Al gorrión de París se le quebraron las alas
Se ha extinguido esa llamarada de arte y pasión que fue Edith Piaf
Antes de morir, narró su vida íntima, sin ocultamientos hipócritas, con sincera generosidad espiritual

DESGRACIADAMENTE, no era la primera vez que la vida de Edith parecía pronta a quebrarse como una hoja seca. Muchas veces estuvo en la ribera de la muerte, por eso la legión de sus amigos aguardaba con esperanza que el milagro se repitiese. En una ocasión, Armand Salacrou le envió un telegrama a un hospital de los Estados Unidos, donde acababan de operarla, diciéndole:
"Si la amistad puede curar, yo te digo: "Levántate y canta".
El último capítulo de su trágica existencia comenzó en un chalet de la Riviera, que había alquilado para pasar el verano y reponerse. Edith, la noche del 10 de octubre, se desvaneció, y los médicos decidieron trasladarla a París en una ambulancia. A su lado iba Theo Sarapo, su joven marido, con quien se casó hace pocos meses.
El milagro no se produjo. Una hora después de llegar a París, se extinguía la vida de Edith. 11 de octubre... Trágico amanecer... La radio difundió la noticia, que en pocos segundos recorrió el mundo.
Cerca de París, en su residencia de Milly, Jean Cocteau, el famoso poeta, artista múltiple, paseaba por su jardín cuando le comunicaron lo sucedido. Poco después se reunía con Edith en la muerte. Enfermo desde el mes de abril, en que sufrió un ataque cardiaco, tal vez la noticia apresuró el desenlace.
Jean Cocteau, que un día llamó a Edith Piaf "el ángel negro de la canción", sentiría una pena inmensa, como toda Francia, como todos los seres sensibles que alguna vez escucharon cantar a Edith...

EDITH COMO MARILYN...
La muerte de Edith Piaf, como el año pasado la de Marilyn Monroe, despertó un eco especial tanto en quienes deifican a los artistas como en aquellos que los contemplan con indiferencia. Edith y Marilyn eran físicamente los polos opuestos... Ambas conquistaron fama, fortuna, pero su rasgo común, el que marcaría sus existencias, era el sufrimiento. Las dos tuvieron una infancia miserable, sin amor, y durante toda su vida, en forma desordenada, como arrojándose a un torrente, buscaron con ansiedad el afecto, el cariño, el amor de que estaban sedientas.
Ni los aplausos ni el dinero pudieron suplir lo que con tanto afán buscaron sin hallar. Ni siquiera pudieron tener un hijo, que tanto ambas deseaban, y en el cual hubiesen volcado la ternura que ellas no despertaron en su niñez. Edith mantenía y costeaba la educación de quince huérfanos; Marilyn, días antes de su muerte, había viajado a México para gestionar la adopción de un niño...

ACUSADA DE ASESINATO
A las 5 de la madrugada, el 19 de diciembre de 1915, Line Marsa. joven que se ganaba la vida cantando por los café-concert, dio a luz una criatura en un portal de la calle Belleville. El padre, un saltimbanqui, fue a buscar una ambulancia de caballos, y cuando regresó con ella ya había nacido la niña, a la que bautizaría con el nombre de Edith. Eran los días de la primera guerra europea, y ese nombre fue su modesto homenaje a Edith Cavell, una enfermera inglesa fusilada por los alemanes en Bélgica.
Edith Giovanna Gassion había nacido en una calle de París. Luego muchos verían un fácil símbolo en ello. A los dos años la madre abandonó a la niña, y la abuela materna, que vivía en Berbey, la llevó consigo.
Si alguien hubiera imaginado y escrito la niñez y juventud de Edith, los críticos habrían calificado el relato de rebuscado folletín lacrimógeno. Ya recordamos que nació en la calle; después, a los cuatro años, enfermó de meningitis y quedó ciega. Su abuela era devota de Santa Teresa de Lisieux y la llevó al famoso santuario para rogar que recuperase la vista y... una semana más tarde la pequeña Edith volvió a ver.
Durante los años siguientes la niña recorrió los caminos y los pueblos de Francia acompañando a su padre, que tal vez la quería, pero jamás tenía para ella un gesto o una palabra de afecto. El padre hacía sus ejercicios acrobáticos y la niña pasaba el platillo,
Un día, Edith, ya cumplidos 16 años, ancló en París y comenzó a cantar por las calles. La suerte hizo que se encontrara en su camino con Louis Leplée, el propietario del "Gerly's". El fue su descubridor y quien cambió su destino. "Papá Leplée", como ella lo llamaba, la hizo vestir con el sencillo traje negro que jamás abandonaría, le cambió el nombre de Edith Gassion por el de la "Moma Piaf" y la lanzó a la fama, pero también aquí surge el folletín, esta vez de corte policial. Una noche, Leplée apareció asesinado y la policía acusó a Edith. Por fortuna su costumbre de no dormir de noche la salvó. Desde que salió del "Gerly's" hasta las 8 de la mañana fue recorriendo los bares de la calle Pigall, y amigos y parroquianos de esos establecimientos así lo atestiguaron. La Piaf quedó en libertad, pero el hombre que dirigía sus pasos había muerto. Ahora debía elegir ella misma su camino.

CERDAN, SU GRAN AMOR
El arte inimitable, único, de Edith, hizo que fuera ganando batallas. Del A. B. C. de París al "Carnegie Hall" de Nueva York, donde fue la primera figura de "varieté" que pisó su escenario; el público la aplaude con delirio, y con el éxito llega la fortuna.
Pero el triunfo, la fama, el dinero, no hacen a la Piaf feliz. Busca el amor y lo encuentra junto a un joven boxeador a quien conoce en Nueva York, Marcel Cerdan. La dicha que a su lado conoce durará poco. El día 23 de octubre de 1949, Edith se hallaba en el aeródromo de La Guardia, en Nueva York, esperando a Cerdan, que había tomado un avión en Francia. Allí le dieron la trágica noticia... El avión se había estrellado en las Azores y todo el pasaje pereció.
Esa misma noche se presentó en el escenario del "Versailles" y al finalizar su primera canción. "Escala", se desvaneció. Días más tarde reiniciaba su actuación con un éxito que batió todos los récords: durante cinco meses el público llenó la sala, demostrando su admiración a la artista y a la mujer de tan extraordinario temple. A Edith la salvaba su arte, el poder desahogar su pena en una canción.

EDITH SE CASA
El éxito se convirtió ya en una costumbre para la Piaf y su enorme sugestión atraía a muchos hombres, deslumbrados por su arte y conquistados por su personalidad. El 20 de septiembre de 1952 se casó en una iglesia católica de Nueva York con el cantante francés Jacques Pills, a quien llamaban "Monsieur Charme". Pero dos años después se separaron. ¿Cuál fue el motivo? Edith nunca soportó la soledad y quería que Jacques la acompañase a todas partes. A veces él tenía un contrato en Londres y ella otro en Nueva York. La Piaf no quería abandonar su carrera ni estar sola... Pills exclamaba:
—¡Yo no puedo pasarme la vida sin hacer nada, escuchándote cantar...
Así sobrevino la separación. Edith dijo:
—Entre Jacques y mi carrera.... elegí mi carrera.
Después se habló de varios idilios, con artistas que ella moldeó: Eddie Constantine, Yves Montand, Charles Aznavour...

LA ULTIMA SORPRESA
Ese horror por la soledad se concretaba siempre en un nuevo amor. Los últimos años fueron una sucesión de enfermedades que la colocaban al borde de la muerte, y triunfales reapariciones en los escenarios.
La última sorpresa fue su casamiento con Theo Sarapo, un joven peluquero a quien ella hizo cantante. Para mucha gente la diferencia de edad entre ambos parecía una barrera insalvable. La criticaron con palabras amargas, pero Edith tenía otra gran condición: la de hacerse perdonar, la de hacer olvidar...
Hace tres meses, cuando canceló su gira americana —debía presentarse en el "Hollinger", de Nueva York, y en el "Shoreham Hotel", de Washington, durante septiembre y octubre—, sus amigos comenzaron a inquietarse.
En el chalet de la Riviera donde pasó sus últimos días, llevaba esa vida desordenada que en ella era lo "normal". Dormía durante todo el día y pasaba la noche levantada, escuchando música o bordando en el jardín... Así, hasta ese 10 de octubre, en que bajo el cielo estrellado la Riviera, su frágil cuerpo se desplomó para no volver a erguirse jamás.
Ahora sólo nos queda su recuerdo y, gracias al milagro del disco, su voz, esa voz que más que nunca nos parece un tejido de arte, pasión y escalofrío.
A la Piaf, al "pajarillo", se le han quebrado las alas. No volverá a aletear "el pajarillo más indispensable en el cielo de París", como un día la llamó Claude Autant Lara.
Revista Antena
22/10/1963


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