Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Colas inmensas para escuchar a Osvaldo Pugliese. Muchedumbres que aguardan en muelles el arribo de discos argentinos.
Peñas en todas las ciudades. Audiciones que duran horas, con categoría de concierto. ¿Por qué triunfó el tango en el Japón?
TOKIO: LA NUEVA CAPITAL DEL TANGO
Veinte millones de japoneses cultivan con fervor la canción porteña. Hay boîtes tangueras llamadas: Caminito, La Cumparsita y La Payanca, que reúnen multitudes

en la foto en kimono, la orquesta de Osvaldo PuglieseHay un corral. Boleadoras. Lazos. Un retrato de Gardel. Varias guitarras. Hay también un ciego que canta "Tomo y obligo". Una hermana del ciego se llama Felicia. Un hermano, Entrerriano. Al mismo ciego le dicen Apachito o Apache Argentino. La escena ocurre en un Pueblito japonés, llamado Okaiama. Hay un testigo, tremendamente emocionado, que se llama Horacio Salgan. La anécdota apenas explica un fervor que ha convertido a Tokio en virtual capital del tango: de los 80.000 clubes nocturnos de Japón, 8.000 llevan nombres de tango. "La Payanca", "La Cumparsita", "Caminito", "Canaro". En Hiroshima, la ciudad devorada por la radiactividad, Katsuhiro Yamasaki fundó en el Café Música una Sociedad de Amigos de la Música Argentina, que cuenta con un quinteto tanguero. Otra similar, abarca en todo Japón alrededor de cinco millones de asociados. En Tokio, la peña Suiyokai (que significa de los días miércoles) imparte lecciones de canto, baile, tango, milonga, vals. Un diccionario de tango (en Argentina no existe ninguno) traduce vocablos tales como "amigazo, curda, falluto" y se adentra en el arduo significado del verbo "amurar". Muy pocos saben que en Japón el tango se escucha con unción religiosa: 10.000 personas hacían cinco cuadras de cola frente al teatro donde debutaría Osvaldo Pugliese, uno de los más persistentes éxitos en Tokio. Las audiciones, que duran alrededor de dos horas, alcanzan la real categoría de concierto. Como en el Colón, nadie puede entrar a la sala una vez comenzado el espectáculo. Verdaderas multitudes esperan —provistas de grabador— la llegada de los mercantes japoneses (línea Marú) procedentes de Buenos Aires. Ellos traen las últimas novedades en materia de discos, los que una vez grabados, se desperdigan en infinitas peñas, círculos y clubes que rinden culto al tango hasta en los más minúsculos Pueblitos del Sol Naciente. Es fervor e impaciencia, porque todas las grandes grabadoras argentinas (Columbia, Víctor, Odeón) editan en Japón las mismas ediciones que circulan en nuestro país. Naturalmente, tienen su Gardel nipón: se llama Yoichi Sugawara. Y tienen también una treintena de orquestas típicas: la Tokio, la Sakamoto, que integran excelentes instrumentistas. Una revista de gran tirada, la Iberoamericana, difunde todo lo argentino vinculado al tango y al folklore. Su corresponsal en Buenos Aires, Alberto Fontán, dice a SIETE DIAS: "Mis notas no sólo incluyen la actualidad tanguera. Ellos se interesan también por la historia del tango y saben mejor que nosotros dónde nació Pugliese y cuál fue el primer tango que tocó Canaro. La erudición resulta a veces sorprendente".
Por esa razón quizás, Atahualpa Yupanqui tuvo que intercalar entre sus exitosos números folklóricos verdaderas conferencias sobre la canción de Buenos Aires. Y los músicos argentinos son abordados en la calle por inquietos nipones que preguntan sobre Gardel, Filiberto, Villoldo y aún por Piazzolla.
El insólito fervor japonés por la música ríoplatense depara no obstante algunas circunstancias curiosas: el ídolo más popular es Francisco Canaro. Los tangos más en boga pertenecen cabalmente a nuestra prehistoria: "Caminito", "El choclo", "El entrerriano", "La payanca", "Chiqué", "El elegante", "Derecho viejo". La llegada de Francisco Canaro, a comienzos de 1961, conmovió la vida japonesa. A tal punto que en 1965 su hermano Mario explotaba el "boom" del apellido, con un quinteto "A lo Pirincho", donde Canaro aparecía en letras de molde y mucho más chiquitito el desconocido patronímico. Es precisamente un Canaro, Juan, el primer hombre de tango que se larga a Japón. Llega a fines de 1954 y lo acompañan dos cantantes: María de la Fuente y Héctor Insúa. y una pareja de baile: Julia y Lalo Bello. Después, se largan todos los demás: algunos pasarán a integrar orquestas japonesas, como Jorge Caldara y Fernando Tell. Otros, como Ricardo Francia, se quedarán para siempre, componiendo, haciendo arreglos. Viajan Salgán, Pugliese, Sassone y Armando Pontier, el último que llegó, en junio. Mientras tanto preparan sus valija Edmundo Rivero, que se va con la orquesta de Libertella; Osvaldo Piro y Juan D'Arienzo, que estudian propuestas.
Un arduo y complejo problema jurídico enraizado en los derechos de autor explicaría la afición de los japoneses por los tangos viejos — el prototango, como gusta decir Ernesto Sábato—, que son los que ya no pagan derechos. "Pero yo no dudo un instante que los japoneses gustarán el nuevo tango cuando lo conozcan" dice el corresponsal Fontán. Y agrega: "No sería de extrañar que Astor Piazzolla constituya un éxito de resonancia".
Dos circunstancias guiaron la inquietud de SIETE DIAS: averiguar cómo comenzó este fervor y a qué se debe. No es tarea fácil. Según el documentado comentarista Julio Jorge Nelson, el fervor fanguero en el Japón nace en la década del 20. Un disco de Rosita Quiroga, llevado por
unos marineros, habría desencadenado el "boom". Un estudioso japonés, Nakanishi, director de la revista Iberoamericana, cree en cambio que fue un cuarteto, perdido ya en el olvido, el introductor de la canción porteña en Japón. Pero de cualquier manera, el fervor tanguero ya había echado raíces. ¿Por qué? Las opiniones son muy variadas. Pero todos coinciden con Salgán, que intuye que la sensibilidad extremada de los japoneses les permite advertir la secreta tristeza, el ámbito casi metafísico del tango. Enrique Lannóo, instrumentista que viajo con Pugliese, acerca la versión de un japonés que le dijo: "A nosotros el tango nos gusta porque es triste y macho".
Armando Pontier observó también el culto japonés a la entereza y a a la virilidad, temas protagónicos de nuestro tango. Pero por sobre los tangos cantados se prefieren, obviamente, las versiones instrumentales, que tienen en Japón un importante mercado. La exportación a Japón fue precisamente una de las muchas razones que decidieron a Ben Molar a dar una versión exclusivamente musical del "boom" tanguero de 1966: "14 con el tango".
De todas maneras, es fácil entrever que las grandes historias suelen tener comienzos inadvertidos y anónimos: un exótico japonés que deambula por los crapulosos piringundines del Bajo, rescatando un disco negro y anónimo que encierra una canción también anónima. Y que 40 años después convertiría a Tokio en una nueva capital del tango. Nadie sabe quién es ese marinero. Pero hizo que 20 millones de japoneses aprendieran a querer al tango.
Revista Siete Días Ilustrados
22.08.1967

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