Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Ciencia
Buenos Aires también tendrá un planetario
Buenos Aires es, según una opinión generalizada, la ciudad más europea de Latinoamérica, sobre todo debido a su nivel cultural y a sus costumbres. Sin embargo, a muchos, extranjeros que llegan al país les resulta extraña la ausencia de una institución que se encuentra en muchas otras ciudades del mundo y que es, de alguna manera, representación de un espíritu científico y símbolo de la poesía de un pueblo: un planetario.
El planetario es una inmensa bóveda, de unos 20 metros de diámetro, en la cual el hombre consigue una exacta representación del firmamento tal como puede verlo a campo descubierto. Es una fotografía, una proyección perfecta, gracias a complicados mecanismos, de la realidad sideral. En ese firmamento artificial, un gigantesco aparato de proyección hace posible el estudio de los astros, las constelaciones, los planetas y los satélites.
Unas treinta ciudades del mundo tienen planetarios, entre ellas: Los Angeles, Chicago, Pittsburgh, Nueva York, Filadelfia y Chapel Hill, en USA; Londres, París, La Haya, Hamburgo, Bruselas, Milán, Roma, Nurenberg, Munich y Moscú, en Europa; Tokio y Osaka, en Asia; Johannesburgo, en África; Caracas y San Pablo, en América latina.
Cuando, hace pocos años, en Buenos Aires, el concejal José Luis Pena propuso la construcción de un planetario, muchos se preguntaron para qué serviría. Pena sintetizó así su respuesta: "Desde el hombre primitivo hasta el presuntuoso hombre del siglo veinte, que mantiene buena dosis de su ignorancia, de sus prejuicios y de sus instintos de animal de presa, la bóveda celeste ha ofrecido siempre un espectáculo de belleza, de sugestión y de interrogantes."
Aunque no es ésta una explicación científica, sí es suficientemente valedera. Porque, al margen de todos los aspectos técnicos y de las razones de tipo educativo (que Pena expuso en una conferencia), uno de los motivos que más pesan para concretarlo es ese interés profundo, casi religioso, que el ser humano manifiesta ante los misterios del cosmos. Durante milenios, lo que hoy son ciencias exactas no fueron más que "una mezcla de observaciones positivas y de leyendas". A ciertos números se les atribuían propiedades mágicas. La química tuvo su origen en la alquimia; la medicina derivó de la magia. La astronomía moderna, en un grado de adelanto tan avanzado que permite las incursiones del hombre en el espacio, es, en gran medida, la continuación de la astrología, una mezcla de ciencia y superstición que hoy se difunde por todos los medios y que la población recibe con avidez. Si antiguamente "herederos infelices de tronos o fortunas fueron eliminados por haber nacido bajo ciertas constelaciones o conjunciones astrales", no es menos cierto que el culto de la magia, de la astrología y dé supersticiones similares se extiende imperceptiblemente entre las multitudes de la segunda mitad del siglo veinte.
"Esa curiosidad —explicó un sociólogo a PRIMERA PLANA— justifica la construcción de un planetario, pues será el motor más poderoso para que la gente aprenda y, así, destruya las raíces del engaño."
El planetario ya está en construcción, y quizá pueda ser inaugurado a fines de 1965, aunque para ello deberá salvar el cúmulo de obstáculos que se le presenten. Hasta el momento, la breve historia del futuro planetario argentino no ha sido sino una enumeración de inconvenientes. Desde que el Concejo Deliberante nombró una comisión honoraria, en 1959, "para estudiar e informar acerca del tipo de aparato que debía adquirirse", los que impulsaron el proyecto tropezaron con la incomprensión, la burocracia, la inoperancia técnica (las excavaciones iniciales se hallaron, frente al Jardín Zoológico, con un caño maestro de Obras Sanitarias, de hormigón, de 6 metros de diámetro), y el omnipresente problema financiero.
Cuando se termine, Buenos Aires tendrá, en los jardines de Palermo, una de sus más bellas obras arquitectónicas y una de las pocas que, en la Argentina, reflejará las tres dimensiones. "Yo he querido que el edificio viva en sentido vertical", explicó el arquitecto Enrique Jan, director y autor del proyecto.
El edificio, que estará rodeado por un espejo de agua y creará la impresión de "una atmósfera distinta", tendrá capacidad para varios cientos de asistentes. En sus distintos pisos se expondrán aparatos, globos espaciales y obras que completen el panorama cósmico.
Pero lo fundamental será su cúpula, de hormigón en su parte externa, y de aluminio perforado, pintado de blanco, en su interior. Entre ambas, una capa de aire evitará el eco y mejorará la acústica (las paredes de la sala de proyección estarán recubiertas de madera, detrás de la cual habrá un colchón de lana de vidrio).
El instrumento de proyección es un planetario (tanto el edificio como este aparato llevan el mismo nombre) Zeiss, de una altura de casi cinco metros y un peso de casi 2.500 kilos. Compuesto por unas 29.000 piezas de 2.000 tipos diferentes, el planetario se mueve gracias a un complicado mecanismo en el que intervienen siete motores trifásicos. El aparato tiene casi 150 proyectores, compuestos, en su mayor parte, por condensadores esféricos, objetivos Tessar y teleobjetivos, los cuales debieron ser tratados con una capa antirreflejante; 37 lámparas incandescentes especiales de 8 tipos diferentes de rendimiento sirven de fuentes luminosas para la proyección.
La comisión nombrada por el Concejo Deliberante debió elegir entre dos planetarios: el de la casa Zeiss y él de la empresa Spitz, ambas alemanas, y se decidió por el primero, que es el más difundido y el que, aparentemente, reúne mejores condiciones. Ubicado en el centro de la sala de proyecciones, bajo la bóveda, el planetario Zeiss refleja unas 8.900 estrellas fijas, la Vía Láctea, el Sol con aureola, la Luna con máculas y cambio de fases, los cinco planetas (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), la luz del horizonte y una cantidad de fenómenos celestes, como la red de grados ecuatorial con eclíptica, el círculo horario, el círculo vertical, nombres de las constelaciones, etcétera.
El primer planetario fue ideado por el profesor Walther Bauersfeld, en 1919, y se ha ido perfeccionando hasta alcanzar su estado actual. En Buenos Aires, los espectadores podrán observar el firmamento que conocieron antiguas civilizaciones, así como el que conocerán, en el año 15.000 de nuestra era, los hombres del futuro (los movimientos terrestres producen cambios de posición de la Tierra que el hombre no puede notar por sí solo. Al cabo de miles de años, el firmamento que hoy se ve desde un punto terrestre no será el mismo. El planetario es el único instrumento que puede ofrecer al hombre un panorama del firmamento en épocas de la historia muy remotas entre sí).
Una vez terminada su construcción, el planetario (el instrumento de la casa Zeiss ya está en Buenos Aires) será sumamente útil para la enseñanza. En los que ya funcionan en el mundo, el público puede observar la proyección de películas sobre temas espaciales, cuyo número no es inferior al centenar, temas que se están enriqueciendo enormemente gracias a la investigación espacial. "Además de servir para el estudio de la cosmografía —dijo José Luis Pena—, el planetario es un instrumento ideal para difundir toda clase de conocimientos."
Efectivamente, y esto es lo que ha permitido, en distintos lugares, ofrecer a la población hasta representaciones teatrales y conciertos de cámara. En algunos lados se hace para aprovechar el excelente escenario; en otros, para atraer el interés del público que no ha dado siempre muestras de tener entusiasmo por la astronomía. En Finlandia, por ejemplo, las autoridades debieron clausurar su planetario debido al desinterés general.
Este es un riesgo que Buenos Aires no puede correr, dijeron funcionarios allegados al proyecto, por dos razones: porque la obra le cuesta al erario unos doscientos millones (más de cien millones de construcción del edificio, y otro tanto la bóveda interior y el planetario Zeiss), y porque, en Rosario también se va a construir un planetario similar, y la competencia se establecerá inevitablemente.
De todos modos, en una época en la que los cohetes espaciales y los vuelos tripulados dejaron de ser parte de la fantasía hay que esperar un incremento del interés público por estos temas y una concurrencia numerosa a los programas del planetario. A menos que aquello haga que el planetario parezca algo anticuado, pasado de moda. A partir de 1966 es posible que los argentinos puedan comprobarlo.
PRIMERA PLANA
21 de julio de 1964

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