REPORTAJE AL GENERAL LIBER SEREGNI
DIRIGENTE DEL FRENTE AMPLIO DEL URUGUAY

«AHORA, A CONSTRUIR LA PATRIA GRANDE»
Como parte de su gira el ex candidato a la presidencia de la nación uruguaya recaló en Buenos Aires. Un reportaje concedido al prosecretario de redacción Jorge Madrazo da cuenta de sus afinidades con el Frejuli y su interpretación del ideario artiguista

Trajeado con un ambo color gris, exhibiendo su afabilidad no exenta de matices patriarcales y el nudo de la corbata "diminuto, apretado, como ahora sólo se concibe en los bisabuelos" —según definió durante su breve paso por Buenos Aires, en la última semana de marzo, un sagaz observador—, este general de 56 años, retirado del ejército uruguayo, se las ingenia, sin embargo, para protagonizar un doble fenómeno: en fas elecciones generales del Uruguay de noviembre de 1971 su candidatura presidencial como representante de la coalición izquierdista Frente Amplio representó una flamante alternativa en respuesta al tradicional predominio de los partidos Colorado (en la actualidad, la fuerza gobernante) y Blanco: la sexta parte del electorado conquistada por el Frente en esa oportunidad adquiere mayor peso aún en las circunstancias que vive hoy el Uruguay, donde las entretelas del poder muestran pliegues sinuosos, obviamente inseguros.
Por lo demás —apuntan quienes prefieren hilar más fino en los hechos—, las concepciones ideológicas del general Líber Seregni serán una suerte de fusión entre el viejo ideal sustentado por el héroe nacional José Gervasio Artigas y las modernas tendencias que agitan a todo el Tercer Mundo. Su pragmatismo, típico de los dirigentes militares y de las naciones pequeñas en lucha constante por sobrevivir, resultaría un signo irrefutable de los tiempos que corren. En fin, el mismo nombre de pila del jefe frenteamplista sugerirá otra connotación no tan desconcertante tratándose de un uruguayo: la semejanza con los patronímicos que los padres de ideas anarquistas gustaban poner a sus hijos; esa libertad, resumida en el nombre de este general izquierdista, "fue algo así como una predestinación", de acuerdo con su interpretación entre seria y socarrona.

UNA AGENDA SIN SECTARISMOS
En el agendario de visita del político figuraban, como es natural, sendos encuentros con militares peronistas y con el vicepresidente electo el 11 de marzo, doctor Vicente Solano Lima, de extracción conservadora populista. Los tramos más elocuentes de este meeting que subraya la búsqueda de horizontes poco rígidos en materia de entendimientos se puntualizan más adelante. Sólo quedarían para la memoración los estribillos escuchados ante cada aparición en público del general Seregni, coreados por centenares de enfervorizados jóvenes, en su mayoría adictos a la "línea combativa obrera" que lidera Raimundo Ongaro.
Quedando por concretarse solamente la entrevista entre el líder uruguayo y el presidente electo Héctor Cámpora, y que se realizaría en el viaje de regreso de aquél a su país, Seregni voló a Chile y a Perú: dos escalas de gran significación en momentos en que todo el subcontinente atraviesa por una coyuntura que lo enfrenta a los esquemas hasta ahora propiciados por los Estados Unidos.
El líder de la coalición de izquierda uruguaya llegó a Buenos Aires el martes 27 de marzo, con una nutrida tabla de actividades que los observadores calificaron de "heterodoxa". Es que en la misma se codeaban, en sucesivos encuentros, los nombres de José Rucci, titular de la central obrera, o del abogado Héctor Sandler, diputado electo por la Alianza Popular Revolucionaria —populistas que recibieron el apoyo del comunismo criollo—, quien, curiosamente, se rebeló contra los antiperonistas recalcitrantes que en un principio rodeaban a su maestro político, el general Pedro Eugenio Aramburu. En apariencia, la diversidad Rucci-Sandler no arredró al espíritu ecuménico del visitante.
La prueba de ello es que Seregni también visitó a notorios sacerdotes enrolados en el tercermundismo. Uno de estos religiosos, el padre Carlos Mujica, estuvo de acuerdo con LS en que "era necesario implantar el control popular de los medios de producción". Asimismo, el caudillo oriental mantuvo conversaciones con integrantes del Comando Tecnológico Justicialista, rama doctrinaria del peronismo piloteada por el ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Rolando García, que intenta hacer valer su peso ideológico en las futuras estructuras de gobierno. La amplitud de criterio apuntada por los cronistas fue evidenciada al concretarse, tras algunas vacilaciones, una suerte de "conferencia pública" con empresarios argentinos, agrupados en la Confederación General Económica, que se autodefinen como "nacionalistas moderados y antiliberales furibundos". LS expresó ante ellos premisas que le son caras: "Deberíamos establecer bases de complementación que beneficien a ambos países y realizar obras en común, como la de Salto Grande".
Quien vea en tales palabras una excesiva generalización o una simple expresión de deseos quedaría frustrado: Seregni detalló con minucia, en otro momento de su gira por los escenarios izquierdistas argentinos —como el encuentro organizado por sectores estudiantiles y obreros de La Plata—, un programa de armonización económico-financiera entre Argentina y Uruguay que no deja librado al azar ningún detalle de forma o fondo. Aunque, como es obvio, la mayor trascendencia quedó reservada para sus pláticas con los inminentes líderes de gobierno de la Argentina.

ANTE TODO, CONOCERSE
"Queremos destacar en esta oportunidad, una vez más, la afinidad que es dable observar entre las premisas programáticas del Frente Justicialista de Liberación, de la Argentina, y de nuestro Frente Amplio, con la salvedad de las particularidades que juegan en cada caso: ese afán de independencia y autodeterminación nacionales dentro de una visión más amplia que trasciende al continente y a todos los países que luchan por romper sus ataduras." Las declaraciones del visitante —expresadas cuando concurrió al Plaza Hotel de Buenos Aires para almorzar con el vicepresidente electo Vicente Solano Lima y un reducido grupo de acompañantes— no se limitaron a esa enunciación de orden general. Además, LS supo adoptar un tono mucho más íntimo y coloquial; por ejemplo, cuando con el ceceo característico razonó que "sin embargo, no basta compartir una plataforma política o leer un programa; además, es necesario mirarse frente a frente, leer en los ojos del otro: en ese conocimiento de media hora o de cinco minutos puede haber más riqueza que en cualquier otra forma de comunicación".
Era un criterio que el dinámico huésped ejercitó de modo consecuente, a juzgar por la variedad de su agenda durante el paso por Buenos Aires y —al cierre de esta edición— por Santiago de Chile. De allí partiría en seguida con rumbo a la capital peruana; en todos les casos, conforme confió a Siete Días, "no soy un simple turista, pero tampoco viajo en carácter oficial; digamos que soy un viajero muy sui generis". Por ello, si bien era "obvio que me veré con el presidente Salvador Allende", no lo era tanto su entrevista con el primer mandatario Juan Velasco Alvarado: el encuentro estaba supeditado a las conocidas razones de salud del líder peruano; en cambio, no había duda de que, al igual que en Buenos Aires, al lado de los diálogos con sectores de gobierno se hilvanarían otras reuniones políticas informales. "Pero es claro que no nos mueve el propósito de buscar alianzas o acuerdos de ninguna índole, sino el de trabar un conocimiento directo y expresar nuestra solidaridad con aquellos movimientos de profunda raíz popular y antioligárquica", abundó.
En sus habitaciones del hotel porteño, con la compañía de su secretario de Prensa, Julio Rossiello, y del coronel Alberto Zufriategui, dirigente del Frente Amplio, el visitante concedió a los hombres de Siete Días una charla no sólo extensa y detallada: además, volcó allí una calidez personal generalmente desusada en los diálogos entre políticos y hombres de prensa. Aquí algunos tramos de esa conversación.
—¿Qué conclusiones extrae, general, de su visita a la Argentina?
—Puedo decir que dos conclusiones mayores: la primera de ellas es la similitud entre los problemas que enfrentan nuestros países, salvando las características peculiares de cada uno. Asimismo, la similitud de tratamiento de los grupos políticos con los cuales he tenido contactos en lo que respecta a soluciones deseables. La segunda fue comprobar, en Buenos Aires, la tremenda importancia que todos asignan no sólo al hecho político cumplido el 11 de marzo, sino a la etapa a transitar posteriormente a la asunción del nuevo gobierno, el 25 de mayo próximo. Desde ese punto de vista hemos palpado una muy firme voluntad constructiva: la preocupación fundamental que hemos viste es la de aunar esfuerzos para llevar adelante planes de gobierno que sean efectivamente convenientes para el país. Y, tal! como lo pudimos comprobar, están dispuestos a sumar sus energías aun grupos que no obtuvieron el triunfo en estas elecciones.
—General: usted es un hombre de armas volcado ahora de modo absorbente al quehacer político, y se dirige a Chile y Perú, países en donde las Fuerzas Armadas protagonizan o escoltan importantes procesos de trasformación. ¿Cómo definiría el papel que juegan las Fuerzas Armadas en los países dependientes o "subdesarrollados"?
—Un ejemplo muy actual de esa situación que usted plantea lo constituye mi país. Nuestro Frente Amplio apareció a principios de 1971; luego de las elecciones, realizadas en un clima caracterizado por la aplicación de todo el potencial de gobierno en favor de la continuidad de un partido, se llegó al oficialmente denominado "Estado de Guerra Interno" y al aplastamiento de la subversión armada. Pero junto con esa intervención militar, las Fuerzas Armadas toman conciencia de una realidad económica y social que hasta allí habían desconocido: la reciente lucha encarada por las FF.AA. contra los delitos socio-económicos reveía un aspecto de esa concientización. Nuestro movimiento apoya el análisis, el programa y la acción de las Fuerzas Armadas en sus aspectos positivos; pero, y esto debe quedar bien claro, mantenemos nuestra independencia de acción. Por lo demás, es un proceso aún en vías de desarrollo y muy difícil de predecir, por cierto. Como sea, en los países dependientes los militares tienen necesariamente una función que va más allá de la simple custodia de las fronteras. Deben participar en la labor de real independencia nacional, en el proceso de liberación nacional y desarrollo. Lo entendí así, siendo militar, a través de los proyectos presentados, y nuestro propio Frente Amplio es el único grupo político uruguayo que en sus Bases Programáticas, de febrero de 1971, tiene ya definición precisa con respecto al papel de las Fuerzas Armadas. Permítame que le lea lo que allí se postula: "... integrar la acción de las Fuerzas Armadas en el proceso de liberación nacional y desarrollo económico-social y cultural del país, con acentuación del carácter decididamente nacional de estas Fuerzas ..."

"ARTIGAS, ESE VISIONARIO"
—En estos momentos, cuando podría decirse que los países latinoamericanos en su conjunto despliegan esfuerzos a veces muy significativos para buscar un camino propio, ¿cómo ven usted y su movimiento a la Organización de Estados Americanos, reunida en Washington?
—El Frente Amplio considera que la OEA es, en los hechos, un instrumento que jugó al servicio de los Estados Unidos de América y no de los intereses de los pueblos latinoamericanos. Desde ese enfoque, entendemos que es necesario revisar profundamente su estructura, y estamos dispuestos a apoyar las reformas consiguientes y la creación de los organismos necesarios en tal sentido.
—Conforme con su concepto del nacionalismo y la soberanía, ¿cómo juzgaría el rol de las inversiones extranjeras en América latina y el de las tan notorias empresas multinacionales?
—El problema, para mí, no está radicado en negar o aceptar capitales internacionales: nosotros sabemos que los precisamos para nuestro desarrollo. Lo que establecemos, en nuestro caso, es que no aceptaremos empréstitos o inversiones que nos condicionen en ningún sentido. Fíjese, compañero periodista: en mi país hemos comprobado la evasión de divisas por muchos conceptos, que la riqueza se radica en Suiza, en Las Bahamas, en muchos lugares. Y eso, porque el comercio es manejado per empresas multinacionales y porque el sistema bancario obedece también a intereses extranjeros. Nosotros reclamamos, pues, una imprescindible reforma agraria, a la uruguaya, que tiene que estar acompañada por la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Cree que, pese a referirse al Uruguay, ésta es, a grandes rasgos, la tónica aplicable al Tercer Mundo: aun cuando no pueda hablarse de una formulación ideológica única y pareja, sí es evidente que no puede seguir los moldes capitalistas.
—¿Qué opinión le merece el proceso actual de cambios en Latinoamérica, con algunos ejes visibles en Chile, Perú o Panamá? Dentro de ese panorama, ¿cómo juzga la coincidencia en torno de reivindicaciones muy concretas observada en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, en Panamá, y el llamado Pacto Andino?
—Esos procesos son una realidad fundamental de esta época: es la hora y el tiempo de América latina. El proceso chileno ha alcanzado etapas que nadie puede desconocer, y ha dado pasos de enorme trascendencia en bien de su país y su pueblo. Lo mismo debe señalarse respecto de Perú, cuyas características merecen el análisis y el respeto de todos nosotros; y Panamá, que ahora vuelve a levantar la bandera de una reivindicación fundamental de su pueblo, que no puede ser sino compartida y apoyada unánimemente por toda Latinoamérica, como es la de ejercer plenamente la soberanía en su territorio. Por otro lado, la constitución de un grupo muy fuerte en el seno del Consejo de Seguridad marca el renacer de una nueva voluntad de liberación nacional y de búsqueda de vías de futuro.
—El triunfo del Frente Justicialista argentino, ¿tiene a su juicio una trascendencia histórica equiparable a aquellos otros ejemplos?
—Eso lo dirá la historia. Se vio un apoyo popular abrumador a una línea política trazada; ahora se abre la etapa de las realizaciones, y sobre la ejecución de las líneas fijadas se apoyará todo. No tengo por qué dudar, sino que estoy seguro, de que se alcanzarán las metas propuestas.
El general Líber Seregni mira alrededor, tal vez añorando ese mate bien cebado, tan caro a los rioplatenses. En seguida evocará cómo en la década del 60 fue integrándose con las preocupaciones sociales y políticas que, hacia 1968, se tradujeron en una actitud nueva por parte de sus compañeros de armas más afines, hacia los estudiantes entonces en huelga. De esa actitud surgiría su pedido de retiro, su revalorización de aquel José Gervasio Artigas que, para él, preside todo, "porque, amigo, el tropero Artigas fue un visionario, un precursor de esta América latina que busca la solidaridad y la integración continental. Nosotros, como lo quiso él, debemos ahora fabricar de una buena vez esa Patria Grande que nos marca el mapa común".
Revista Siete Días Ilustrados
09.04.1973

 

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