Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Japón no olvida Hiroshima
El arribo a Japón del portaaviones nuclear estadounidense "Enterprise" dio lugar a virulentas manifestaciones de protesta. El recuerdo del bombardeo atómico durante la Segunda Guerra Mundial es una llaga siempre abierta en el país nipón

"Paz, paz!", aullaban, arrojando piedras y agitando palos. Eran estudiantes japoneses de la asociación Zenkakuren y obreros del Partido Socialista que protestaban por la llegada del portaaviones nuclear estadounidense "Enterprise" a la base de Sasebo. A partir del 15 de enero, las protestas contra el arribo del "Enterprise" (que tuvo lugar el 19) se convirtieron en verdaderos motines reprimidos con tremenda violencia por más de 5.000 policías especialmente escogidos para proteger al barco y su tripulación.
Sin embargo, la tripulación del "Enterprise", que en un comienzo sólo tuvo permiso para acudir a los cafés y a los bares del puerto de Sasebo, luego pudo hacer compras en el centro de Tokio sin ser molestada. Es posible que no haya dado ni un vistazo a los cartelones que la asociación budista Komei desplegaba en torno al "Enterprise", incitando a los marineros a desertar para no ir a luchar en Vietnam. Hacia allí habría de dirigirse el portaaviones después de su estadía en Sasebo...
La opinión pública japonesa censuró la violencia, pero aplaudió el motivo: el país del Sol Naciente no olvida a Hiroshima y a Nagasaki y sigue concurriendo masivamente al museo donde se exponen los horrores vividos con el bombardeo atómico, el primero y único sufrido hasta hoy por seres humanos. Tener en su tierra un elemento bélico nuclear como el "Enterprise", propiedad de los mismos que arrasaron Hiroshima y Nagasaki, era reabrir una llaga incurable en la ¡mayoría de los corazones japoneses. El impacto emotivo ocultó un poco el otro fin perseguido por los estudiantes y obreros amotinados: protestar contra la política del primer ministro Sato favorable a la participación estadounidense en la guerra de Vietnam.
Ya hubo un doloroso precedente a mediados del pasado mes de noviembre cuando Sato decidió visitar Vietnam del Sur. Los estudiantes de la asociación Zengakuren (ultraizquierdista, pero no comunista) trataron de impedir la partida de Sato y en la gresca con la policía hubo un joven universitario muerto. Dos días antes, frente a la residencia del primer ministro Sato, un anciano envuelto en llamas había imitado a los budistas de Vietnam del Sur para evitar que Japón apareciera avalando al binomio Thieu-Ky y a la guerra en Vietnam.

DEL SAMURAI AL INDUSTRIAL
Es inútil que los jóvenes armen grescas y sufran heridas; es inútil que obreros socialistas o fieles budistas pretendan arrancar al conservador primer ministro una censura a la política de los EE. UU. en Asia del Sudeste. Porque mientras las tropas de Washington se desangran y acrecientan su impopularidad entre los pueblos de raza amarilla, Japón, que por su Constitución tiene prohibido toda pretensión bélica, invade comercialmente el área del Pacífico, extendiéndose hasta los países blancos, Australia y Canadá. A la vez cultiva su coexistencia pacífica y casi amistosa con Rusia: en estos momentos Tokio y Moscú discuten la realización conjunta de ambiciosos proyectos que acelerarían la industrialización siberiana. Además, Japón incursiona en el petróleo del Medio Oriente y rivaliza con las industrias más perfeccionadas de Europa, enterrando definitivamente la época de la "pacotilla industrial made in Japan"...
Hiroshima y Nagasaki duelen todavía, pero esa culminación horripilante de la guerra permitió al país del Sol Naciente hallar un nuevo y más provechoso camino. Con sólo un uno por ciento del presupuesto nacional invertido para la defensa puede disponer del 34 por ciento para volcarlo en la industria y el comercio, lujo que ningún otro país se puede dar. Su producto bruto crece anualmente un promedio del 10 por ciento. Ocupa el quinto lugar en cuanto a potencia económica y para principios de 1970 estará ubicado en el tercero después de EE. UU. y Rusia. La aceptación japonesa de la política exterior de Washington no impide que sólo un dos por ciento del capital operante en el país sea de origen estadounidense; el país, virtualmente aniquilado en 1942, se da hoy el lujo de exportar capital. El Samurai de dos sables es ahora industrial o banquero y ha cambiado su armadura reluciente que lo asemejaba a un escarabajo de oro por un severo traje gris oscuro y corbata clara, muy de "manager".

EL MALESTAR DEL PROGRESO
El próximo mes de marzo se cumplen cien años desde la caída del feudalismo y el nacimiento del Meiji, o sea el "imperio de las luces", que lanzó a Japón a la conquista del mundo moderno, con el método entonces tradicional: la guerra colonialista para obtener "espacio económico". Ahora, el "espacio económico" son todos los mercados del mundo abiertos a la habilidad y al empuje de cien millones de japoneses.
Del viejo Japón ya casi nada queda, salvo para un turismo poco exigente; el nuevo Japón, hiperurbanizado, humeante de fábricas, con salarios bajos y escasas posibilidades de ascenso social 'para los sectores más populares, lleva una pesada carga de angustia. La tasa de suicidios es la más alta de toda Asia; la hipocondría lleva al japonés a consumir remedios en cantidades record. Sobre todo la juventud se agita. Un ejemplo es la rebelión contra la política estadounidense de los jóvenes de la asociación Zengakuren o de los muchachos obreros del Partido Socialista. Tal vez ésa sea una vía de escape para retornar a Oriente. Tal vez sólo refleje el desajuste de una sociedad que no es ni totalmente occidental, ni sólo oriental. . . Sin embargo, la posición de Sato y de los conservadores aún es sólida. Japón permanecerá "marginal" y aceptante frente a la política exterior de los EE. UU. mientras quede un sólo sobreviviente que testimonie el infierno de Hiroshima y Nagasaki.

Revista Siete Días Ilustrados
30.01.1968

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