Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Fútbol
El más nuevo entre los grandes
En 1954 los clubes grandes del fútbol argentino decidían admitir en su reducido círculo a uno de los llamados chicos: Vélez Sársfield, que en poco tiempo se había convertido en una entidad económicamente poderosa y con una masa de asociados en continua expansión. Ahora, a diez años de distancia, su primera división de fútbol comienza a justificar también deportivamente su condición de grande: en 15 partidos de la primera rueda obtuvo la misma cantidad de puntos que el año pasado en todo el campeonato y figura en los primeros puestos de la tabla, ganando y perdiendo con los mejores.
El "boom" velezano obedece a diversos factores, pero los simpatizantes del club señalan en primer lugar el cambio de director técnico. Tras una larga actuación de Victorio Spinetto, algunas incursiones de Roberto Sbarra y un fugaz intento de Osvaldo Zubeldía, Juan José Ferraro —un famoso ex delantero de la institución— se hizo cargo de la desteñida herencia. Recibió un plantel anarquizado y desmoralizado y, aunque primerizo en esas funciones profesionales, comprendió que debía apelar a la acción psicológica para tonificarlo. Lanzó un comunicado solicitando a la hinchada todo el apoyo necesario "para sacar a Vélez adelante". Luego aprovechó, como lo hicieron los clubes grandes, los encuentros de la fallida Copa Jorge Newbery para calibrar valores y descubrir huecos. Aconsejó la compra de un back izquierdo (Luis María Atela, dos millones de pesos) que resultó una cotizada revelación; reemplazó a un flamante e inoperante puntero derecho (Roberto Martínez, dos millones y medio) por otro (Eduardo Curia) que estaba desaprovechado; refrenó las ínfulas de la estrella del equipo (Daniel Willington, cotizado en 30 millones) y le obligó a jugar varios partidos en reserva; preparó una estrategia de ataque basada en el aprovechamiento de los punteros, que explotara al máximo la eficiencia de Juan Carlos Carone (seis millones y dos jugadores); y con todo eso armó una delantera que resultó una de las más efectivas del torneo.
Ferraro explicó a PRIMERA PLANA que el gran secreto de Vélez es "salir a ganar". Cauto y preciso, con la misma delicadeza con que antes manejaba el balón, delineó la articulación de su equipo. "No se trata de tácticas modernas o viejas, sino de jugar bien al fútbol. El ataque es para usarlo. Si no hace goles, la delantera no sirve." Ferraro lamenta que en su época de jugador no existiesen los métodos y la disciplina de ahora. "Antes jugábamos dos partidos por semana, entre nosotros. Ese era todo el entrenamiento. En la actualidad, el jugador trabaja todos los días y ejercita muchas cosas útiles: shotear con ambas piernas, a la carrera y con pelota muerta; tiros libres, penales, saques laterales, corners, cabezazos, medias vueltas, cambios de frente, piques. ¡Si nosotros hubiésemos practicado todo eso!"
Defensivamente, Vélez no realizó mayores cambios. Además del back Atela, incluyó al arquero Rogelio Domínguez (33 años, veterano internacional, ex jugador de Racing, Real de Madrid y River), que llegó al club mediante un canje. Otra gran adquisición de Vélez, Domingo Lejona (7 millones de pesos), redituó poco: un brillante partido y una seria lesión se unieron en su debut. Su puesto, reservado a Lejona, back centro, debió ser cubierto como en años anteriores por el uruguayo Juan Carlos Dalmao.
Antonio Cielinsky fue durante muchos años la única estrella de Vélez, y sigue siendo, teóricamente, una pieza inamovible en la que confían todos los jugadores durante el partido. Pero su primado tiene ahora una amenaza: Rubén González, un jugador cedido a préstamo por Boca Juniors y adquirido en el trueque de José Sanfilippo a Nacional de Montevideo, que Ferraro mantiene en la reserva.
Vélez Sársfield se convirtió con este plantel en una atracción más del actual campeonato de la AFA. Derrotó por cifras categóricas a San Lorenzo (3 a 0) y a River (4 a 2) y brindó espectáculos de regular calidad, en un torneo confuso en el que algunos de los animadores complican la tabla de posiciones con anticipos y postergaciones para poder jugar en el extranjero. Con Boca, River, Independiente y San Lorenzo, Vélez mantiene sus aspiraciones al título. Empero, Ferraro sabe que lo más importante dentro de su esquema inicial es lograr un compacto y armónico plantel, una sólida base para un gran equipo, algo que le permita rendir cuentas con exactitud ante el vitalicio presidente del club, José Amalfitani (24 años en el cargo).
Amalfitani llegó a la presidencia en 1940, cuando Vélez descendió a segunda división y encontró desolación y deudas en la entidad de Villa Luro.
Sus hinchas sólo conservaban el recuerdo de la brillante campaña de 1935 (Forrester, De Sáa, Spinetto, Cosso, Dedovitis, Mayo, Curti) y la romántica historia den un club nacido en el túnel de la estación Floresta del entonces Ferrocarril Oeste. Empeñado en resucitarlo, Amalfitani compró un bañado en Liniers y comenzó a construir un nuevo estadio. En 1943, Vélez retornó a primera división con un equipo e inauguró sus nuevas tribunas. En 1951, la transformación fue total: un gran estadio de cemento con capacidad para setenta mil espectadores, con amplias instalaciones deportivas y sociales, quedó a disposición de un caudal societario en plena expansión "que ahora suma 47.000 fichas efectivas y depuradas", según su propia expresión. En 1953, además de una piscina olímpica, los socios conocieron las virtudes de un equipo de fútbol subcampeón.
Con este sumario en la mano, Amalfitani exigió el reconocimiento de club grande. Lo obtuvo. "Luego —le enrostran muchos hinchas— descuidó el equipo, se olvidó del mantenimiento y de la renovación." Ahora parece haberse puesto a la tarea de rehacerlo, y todo indica que lo está consiguiendo.
8 de septiembre de 1964
PRIMERA PLANA

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