VISITAS
El discípulo de Houssay
Von Euler
Que en la Argentina haya dos premios Nobel no quita importancia a la visita de un tercero, máxime si éste ha sido discípulo de uno de ellos.

El fisiólogo sueco Ulf von Euler (66, 4 hijos y 8 nietos) inició su carrera en Estocolmo como profesor de Farmacología y Fisiología, para continuarla en Londres, Birmingham y Buenos Aires. "El tiempo que estuve en este país —se enorgulleció—, entre 1946 y 47, lo aproveché para trabajar con el profesor Eduardo Braun Menéndez, quien hacía grandes descubrimientos sobre las sustancias que producen hipertensión renal". Von Euler es un convencido de que todas las ciencias tienen la misma importancia ("hay que balancear sus alcances y desarrollo"), seguro de que ninguna está evolucionando en el ámbito mundial más que otra. No aceptó hablar ni de la ciencia argentina, ni de la de ningún otro país, "porque no conozco esos temas a fondo" y concluyó defendiéndose: "de ustedes mucho menos, con lo poco que hace que estoy". Doctor honorario de las universidades de Río de Janeiro, Umea, Dijon, Gante y Tubinga, ahora también lo será de la de Buenos Aires, donde recibió la distinción el 17 de este mes, luego de perorar tres veces ante el establishment científico local sobre sus contribuciones a las ciencias biomédicas. [
En inglés, mezclando palabras de un castellano que habla perfectamente, aunque no se atreve, Ulf von Euler comenzó un diálogo con Panorama que se extendió casi dos horas, plagado de risas por su incomparable buen humor.
Panorama. —¿Por qué se dedicó a la ciencia?
Von Euler. —En primer lugar diría que porque es mi vocación. Estoy seguro de que heredé esa vocación. Tanto la familia de mi padre como la de mi madre están plagadas de científicos (el padre fue también un premio Nobel); se me hizo natural el ambiente científico, y decidí quedarme en él.
—¿Lo benefició en su carrera el provenir de una familia tan reconocida en el medio científico?
—Me benefició en dos aspectos; primero, porque me servía de incentivo para desarrollar mi carrera, y en segundo lugar me posibilitó salir adelante sin mayores tropiezos.
—¿Se continúa la tradición familiar en sus hijos?
—No; los dos varones —uno vive en Suecia y el otro en Estados Unidos— son médicos. Una de las mujeres es especialista en bellas artes.
—En nuestro país y en otros, se discute qué ciencia debe ser fomentada más intensamente. ¿Cuál es su opinión?
—Decir cuál es la más importante es muy dificultoso, casi imposible. Todas las ciencias tienen su campo de acción, y en él cada una es la más importante. Si así, en términos generales, es difícil decirlo, mucho más me resulta hacerlo sobre este país, en el que estoy hace sólo una semana.
—Pero algunas, en ciertos momentos, avanzan más rápidamente que otras.
—Eso pasa casi permanentemente; una de ellas acelera su paso dejando atrás a otras, que al poco tiempo la superan y luego se repite el proceso indefinidamente. Creo que el ritmo se mantiene, siempre y cuando existan dos elementos fundamentales que motive, uno, y permita, el otro, la investigación: dinero y curiosidad.
El profesor Von Euler aseguró que está convencido de que el ritmo enloquecedor que tiene hoy el desarrollo científico se mantendrá y quizá acelerará. Para demostrarlo enunció que "según algunas estadísticas, de los científicos que han existido en todos los tiempos, desde que el mundo es mundo, el 90 por ciento vive en la actualidad". Esta multitud de investigadores brinda una cantidad amplísima de información "que hace más difícil organizar los datos que se obtienen. Tenemos demasiada información que no es lo único que necesitamos, sino también conocimientos, que son una cosa distinta".
—¿Qué tareas realizó cuando estuvo en el país en 1946 y 47?
—Estuve trabajando en investigación, al lado del doctor Eduardo Braun Menéndez, que estaba realizando grandes descubrimientos sobre la sustancia que provoca hipertensión, especialmente hipertensión renal.
—¿Solamente vino a trabajar?
—No sólo vine a trabajar con un grupo de gente que estaba junto a Bernardo Houssay, sino porque había un experto. Siempre que se trabaja en un laboratorio extranjero, se trata y se debe sacar provecho de las experiencias de todo tipo que en él se realizan.
—¿Qué actividad desempeña actualmente en su país?
—Estoy en la cátedra de fisiología del Instituto Carolino de Estocolmo (institución a la que pertenece hace largos años, reconocida entre las del más alto nivel universitario).
—¿Fomenta el Estado en su país la investigación?
—Lo hace. Y lo hace en forma muy amplia que permite trabajar con total tranquilidad.
—¿Cree que son necesarios organismos que regulen en qué campos se debe intensificar la investigación?
—Este tipo de organismos se está haciendo cada vez más común en todo el mundo. Lo que creo es que deben manejarse con inteligencia y tacto, por su influencia.
—En su opinión ¿quién los debe dirigir?
—Estas organizaciones están creadas por el Estado, la sociedad; creo lógico que las dirija un político. Por supuesto que debe estar rodeado de científicos para que colaboren con él.
—¿Qué opinaría si estuviesen a cargo de un científico?
—Si fuese de mi rama —rió estruendosamente— no sería desagradable. Seriamente, pienso que hay que educar personas que sepan balancear las opiniones de los distintos sectores para luego sacar una conclusión lo más correcta posible. Pero me inclino a que los no científicos sean los que dirijan.
Antes de terminar, con un dejo de tristeza en sus ojos, explicó que el año próximo (cumplida la edad obligatoria para jubilarse) abandonará su cátedra y el laboratorio también, para que mi sucesor se sienta totalmente libre". Se disculpó varias veces por no estar acostumbrado a las entrevistas, y explicó: "Eso es para los artistas de cine". Demostrando en una charla informal su cultura general, expresó su preferencia por el viejo sistema educacional, "que no era tan tecnicista como ahora". El profesor Ulf von Euler, que regresó a Suecia el lunes 22, agradecía, al partir, a quienes lo habían invitado que "haya podido ver otra vez grandes amigos que viven aquí".
PANORAMA. MARZO 23, 1971

 

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