael significa Avanzada Nacionalista Argentina en Liberación.
La señora de Duffourc se levantó de un salto y llamó a su hijo. Ambos festejaron la noticia entre burlas, insultos y carcajadas. Duffourc, simplemente, sonrió.
—Además, el episodio de la Escuela de Mecánica es bien político.
—Esas deben ser cosas de Urien que, según me han dicho, está loco. Pero jugar a un hijo en esa locura es no tener corazón. ¿Acaso pensaba que iba a tomar la Casa Rosada con un guardiamarina y cinco cabitos?
—¿Caviglia tenía amigos militares?
—Amigos y familiares. Su hermano era médico del hospital Militar; sus dos sobrinos son militares. Pero, según creo, no compartían sus ideas. Caviglia. se arruinó con el anaelismo. Poco antes de morir llegó acá con una botella de burdeos francés: "Gasté lo último que tenía —nos dijo—; quería tomar este vino con ustedes".
En la trastienda aparecieron la foto de Caviglia y, finalmente, la imagen del Cristo Espirita. Héctor Caviglia es, en verdad, un martillero público, con su cara redonda, su calvicie, su traje gris y un aire de satisfacción terrenal.
Junto al retrato está ubicado el Cristo Espirita: trazos blancos sobre fondo negro. Según Duffourc fue dibujado con tiza sobre un pizarrón: "Caviglia trajo de Brasil fotos de ese dibujo y nos regaló una a nosotros". Es el esbozo de un rostro afilado y una barbilla puntiaguda. Duffourc se negó a comentar el estilo. Es que estas imágenes se logran durante los momentos más sublimes de la videncia espiritista.
*.*.*.*.*
Los motivos de Julio César Urien
.. Yo formo parte de ese gremio de expectantes (que) se creen en el deber de excitar la conciencia de la sociedad..., de hacer algo, aunque ese algo sean disparates. Mi algo, en esta circunstancia, es la sociedad secreta. ¡Gran Dios! ¿Sabe acaso el hombre la consecuencia de sus actos?" (Roberto Arlt, Los siete locos. Discurso del Astrólogo.)

"Se ha tejido a mi alrededor una maraña de mentiras e infamias." Este lamento fue reemplazado, en seguida, por una postura de predicador: "Se ha dicho que soy trotsquista, comunista, marxista. Soy argentino y basta ya de rótulos extranjeros. Soy escritor y filósofo; quiero el bien de la patria y la humanidad". Con sus largos brazos extendidos hacia arriba, Julio César Urien agregó: "Se trata de una nueva concepción, una nueva filosofía de la liberación del hombre como persona y como pueblo. Pronto, muy pronto, sabrán todos qué es Anael".
Muchos afirman que Anael es el propio Urien. El juez, por su parte, movió negativamente la cabeza y sonrió: "Anael es una estrella", y entre suspiros, repitió: "Anael..Anael...". Según ciertos informes, Anael es el nombre de una estrella fija ("Dentro de poco va a revelarse esto que, por ahora, es un misterio. Ya falta poco"), pero según un volante que circuló en los últimos tiempos, sería la sigla de Avanzada Nacionalista Argentina en Liberación: "Es un ideal", se limitó a explicar Urien. Y agregó: "De acuerdo a un exhaustivo estudio de la historia, llegamos a descubrir que la Argentina sería el punto inicial. Esto es inexorable".
De pronto su voz se endureció: "Es que mi yo no existe, soy modesto; esta concepción es de la humanidad toda". Se detuvo, volvió sus ojos hacia el retazo de cielo salvado entre dos muros, y dictó: "La Argentina será ...; no, tache. Y escriba: La Argentina comienza ya a ser el punto de arranque. Esta es la hora crucial. Estamos cerca de que aquí se imponga la nueva civilización. Será a la brevedad y a través de sus mejores hombres y, sobre todo, a través de la juventud, ahora sin esperanzas ni fe. El destino es la libertad —dictó con puntos y comas— pero, para alcanzarla, es necesario pasar distintas etapas".
Cuando se le sugirió si la rebelión en la Escuela de Mecánica es una de ellas, Urien respondió con aire triunfal: "En mi libro La revolución de veras anunciamos cosas. ¿Se han cumplido o no? No soy un político sino un técnico de las ideas generales. Soy un arquitecto. Yo digo: acá hay que levantar estas paredes; allá comenzar el techo. Y tengo hombres para cada cosa. Yo no puedo detenerme en eso. Yo, sin ellos, no hago nada, pero ellos, sin mí, tampoco. Por eso no soy un político sino un filósofo. Ahora estamos develando una nueva concepción económica de acuerdo a la nueva concepción filosófica. Es la cuarta y definitiva. La primera fue la aristotélica, de la cual se alimentó Santo Tomás; la segunda, liberal; la tercera, marxista. La actual establece que la Argentina es la clave del futuro proceso de la humanidad". Y agregó: "Es inexorable".
Después de varios minutos de sonrisas enigmáticas se atrevió a hablar de Perón: "Todo se va cumpliendo. Hay dos grandes líneas que atraviesan la historia del país. Una —liberal— se inicia con Saavedra, prosigue con Rivadavia luego Mitre, Dorrego, los montoneros, Rosas, Yrigoyen y Perón. Pero pronto van a fundirse en una sola causa. Cada una rescatará lo mejor de sí misma. Pero la liberal dejará de serlo para sumarse a la nacional, ya purificada. Sobrevendrá una nueva civilización humanista, plena de justicia social. Ahora se juega el destino del país".
¿Es, acaso, el turno de Anael? Urien moduló: "Anael..., Anael", volvió sus ojos claros hacia un mapa de América latina y exclamó: "Cuando escribí La revolución de veras, me dijeron que era un utopista, un espiritista, un astrólogo. Soy un idealista ... Todo comenzó con Vargas, en Brasil, pero no tiene importancia hablar de aquello. Anael resurge ahora y culminará en esta época. Pero, para qué hablar. Pronto, muy pronto se sabrá".
Durante los sesenta minutos que dialogó con Panorama, Julio César Urien logró borrar —con sus miradas fijas y. su prédica— los tonos marrones de su despacho de juez en lo Civil y Comercial. Entre la exaltación y la solemnidad, apenas si separó su alta figura del escritorio. Ciertos informes aseguran que, en una pared de su casa de la calle Callao, el Cristo Espirita no es un mero adorno. En su oficina, sin embargo, resulta un Cristo clásico.
Revista Extra
07/12/1972

 

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