Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

EL CAZADOR DE TUPAMAROS
Trasformado en el sabueso implacable que husmea los rastros de la organización subversiva uruguaya, el comisario de policía Alejandro Otero revela a SIETE DIAS detalles de su vida y su profesión, que proyecta abandonar definitivamente. ¿Una derrota?

"¿No tiene miedo de convertirse en Tupamaro?", preguntó la semana pasada SIETE DIAS a un hombre enjuto, con pulcro flequillo a la romana. La habitación no tenía ventanas, un ventilador zumbaba inútilmente y afuera, sobre Montevideo, se desplomaban 41 grados. El interrogado sonrió: era Alejandro Otero Campaña (36, dos hijos), comisario jefe del Departamento de Inteligencia y Enlace de la policía uruguaya, y estrella del staff represivo cuya obsesiva misión es liquidar a la organización de guerrilla urbana Movimiento de Liberación Nacional, más conocida como Tupamaros. Con cinco años de acción la 'tronse' subversiva se ha trasformado en una leyenda que integra no sólo el folklore latinoamericano, sino que también implica un ya inocultable factor de poder en el Uruguay.
Pero el comisario Otero parecería ser el digno rival de los Tupamaros: si bien no es habitual que una organización terrorista cuente con consenso favorable (durante la toma de la ciudad de Pando, en septiembre último, ninguno de los 20 mil pobladores enfrentó abiertamente al comando subversivo), no suena menos insólito que el jefe de la represión resulte casi simpático para aquellos a quienes persigue y aun para el resto de la población.
Esta lucha entre un movimiento guerrillero —que muchos orientales parangonan con un Robin Hood nacionalista de izquierda— y su perseguidor, quien parece rescatado de alguna novela de Graham Greene, es un duelo absolutamente singular. Porque si Otero semeja un héroe literario, cuenta con ingredientes absolutamente uruguayos: además de policía es árbitro internacional de fútbol afiliado a la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado). SIETE DIAS dialogó largamente con el comisario en su reducto privado, un despacho ubicado en el cuarto piso del cuartel de policía de Montevideo, en las calles San José y Yí. Durante la conversación Otero anticipó a SIETE DIAS que en las próximas semanas abandonaría sus funciones de policía: se dedicaría full-time a su profesión de árbitro en el Brasil, o —lo que es más probable— ofrecería sus conocimientos como perito en seguridad a grandes empresas privadas uruguayas. Según algunos, habría filtraciones y aun elementos Tupamaros inficionando la policía de ese país; según otros, habría llegado la hora de imponer mano dura para reprimir, método que no concilia con las técnicas intelectuales y científicas, ajenas a la violencia, desplegadas por Otero.
Lo cierto es que junto a su repartición funcionan ya otras cinco, en igualdad de condiciones, y fue uno de estos equipos, el denominado Departamento Dos, el que descubrió a fines de diciembre un archivo tupamaro durante una investigación dirigida por el subcomisario Juan Lucas. Sin embargo, el prestigio profesional de Otero continúa proyectándose: el 19 de diciembre recibió por cuarto año consecutivo el Premio a la Inteligencia Funcional, y sus servicios podrían ser requeridos incluso por organismos de inteligencia internacionales. Pero antes de trascribir la minuciosa conversación desarrollada entre Otero y SIETE DIAS, conviene ubicar al llamado "Cazador de Tupamaros" en la convulsionada realidad uruguaya.

BUSCANDO A LOPE DE VEGA
En octubre pasado, el teatro El Galpón fue allanado por fuerzas de la Guardia Metropolitana, cuerpo paramilitar de la policía, durante una representación de Fuenteovejuna, de Lope de Vega, en actualizada versión que incitaba a la lucha armada. Pero esa interpretación no era la que había provocado, precisamente, el allanamiento, sino la desesperada búsqueda policial en procura del banquero Gaetano Pellegrini, raptado por ese entonces por los Tupamaros. Un informante sostuvo que el rehén estaba maniatado entre bambalinas; obviamente, no lo hallaron. Pero al día siguiente el vespertino opositor De Frente informó escuetamente: "Anoche allanaron El Galpón en busca del autor: Lope de Vega no fue encontrado. Al parecer desapareció de los lugares que frecuentaba". Lo cierto es que las autoridades uruguayas tienen cada vez menos sentido del humor. Un periodista uruguayo susurró a SIETE DIAS: "Después del decreto del 24 de junio que prohíbe nombrarlos, es cada vez más difícil escribir sobre los Tupamaros". Es que durante 1969, la organización subversiva se alzó con unos 210 millones de pesos (m/n) en una retahíla de golpes de mano espectaculares: el Casino de San Rafael, los bancos de Canelones y Popular, dos financieras (una de ellas la Monty, cuyos libros de contabilidad enviaron a la policía denunciando negociados al más alto nivel), el ataque a la ciudad de Pando y el secuestro del banquero Gaetano Pellegrini son sólo algunos de los operativos desarrollados por los "Tupas", como los califica el hombre de la calle.
Mientras el grupo guerrillero se ha convertido, de hecho, en la única fuerza opositora, la poderosa CNT (Confederación Nacional del Trabajo), controlada por los comunistas, ha preferido convertirse en una expresión de protesta más formal que real. "Ellos son los tapamuros", ironizó un estudiante refiriéndose a la afición por las colectas y las solicitadas, una de las debilidades del Partido Comunista uruguayo. Y en tanto 1968 fue un año de agitados disturbios y movilizaciones callejeras que arrojó un saldo de tres muertos, 1969 implicó un repliegue con mayor tensión pero menos desórdenes masivos. Sólo la huelga de los obreros de la industria frigorífica, gremio izquierdista que no responde a la CNT, o los 73 días del paro bancario (cuyos protagonistas se negaron a ser militarizados), pusieron ácidos ribetes a un año que implicó, según observadores, un afianzamiento del control gubernamental al tiempo que un creciente descontento por la congelación de salarios. Es en este país, en el que apenas se sobrevive en medio de una obstinada dignidad, donde se desarrolla la más decisiva batalla de la guerrilla urbana en América latina, en esta suerte de Beirut del Río de la Plata, con leyes liberales que favorecen grandes negociados, y con el cuerpo represivo más débil del continente, dos enemigos se agazapan para destruirse. Uno de los actores de este round a muerte es el policía Alejandro Otero. El que sigue es el diálogo que mantuvo con SIETE DIAS la semana pasada.
—¿Este despacho es el sitio donde se interroga a los Tupamaros?
—Yo los interrogo aquí.
—Hay un crucifijo, un rosario, una imagen de la Virgen Niña y un Jesús en el Monte de los Olivos. ¿Esto es una escenografía especialmente montada?
—Míreme a los ojos. Yo no soy un hipócrita, no orquesto nada. Simplemente soy así. Todo lo que soy, la pequeña capacidad que yo tengo, se la debo a Dios. Y no crea que cae muy bien en un país como éste, sin religión oficial, que yo sea así.
—¿Y esa medallita?
—La tengo por cábala. Cualquier cosa que me mandan de regalo yo la conservo. Por ejemplo, ese cuerno: lo recogí en un procedimiento donde murió un compañero mío.
—¿Y el palo brasil con el brote que plantó dentro del cuerno?
—Lo traje de un partido que arbitré en Paraguay. Todos los días compruebo que el brote crece: para mí el cuerno es la muerte y el brote es la vida, y todo está junto.
—¿Lo amenazaron de muerte?
—Claro que sí. . . aunque haya sido una broma. Pero yo no ando armado, ni con guardaespaldas.
—¿Podríamos ver su pistola?
—¿Cómo no? (muestra el arma). Es una P-K, calibre 38, checoslovaca, la misma que usa Fidel Castro.
—¿También cábala?
(Sonríe).
—¿Es exacto que usted se refirió a los Tupamaros calificándolos como "mis queridos enemigos"? (Otero se niega a responder: el decreto del Poder Ejecutivo le veda referirse a la organización en términos que no sean "reos" o "delincuentes". Pero también rehúsa utilizar tales apelativos, y en cambio admite que a principios de año hizo declaraciones a William Montalbano, del periódico norteamericano Miami Herald, donde Otero afirmó: "Mis queridos enemigos saben quién soy. Y digo 'queridos enemigos' porque lo son. Yo los respeto, ellos me respetan a mí como hombre honesto que sabe cumplir con su tarea. Mis enemigos saben que los apresaré si puedo, pero también saben que soy justo. Rara vez llevo un arma. Ellos deben respetarme. Tengo una esposa y dos hijos. Todos conocen donde vivimos, ¿qué otra defensa puedo tener?")
—¿Cómo llegó a ocupar este cargo?
—Yo no quería ser policía. Prefería ser jugador de fútbol. Tal vez todo empezó con mi mamá.
—Suele suceder habitualmente.
—No, en serio.
—¿Por qué es tan triste?
—¿Yo, triste?. . . No, soy humilde. Tengo que serlo. Yo ocupo el lugar que me corresponde. Yo me ubico. Soy producto de una familia modesta y de un país con determinadas características.
—¿Es muy importante su madre en su vida?
—Fundamental. Yo soy montevideano, nací en el barrio Pérez Castellanos; mamá es maestra y le enseñó a leer a papá, que es español, de Galicia, y que siempre trabajó como taxista. Mamá me formó, me dio las bases de mi cultura y de mi manera de ser. Sobre todo me legó la religiosidad. Y mi alergia a fumar y beber. Y eso, le repito, cae mal en la policía. En todas las policías del mundo se presume que se debe ser violento para ser eficaz. El policía debe andar con prostitutas y tomar copas para conocer. Eso puede ser necesario para algunos pero no me parece indispensable para mí. Me fastidia la prepotencia.
—Sin embargo, el año pasado el anarquista Leo Gerner lo acusó de haberlo sometido a malos tratos.
—También se dijo en esa oportunidad que yo tenía un opulento despacho y fumaba aromático tabaco. Usted ve que no es así. La justicia controla mis pasos. Con respecto a la violencia, a los malos tratos, no digo que no se castiga. En la Argentina o en Vietnam sucede. Pero yo hablo de lo mío.
—¿Qué hay de versiones según las cuales se aplicarían torturas en la comisaría novena y en otras reparticiones?
—Yo trabajo en lo mío y no conozco más nada.
—¿Hay delegaciones de otros países, como la Argentina y Estados Unidos, que colaboran en la represión de los Tupamaros? ¿Es cierto que usted se habría opuesto a integrar equipos con la CIA?
—Igual respuesta que la pregunta anterior.
—La Dirección de Inteligencia Militar uruguaya, ¿colabora con su trabajo?
—A veces hay apoyo. Pero volvamos a una pregunta anterior: yo no quería ser policía sino jugador de fútbol. Militaba en el Club Rentistas de Pérez Castellanos, y con el fútbol los pájaros eran mi otra afición. Yo siempre fui muy introvertido. Durante un período de mi adolescencia que viví en el campo (mi madre estaba en una escuela rural), observar los pájaros, jugar al fútbol y soñar despierto eran mis tres aficiones. Todavía lo hago: sueño mientras puedo.
—¿Con qué?
—Imagino situaciones con soluciones favorables para mí.
—¿Y ahora, por ejemplo?
—Bueno (sonríe), llegar a desempeñar un cargo más importante que éste. Pero volviendo al fútbol: llegué a jugar en divisiones inferiores de Nacional, adonde me llevó mi primo Ambrois Campana, quien jugó también en Boca Juniors de Buenos Aires. Lamentablemente me fracturé una rodilla y allí se deshicieron mis sueños de jugador. Por casualidad, un compañero me invitó a que lo acompañara al Instituto de Enseñanza Profesional de la Policía. Así, por puro accidente, ingresé en la institución. Mamá me exigió una carrera que ayudara a sostener la economía del hogar. Ya bastante se había sacrificado al enviarme durante la primaria a la Regina Martirum, un colegio marista, y durante la secundaria al Liceo Rodó. Yo tenía que retribuir su esfuerzo.
—De modo que fue una mosca blanca en la Policía. Su catolicismo y sus métodos persuasivos no cayeron bien. (Una llamada telefónica interrumpe la conversación. El comisario escucha y se limita a repetir media docena de veces: "Sí, señor; sí, señor". Luego de un instante continúa).
—En 1964 inicié mi trabajo aquí y me trataban de señorita. Fui el primero en hablar de Tupamaros: se reían de mí, me tomaban por loco. Se producían asaltos y había funcionarios que se empecinaban ero adjudicárselos a bandas ya existentes. Pero yo me dediqué a investigar en ámbitos ajenos a la delincuencia y a fichar gente, que podía estar metida en algo político. Eran informes completos sobre características, relaciones, manías, viajes, fondos, enfermedades, tendencias, psicología de las personas sospechosas. Partía de intuiciones que entonces eran absurdas. Era lo ilógico de lo lógico. No creían en mí. ..
—¿Soñaba con Tupamaros?
—Cuando estaba muy desmoralizado sí. Pero cuando descubrí que personas insospechables, vinculadas a círculos de alto nivel, estaban en la organización, la cosa cambió.
—Se supone que usted conoce la literatura subversiva, ¿qué libros lee?
—No puedo decirlo (sonríe); son todos de autores de izquierda. . . Me gustan Sartre y Simone de Beauvoir... Hace poco leí El arte de Amar, de Erich Fromm. . .
—¿Para reprimir mejor?
(Sonríe y baja la cabeza, casi con timidez.)
—¿Cómo venció sus resistencias ideológicas para penetrar en el pensamiento y la conducta de sus enemigos? ¿No puede terminar incorporando los valores del adversario en sus largos diálogos?
—Aunque yo le tuviera fastidio a un adversario debo terminar integrándome a él para descubrir su forma de ubicarse, trasmitirse, razonar.
—¿No teme volverse Tupamaro?
—(Sonríe). Todo es tan relativo. .. los valores morales están en directa dependencia con una ecuación algebraica de tiempo y espacio. Hoy creo que robar es algo punible. Porque tengo un concepto de justicia y honestidad. Pero si mañana encuentro que robar sea algo que dignifique, ¿quién puede saber qué haré en el futuro? 'El acto de robar no significa nada; el problema es que se conozca el resultado de ese acto. Había temas que hace 50 años eran tenidos por práctica demoníaca, como la inseminación artificial, y hoy resulta absurdo pensar eso.
—Como católico ¿qué opina de la muerte del sacerdote tupamaro Indalecio Olivera, y de la captura de dos seminaristas?
—En otra época la gente de buena familia se hacía cura o militar.
—Pero querían ubicarse en una sociedad, no destruirla.
—¡Quién sabe!. .. quizá lo que deseen ahora sea construirla.
—¿Usted cree en el dualismo Paraíso-infierno? ¿Cree que sus enemigos son engendros infernales?
—Creo que los justos van al Paraíso, pero ¿quién soy yo para determinar quién es justo a los ojos de Dios? El hombre es un ser demasiado complejo.
—¿En qué cree usted, en definitiva?
—Creo en el equilibrio. Creo que los jóvenes de hoy tienen firmes convicciones y están dispuestos a cualquier cosa por sostenerlas. Pero, discúlpeme. Tengo que interrumpir esta conversación: ya es hora.
—¿De hacer un procedimiento?
—No, de arbitrar un partido.
—¿Y cómo concilia ambas tareas?
—Como policía tengo apremios económicos. Gano apenas 35 mil pesos uruguayos (casi 50 mil pesos m/n.). Como referí gano 50 mil. (En Uruguay se comenta que la esposa de Otero, Norma Mabel Bianchi, de 29 años, presiona al comisario para que abandone su profesión.)
—¿Por qué trabaja, en suma, aquí? ¿Se siente un justiciero?
—Creo que estoy correctamente ubicado, creo que progresé: soy un profesional. Yo hice algo y eso está hecho, y lo hice cuando nadie podía concebir que yo tuviera razón.
—¿Pero eso no es ser un ambicioso, eso no es pecado de orgullo?
—No. Si algo poseo es por la gracia divina. Yo quise ser yo, ser auténtico. Llegará un instante en que estaré al fin de mi vida y haré un balance. Entonces me diré: ¿fui feliz? Quizá este ciclo se esté cerrando. Me iré a otro trabajo en ese caso.
—¿Quiere decir que sus métodos no funcionan?
—Quiero decir que tengo apremios y obligaciones económicas y que debo solucionarlas. Pero le daré un ejemplo: si usted escribe en una revista y la revista cambia de estilo, ¿qué hará en ese caso el periodista?
¿Cambiará de estilo o de revista?
—¿Es verdad que piensa dedicarse a la política?
—Es probable (Otero integraría las listas de la Democracia Cristiana en las elecciones presidenciales a que se convocará para el año próximo).
—¿Se iría por celos profesionales?
—En todas partes los hay.

—¿No cree que sus métodos son más peligrosos que la violencia para derrotar a sus "queridos enemigos"?
—(Una mirada de hurón astuto recorre la habitación.) Como dijo aquel noble italiano, creo que todo tiene que cambiar para que todo siga igual.
GERMAN ROZENMACHER
(Nota MR: las obras completas de Rozenmacher en este enlace (al 16/09/2021) https://www.bn.gov.ar/micrositios/libros/literatura/obras-completas


Recuadro en la nota____________
EL INDEX URUGUAYO
El 24 de junio de 1969, el presidente uruguayo Carlos Pacheco Areco ordenó eliminar del vocabulario periodístico oriental las expresiones Tupamaros y Movimiento de Liberación Nacional. El 2 de noviembre de ese mismo año, siete términos más ingresaban en el insólito índex oficial. Estas son las palabras:

•CELULA: comando de izquierdistas que se reúne habitualmente.
•COMANDO: célula dedicada a secuestros, asaltos o atentados.
•DELINCUENTE POLITICO: que atenta contra las leyes de seguridad del Estado.
•DELINCUENTE IDEOLOGICO: quien atenta contra la ideología vigente.
•EXTREMISTAS: elementos ligados a una organización subversiva.
•SUBVERSION: acción que atenta contra el régimen imperante.
•TERRORISTA: aquel que practica atentados o cualquier otra actividad considerada terrorismo.

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