RAUL ALFONSIN, EL RADICALISMO Y EL FUTURO GOBIERNO
Al Frejuli apoyando y con un ojo vigilando
¿Marcó el 11 de marzo la defunción de la UCR? ¿Responderá el Frejuli a quienes lo votaron?
El "delfín" radical, para muchos un gran ausente en las elecciones, incursiona en esos agudos interrogantes y en otro tema candente: su propio futuro político

"Los radicales nos sentimos más cómodos así", bromeó mientras se colocaba una corbata, "porque si la cosa es con fotos hay que estar presentable". Promediaba la tarde del jueves 29, el único día que Raúl Alfonsín permaneció en Buenos Aires desde que se iniciara en Córdoba la campaña electoral para el ballotage; a esa hora, Siete Días interrumpió la fugaz siesta que se había permitido el dirigente radical. Un mínimo reposo, sin duda, en medio de una etapa particularmente crucial para la UCR: mientras la conducción nacional, encabezada por Ricardo Balbín, decidía abstenerse de la segunda vuelta a nivel presidencial, un agudo proceso de autocrítica poselectoral enfrentaba a la ortodoxia partidaria con los sectores que creen necesaria una reestructuración del partido y una profundización y radicalización de su doctrina y su programa.
A los 46 años —cumplidos al día siguiente de las elecciones—, Alfonsín aparece como la figura rectora de los sectores más avanzados de la UCR, encarnados por el Movimiento de Renovación y Cambio. Ese rol se ha venido consolidando desde fines de 1971, y tuvo su cristalización el 26 de noviembre de 1972, cuando Balbín y Alfonsín se enfrentaron en una reñida elección interna destinada a designar el candidato presidencial del partido. Aun cuando las diferencias entre los dos dirigentes sean menores que las que hay entre los sectores que los apoyan (los grupos alfonsinistas llegaron a considerar la posibilidad de no apoyar a Balbín el pasado 11 de marzo), Alfonsín apareció —incluso en ciertos niveles extrapartidarios— como el gran ausente. Su presencia —se esperanzaron algunos— hubiera permitido aglutinar en torno a la UCR una porción fundamental de los votos que tuvieron como destino a las distintas variantes de centro-izquierda.
Que en la figura de Alfonsín se asientan las esperanzas radicales de iniciar una convalecencia relativamente sólida parece demostrado por su intervención casi excluyente al frente de la campaña cordobesa, tratando de imponer al candidato Víctor Martínez —cercano al Movimiento de Renovación y Cambio— ante el postulante justicialista Ricardo Obregón Cano (acompañado en la fórmula por el líder cegetista combativo Atilio López y adscripto a los sectores duros del peronismo). La tarea ha absorbido por completo al caudillo de Chascomús, obligándolo a un forzoso aislamiento de su familia (compuesta por su esposa María Lorenza, seis hijos y una nieta) y a un momentáneo abandono de su profesión ("si bien no puedo descuidar mi buffet de abogado porque de eso vivo").
No es aventurado señalar que tras esta agotadora maratón se abren resultados que van más allá de los que ofrezcan las urnas cordobesas el 15 de abril. A partir de esa fecha, si no ya mismo, Alfonsín habrá pasado a convertirse en la figura decisiva de un partido que sufre la crisis más aguda de su historia, un remezón capaz de conmoverlo en sus fundamentos.
De esa situación, de los resultados electorales, de las perspectivas del gobierno peronista y de su propio papel político, Raúl Alfonsín dialogó con dos redactores de Siete Días en el cómodo departamento que su madre posee en Santa Fe y Rodríguez Peña, en Buenos Aires. A continuación, los aspectos salientes de ese diálogo:
—Frente al elevado porcentual de votos obtenido por el Frejuli, la Unión Cívica Radical exhibe un caudal similar respecto de anteriores elecciones, el que oscila entre un cuarto y un quinto del electorado...
—Un cuarto más o menos.
—Esta vez se acercó más a la quinta parte. ¿A qué se debe esa magra cosecha radical?
—Han incidido muchas cosas. Hay que apuntar una, por ejemplo, que a mi juicio tuvo gran trascendencia: mucha gente vio en el voto una opción entre Lanusse y Perón.
—¿Esa opción era real?
—No, desde luego. Pero la manera en que se condujo el gobierno durante los últimos tiempos hizo que mucha gente lo supusiera así. Resulta evidente que medidas como la prohibición del segundo regreso de Perón dieron esa sensación.
—¿A qué atribuye usted ese comportamiento del gobierno?
—No me lo explico.
—¿Por qué el radicalismo no terció en esa disputa?
—De alguna manera, nosotros no logramos demostrar ante la opinión pública que éramos una alternativa correcta para la izquierda. Si bien no nos podían pedir un cambio de nuestra filosofía, estábamos trabajando en serio en un proyecto de liberación nacional; nosotros íbamos a defender la vigencia de derecho y libertades para que los sectores de izquierda pudieran expresarse.
—Concretamente, ¿cuál fue el error de la campaña?
—Creo que la campaña del radicalismo se vinculó demasiado a un proceso de pacificación. Desde luego que todos deseamos la pacificación, pero para nuestro partido significaba de alguna forma golpear puertas que ya estaban abiertas. Nadie podía dudar que el radicalismo y el doctor Balbín iban a ser defensores de los derechos y las libertades individuales. Deberíamos haber insistido más en el análisis de nuestra plataforma; eso lo hicimos, pero sin llegar a dar la imagen de cambio que el país requería. Por eso, la pacificación apareció para mucha gente como ligada al statu-quo. De esa manera se postergaron otros valores muy importantes que estaban en juego; en ese sentido, la dinámica de cambio nos enseñaba que ya estábamos en el período de la crisis, de la que había que surgir con una nueva organización política, con nuevas relaciones de poder político y con nuevas relaciones de poder económico.
—¿Eso incidió en la gran cantidad de votos alcanzados por el Frejuli?
—Interpreto que muchos sectores votaron al Frejuli porque lo vieron como una vía de cambio. Pero también es evidente que algunos sectores de derecha votaron al Frente porque lo visualizaron como el no cambio, frente a nuestra plataforma.
—De lo que usted dice se podría deducir que el programa radical es más avanzado que el frentista, pero que, en los hechos, los justicialistas habrían aparecido como la línea más antigubernamental.
—Yo diría que fue un problema de imagen vinculada a la estrategia. Nosotros estuvimos seis años haciendo un trabajo muy duro frente a la dictadura militar.
—Pero la opinión pública no consideró —en líneas generales— que el radicalismo haya enfrentado duramente al gobierno. Hay quien considera que su imagen fue la opuesta.
—Usted interprételo como quiera, pero lo cierto es que nosotros no tuvimos ministros en el gabinete. Fuimos presos, tomaron nuestro comité. Ocurre que no utilizamos otro tipo de medios, que no están consustanciados con nuestra línea de acción permanente. Y mientras nosotros nos movilizábamos, otros partidos políticos no hacían absolutamente nada.
—Usted afirmó que no tuvieron ministros en el gabinete. Sin embargo, la inclusión de Arturo Mor Roig en la cartera del Interior hizo que mucha gente creyera en la existencia de una estrategia común de radicales y militares.
—No fue así de ningún modo.
—Pero, ¿no incidió eso en la imagen de la UCR?
—Desde luego que sí. La inclusión de Mor Roig en el gabinete apuntaló una imagen que, por supuesto, no era la verdadera.

LAS PALABRAS Y LAS COSAS
—Ocurre que la mayoría de los restantes partidos atacaban no sólo al presidente Lanusse, sino también a su ministro político. El radicalismo, mientras tanto, hacía silencio respecto de la conducción de Mor Roig.
—No sé si el radicalismo hizo silencio. Lo evidente es que en los últimos meses no trascendió una actitud que se interpretara como una síntesis de la lucha que el radicalismo había realizado durante seis años. Se ha argumentado que esta omisión se produjo en aras de afirmar la instancia institucionalizadora del país. Ese fue otro de los factores que contribuyó a desvirtuar nuestra línea. Pero fíjese que el justicialismo tenía una imagen opuesta, hablaba de socialismo nacional y, a la luz de las últimas declaraciones de Perón, resulta que la socialización del país va a consistir en nacionalizar los colectivos. Dice Perón que hay que nacionalizar los medios de trasportes, y los únicos que faltan son los colectiveros, que por otra parte son generalmente cooperativas. Además, en materia de bancos no se dice nada de revisión de la venta de los paquetes de acciones a empresas extranjeras, sino que se refiere sólo a la nacionalización de los depósitos, lo que es apenas una parte del problema.
—¿Y cuál debería ser el concepto de socialización, entonces?
—Nosotros no proponemos la socialización. Pero me parece ridículo que una prepuesta de socialización se agote en los términos que le acabo de señalar. Nosotros somos pragmáticos en materia económica. Ocurre que en algunas ramas de la economía —como el comercio exterior— es necesario la acción directa del Estado para lograr la liberación nacional.
—Las medidas de Perón a las que usted aludió, ¿les parecen insuficientes o incorrectas?
—No me quiero tomar de lo que Perón puede haber dicho en alguna declaración. Pienso que necesariamente debe haber mucho más; de lo contrario sería ridículo.
—¿Usted piensa que el Frejuli es homogéneo?
—Pienso que hay una suerte de lucha por el poder en el Frente. Creo que en su seno existe una corriente revolucionaría, pero también pienso que hay una tendencia contrarrevolucionaria. Esta última está disfrazada de revolucionaria, pero en última instancia es fascista.
—De las tendencias que usted advierte en el seno del Frente, ¿cuál cree que prevalecerá?
—Aspiro a que prime la tendencia revolucionaria. Nuestra misión desde el radicalismo es convertirnos en acelerador del proceso de cambio.
—¿Tratará el radicalismo de machacar sobre las coincidencias con el sector revolucionario, aunque eso pudiera provocar una ruptura entre ese sector y el ala reaccionaria del Frente?
—Esa debe ser nuestra misión. No se trata —ni se puede tratar— de hacer antiperonismo; por el contrarío, es preciso afirmar todas las posibilidades que haya para realizar el proceso de liberación.
—Usted señaló que en el Frejuli coexisten revolucionarios y reaccionarios, ¿no ocurre lo mismo en el radicalismo?
—En el radicalismo el abanico es más cerrado. Las tendencias no son tan extremas.
—En consecuencia, no sería tan profunda la diferencia entre el movimiento renovador que usted dirige y otros sectores del radicalismo.
—Nosotros no hablamos de "la extraordinaria profundidad" de nuestras diferencias. Por el contrario, hemos dicho siempre que tenemos una plataforma común.
—No obstante, usted señaló más de una vez que había objetivos "de máxima" y objetivos "de mínima" que separaban a las distintas líneas que coexisten en el seno de la UCR.
—Sí, pero esto se va a dar con mucha mayor fuerza dentro del peronismo. Tomemos el ejemplo de la banca: lo que dijo Perón sobre la nacionalización de los depósitos es un objetivo de mínima. Yo todo esto lo digo desde un ángulo totalmente constructivo. Porque parecería que hablando de este nosotros quisiéramos seguir una campaña que ya terminó, por lo menos para la presidencia. Pero se trata de cosas que debemos decirlas, porque tenemos la obligación de colaborar con el país a efectos de que realmente se haga todo aquello por lo que la gente ha vetado al Frente. O, incluso, por los que nos han votado también a nosotros, los que nos comprendieron. Yo miro con optimismo las perspectivas del país, pero es necesario que las contradicciones que aparecen se vayan aclarando para ver a dónde vamos a parar.
—¿Usted propone que los sectores revolucionarios del justicialismo y del radicalismo se conviertan en una suerte de reaseguro del proceso de liberación nacional?
—No hay una propuesta concreta, pero creo que eso surgirá de la propia acción que vamos a ir desarrollando. Por un lado queremos que todo se cumpla en un marco de libertad y democracia; además pensamos que si hay un desajuste entre lo propuesto y lo realizado, se va a volcar la actividad del camelo al plano político. Se pretenderá suplir así la falta de acción en el proceso de liberación por una acción vinculada a métodos políticos que son totalmente incompatibles con los que nosotros sostenemos. Por eso se trata de una cuestión realmente delicada.
—Para mucha gente existiría una contradicción entre los programas del Frejuli y la UCR, que incluyen la reforma agraria, y la existencia en ambos núcleos de poderosos hacendados. ¿No es una contradicción?
—Al Frente le va a ser muy difícil realizar una reforma agraria.
—¿Por qué razón?
—Porque tiene una apoyatura muy importante de algunos sectores muy fuertes del campo. Yo creo que el Frente se quedará en el impuesto a la renta potencial de la tierra. No creo que triunfen quienes pretenden realizar un sistema de colonización realmente importante.
—¿Ustedes exigirán la reforma agraria desde el parlamento?
—Nosotros impulsaremos nuestros proyectos, vinculados a lo expresado en nuestra plataforma, y muy particularmente todo lo que hemos convenido en La Hora del Pueblo.
—¿Acusarían al peronismo si no cumpliese con los postulados de La Hora del Pueblo o con las pautas programáticas del Frejuli?
—Desde luego, nosotros denunciaríamos eso. Claro que esperamos no tener que hacerlo, porque queremos ce laborar en este proceso. Pero cualquier desviación va a ser denunciada.
—¿Aceptaban ustedes participar del gobierno peronista?
—No. El rol que quiere la ciudadanía que desempeñemos es el de estar liberados de una responsabilidad directa de gobierno para ser custodios del proceso. Nosotros queremos colaborar, pero desde el Congreso. Si es necesario haremos una oposición, desde luego que constructiva. También se podría decir que el radicalismo dará un apoyo crítico a este proceso. Para realizar esta tarea es imprescindible no tener ataduras directas con el gabinete. No se olvide que aún no comenzó el gobierno del Frente, tenemos que ver para dónde arrancará. Está muy claro que, por ejemplo, vamos a tener contradicciones serias en materia de educación. Nosotros defenderemos la vigencia de la reforma universitaria.

INTERPELANDO AL PRESIDENTE
—¿Cómo evalúan el papel cumplido por el manriquismo y el alendismo en las últimas elecciones?
—Alende hizo una campaña, en cuanto al contenido, parecida a la del radicalismo.
—No faltan quienes afirman que, si Alfonsín hubiese encabezado el binomio radical, no hubiese existido la Alianza Popular Revolucionaria. ¿Su frase anterior lo confirma?
—No sé lo que hubiera pasado. En materia de la trascendencia de la imagen, es muy posible.
—¿Y Manrique?
—Su campaña fue exitosa, sin contenido ideológico, muy bien trabajada. Ha tenido votos de la derecha, desde luego, pero también de las zonas más marginales, diría yo. Y esto debido al buen trabajo publicitario de su campaña.
—También se dice que Manrique le "robó" votos al radicalismo.
—Nosotros podemos haber perdido algunos votos porque no hicimos antiperonismo. En buena hora; eso es algo que tenemos que poner en el haber del partido.
—De acuerdo con los cinco puntos firmados por la Junta de Comandantes y los generales en actividad, cada uno de los comandantes en jefe ocupará un cargo en el gabinete. ¿Qué opina sobre eso?
—Bueno, vamos a dejar que opinen los peronistas. Ellos son los que tienen la responsabilidad y supongo que no van a admitir ningún tipo de condicionamientos.
—¿Pero usted qué opina?
—Los tres primeros puntos son lógicos y se diría que hasta constitucionales . ..
—¿Ustedes recusarían en el Senado la actuación de los jueces nombrados por la Revolución Argentina, especialmente los de la Suprema Corte? La inamovilidad de los jueces es uno de los puntos.
—Ese es un tema que específicamente no se ha considerado dentro del partido. Habrá que ver el análisis de los senadores.
—Otro de los puntos es el referente a la amnistía de los presos políticos, incluidos los guerrilleros. ¿Tiene alguna propuesta al respecto para la bancada radical?
—Lo que teníamos en vista era la revisión de todos los proceros. Hemos dicho reiteradamente que había sentencias de carácter político. No puede ser que los asesinos de Silvia Filler en Mar del Plata queden en libertad, mientras los chicos que repartieron la carne del frigorífico Swift en Rosario reciban ocho años de cárcel.
—¿Pero estacan en contra de una amnistía total?
—No, pienso que no. Pienso que sería bueno que el país arrancara de cero.
—Usted dijo en Córdoba que ahora habrá que aguardar a ver si los peronistas gobernarán para los sectores trabajadores o para los pitucos del Barrio Norte? Me gustaría que lo aclarara.
—Yo señalé nuestro respeto por los sectores que habían votado al Frente sobre la base de una aspiración general del país como es la de la liberación. Pero también vimos en las manifestaciones autos muy lujosos y apellidos muy conocidos que se mostraban también muy eufóricos, y no era una alegría muy compatible. Para dar soluciones a los sectores populares será necesario agredir algunos intereses de aquellos otros sectores. En suma, lo que queremos todos es que se trabaje en serie en el país para cumplir ese proceso de liberación, que significa terminar con la dependencia pero de ninguna manera quedarse con eso nomás. También se impone terminar con los privilegios y la injusticia. Esto es lo que tendrá que definirse. Yo no quisiera aparecer como agorero, y quisiera ser totalmente optimista. Pero ustedes me están preguntando y debo decir estas cosas. Creo que el país tiene una oportunidad y no debe perderla. Nosotros vamos, a hacer todo lo posible para que no se pierda.
—Volviendo a sus declaraciones de Córdoba. De acuerdo con ellas pareciera que en esta breve campaña para el ballotage el radicalismo estuviera tratando de adoptar un tono antiperonista que no tuvo en la primera vuelta.
—No se trata de hacer antiperonismo. Yo dije que ahora tenemos en el país un presidente elegido por el pueblo y es el momento de preguntarle, en serio, cosas como estas: qué va a hacer con la universidad, de qué forma piensa gobernar en lo que hace a las distintas políticas del gobierno. No nos ponemos en anti sino que hacemos una interpelación pública al presidente elegido por el pueblo. Y eso es importante en una campaña donde no se discutieron mucho las ideas.
—¿Usted caracterizaría a la campaña del peronismo como estructurada básicamente sobre elementos afectivos?
—Es evidente que hubo mucho de eso.
—¿Y no piensa que el cierre de la campaña radical, con el discurso de Balbín en Parque Rivadavia, estuvo esencialmente viciada por esos mismos elementos?
—No sé, yo estaba en Bahía Blanca y no asistí a él.

EL FUTURO RADICAL
—Usted se ha referido a los riesgos que esperan al peronismo en el gobierno. Sin embargo, también el futuro radical está plagado de incógnitas, sobre todo teniendo en cuenta los resultados nada halagüeños cosechados en las elecciones...
—Yo creo que vamos a andar muy bien. Si bien no hemos obtenido en las elecciones los resultados que hubiéramos querido, es evidente que los sectores juveniles nos han acompañado, están en nuestras casas; vemos, paradójicamente, un gran entusiasmo a lo largo de todo el país. Todas las tardes se pueden encontrar cuarenta o cincuenta muchachos en nuestros comités de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo.
—¿Esos jóvenes no serían una especie de "jóvenes turcos" respecto de la posibilidad de protagonizar un cambio marcadamente revolucionario en la dirección del partido?
—Bueno, yo creo que es necesaria una reorganización general del partido. Y ella no tiene nombres propios. Al decir que hay que reorganizar el partido estoy diciendo que también yo debo renunciar al Comité Nacional. Todos debemos colaborar con esta muchachada para que pueda expresarse correctamente dentro del ámbito partidario. Por otra parte, es preciso elaborar una doctrina que sirva para los próximos cuatro años. Usted sabe que la filosofía es lo que permanece mientras la doctrina cambia. Pues bien, deberemos formalizar una doctrina no digo rígida, pero sí firme; lo que se salga de ella para nosotros estará mal. Pero lo que esté en ella será bueno de suerte de hacer una política de tono afirmativo y no estar ubicándonos de contragolpe ...
—Tras las elecciones de 1946, Balbín dijo que "el comando de la derrota" no podrá seguir dirigiendo el partido ...
—Bueno, yo no quisiera entrar en esas comparaciones. Creo, sí, que entre todos podremos reorganizar el partido.
—Usted dijo que para esa reorganización deberían renunciar todos los miembros del Comité Nacional, usted incluido. Eso no excluye, por supuesto, que en el nuevo comité que se forme pueda participar alguno de los viejos miembros, si bien con un nuevo cargo ...
—Desde luego. En un proceso de reorganización puede producirse eso.
—¿De qué es culpable el actual comité nacional?
—Antes de que yo se lo diga, eso deberá discutirse en el seno del propio comité.
—Cuando comenzó a discutirse en la UCR la actitud que se adoptaría ante la segunda vuelta a nivel presidencial, se dijo que sectores allegados a usted propugnaban la concurrencia.
—Eso es absolutamente falso y no me lo explico. Fue inventado por un diario. Nuestra posición fue clara, terminante y definitiva desde un primer momento: no había que ir a la segunda vuelta. Yo creo que esos rumores estuvieron relacionados a cierto tipo de campaña tendiente a hacernos aparecer como gorilas.
—¿Usted no cree que a medida que los procesos van entrando en períodos de definiciones —y esto ha ocurrido no silo en Chile sino en varios países del mundo— los partidos radicales tienden a extinguirse?
—Puede ser que esto suceda, como en Francia. Pero son características distintas a las que nosotros tenemos. Nosotros no es que seamos obcecados cuando queremos defender la individualidad de nuestro partido, pero nuestros intereses para nada coinciden con los de algunos sectores del Frente, por lo cual no hubiéramos podido participar en él junto a ellos. No por el peronismo, sino por algunos sectores del peronismo y por el origen que tienen.
—¿Qué tarea lo espera tras el ballotage?
—Hay que determinar la formación de los bloques parlamentarios por una parte y, además, es preciso sumergirse en la reestructuración partidaria.
—Y mirando un poco más lejos, ¿se siente el candidato radical de 1977?
—Todavía no se puede hablar de eso. Sólo puedo decir que veo para ese entonces un radicalismo mucho más grande.

Oscar Muiño y Sergio Sinay
Fotos de Rodolfo Lo Bianco

Recuadro en el reportaje
LAS PROTESTAS DE LA JUVENTUD RADICAL
Delgado, movedizo, Leopoldo Moreau (foto; 25, estudiante de Abogacía, milita en el radicalismo desde los 12 años) es posiblemente, la voz más representativa de la Juventud Radical. Para conocer la opinión de ese sector —considerado el ala izquierda del alfonsinismo—, la semana pasada Siete Días dialogó con Moreau.
—¿Qué hubiera ocurrido si Alfonsín hubiese sido candidato?
—La polarización de fuerzas en Argentina hubiese tenido otras características. Si el radicalismo hubiera adoptado claramente un programa de liberación nacional y hubiera vinculado su actividad a la denuncia de la dependencia en Argentina, es evidente que muchas fuerzas progresistas se hubieran nucleado alrededor de este partido tradicional.
—¿Cuál es la responsabilidad de Balbín en la derrota electoral?
—Entendemos que el resultado obtenido por el radicalismo el 11 de marzo es la culminación de una serie de desaciertos de la conducción circunstancial de la UCR que nosotros venimos señalando desde 1967, cuando constituimos la Juventud Radical.
—¿Cuáles son esos desaciertos?
—Entre otras cosas, la falta de capacidad de insertar orgánicamente al radicalismo en las luchas populares. La conducción radical no vivenció el cordobazo ni el rosariazo y, por ende, fue incapaz de comprender e interpretar la realidad y forma de expresarse de las masas en Argentina desde 1966.
—Respecto de Mor Roig ...
—La inclusión de Mor Roig en el Ministerio de Interior forma parte de una estrategia que, si bien no es declarada por la conducción partidaria, constituye la columna vertebral de su política. Esa política de la dirección radical se expresó en la campaña electoral con el slogan de la pacificación. Porque es necesaria la pacificación con los sectores populares, pero es inadmisible con la reacción ni con el régimen militar. El 11 de marzo demostró que nuestro pueblo
no quería paz con el gobierno. Por lo demás, el episodio Mor Roig integra un proceso de crisis de autenticidad en el radicalismo; y eso porque la dirección partidaria traslada como verdades absolutas determinadas afirmaciones que son mentiras.
—¿Por ejemplo?
—Según ellos Balbín habría sido el artífice de la unidad partidaria durante los últimos años. Para nosotros, la unidad no la mantuvo Balbín, sino los grupos militantes del partido que lucharon junto al pueblo. Otra "verdad absoluta" que deforma la realidad es la de considerar que Balbín y Mor Roig son los artífices de la institucionalización. Nosotros afirmamos que las elecciones las lograron las masas que en las calles quemaron las distintas etapas de la Revolución Argentina. Estos dos ejemplos demuestran que la conducción del radicalismo busca la conciliación con sectores cuyos intereses están absolutamente contrapuestos a los intereses de los sectores populares.
—¿Postulan a Alfonsín para pilotear el Comité Nacional?
—Desde 1967 bregamos por una reorganización que implica la renuncia de las autoridades, desde el Comité Nacional hasta el último comité de distrito. Lo fundamental no es cambiar un hombre por otro, sino una concepción política por otra, que brote del debate de los afiliados. Postulamos en lo inmediato liberarnos de la dependencia, para luego arribar al socialismo, eliminando la propiedad privada de los medios de producción.
—¿Qué posición adoptarán frente al peronismo?
—Trabajemos juntos para la liberación nacional. Pero seguiremos denunciando a los sectores que, enquistados en las mayorías populares, pretenden desviarlas de su objetivo. Coincidimos con la Juventud Peronista en caracterizar al frondo-frigerismo y a los grupos clericales como enemigos del pueblo. Sólo con las movilizaciones populares garantizaremos el cumplimiento del progreso de liberación nacional.
Revista Siete Días Ilustrados
09/04/1973


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