LA ARGENTINA
La situación militar
Lanusse-Franco: Las incógnitas de Madrid

LA ARGENTINA
La situación militar
Entre fines de la semana anterior, comienzos de ésta, del Ejército emergieron dos voces, dos formas de interpretar la realidad y dos propuestas para el futuro inmediato. Esa es la verdad, aun cuando entre ambas vertientes existan puntos de contacto y, sobre todo, el anhelo común de cautelar el proceso institucionalizador.
La primera voz fue la de Alcides López Aufranc, titular de la segunda jerarquía del arma. "La banda presidencial será entregada por el teniente general Lanusse —dijo el jefe del Estado Mayor, ante la oficialidad del Tercer Cuerpo, en Córdoba— a quien por el voto popular resulte consagrado, se llame Cámpora, Balbín, Chamizo, Manrique, Martínez o Ramos." López Aufranc fue también explícito cuando se ocupó de las perspectivas del gobierno constitucional. "Será necesario mantener la cabeza fría —aconsejó—, porque habrá quienes, el 26 de mayo, empezarán a golpear la puerta de los cuarteles, para denunciar supuestas corrupciones e irregularidades, que les permitan presentarse como mentores de un proceso en el cual pretenderán responsabilizar a las Fuerzas Armadas y sacarlas de su misión específica."
Aparte del obvio beneplácito peronista, estos juicios de López Aufranc despertaron entusiastas comentarios en 6 manriquismo, un sector político inteligente, que desde hace tiempo cultiva relaciones especiales de diverso orden. Guillermo Fernández Gil, uno de los líderes de ese grupo, difundió una declaración señalando que "las últimas declaraciones de López Aufranc han devuelto en importante medida nuestro optimismo" ya que "no solamente ha interpretado a la inmensa mayoría del Ejército, sino que también ha hecho renacer en la ciudadanía las esperanzas en un auténtico desenlace democrático de este proceso, que tanto Perón como el presidente Lanusse se han empeñado en oscurecer".
Hoy por hoy, resulta evidente que un proceso político encuadrado en tales términos supone la entrega de la Casa Rosada a un gobierno con mayoría o participación peronista. Esta posibilidad, firmemente resistida por sectores militares, es sin embargo apuntalada por personalidades con antecedentes antiperonistas y por voceros representativos de importantes factores de poder. The New York Times, por ejemplo, coincidió con Fernández Gil en sus críticas a Lanusse y Perón. En un editorial del martes 13, ese matutino opinó nada menos que "una elección que excluya a los peronistas, que generalmente obtienen el 35 por ciento de los votos, sólo logrará perpetuar el conflicto que paralizó la política argentina desde el momento en que el ex mandatario fue derrocado por los militares en 1955". No es todo: "Si se excluye de las elecciones al partido peronista el nuevo gobierno será débil e inestable (...), Movidos por el pánico, el presidente Lanusse y sus colaboradores corren el riesgo de restaurar el mito y poner en duda su propósito honorable de encarrilar al país hacia un gobierno civil y democrático".

OFENSIVA Y CONTRAOFENSIVA. Los editoriales del The New York Times deben tenerse en cuenta. Los memoriosos recuerdan que fue ese diario el primer órgano de prensa del mundo en anunciar la política de negociación con Juan Perón iniciada en marzo de 1971. Las notas respectivas estaban firmadas por mister C. I. Sulszberger, un periodista de obvios contactos, que siempre está presente en los grandes acontecimientos. Resulta llamativo, pues, que en USA se continúe respaldando ese curso de acción, a despecho de la notoria quiebra de la política del GAN, de la decisiva influencia que alcanzaron en el peronismo los grupos radicalizados y de la palpable irritación que existe en la Casa Rosada y en varias unidades militares frente a la posibilidad de que, en estas circunstancias, el peronismo acceda al gobierno. Así, entre el "pánico" atribuido a Lanusse y las exhortaciones a mantener "la cabeza fría", los centros de poder siguen discutiendo la mejor forma de sortear la encrucijada.
A la ofensiva de los partidarios del repliegue militar —aun a costa de ungir a Héctor Cámpora— siguió la contraofensiva de quienes postulan la necesidad de garantizar inequívocamente —aun a costa de no ungir a Héctor Cámpora— que dicho repliegue no abrirá cauce a desborde alguno. De tal modo, poco después de los juicios emitidos por López Aufranc, el presidente Lanusse recordó que "todavía tengo el honor de comandar" al Ejército. Esa frase no fue casual, así como tampoco lo fue el hecho de que el presidente enfatizara que el objetivo institucionalizador sigue en pie, "pero reiterando que lo hacemos para que existan mejores condiciones, para que la paz, la estabilidad y el desarrollo del país sean más ciertos, con la necesaria participación del pueblo argentino, no de quienes encubriéndose en el anonimato, o con especulaciones bastardas, quieren amedrentar a nuestro país y a nuestros ciudadanos" (lunes 19, al poner en posesión de su cargo al vicealmirante Carlos Álvarez, nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto),
Esta contraofensiva se abrió paso en un momento muy especial: pocas horas antes, un verdadero regimiento del ERP —se calcula que actuaron más de 100 milicianos— había copado la guardia del Batallón de Comunicaciones 141, de Córdoba, dependiente de la IV Brigada de Infantería Aerotrasportada, una de las más fuertes del país. Resultado: un arsenal poderosísimo fue a parar a manos de la guerrilla. Lanusse caracterizó el episodio como más grave que el asesinato del teniente general Juan Carlos Sánchez y, tras una reunión con López Aufranc, ordenó dar a conocer sin más dilaciones los resultados de un operativo contrainsurgente que hasta ese momento se había mantenido en reserva. Así, López Aufranc debió aparecer en televisión esa misma noche, denunciando los vínculos existentes entre los sediciosos y ciertos sectores peronistas o afines al Frejuli.
Algunas versiones, desparramadas ese mismo lunes, pretendían que el presidente ya había ordenado la semana pasada difundir las conclusiones del operativo, pero que habían surgido interferencias y obstáculos que impidieron el cumplimiento de esa directiva. Coincidentemente, reverdeció la especie de que, bajo la presión de los sectores más inflexibles, López Aufranc iba a ser relevado, un rumor no muy novedoso. Lo cierto es que el jefe del Estado Mayor acató, esa noche, lo dispuesto por el comandante en jefe: a través de la cadena de radio y televisión —una vía poco usada para estos casos— precisó que incluso algunos candidatos a cargos electivos estaban incursos en el delito guerrillero, y que la ciudadanía debe saber discernir, el 11 de marzo, entre los facciosos y los partidarios de la paz.
Cabe, pues, una pregunta: ¿qué pasará si la ciudadanía no hace esa selección y elige a Cámpora? Hay quienes razonan que, en ese caso, el poder no debe ser entregado. Desde hace unos días, varios organismos militares manejan una densa documentación, tendiente a demostrar que el Frejuli no es más que la máscara legal de la guerrilla. El dossier, naturalmente, está presidido por la célebre declaración de Perón, según la cual "si tuviera 50 años menos yo también pondría bombas". Figuran, también, otras citas. Según ese informe, el dirigente juvenil Jorge Obeid dijo el domingo 4, en Paraná, que "el GAN comenzó a fallar el día que los compañeros montoneros ajusticiaron a Aramburu (...). La lucha de las formaciones especiales obligaron al régimen a ceder (...). Los militares razonan así: nosotros somos venales y traidores; nosotros somos militares; Perón es militar; por lo tanto, Perón es venal y traidor". En otra página, el trabajo recoge lo que, según los servicios de inteligencia, dijo en Bahía Blanca el viernes 2 el joven peronista Roberto Zaldarriaga. Citando a Perón, este dirigente expresó: "Lo que nos han quitado con sangre, no se recupera sin sangre. Sabemos que la Juventud y el Movimiento hará los máximos esfuerzos para lograr una gran victoria electoral, ganar el gobierno y desde allí construir el gran ejército popular que nos permita la toma plena del poder". Por último, el plato fuerte: instrucciones secretas que Perón habría enviado a Rodolfo Galimberti, tres meses atrás. "Desde el llano —aconsejaría Perón en ese memorándum— es difícil llegar sin el apoyo sólido de una estructura, política y militar, para así tener el pleno dominio de la situación y la fuerza suficiente para la consolidación de un gobierno justicialista. Por lo tanto, conviene no ofrecer por el momento una imagen dura e inflexible; hay que hacerles creer en una aparente debilidad nuestra, o deseo de olvidar viejos agravios en aras de la pacificación. Las actuales circunstancias recomiendan la llegada por vía electoral. Una vez que estemos en la Casa Rosada, pese a todas las limitaciones, dispondremos de un apreciable aparato para el paulatino copamiento de las demás instituciones del poder."

LOS PROFESION ALISTAS. Esta línea de razonamiento no sólo es sostenida por un sector militar, sino que incluso hay dirigentes obreros temerosos de un eventual gobierno peronista. Las causas de ese recelo son tres: 1) Perón amaga con precipitar un recambio en la alta conducción gremial, para cerrar la brecha entre algunos de sus lugartenientes sindicales y las bases, disputadas por la izquierda clasista; 2) los sectores duros que manejan al aparato político del justicialismo ya habrían acordado que, de llegar al gobierno, defenestrarán a la actual cúpula sindical; 3) los gremialistas desean un gobierno inflexible con la guerrilla, pues ya son demasiados los dirigentes obreros asesinados. Todas estas circunstancias determinan que un grueso sector de las 62 Organizaciones no coincida con la Unión Obrera Metalúrgica, que sostiene una política de apoyo al Frejuli. Más aún: los disidentes no sólo procuran la proscripción del peronismo, sino que, más allá de las declaraciones públicas, lo que buscan es la instauración de un régimen militar ultraduro.
Sin embargo, hay sectores militares y políticos que sólo ven una salida más o menos estable para la crisis entregando el poder al peronismo. Los desbordes —se razona— pueden ser frenados por el acta institucional, firmada por todos los generales y los tres comandantes. La nueva redacción de ese documento sólo introduce leves modificaciones a la ya conocida, salvo en el quinto punto: allí se establece que, antes del 25 de mayo, la Junta de Comandantes acordará con el presidente electo una nueva ley de ministerios, que tendrá vigencia durante todo el período constitucional y que será sancionada por el actual gobierno. El jefe de Estado surgido de las elecciones podrá proponer la creación de nuevas carteras y la desaparición de otras. Todas sus propuestas serán aceptadas. A cambio, la ley determinará la incorporación de los ministros-comandantes y el mecanismo de elección de los titulares de esos cargos. Por lo demás, los portavoces "profesionalistas" sostienen una tesis para ellos cardinal: proscribir a Cámpora o interrumpir ahora el proceso equivaldría al caos; la otra alternativa ofrece la posibilidad de que un eventual acuerdo radical-peronista permita preservar la unidad militar, único reaseguro sólido frente a los desbordes.
Ricardo cámara

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Lanusse-Franco: Las incógnitas de Madrid
El sábado 24, el avión de Aerolíneas Argentinas que transportará a Alejandro Lanusse en su primera visita extracontinental aterrizará en el aeropuerto madrileño de Barajas. Por la noche, las ventanas del Palacio de Oriente —una de las casas reales más grandes y ricas de Europa—, se iluminarán; allí Francisco Franco, jefe del Estado español, ofrecerá una cena de gala al presidente argentino. Algo que sólo sucede en las grandes ocasiones, porque "el Caudillo" vive en el palacio de El Pardo, a varios kilómetros de Madrid, y la antigua morada de los reyes de España sólo se usa para las audiencias públicas, la presentación de credenciales de los embajadores y las recepciones a los huéspedes de máxima categoría.
Luego de la velada —a la que asistirá el gabinete en pleno, el cuerpo diplomático, y lo más granado de la sociedad ibérica—, Lanusse se retirará a La Moncloa, otra mansión regia situada en pleno Madrid, residencia en la que se albergan los invitados más ilustres del reino. Bajo el sol invernal, en la mañana del domingo 25, el presidente y su comitiva recorrerán Toledo, la monumental capital de Carlos de Habsburgo.
Las murallas almenadas y el silencio de la catedral gótica sólo serán un breve intervalo; a la tarde, de regreso en Madrid, Lanusse asistirá al encuentro entre el Real Madrid y Barcelona, que podría ser visto por televisión, vía satélite, en Buenos Aires. La inauguración del palacio Argüezo, y la cena que Lanusse ofrecerá a Franco y a los príncipes de España, Juan Carlos y Sofía de Borbón, en su alojamiento de La Moncloa, serán los últimos contactos del presidente con las autoridades españolas. No obstante que el programa original incluía una visita a Sevilla, más tarde se decidió el regreso directo a Buenos Aires, que se realizaría él miércoles 28.

UN VIAJE IMPREVISTO. Pocas semanas atrás, la gira de Lanusse era un proyecto desconocido. Cuando la noticia cundió, la reacción de los sectores políticos fue instantánea; es que nadie podía olvidar que, desde su casa de Puerta de Hierro, en el borde de Madrid, Juan Perón ha intervenido sin descanso en la vida política de los argentinos a lo largo de más de trece años, desde que decidió abandonar su nómade transitar americano y radicarse definitivamente en España.
La gira de Lanusse fue presentada como un hecho consumado; el viernes 9, José Sebastián de Erice y O'Shea, embajador español en Buenos Aires, entrevistó a Lanusse para expresarle "su agrado por la visita que realizaría a España". Al preguntársele si su gobierno había formulado alguna sugerencia a Perón para que en esa época no se encuentre en Madrid, el diplomático aclaró que, a su entender, la ausencia de Perón era espontánea. A las pocas horas, las cancillerías de los dos países anunciaron oficialmente el viaje.
El lunes 5 Perón había abandonado la quinta "17 de Octubre" rumbo a Roma para trasladarse después a Rumania, donde la mayoría de los comentarios aseguraba que se atendería en la clínica geriátrica de la doctora Ana Aslan. Esto no sucedió, y Perón, luego de pasar unos días en el mejor hotel de Bucarest, habló unos párrafos con el primer ministro Nicolás Ceausescu, y retornó a Italia. En la capital italiana asentó sus reales en el hotel Hassler, disparó una declaración tras otra, y recibió, el sábado 17, la visita de Pedro Cámpora, hijo del candidato presidencial del Frente Justicialista.
Mientras tanto, los preparativos de la visita presidencial seguían su marcha. Edgardo Sajón viajó a Madrid el miércoles 14 y regresó el viernes 16, después de suscribir un convenio de cooperación turística con España e imponer a Alfredo Sánchez Bella, ministro de Información y Turismo, la Gran Cruz de la Orden de Mayo. Los pasos preparatorios estaban dados. La relación diplomática iniciada por la tercera etapa del gobierno militar de la Revolución Argentina, cuando el brigadier Jorge Rojas Silveyra se hizo cargo de la embajada en Madrid, el 5 de julio de 1971, estaba produciendo sus últimos resultados. El viaje de Lanusse tiene como efecto primordial, y según las fuentes oficiales, "compensar la presencia de Perón en España".
A pesar de que fuentes peronistas afirman que la invitación fue obtenida a pedido del gobierno argentino, las versiones más sólidas indican que la presencia del mandatario fue solicitada por las autoridades españolas.
El apresurado regreso de Lanusse, que partirá de Madrid el martes 27 a las 16 horas para arribar a Ezeiza a la 1.30 del jueves 28, parece señalar que el viaje fue calculado aun a pesar de la poblada agenda del presidente. Por otra parte, en su conferencia de prensa del miércoles 14 ante el periodismo español, Sajón afirmó que la visita de Lanusse "responde a una invitación del generalísimo Franco". Puede argüirse que la cancillería española está de acuerdo en permitir que se le atribuya la iniciativa. Pero en ese caso, el interés español también quedaría demostrado.

PERON Y LAS RELACIONES CON ESPAÑA. Al promediar 1947, el régimen de Francisco Franco era el único superviviente de los sistemas corporativos europeos. La Argentina, que había mantenido una actitud dubitativa ante el conflicto mundial, sumaba a esta circunstancia las extraordinarias sospechas que el estilo político de Juan Perón despertó a las cancillerías aliadas. España fue bloqueada económicamente por una resolución de las Naciones Unidas; la Argentina se abstuvo de tomar parte en el aprovisionamiento del Plan Marshall.
Cuando el hambre recorrió España, el país, que contaba con reservas considerables, salvó esta situación; los embarques de trigo se sucedieron y Eva Duarte fue recibida por Franco como salvadora de su pueblo. Una generación de españoles recuerda los envíos de cereal argentino. Hasta en los plazos de pago el gobierno peronista fue generoso: España terminó de saldar esta deuda con la Argentina en 1969, es decir, 23 años después. Parte del agradecimiento hispano tocaría personalmente a Perón; durante años, el gobierno español le otorgó un trato semejante al del asilo político, pero sin ajustar las restricciones que esta categoría implica. Una razón legal era fácil de aducir: la legislación ibérica no incluye ninguna cláusula sobre el derecho de asilo.
En diciembre de 1965, cuando la primera y tímida "Operación Retorno" fracasó en el aeropuerto carioca de El Galeao, el gobierno español se comprometió a avisar a las autoridades argentinas cualquier intento del ex presidente de salir de su territorio. También los españoles se encargarían de vigilar las declaraciones políticas del asilado, para evitar un excesivo bombardeo dialéctico desde Puerta de Hierro a los gobiernos argentinos. Se asegura que un par de cartas, cruzadas entre el canciller español Fernando Castiella y el ministro argentino Miguel Ángel Zavala Ortiz, delimitó ese nuevo "status jurídico" de Juan Perón.
Después que el 28 de junio de 1966 Juan Carlos Onganía asumió el poder en la Argentina, el silencio político del líder volvió fácil la relación. Los primeros síntomas de nuevas desavenencias brotaron luego del 29 de mayo de 1969; ese día los titulares de los diarios madrileños afirmaron, con letras gigantescas, que algo tremendo había sucedido en la Argentina: era el "cordobazo". De allí en adelante, la vigilancia de la representación en Madrid se acentuó, y el embajador César Urien se vio abocado a la difícil tarea de recordar a los españoles lo estipulado en las "cartas de 1965", para evitar que el fragoroso tercermundismo de Perón inundara con afirmaciones violentas las páginas del periodismo español y repercutiera en la convulsionada situación argentina. Pero los acontecimientos se precipitaban.

EL NUEVO REGIMEN. Luego del 23 de marzo de 1971, la primer tarea de Alejandro Lanusse fue atender una importante visita: Gregorio López Bravo, ministro de Asuntos Exteriores de España, había asistido, en plena gira oficial, al golpe de Estado que destronó a Roberto Marcelo Levingston. La incómoda situación diplomática inicial —que hizo enojar a muchos españoles— fue rápidamente superada.
En abril de 1971 el coronel Francisco Cornicceli sostuvo una larga entrevista secreta con Perón. Pero el "diálogo" abierto por Lanusse recién se haría evidente con la llegada de Rojas Silveyra. Hasta ese momento la embajada en Madrid había actuado a ciegas, sin instrucciones, prosiguiendo su tarea de contención de los movimientos del asilado, y observando, cada vez con menos alarma, que los pedidos que se hacían en ese sentido a las autoridades españolas no obtenían resultado cierto. Para algunos funcionarios, era evidente que la cancillería española estaba en conocimiento de un cambio de política con respecto a Perón.
Las primeras gestiones de Rojas Silveyra y la devolución de los restos de Eva Perón —la ambulancia que los trasportó recorrió más de seiscientos kilómetros de territorio vigiladísimo sin que alguien "intentara saber" qué carga llevaba— modificaron de hecho el "status jurídico" del líder justicialista. Durante septiembre y octubre de 1971, el gobierno habría programado la primera visita oficial a España: Luis María de Pablo Pardo, entonces ministro de Relaciones Exteriores, debería dar el toque final a la nueva situación de Perón. Negociaría, también, la construcción de barcos en astilleros españoles. Pero el viaje no se concretó, quizás por la obstinada resistencia del canciller. Por esas fechas —octubre de 1971— en círculos hispanoargentinos de Madrid había trascendido el supuesto papel de negociador que cumpliría, entre el gobierno y Perón, Manuel Prado, conde de Veragua. Lo cierto es que Prado y el business man argentino Carlos Perdomo Usanna habían tenido una participación decisiva en la suscripción de un convenio anterior entre la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) y los astilleros españoles.
A partir de julio de 1971 y hasta abril de 1972 —hayan existido o no conversaciones paralelas— el meridiano del "diálogo" pasó por la embajada argentina en Madrid. El 10 de abril los disparos de los guerrilleros abatieron al general de división Juan Carlos Sánchez y al empresario Oberdan Sallustro; durante la tarde de ese día, y todo el siguiente, el brigadier Rojas Silveyra intentó obtener de Perón una declaración que condenara la violencia. Sus esfuerzos fracasaron y la dura insistencia del embajador terminó con las amistosas relaciones que había mantenido con Puerta de Hierro. Las hostilidades recomenzaron. El resto es historia conocida.
Esta ruptura oficial de relaciones puede no haber impedido otro tipo de gestiones; pero lo cierto es que ninguna de ellas se ha conocido íntegramente. Sólo las conversaciones mantenidas por Perón con el presidente de la Confederación General Económica, José Gelbard, parecen haber gravitado en la marcha del proceso. El plan conjunto CGE-CGT, que Gelbard y Rucci presentaron a Lanusse, y alguno de los lineamientos contenidos en el "Plan de Reconstrucción Nacional" que el brigadier Ezequiel Martínez recibió de manos de Héctor Cámpora, cuando ocupaba la Secretaría de Acción y Planeamiento, hacen pensar que las charlas madrileñas del presidente de la CGE tuvieron cierto efecto componedor.

LAS VISITAS ESPAÑOLAS. Se ha recordado que López Bravo, el canciller español, fue testigo del ascenso al poder de Alejandro Lanusse. Un año más tarde, José María López de Letona, ministro de Industria de España, visitó Buenos Aires. López de Letona aseguró que la industria española estaba en condiciones de brindar financiación para las compras que realizaran los países hispanoamericanos de embarcaciones, materiales y equipos de todo orden, y afirmó que la balanza comercial entre España y la Argentina era deficitaria en una proporción de 3 a 1.
El jueves 21 de septiembre de 1972 Alejandro Lanusse cenó con invitados especiales: el teniente general Manuel Diez Alegría y el general Carlos Iniesta Cano. Diez Alegría es el prototipo del militar académico y el principal gestor de las excelentes relaciones que España mantiene con las Fuerzas Armadas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Iniesta Cano, ex embajador en Argelia, es quizás el hombre militar más importante del sector tradicionalista del ejército español. Si la conversación rebasó el tema castrense, nadie lo sabe. Pero el general de división Tomás Sánchez de Bustamante, ex agregado militar en España, que visitó Madrid en enero de 1970, fue el principal promotor de la visita de los generales españoles.

LAS RELACIONES ECONOMICAS. La Argentina ocupa el primer lugar en el intercambio de España con los países latinoamericanos. Hasta noviembre de 1972, las exportaciones argentinas sobrepasaban los 136 millones de dólares, y las importaciones apenas alcanzaban los 39 millones. Sin embargo, esta proporción se verá modificada en forma sustancial al suscribirse el nuevo convenio de reequipamiento naviero. En julio de 1972, la comisión española y la Subsecretaría de Marina Mercante suscribieron un "Memorándum de Entendimiento", por el cual se llegó a un acuerdo para la firma de un convenio de cooperación naval y otro de crédito financiero.
El convenio de cooperación naval —que será suscripto durante el viaje de Lanusse— establece la adquisición de 7 barcos armados en astilleros españoles, por un valor de 85 millones de dólares, y el envío a la Argentina de "paquetes" (picciones desmontadas), por un monto de 15 millones de dólares. España financia el 80 por ciento del monto total (100 millones), en un plazo de 5 años, y al 7,5 por ciento anual. El convenio financiero para el desarrollo de la industria naval otorga créditos por valor de 40 millones de dólares, al 6,5 por ciento anual, con plazo de 10 años. Por unas "cartas confidenciales" añadidas al convenio, ese crédito no podrá exceder el 35 por ciento de las construcciones y compras efectuadas por la Argentina dentro del marco del acuerdo de cooperación naval.
Los técnicos formulan dos críticas esenciales a estos convenios, a pesar de opinar que son convenientes. En primer lugar, las tratativas se llevaron a término fuera de la Comisión Mixta de Intercambio, cuya acción hubiera rebajado el monto de la comisión que ahora deberá abonarse a los representantes de los astilleros. En segundo lugar, el plazo de cinco años establecido para financiación de 80 por ciento del monto del convenio de cooperación naval no es demasiado usual ni conveniente, y se podría haber alargado a 8 años.

LOS EFECTOS POLITICOS DEL VIAJE. Los cien mil españoles que asistirán al cotejo entre el Real Madrid y el Barcelona conocerán de cerca a Alejandro Lanusse, un militar argentino cuya figura —quizás por motivos de política interna, en muchos casos— la prensa española se empeña en acrecer.
La "compensación de la presencia de Perón en España" puede producirse. Para el presidente argentino, fuera del tema de Perón, la visita significa ampliar su radio de acción al ámbito europeo, un proyecto de larga data, que las contingencias políticas impidieron realizar, y que según algunas fuentes, se habría ido restringiendo paulatinamente en sus dimensiones, porque el plan original habría contemplado, en principio, la presencia de Lanusse en las principales capitales europeas, e inclusive Moscú.
Aunque lo breve de la estadía no permite prever grandes negociaciones, hay quien afirma que la visita a España tiene una importancia fundamental, y que Lanusse podría lograr fuertes apoyos para su política nacional. Por de pronto, la semana pasada se aseguraba que José Gelbard había viajado a Madrid, amparándose en un presunto veraneo en Punta del Este. Lo que sí pudo corroborarse la noche del sábado 17, entre el humo y las castañuelas del "tablao" flamenco "Las Brujas", fue la presencia en Madrid del ex ministro de Justicia Ismael Bruno Quijano, a quien otrora se reconocía como amigo de Henry Kissinger y gestor de las solicitudes financieras argentinas en medios norteamericanos. Nadie olvida que pocos días más tarde de su sonada renuncia, a raíz del caso Deltec, Bruno Quijano recibió del gobierno español una de las más altas condecoraciones: la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Pero no sólo ciertas presencias llaman la atención; el retiro de la comitiva, a último momento, de Conito Sánchez de Bustamante también produjo algunas reflexiones. Para algunos, Lanusse se privaba de su mejor asesor hispánico por la tensa situación castrense. El viaje del presidente a España está poblado de incógnitas, grandes o pequeñas; la resolución de alguna de ellas quizás ayude a revelar la principal: el futuro político de la Argentina.
Fernando Lascano

Revista Panorama
22.02.1973

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