Los pasos, los ruidos, las voces desaparecen de
inmediato en este despacho sobrio de espesas
alfombras y paredes de cedro. Está en el primer
piso del Congreso, y desde sus ventanales —que se
abren a la avenida Entre Ríos— es posible ver una
buena porción de Buenos Aires. Sobre el inmenso
escritorio con incrustaciones de bronce, papeles y
carpetas sin mucho orden, que hablan de un lugar
donde se trabaja. Donde se trabaja activamente.
Varios cables debajo de ese escritorio dan
utilidad a cuatro teléfonos y un intercomunicador.
A la derecha, una mesa con todos los diarios del
día. Inflexible en los horarios. Vicente Solano
Lima, vicepresidente de los argentinos, llega
quince minutos antes de la hora acordada para la
entrevista. Bajo, de pronunciada calva, cuidada
elegancia en el vestir, una sonrisa frecuente que
le achica los ojos y le transforma la cara, hablar
pausado y serenidad difícilmente alterable, nos
hace pasar. Está solo. Se ubica en su sillón
giratorio preferido, y pide agua mineral
sin efervescencia, que sorberá de a poco durante
la entrevista. No fuma. Jamás lo ha hecho. Bebe de
vez en cuando, y, recuerda que su primer copetín
lo conoció a los 25 años. Cada tanto entra un
secretario con un papel. El doctor Lima lo lee, le
da una respuesta, nos pregunta: "¿Por dónde
íbamos?", y retoma el relato. En las salas
contiguas esperan dos embajadores, algunos
políticos, muchos amigos. Algo más de 50 años
de la vida política argentina están resumidos en
este hombre. "Sin embargo, muy pocos me conocen",
dice. Es cierto. Buen tema, entonces, para
comenzar el reportaje. Casi sin mover las manos
(que mantiene cruzadas sobre sus piernas) y
tomándose el tiempo adecuado para cada respuesta,
esto es lo que nos dijo Vicente Solano Lima,
vicepresidente de la Nación.
¿QUIEN ES?
—¿Qué imagen cree que el pueblo tiene de usted?
—No me conocen. Yo soy introspectivo. Nadie sabe
quién soy, pero es una cuestión de carácter. Una
cuestión temperamental, de conformación. —¿Cómo
se presentaría, entonces? —No se lo voy a
decir. A usted le haría mucha gracia. —¿Por
qué? —Porque yo me considero, en cierta manera,
una bala perdida. Soy un improvisador en todo.
Improvisé siempre las cosas. Pero debo tener un
destino, porque la línea la he seguido siempre.
Quiero decir que he seguido siempre una misma
línea dentro de esa enorme cantidad de
improvisaciones. —Vamos a hablar un poco de su
vida, doctor Lima. Usted nace en Ramallo,
provincia de Buenos Aires. . . el 21 de setiembre
de 1901... —Si, y por casualidad. Casi por mis
propios medios, y los de mi madre, claro Mis
padres vivían en San Nicolás. Eran dueños de
campos. Un día fueron a ver unos campos en
Ramallo, y a mí se me ocurrió nacer ahí, es decir,
en un rancho. Ese rancho, más tarde, me quedó de
herencia, y yo mismo, 50 años después, lo hice
derribar. Mis padres eran muy malos campesinos,
porque se arruinaron. —¿El resto de la familia?
—Éramos ocho hermanos en total. Ahora quedamos
sólo tres: Feliciano, qua tiene 80 años y es el
mayor, y Hugo Ramón, de 59, qua ahora es diputado
nacional. Las orientaciones morales, en mi casa,
me las dio siempre mí madre. Mi madre y mi
hermano mayor. Nosotros somos una familia de
nombres antiguos. Mi madre se llamaba Regina, por
ejemplo. Solano también es un nombre de origen
español, como Lima, mi apellido. Mi apellido es en
realidad Lima Sánchez. Me pusieron Solano por el
dictador del Paraguay. Mi padre era federal. A un
hermano le puso Juan Manuel. Vivimos siempre en
San Nicolás. Lindo, muy lindo lugar. .. —¿Qué
rescata de ese lugar, de esa época? —Tengo
algunos recuerdos decididamente inconfesables.
Tengo otros que si son confesables. Los recuerdos
de un compadrito, por ejemplo. A mi me gustaba
escribir, hacer descripción de personas. Una de
las composiciones que hice en el primario y que
merecieron una felicitación especial se llamó,
justamente, "El compadrito". Todavía lo veo,
siempre parado en la esquina de mi casa de San
Nicolás. Seguramente estaba esperando a su amor de
ese momento. Pero a mi me parecía un héroe:
pañuelo blanco al cuello, saco cruzado, zapatos de
charol, pantalón bombilla. Si me hubieran
preguntado entonces qué me hubiera gustado ser,
hubiera contestado, simplemente, compadrito.
—¿Compadrito hasta cuándo? Es decir, ¿hasta cuándo
le gustó ser compadrito? —Hasta que empezó a
gustarme ser militar. Se lo dije a mi madre.
"Termina primero el bachillerato. Después, si aún
te gusta, ingresa en el Colegio Militar", me dijo.
Pero cuando terminé el bachillerato ingresé en la
Facultad de Derecho de La Plata. Demoré cuatro
años en recibirme, pero en realidad estudié dos.
En ese tiempo ya me había incorporado a la
política. Sánchez Elia era candidato a
vicegobernador y la campaña fue en el mes de
diciembre. Ese año no rendí ninguna materia. Fui
delegado universitario en Mar del Plata. Perdimos
la elección. Entonces volví a los estudios. En esa
época no había tesis, sino exámenes generales. Es
decir, los cuatro años que uno había estudiado se
los volvían a examinar en dos turnos. En el primer
turno saqué sobresaliente. En el segundo,
distinguido, a causa de una pregunta del Dr. Ramón
S. Castillo, profesor de Quiebras y luego mi
intimo amigo. Vacilé al contestar esa pregunta. En
1923 obtuve titulo de doctor en jurisprudencia, y
muy poco tiempo después fui diputado provincial.
Pero... yo nunca conté esto, es decir nunca hablé
tanto de mi vida . —No se olvide, doctor Lima,
es como si se estuviera presentando. Por
ejemplo, ¿cuándo se casó? —Me casé en 1927. Mi
primera esposa se llamaba María Josefa Barrera.
Cinco años después enviudé. No tuvimos hijos. Me
volví a casar diez años después con María Lida
Almagro Quintana. Tuvimos una hija. Lida Regina.
Es mi única hija. Se casó hace dos años. No, aún
no tengo nietos. Volví a enviudar, y ya ve, aún
sigo en ese estado. —¿Hobbies? —Pescar. Pero
pescar en función de descanso. Colecciono cañas.
Cuando puedo me voy a Mar del Plata. Es más fácil
pescar ahí que en Chascomús, por ejemplo. Además,
estéticamente, no me gustan los pejerreyes da
Chascomús. Son muy gordos. Todo lo que es gordo no
me gusta. Aunque los hombres gordos son,
generalmente, buenos. En cambio los flacos son
nerviosos, irritables, malos. —¿Alguna vez
llegó a tener gran fortuna? —Jamás. Nunca tuve
fortuna, y nunca integré ninguna sociedad anónima.
Es curioso. Pero mucha gente no sabe quién soy, ni
qué hago, ni hacia dónde me conduzco. Pero intuyen
que soy un hombre honrado. Un político honrado. Un
profesional honrado. La honradez mía creo que es
lo que menos se discute. Omito mi opinión sobre si
yo mismo me considero honrado. Viví siempre de mi
profesión, y ni siquiera tengo auto. Lo tuve, sí,
antes de mi exilio en Montevideo. Y con él viajaba
da noche a San Nicolás para atender mi estudio.
Después del exilio seguí viajando. Pero en tren.
No volví a tener auto. Sí, es cierto, tengo un
departamento. Pero es muy modesto. No me interesan
los bienes materiales. En 50 años de actividad
política sólo estuve 10 años en el oficialismo, y
asimismo con grandes dificultades, por mi
independencia excesiva. —¿Qué le interesa?
—Sobre todo la política. Y la lectura. —Y
cuando no hace política, ¿a qué se dedica? —Muy
pocas veces dejo de hacer política, o de trabajar.
Antes, cuando era diputado nacional y alquilaba un
departamentito en la calle Tucumán 630 para
quedarme a dormir en Buenos Aires, solía ir con
mis amigos a comer al Tropezón y también a una
churrasquería famosa que estaba en la calle Entre
Ríos. Recuerdo que permanecía abierta toda la
noche. También me gusta muchísimo el cine, pero no
puedo ir casi nunca. La última película que vi fue
una de Alain Delon que me causó mucha gracia. Se
trataba del asalto a un banco, pero no me pregunte
el nombre de la película, porque seria inútil. En
cuanto a música, escucho muy poco: no tengo tiempo
ni oído. Eso sí, todas las mañanas, mientras me
visto, suelo poner Radio Nacional para escuchar
música clásica. Pero no la entiendo. Me halaga los
oídos nada más. En cuanto a literatura, de vez en
cuando releo "El Quijote" y a Eça de Queiroz.
También me gusta mucho Enrique Larreta. Siempre me
gustó, no solamente por sus novelas sino también
por sus conferencias. Ahora, últimamente quiero
decir, estoy leyendo sobre toda la filosofía que
inspiró al movimiento juvenil en el mundo. Me
ocupo de eso. Al movimiento femenino y al
movimiento obrero ya los estudié hace muchos años.
Ahora me dedico al movimiento juvenil. En especial
leo a Herbert Marcuse. Y también a Fromm. Sobre
todo sus estudios sobre Freud. Creo que el mundo
vuelve a Freud. No tengo una gran biblioteca. La
que tenía se remató cuando yo estaba en
Montevideo. La rematé yo. Necesitaba fondos.
—¿Qué espera del futuro? —A esta altura de mi
vida el futuro tiene un relativo interés. Mi vida
ya fue muy larga. Tengo 71 años. Espero,
solamente, poder servir con honestidad y toda mi
fuerza al pueblo, a mi país. Si bien el gobierno
tiene una serie de contingencias, es otro género
de lucha. Yo estoy acostumbrado a otra clase de
lucha: a la lucha en la calle, contra los que
estaban dentro de sus casas. Me encantó siempre
ser oposición. Ahora, como vicepresidente, tendré
que acostumbrarme a un tipo distinto de lucha. En
cuanto a qué espero, no tanto del futuro sino del
ahora, es poder dormir más. Estoy durmiendo cinco
o cinco horas y media por día. Es mi único
déficit. Mi único acreedor es el sueño.
"PERON Y YO" Ha llegado ahora al despacho el
arquitecto Santiago Sánchez Elia, su intimo amigo,
el hijo de aquel candidato a vicegobernador de que
nos habló Vicente Solano Lima. Pregunta si
queremos más café. Respuesta unánime y afirmativa.
Volvamos a las preguntas. —¿Cuándo y cómo
conoció a Perón? —Conocí al general Perón en
1932. Me lo presentó el entonces ministro de
Guerra, general Manuel Rodríguez. Perón era su
secretario. Entonces tenía el grado de capitán. Yo
era diputado nacional. y en el Congreso tuve por
entonces un incidente muy serio con el diputado
Enzo Bordabehere, demócrata progresista de Santa
Fe. A raíz del incidente se iba a producir un
duelo. Fue un incidente parlamentario. Uno de los
tantos que ocurren. Se estaba tratando sobre la
exactitud o inexactitud de un concepto del
ministro de Guerra en un discurso. Yo negué que
fuera exacta la interpretación que daba el doctor
Bordabehere. Hubo entonces un intercambio de
palabras que llegaron a una gran violencia. El
canciller de aquel entonces, el doctor Saavedra
Lamas, pidió, como homenaje a que era la primera
vez que el gabinete en pleno del general Justo
acudía a la Cámara, que se retiraran las ofensas.
Así lo hicimos. Yo a Bordabehere no lo conocía
personalmente. En ese debate estaban presentes,
por supuesto, el general Rodríguez y el entonces
capitán Perón. Al día siguiente yo recibí una
magnifica carta del ministro de Guerra. Nunca más
lo volví a ver a Perón. Pero en el 62, cuando
viajé por primera vez a Madrid, él me recordó la
anécdota. Me preguntó si yo me acordaba de la
carta. Perón, el general Justo y yo éramos grandes
admiradores del ministro de Guerra, general
Rodríguez. Le dije que sí, y entonces él me
repitió, párrafo por párrafo, esa carta. "La
escribí yo —agregó— y se la hice llegar con un
suboficial". Todo eso reconstruyó la amistad que
habíamos tenido. Del 62 hasta ahora vi al general
Perón cada dos años. En el 71 y 72 lo vi más
seguido. —Su larga experiencia como opositor,
¿cree que ahora le va a ser útil? —Yo fui
siempre opositor, sí, pero prácticamente nunca lo
fui de| peronismo. Yo estuve exiliado en
Montevideo ocho de los diez años que gobernó
Perón. Y esos dos años que estuve acá, observaba
con interés el proceso porque me interesaba
fundamentalmente. En 1955, ese mismo año, yo me
aparté del gobierno revolucionario y me acerqué al
peronismo para ayudarlo. Estaban encarcelados o
estaban perseguidos. Así que prácticamente nunca
fui opositor de ellos, y ellos me consideran un
amigo. Tengo muy pocas resistencias en el
peronismo. Yo siempre he chocado muy poco con las
corrientes populares. —Doctor Lima. Usted
dirigía, en San Nicolás, un diario que se llamaba
"El Norte". En setiembre de 1947 ese diario fue
clausurado. ¿A qué se debió la sanción? —El
diario "El Norte" no fue clausurado. Fue
clausurada la imprenta que lo editaba. En esos
mismos talleres se imprimía un periódico
clandestino de los conservadores de la Capital. Se
llamaba "Tribuna Demócrata" y no habiendo logrado
imprimirlo en ningún lado, contrataron nuestra
impresión y la pagaron. Como clausuraron el
taller, mi diario tampoco pudo salir más. En "El
Norte'' yo nunca ataqué a Perón. Para mí Perón era
una experiencia en consideración. Los que
publicaban ese periódico, en cambio, cometieron
injurias evidentes contra él. Nunca llegué a leer
ese periódico clandestino. Pero los responsables,
sí, se exiliaron conmigo en Montevideo. —¿Por
qué se exilió? —Porque en el 47 se inició una
causa contra ese periódico clandestino del que le
hablé. Tenia dos opciones: o estar preso unos
meses, o ser libre afuera. A mí me aplicaron unas
multas penales a raíz de la clausura de la
imprenta. Esas multas se convertían en prisión si
no se pagaban. Me aplicaron 40.000 pesos por
expediente. Eran 4.160.000 pesos, en aquella época
era dinero. No pude pagarlas. Me fui. Desde el 55
hasta ahora, yo siempre defendí a los peronistas,
y preconicé todo esto que se ve ahora: la tregua,
la pacificación y la amnistía. Pero toda esta
anécdota del diario es una etapa superada.
Totalmente superada. Si no creyera firmemente eso,
hoy no estaría como vicepresidente de este
gobierno. —¿Qué le diría a un argentino, a un
ciudadano, que no olvida? —Que nunca vale la
pena abrir los capítulos cerrados. Que nunca vale
la pena hacer comparaciones. Que éste es un ciclo
nuevo. Que si bien recordar de vez en cuando es
bueno, porque todo enseña, es mucho más positivo
hacerlo sin maldades, sin resquemores, sin
resentimientos. Los malos recuerdos es mejor no
evocarlos. Lo mismo que las malas noticias: es
mejor no dalias. —¿Dónde nace y donde termina
su coincidencia con Perón? —En la provincia de
Buenos Aires yo fui dos veces ministro de
Gobierno: en 1935 del doctor Raúl Díaz, y en 1942
de Rodolfo Moreno, mi íntimo amigo. Bueno, yo
inicié en la provincia de Buenos Aires una
política muy semejante a la del peronismo: recibir
gremios, reforzar sus derechos, ayudarlos para que
consigan el reconocimiento pleno de sus
posibilidades sindicales. Tanto es así que en
aquella época a mí me llamaban "el ministro rojo",
porque en mi despacho les daba igual posibilidad
de verme a los legisladores conservadores que a
los dirigentes obreros, que generalmente venían
acompañados de dirigentes comunistas. Por otra
parte, en 1935, yo autoricé el funcionamiento del
Partido Comunista. Creo que ahora también debe
volver a funcionar. Es mejor que funcione, porque
para mí es una doctrina que está perimida y que no
tiene porvenir en el mundo, si no avanza hacia
occidente. Es decir, si no se entienden con las
bases de un capitalismo humanizado. Creo que tiene
razón la Iglesia. Humanizando el capitalismo es
innecesario el comunismo. Además, mis
coincidencias con Perón son fundamentales: yo
siempre creí en los principios de independencia
económica, soberanía política y justicia social.
¿Quién —me pregunto— puede estar en contra de esos
principios? Sin embargo, el mundo anterior al
peronismo estaba en contra de esos principios.
Había un mundo en contra de todo eso, y todavía lo
hay. Es decir, hay quienes quieren negociar con la
soberanía argentina, hay quienes quieren la
dependencia económica, hay quienes quieren o les
conviene la injusticia social. —Si las banderas
qué usted siempre esgrimió son similares a las del
peronismo, ¿por qué usted no llegó a ser antes un
líder del pueblo, un político popular y masivo?
—Porque Perón hay uno solo. —¿Cuáles son, para
usted, los rasgos más destacables de Perón?
—Tiene carisma, magia, genio. Genio político para
una concepción universal del mundo. El ha llevado
el plafond local a dimensiones internacionales.
Por todo eso, tiene la emoción del pueblo de su
parte. Y lo emocional es lo ideal. No es la
racionalidad lo ideal. La razón se equivoca y a
veces es perversa. Los sentimientos humanos, en
cambio, no se equivocan nunca La plataforma
política de Perón es mucho, muchísimo más clara y
más conveniente que la de los demás partidos
políticos. La emocionalidad del pueblo en el
proceso Perón, se da por una identificación total
del hombre con las masas. Yo empecé a valorizar en
toda su dimensión al peronismo después de su
caída. Como le dije, el pueblo siempre tiene
razón.. . —¿Tenía razón, o tuvo razón, cuando a
usted no lo votó en anteriores elecciones? —Y.
. . debe haber tenido razón, puesto que no me
votó, puesto que no gané. Es decir, yo no fui el
verdadero intérprete del pueblo. El verdadero
intérprete fue Perón. —Ahora, desde su puesto
de vicepresidente, ¿cree ser el intérprete del
pueblo? —No, yo soy un hombre común a quien los
sucesos han ayudado.
EL FUTURO —A partir
de ahora, ¿usted seguirá siendo fiel a los ideales
del conservadorismo popular o se ajustará a los
ideales del Poder Ejecutivo? —Estoy
identificado. Es la misma cosa. La plataforma del
peronismo y la plataforma nuestra es la misma
cosa, porque las dos proceden de las encíclicas
papales. Los principios fundamentales del
peronismo son cristianos, y los principios
nuestros también lo son. —Hay mucha gente que
dice que no es que usted se haya vuelto peronista
sino que el peronismo se ha convertido en la
fuerza más centrista. ¿Qué dice a eso? —Puede
ser que hayan ocurrido las dos cosas. Es decir,
que la madurez de ideas del partido peronista se
haya aproximado a una política de
centro-izquierda, y que yo me haya desplazado un
poco hacia la izquierda. Por otra parte, como le
.dije, no es la primera vez que me imputan eso.
Con respecto a su pregunta, posiblemente hayamos
coincidido y nos hayamos encontrado. —¿Por qué
usted fue elegido candidato a vicepresidente del
FREJULI, cuando en esa alianza hay otros grupos
mayoritarios con respecto al conservadorismo
popular, por ejemplo el MID? —Porque Perón lo
quiso. —Esos ideales coincidentes de los que
usted me habló, ¿cuáles son? —Los ideales del
conservadorismo popular tienen vigencia con
respecto a cosas fundamentales que atañen a la
raíz del país: religión, propiedad privada,
familia, libertad. Son las cuatro rocas mudas del
destino. No hablan pero actúan en nosotros.
—Esas cosas fundamentales, esos cuatro pilares,
¿cómo reciben la influencia del socialismo
nacional, teoría sustentada por el peronismo?
—El socialismo nacional es una teoría que cruza el
camino del socialismo marxista. Lo corta para que
no siga, bloquea el camino. El socialismo nacional
no es sino la admisión en el poder de una gran
cantidad de factores o grupos que están sueltos
dentro de la sociedad, que determinan un gran
desorden y una gran desjerarquización social. Esos
factores están intercalados entre el individuo y
el Estado. Son todas las organizaciones
intermedias: sindicatos, universidad, sociedades
empresarias, agrícolas, culturales, filosóficas,
religiosas. —¿Hay que reformar la Constitución,
o directamente hacer una nueva? —Hay que hacer
una nueva Constitución. Una revolución determina
el cambio de una constitución. Nuestra
Constitución de 1853 —que es la que todavía está
en vigencia— es liberal, individualista y
capitalista. En aquel tiempo tenía su explicación,
y quizá la tuvo hasta hace muy poco tiempo.
Digamos hasta el año 1910. Pero hoy resulta una
constitución deshumanizada, que no puede seguir
vigente. No contiene principios humanísticos. Es
una constitución formal, que nos da un método de
vida política, pero que no atiende a las
necesidades de hoy: no atiende al enfermo, ni al
niño, ni a la mujer, ni a los ancianos.
—Concretamente, doctor Lima, ¿cuál es la
incidencia del SOCIALISMO NACIONAL en la propiedad
privada, la familia, la religión y la libertad?
—Con respecto a la propiedad privada se tiende a
la función social de esa propiedad privada. Sí,
antes también nosotros entendíamos la propiedad
privada en función social. Pero era sólo una
teoría. Ahora, en cambio, ya se está elaborando en
la vida política, ya ese concepto está en vías de
aplicación. Con respecto a la familia, los
principios no han variado mucho: es la familia
cristiana. Lo que ha variado, si, es la
metodología. La autoridad de los padres ha cedido
un poco ante la necesidad cultural. Con un poco de
buen humor, podríamos decir que en lugar de formar
los padres a los hijos, hoy son los hijos los que
están formando a los padres. No es que los hijos
desestimen la experiencia de los padres sino que
consideran que hay un ciclo de la vida en que los
padres son un fracaso, porque han estructurado una
sociedad inmóvil. Y ellos quieren movilizar, es
una tendencia totalmente positiva. La autoridad
familiar debe producirse ahora de otra manera:
consustanciándose con la vida del hijo, pero no
pretendiendo tiranizar la subjetividad del hijo.
Es decir, no intentar formarlo a su imagen y
semejanza, porque eso sólo le está permitido a
Dios. —¿Con respecto a la Iglesia? —La
Iglesia también está en estos momentos en un
cambio. Sus últimas concepciones sociales lo dicen
claramente. Para mí. el concepto de Tercer
Mundo no es una cuestión religiosa. Tiene una
aplicación religiosa en la Argentina y puede ser
que también la tenga en otros lados. Pero el
debate no puede ser enfocado solamente desde el
punto de vista religioso. El Tercer Mundo viene de
las luchas de las colonias contra el mundo
imperialista. El peronismo es tercermundista.
—Sin embargo, hoy es bastante clar0 el término
para definir a algunos sacerdotes. ¿Qué piensa de
ellos? —Como todas las tendencias, en las
luchas de las ideas puede haber exageraciones y
extravíos. Pero el fundamento del Tercer Mundo es
inatacable. Porque el tercermundista se propone
elevar el nivel de vida de los seres humanos,
establecer la igualdad social, la igualdad
jurídica y política. Son las encíclicas de Juan
XXIII, la filosofía de Pío XII, Medellín. La
Iglesia se encuentra con el alma del hombre en el
templo y se encuentra con el hombre integral en la
calle. Claro, como siempre que una institución
como la Iglesia va a operar un cambio, hay
sectores dentro de ella que se resisten al cambio,
porque creen que ese cambio resentirá la autoridad
de la Iglesia. Los otros sectores, en cambio, los
que no se resisten al cambio, los que piensan que
su misión fundamental es participar en la solución
del dolor humano, son tercermundistas. —¿En
cuánto a la libertad? —Ese tema me gusta. Ese
tema me apasiona. Creo en la libertad como
sustancia de la vida humana. La forma externa de
libertad, es decir, las garantías
constitucionales, los derechos y las leyes, no me
importan tanto. Lo que más me interesa es la
libertad interior, la libertad de conciencia de
cada individuo. Espartaco es un ejemplo. Porque
Espartaco era esclavo por fuera, pero muy libre
por es también una garantía, una necesidad, una
ayuda? —Al revés de lo que pasó con Espartaco,
puede haber personas rodeadas de todo tipo de
libertades constitucionales que siguen siendo
esclavos por dentro. Esclavos en su conciencia.
Por eso digo que esta libertad interior es más
importante. —Doctor Lima, ¿esa libertad
interior es natural o se da por educación? —Esa
libertad interior se da naturalmente. Es
connatural. Es una libertad que viene de Dios y
que ha sido enajenada en el mundo. De forma que
todos los seres humanos nacieron con esa libertad,
sólo que unos llegaron a desarrollarla y otros no.
Unos la tienen sin saberlo, y otros lo saben. Unos
la ejercitan y otros no. Y a veces no la ejercitan
por fanatismo, por falta de vida interior, porque
prefieren reconocer el poder de la fuerza, de la
ilegalidad, de la arbitrariedad, de la injusticia.
—¿Cómo haría, entonces, para que todos los hombres
se den cuenta de esa libertad? ¿Los educaría?
—Es la única forma. Por eso fomentaré la libertad
de enseñanza. Y postularé como obligatoria la
enseñanza por lo menos secundaria. Porque enseñar
a leer y escribir solamente no es educar. —'¿En
especial, con respecto a la libertad de prensa?
—Soy partidario de la libertad de prensa. Y esa
libertad, el único limite que debe tener es la
responsabilidad del periodista. Por eso el otro
día, cuando me preguntaron al bajar de un avión si
se iba a dictar una ley de prensa, respondí: "No
se piensa dictar ninguna ley. Así que el honor de
la gente quedará en manos de los periodistas".
Nosotros vamos a aceptar la critica. ¿Sabe por
qué? Porque poseemos una poderosa autocrítica. Si
no tuviéramos esa valoración de nuestros propios
actos no podríamos aceptar la critica de los
demás. Simplemente, no tendríamos la medida de las
cosas. —Doctor Lima, para terminar, ¿qué espera
para el país? —Un reencuentro, un porvenir,
justicia y una mayor felicidad. Nuestro país ha
sido siempre un país triste. Una vez, en una
asamblea que hubo en la CGT, yo acusé al doctor
Illía de entristecer la República. Contagiaba su
dejo de tristeza. Los argentinos siempre
dramatizaron la vida. Quizá nos tocó un poco de la
tristeza de la decadencia española. Y no habernos
sentido nunca dueños de nosotros mismos. Fíjese:
donde más mezcla india hay, más tristeza se
encuentra. Toda la música norteña es triste. Y el
tango también., aunque para mi el tango no es
folklórico. Recién ahora, que los peronistas salen
a la calle con sus bombos, su euforia, su
entusiasmo, hay alegría en este país. La
entrevista ha comenzado en su despacho y ha
terminado —o está finalizando ahora— en la casa
del doctor Vicente Solano Lima. Buena parte de la
familia está con él ahora: su hija Lida Regina, su
hermano Hugo, su cuñada Susana de Dominicí, sus
sobrinos Hugo y Ana María, sus sobrinos nietos
Sebastián y Hugo Enrique. Desde el 25 de mayo son
muy pocos los momentos en que este hombre bajo, de
sonrisa fácil y serenidad inalterable puede gozar
la calidez y la alegría de este encuentro.
Luchador infatigable, ese día, el 25 de mayo,
Vicente Solano Lima ha iniciado la lucha quizá más
ardua y más agotadora de su vida: la
vicepresidencia de la Nación. RENEE SALLAS
Fotos: RICARDO ALFIERI Revista Gente y la
actualidad 14.06.1973
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