Panorama Nacional
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Gobierno: Una semana de medidas repentinas
CGT: Entretelones de una crisis

Una semana de medidas repentinas

En los últimos días pudo comprobarse una especie de pánico en las filas del gobierno y del partido oficial. Las acusaciones de inoperancia e inactividad —que el ministro de Defensa intentó desmentir públicamente en una visita que realizó a Mendoza— fueron el motivo principal de ese pánico, y llevaron a Ricardo Balbín a exigir que se tomaran medidas urgentes de cualquier tipo para demostrar así que el gobierno de la UCRP estaba a la altura de las necesidades del país.
El mismo clima de tensión vivía el presidente Illia, quien también puso fecha a sus colaboradores para que produzcan medidas sobre el mercado de cambios y el problema de la carne. Quizás este apresuramiento en las filas del gobierno es el que determinó que la reforma al régimen cambiario, y luego las medidas tomadas respecto de la carne (ver en páginas 48 y 50 el análisis de las mismas), resultaran algo incoherentes, con muchas lagunas que, seguramente, se intentará llenar en las próximas jornadas.
También creó desasosiego en las filas oficialistas la pugna interna que existe por los cargos públicos. El viernes último, el secretario de Prensa, señor Emilio Parodi, había amenazado categóricamente con su renuncia. Para ese entonces ya Arturo Illia había rechazado las pruebas suministradas por Parodi, sobre lo que el secretario de Prensa calificó como una "trenza", armada por la señorita Nélida Baigorria en la cadena oficial de radios y televisión. Aparentemente, la ex diputada Baigorria ha tomado bajo su control la Comisión Administradora de Radios y Televisión, y está distribuyendo los cargos de directores de radios y otras funciones con un concepto determinado por la lucha interna en la UCR del Pueblo. Por otra parte, Emilio Parodi parece haberse convencido ya que Balbín y Perette ambicionan su cargo de secretario de Prensa para una persona más dócil, que permita tener mejor rodeado al presidente de la Nación.
Sin embargo, el proceso de deterioro del gobierno también se estaba produciendo en otros sectores, seguramente más decisivos que las mismas filas oficialistas. Las medidas sobre cambios y carnes levantaron una ola de protestas en los grupos representativos del comercio, industria, producción y finanzas. A pesar de ello, el gobierno no recibía el apoyo del sector obrero de la población, quien también critica la inoperancia y la falta de medidas de expansión económica que resuelvan sus angustiantes problemas. Por primera vez en los seis meses de gobierno de la UCRP, se tuvo la sensación, la semana pasada, de que se estaba abriendo la pinza de la oposición, con ingredientes tan peligrosos como la actitud combatiente de la Iglesia Católica ante la ofensiva iniciada contra la libertad de enseñanza.
Para cualquier observador político con alguna experiencia sobre la realidad nacional, resultaba evidente que estos episodios constituyen, generalmente, el preludio a agudas crisis de gobierno, o a convulsiones generales: es decir, la pinza de la oposición, después de abrirse para integrar todos los elementos críticos, comenzará inevitablemente a cerrarse.
Pero quizás quien más conciencia tenía en los últimos días de la profundidad de las críticas a la inoperancia oficial, era el ministro de Defensa. El doctor Leopoldo Suárez, en su contacto permanente con las Fuerzas Armadas, había podido descubrir hasta qué punto la solución brasileña era analizada con cuidado por los mandos y conversada en todos los casinos de oficiales. Más aún, sabía que la "solución brasileña" era aplicada por vía de especulación al proceso económico y social argentino que, a los ojos de las Fuerzas Armadas, ha entrado en un ciclo de deterioro que será difícil detener sin medidas de fondo y proyectos de largo alcance: hasta ahora, las proposiciones oficiales se asemejan a suaves y circunstanciales paliativos, como lo ha demostrado, entre otras cosas, la ya olvidada ley de Abastecimiento.
Por otra parte, en el análisis de la "solución brasileña" se ha tomado en cuenta, asimismo, la etapa política que se iniciará a partir del l9 de mayo. El Parlamento iniciará sus sesiones ordinarias y podrá encarar otros temas que aquellos que le envía el Ejecutivo: si esto lleva a una avalancha de proyectos demagógicos con vistas a las elecciones de 1965, y a continuadas estridencias que demuestren la profundidad de la crisis política e institucional, posiblemente las Fuerzas Armadas habrán completado su cuadro sobre la realidad argentina.
Resulta así que, a partir de esta semana, el gobierno encara la etapa más difícil de su acción, que deberá resolver por una vía más categórica que la sucesión de conferencias de prensa de sus ministros, tendientes a demostrar lo que se ha hecho. Casi podría afirmarse que será mucho más importante lo que se hará a partir de este momento, para hacer ingresar al país en un proceso dinámico, moderno y de soluciones serias. La espada de Damocles comienza a pender sobre el futuro argentino.
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CGT
Entretelones de una crisis
¿Se divide la Confederación General del Trabajo? A principios de la semana pasada se inició en la CGT una etapa crítica que hacía imprevisible el desenlace: los sindicatos peronistas aparecían —por primera vez en mucho tiempo— enfrentados a los no-peronistas o independientes. Las premisas que habían hecho posible la reconstitución de una central obrera unificada parecieron, entonces, comenzar a ceder ante los acontecimientos.
Formalmente, el problema planteado es casi semántico: el Comité Central Confederal de la CGT había conseguido un eventual acuerdo entre sus distintos miembros antes de la reunión del viernes 10 de abril: la explosiva segunda etapa del plan de lucha (ocupación de las fábricas) seguiría en suspenso y la central obrera repudiaría la política del ministerio de Trabajo. El viernes 10, al iniciarse la reunión, Augusto Vandor, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, pidió que se aprobara una declaración de repudio a la política social del gobierno ejecutada por el ministerio de Trabajo. El texto fue aceptado por abrumadora mayoría, con el voto en contra de independientes y comunistas.
Para los independientes, un repudio a la política del ministro de Trabajo, doctor Fernando Sola, había sido transformado en una declaración de guerra al gobierno, dada la redacción del proyecto de Vandor que expresaba: "La CGT repudia la política social imperante en el país, impuesta por el Poder Ejecutivo y fielmente ejecutada por el ministerio de Trabajo". El secretario de prensa de la CGT, Luis Angeleri, del sector de los independientes, dijo cautamente a PRIMERA PLANA que "algunos parecen haber interpretado nuestra oposición al ministro Sola como una lucha contra el gobierno". Indudablemente, la crisis quedaba planteada entre los amigos del oficialismo (la mayoría de los dirigentes independientes) y sus adversarios.

Táctica y estrategia
Según los independientes, la moción de Vandor cumplía con dos objetivos:
1) el citado dirigente había buscado afianzarse en las bases de su gremio, inquieto ante el cierre de fábricas;
2) estaría en "el juego de un golpe de Estado" que lo forzaría a ensanchar la brecha que separa a los obreros del gobierno y bloquear el camino de las soluciones. El lunes 13, a la noche, trascendía que algunos dirigentes del mismo sector al que pertenece Vandor lo acusaban de haber dado pie a los independientes para plantear la crisis en el momento que les convenía, ya que la aplicación del plan de lucha y los agudos problemas financieros de la central obrera hacían difícil prescindir del apoyo de los sindicatos independientes.
Los dirigentes identificados con la moción de Vandor sostienen, en cambio, que los independientes querían formular una provocación y eligieron aquella moción como mero pretexto. "Lo único que les interesaba —opinan— era desatar la crisis. Si no hubiera existido el proyecto de Vandor, habrían encontrado cualquier otro argumento."
El "cerebro de la maniobra" sería, según afirman, el secretario general adjunto de la CGT, Riego Ribas (gráfico, independiente), de acuerdo con una combinación que contó con el respaldo del subsecretario de Trabajo, Germán López, y del vicepresidente de la República. El objetivo final del triángulo Perette-López-Ribas consistiría en la estructuración de una CGT paralela, oficialista, y la atomización del movimiento gremial peronista. De todos modos —dicen los amigos de Vandor— no es previsible que los independientes lleven su ofensiva a fondo ahora: se trata, simplemente, de una operación de tanteo, "para saber con qué fuerzas pueden contar el día en que decidan concretar la división".
La estrategia de los sindicatos peronistas sería, en consecuencia, "no entrar en el juego". Como entienden que los independientes pretenden asustar con el fantasma de su retiro de la CGT como método para hacer un recuento globular de sus fuerzas, la respuesta es adoptar una línea dura: "Si quieren irse, que se vayan ahora. No tenemos por qué darles la oportunidad de elegir el momento de retirarse como eligieron el momento de la crisis. No nos correrán con la vaina, ni nos dejaremos hacer chantaje", exclamó el secretario general de un importante gremio contrario a los independientes.

"Cada día es más tarde"
Por lo demás, los amigos de Vandor sostienen que "el pretexto es ridículo". "No se puede decir —afirman— que es una barbaridad repudiar la política social del gobierno cuando los mismos que censuran esa moción coinciden en repudiar al ministro de Trabajo, que es el responsable directo de esa política. Nadie exigió la caída del gobierno: queremos que el Poder Ejecutivo cambie su orientación en materia social. Si personalizábamos todo en Sola, el gobierno podía pensar que con cambiar al ministro termina todo."
A pesar de todo, estos dirigentes reconocen que una escisión perjudicaría actualmente al movimiento obrero, "ya que haría marchar por su cuenta a gremios tan importantes como los ferroviarios, los gráficos y los empleados de comercio". Pero el retiro no afectaría —entienden— el cumplimiento del plan de lucha ("los empleados de comercio pueden dar una fachada de fracaso a una huelga general, pero no pueden aumentar 'la producción"). Y, por el contrario, uniría a los sindicatos peronistas.
Para las 62 organizaciones y los gremios independientes ubicados en la misma línea, "cada día es más tarde para esperar que Illia se decida a gobernar el país" y solamente una presión constante puede crear un margen para cambios en la estructura gubernativa que consideran indispensables. "Lo grave —señalan— no es la situación inmediata, sino el futuro, a 90 días vista. Dentro de 90 días, para poner dos ejemplos, se paralizarán todas las obras de SEGBA, y la falta de aumento de las tarifas de Agua y Energía provocará en la entidad una crisis financiera que la llevará al borde de la cesación de pagos."
Quienes votaron la moción de Vandor estiman necesario proceder claramente con respecto a los temas de fondo y ubicarse frente a una situación extremadamente compleja, que se presentará al país en el transcurso de 1964. "Esto no es hacer golpismo —observan—: si hubiéramos querido hacer golpismo, hubiéramos anunciado públicamente lo que en principio resolvimos en secreto. Esto es, que si para el 30 de abril no se satisfacen nuestras exigencias, pasáremos a la segunda etapa del plan de lucha."
21 de abril de 1964
PRIMERA PLANA

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