_LAS CIENCIAS_
Criocirugía: La intervención de Favaloro

"Era una vida difícil, pero maravillosa. Mi hermano, médico también, y yo nos desempeñábamos en una zona donde la gente sufría la doble inclemencia de la brava geografía y el trabajo pesado. Y los dos trabajábamos a la par. A modo de robinsones, tuvimos que hacerlo todo prácticamente desde la nada. A pesar de las dificultades, construimos una clínica donde terminamos realizando toda clase de intervenciones quirúrgicas. Los casos de urgencia nos ponían entre la espada y la pared: animarse a seguir o renunciar. El ingenio y la iniciativa compensaban la precariedad de medios. Cuando hicimos un balance, ya habíamos atendido, casi sin darnos cuenta, a más de 11 mil pacientes." René Favaloro recuerda esos doce años de médico rural en el pueblo de Jacinto Aráoz (La Pampa) con una mezcla de cariño y nostalgia. Ahora los contempla desde el pináculo de la fama internacional.

IRSE PARA VOLVER. Cuando Favaloro arribó a los Estados Unidos, en 1962, y se presentó ante la Cleveland Clinic Foundation, era uno más de los miles de técnicos y científicos que, desde los suburbios del mundo, son convocados por las luminarias metropolitanas. A los cinco años, sin embargo, su trabajo sobre Tratamiento quirúrgico de la arteriosclerosis coronaria causó revuelo. En ese momento, para el ex médico rural los tibios recuerdos de La Pampa se trasformaron en un compromiso: volver a la Argentina para darle carta de ciudadanía a su nueva técnica de tratamiento coronario. Además, una ambición: establecer, a lo largo y ancho del territorio nacional, una red de clínicas destinadas especialmente a los problemas cardíacos. "A pesar de que la enseñanza médica que se imparte en la Argentina no tiene nada que envidiarle a la norteamericana —afirma—, las deficiencias asoman en los programas de práctica para posgraduados." Su plan de centros asistenciales se vincula, en la trastienda de sus proyectos, con este problema.
"En mayo de 1967 —el cardiólogo recuerda su paso por los Estados Unidos—, un colega mío del Servicio de Cirugía Torácica y Cardiovascular, el doctor David Ferguson, investigó el caso de un paciente que padecía una típica angina de pecho. Tras varios años de pacientes estudios y múltiples intentos, quedó en claro que su arteria coronaria se hallaba totalmente obstruida. Pasamos revista, entonces, a todo lo experimentado en laboratorio hasta ese momento y entendimos que se trataba de un caso ideal para aplicar la nueva técnica. Decidimos largarnos. Ese 9 de mayo fue un día decisivo para todos. A los veinte días nos desbordaba el regocijo, pues la coronaria se mostraba totalmente reconstruida."

ARRIBA LOS CORAZONES. En la Cleveland Clinic, René Favaloro practicó, al comienzo, una técnica casi tradicional de revascularización del miocardio: el implante de la arteria mamaria. Insatisfecho, sin embargo, perfeccionó la técnica con el injerto de vena safena. "Cuando los coágulos taponan las coronarias —el especialista argentino describe, con sus ademanes, esas finas arterias que alimentan el corazón—, se produce un shock en el tejido muscular. Si su diámetro es grande, se puede sustituir la arteria bloqueada; si es chico, hace falta limpiarla."
El método de René Favaloro consiste en extraer un fragmento de vena safena —ubicada en la pierna y que no resulta indispensable para irrigar la zona— y, cuando el diámetro permite una sutura, realizar con él una especie de parche en la arteria enferma del corazón. El éxito de las 1.500 intervenciones que fueron realizadas en Estados Unidos fue desplazado en un comienzo por otra noticia que, en 1967, ocupó la primera plana de los diarios: los trasplantes de corazón efectuados por el controvertido Christian Barnard. "Mi método —dice, algo irónico, Favaloro— podía evitar, en muchos casos, la necesidad del trasplante."
Cuando en 1972 el doctor Barnard llegó a la Argentina, muchos lo señalaron como una de las tantas visitas internacionales que recibe René Favaloro. Desde el publicitado trasplante de Philip Blaiberg, en 1967, la figura del cardiólogo sudafricano se había empañado un tanto. Sus andanzas de playboy y el terco rechazo del organismo humano ante tejidos ajenos aplacaron el promocionado entusiasmo. Mientras tanto, invitaciones oficiales de Francia, Italia, Australia, Unión Soviética, reafirmaban la verdad del cirujano argentino.
"Quisiera destacar —dijo entonces un Barnard más modesto— que mi campo y el del doctor Favaloro no son competitivos, sino complementarios. Su técnica es aplicable a los enfermos menos graves, mientras que el trasplante corresponde a los casos ya condenados. Existe una única competencia entre Favaloro y yo: creo que luzco mejor que él." De esta forma, contra toda tradición, lo que Natura presta, Salamanca no da.
PANORAMA, FEBRERO 19, 1973

 

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