Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

UN SHOW PARA EL BUDA MAO
Hace cinco meses que la violencia impera en la colonia británica. Mediante esas erupciones fronterizas, Mao Tse-tung busca afirmar el aislamiento de China Continental, para quien todos son enemigos. También es otra manera de adoctrinar a los jóvenes en la "revolución permanente".

Un Guardia Rojo saltó sobre el encargado de negocios británico, Ronald Hopson, y aferrándolo por los cabellos le obligó brutalmente a bajar la cabeza, entre los aullidos de los otros jóvenes maoístas. Era el 30 de agosto. Ese mismo día, el Foreign Office lanzó a China un llamamiento que la prensa no vaciló en calificar como "un desesperado esfuerzo por evitar la ruptura". Los huesos del leonino Winston Churchill deben haberse rebullido de ira en su tumba, azuzados por los manes de los otros prohombres ingleses que a lo largo de muchas décadas habían trazado la imagen del Imperio. Ante una ofensa como la sufrida por el encargado de negocios británico en Pekín, hace dos o tres lustros nada más, la respuesta de Gran Bretaña hubiera sido emprender el camino de las armas. Pero hoy China, aunque desgarrada por problemas políticos internos, es la cuarta potencia nuclear, dueña de la bomba H, y en vísperas de fabricar misiles de largo alcance. Lleva apenas cinco años de retraso en electrónica con respecto a los Estados Unidos, y ya se sabe la importancia que esto tiene para la cohetería nuclear. Lo más cruel de todo el asunto, es que China utiliza en electrónica casi exclusivamente material vendido por los británicos . . .
La flema con que Gran Bretaña recibió la afrenta a su representante y el subsiguiente saqueo e incendio de su embajada ya se había demostrado un día antes en Londres, cuando varios diplomáticos y periodistas chinos armados con palos de béisbol, un hacha, una pistola y un racimo de "Libros Rojos de Mao" se trabaron con los policías británicos en una formidable gresca "sin precedentes en la historia diplomática de la Corona". El Foreing Office usó palabras fuertes y tomó represalias altamente civilizadas, lo que no obstó para que China 'lanzara histéricas protestas y volviera aún más penosa la situación de los 29 diplomáticos que representan el gobierno de Isabel II en Pekín. Se repetía lo sucedido un año antes con la Embajada Soviética, cuyos diplomáticos fueron vejados por los Guardias Rojos: protestas ¡da y vuelta de Moscú a Pekín, denuncias de uno y otro bando, pero renovación de los acuerdos comerciales y mantenimiento a cualquier precio de las relaciones de Estado a Estado. En el caso de la Unión Soviética, se trataba de que su irreversible discordia con la China de Mao no tomara un carácter "formal" frente al comunismo de todo el mundo. Para Gran Bretaña había que salvaguardar la subsistencia de su colonia de Hong Kong.

EL PARAISO DE LA "PICHINCHA"
Desde la segunda guerra del opio, Gran Bretaña es dueña de un minúsculo territorio chino que deberá devolver dentro de 30 años. Laboristas y conservadores concuerden en agotar los medios para que ese respiro de 30 años no se corte, pues Hong Kong es uno de los lugares del mundo donde los salarios son más bajos y las mercancías son más baratas. Compradores de los cinco continentes se dan cita en Hong Kong; "cabezas frías" de las finanzas y del comercio alternan con turistas, hampones y "marines" que olvidan la guerra en los placeres del libérrimo y módico paraíso. Hay tres millones de "sumergidos", pero no importa. La actividad comercial y bancaria es tan febril como la vida nocturna.
Hasta hace pocos meses, Gran Bretaña poseía tranquila su valioso feudo basándose en un hecho contundente: China recibía un tercio de las divisas fuertes que tanto necesita por tener que pagarlo todo al contado, gracias a la "ventana" que le abría Hong Kong hacia el comercio occidental, hoy mucho más importante en volumen y trascendencia para el régimen de Pekín que las transacciones con los soviéticos y sus "satélites" europeos. ¿Qué interés tendría Mao en matar su gallina de los huevos de oro con extemporáneos gestos de ultranacionalismo? . . .
Lo imposible para mentes de economistas ocurrió inesperadamente. En los primeros días de mayo comenzó una huelga, que degeneró en una virulenta manifestación a favor de Mao y del retorno de la colonia a China. Hubo violencias, estallidos de bombas, heridos y pérdidas materiales. Fue como el golpe de batuta que dio comienzo a una sangrienta sinfonía orquestada por Mao, o si se prefiere por el pensamiento de Mao. El 24 de mayo la flema británica fue puesta a prueba por primera vez: China clausuró el consulado de Su Majestad en Shanghai, y el diplomático Peter Hewitt, que se negó a arrodillarse frente a un retrato de Mao, fue expulsado del país después de haber recibido empujones de los Guardias Rojos, que además se solazaron en embadurnarlo con engrudo.
Desde mayo hasta hoy, la violencia se ha ensañado con la colonia británica: los detenidos suman miles, los heridos son varios centenares, los muertos ya llegan a cuarenta, y dos de ellos son niños pequeños. Gran Bretaña reprime con mano dura a los revoltosos, condena a los agitadores comunistas a graves penas de prisión, sin preocuparse por los ultimátums que de tanto en tanto le asesta China. Levanta dobles barreras en los límites con su peligrosa vecina, pero no clausura la frontera. Por su parte China no corta el suministro de agua, vital para Hong Kong, aunque eso resultaría
mucho más contundente que quemar la embajada británica y engrudar a un diplomático . . .

¿QUE QUIERE LA CHINA DE MAO?
Gran Bretaña se hace fuerte en dos hechos: el primero, que el régimen de Pekín se perjudica más que ella con las violencias en Hong Kong. Las importaciones chinas han bajado en un 20 por ciento ahora que hay convulsiones en su "ventana", mientras que las exportaciones de Hong Kong aumentaron en 22 por ciento y el dólar H.K. se mantiene firme. El otro hecho que los británicos subrayan es que las violencias maoístas son desbordes incontrolados y no previstos por Pekín, que no puede desautorizarlos aunque Chou En-lai multiplique las recomendaciones de prudencia con respecto a las legaciones y a los bienes extranjeros. Muchos observadores ingleses afirman: los sucesos revelan la anarquía de China y, cuando son inspirados por los "duros" maoístas de Pekín, constituyen sustitutivos de los ataques que el Buda Rojo no se atreve a lanzar contra los Estados Unidos. Los cachetazos a Gran Bretaña tendrían la finalidad de enrojecer la mejilla de Washington.
Se olvida que en este primer semestre de 1967, pese a las dificultades con Hong Kong, China ha visto incrementar su intercambio con Occidente en un 20 por ciento. Según el experto Alain Bouc de "Le Monde Diplomatique", China ya no necesita para su comercio de la ventana de Hong Kong. Lo que sí es cierto es que hay una anarquía política que hace que los Guardias Rojos y los maoístas fanáticos tomen iniciativas que no corresponden a expresas órdenes de Pekín. Pero esa tan mentada anarquía es relativa y a veces parece "reglamentada". Hay un hecho evidente: cuando estallaron hace pocas semanas sangrientos disturbios en la frontera con la India haciendo temer la apertura de un nuevo foco de guerra en Extremo
Oriente, disminuyeron en número y en intensidad los incidentes en Hong Kong. Pareciera que el régimen de Mao va "rotando" los centros de violencia fronteriza, sin llegar nunca a situaciones irremediables.
Se equivocan los que creen ver en esta táctica un medio solapado de atacar a Washington. Con esas erupciones fronterizas Mao —o los "duros" que gobiernan en su nombre— busca afirmar la militante soledad de China, dueña de la verdad, para quien todos, hasta los neutralistas, son enemigos. Es otra manera de adoctrinar a los jóvenes en la "revolución permanente", aunque se pierdan vidas y se resquebraje la ya tan comprometida paz mundial.
Revista Siete Días Ilustrados
3/10/67

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