VIVIENDAS
Lugano I y II
LOS PADRES DE LA CRIATURA

"Haga patria: mate una mosca." El lema ilustró, en 1940, una campaña exterminadora auspiciada por los clubes de madres cercanos al Bañado de Flores (pagaban cinco pesos por bolsa de insectos). Entonces, el bicherío no dejaba vivir a los vecinos, quienes creían que el mal era irremediable.
Treinta anos después, el 19 de diciembre último, Roberto Marcelo Levingston inauguraba mil viviendas en el complejo habitacional Lugano I y II, construido sobre el otrora reino de las miasmas, que finalmente pasaba a la historia. Las obras, parte de un plan mayor, terminarán albergando a 300 mil personas en 60 mil departamentos, esparcidos por las dos mil hectáreas del Parque Almirante Brown.
Manuel Iricíbar, al explicar el proyecto, se permitió una travesura: ignorar al padre, Francisco Rabanal (ex UCRP) , Intendente entre 1963 y 1966. Cuando se produjo el golpe de 1966, Felipe Herrera, presidente del BID, había dado su visto bueno a los créditos solicitados. Además, las obras principales (desagües, lagos de contención) estaban terminadas.
El miércoles pasado, Don Pancho volcó su versión ante primera plana. "Esa fue siempre mi chifladura —se emocionaba—. El primer proyecto lo presenté en 1939, y me tomaron por loco. Pero a fines de 1942 había conseguido que al menos se construyera la avenida Roca (por donde pasara el viejo Camino Real que utilizaron los ingleses durante su segunda invasión), con lo que probé que el bañado podía vencerse. Después tuve que esperar, por razones políticas, hasta 1958. Pero fue desde la Intendencia que realizamos el trabajo mayor.
"En esos tres años —recuerda— se construyeron 42 kilómetros dé conductos, destinados a evacuar el agua que siempre anegó la zona —era una gran hoya que en sus partes más bajas descendía hasta 12 metros debajo del nivel normal—. Pero como no alcanzaban, fue preciso excavar dos lagos reguladores y un tercero que se decidió destinar a motonáutica. La tierra extraída se usaba para los rellenos, pero tampoco alcanzó. Entonces firmé una disposición por la que toda la tierra de las excavaciones de Buenos Aires no podría salir de la ciudad: conseguimos cuatro millones de metros cúbicos y pudimos terminar. Además, plantamos 30 mil árboles, y sin esperar el crédito del BID se construyeron más de 3 mil viviendas, de las cuales alcanzamos a entregar 1.300.
''Pero no crea que eso fue todo —previene—. Hubo durante décadas un silencioso y oscuro trabajo para conseguir los terrenos, en manos de una docena de terratenientes. La primera medida fue suprimir la zona del trazado urbano —salvo Lacarra, Escalada y Larrazábal—. La respuesta de estos señores fue ofrecerla a diversas industrias. Entonces se dictó una ordenanza calificándola de insalubre. Recién después se dictó la ley de expropiación. También tuvimos que perseguir otro mal: el cirujeo. Había 800 hectáreas —de ahí las moscas— que se redujeron a 50. Lo que lamento ahora es la poca generosidad de esta gente: Iricíbar. No sé por qué se adjudican todas las obras que ejecutan. Cualquiera podría pensar que sólo las hicieron ellos". De todos modos, Rabanal recibió una invitación para los actos del 19. No fue, "porque llegaron al poder ilegalmente. Si se tratara de un Gobierno constitucional, hubiera estado".
Felipe Herrera, cuando llegó a inspeccionar, "se enamoró del proyecto". En verdad, no fue el único. En 1965, su presentación en el Congreso de Urbanismo en Washington le valió a la Argentina una mención honorífica sobre 67 países. Además, gracias a él Mar del Plata albergó el Congreso Internacional de Arquitectos en 1969. Es que los planes contemplan prácticamente todos los campos de la actividad urbana. Desde teatros hasta zoológico (aunque no se habló más de él, se contemplaba uno de 42 hectáreas, treinta más que en Palermo). Cuando finalicen las obras, los automotores y peatones circularán por distintos niveles.
Pese a todo, cuando se gestionó el crédito ante el BID hubo dificultades: es que nunca había financiado más que viviendas, y se negó a otorgar otra cosa. Finalmente, las presiones dieron resultado, y se obtuvieron 34 millones de dólares a pagar en 30 años, con diez de gracia. En 1966, al firmarse el otorgamiento del crédito, Felipe Herrera se extrañó de la ausencia de Rabanal. "Él fue quien planeó todo esto", comentaría entre sus contertulios.
El sábado 19, cuando el Presidente Levingston llegaba al Complejo Lugano, la Policía montada se ocupó de empujar hasta sus moradas a varias familias de la villa de emergencia (también, como es su costumbre, la custodia molestó a los periodistas). Después de cortar la cinta inaugural, el mandatario "fue saludado" (La Nación dixit) por los vecinos.
Los discursos aportaron algunos datos: se llevan gastados 230 mil millones de pesos viejos —60 mil aportados por el BID; el resto, por la Municipalidad—. El costo unitario promedio es de 33 mil pesos viejos el metro cuadrado, y el precio total varía entre 2 millones 200 mil pesos y 2 millones 700 mil. Las cuotas, por su parte, oscilan entre 11 mil y 22 mil pesos, sin entrega previa.
Una vez que escuchó algunas quejas, Levingston prometió: "Las cosas se van a ir arreglando poco a poco", como corresponde en una Revolución. Agregaba después: "Esto será una belleza". Y en verdad lo será, pero el Complejo Lugano tendrá que acercarse al centro mediante una red de transportes adecuados. Por ahora la zona es un mojón a la intemperie.
Revista Primera Plana
05.01.1971

 

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