Trajeado con un ambo
color gris, exhibiendo su afabilidad no exenta de
matices patriarcales y el nudo de la corbata
"diminuto, apretado, como ahora sólo se concibe en
los bisabuelos" —según definió durante su breve
paso por Buenos Aires, en la última semana de
marzo, un sagaz observador—, este general de 56
años, retirado del ejército uruguayo, se las
ingenia, sin embargo, para protagonizar un doble
fenómeno: en fas elecciones generales del Uruguay
de noviembre de 1971 su candidatura presidencial
como representante de la coalición izquierdista
Frente Amplio representó una flamante alternativa
en respuesta al tradicional predominio de los
partidos Colorado (en la actualidad, la fuerza
gobernante) y Blanco: la sexta parte del
electorado conquistada por el Frente en esa
oportunidad adquiere mayor peso aún en las
circunstancias que vive hoy el Uruguay, donde las
entretelas del poder muestran pliegues sinuosos,
obviamente inseguros.
Por lo demás —apuntan
quienes prefieren hilar más fino en los hechos—,
las concepciones ideológicas del general Líber
Seregni serán una suerte de fusión entre el viejo
ideal sustentado por el héroe nacional José
Gervasio Artigas y las modernas tendencias que
agitan a todo el Tercer Mundo. Su pragmatismo,
típico de los dirigentes militares y de las
naciones pequeñas en lucha constante por
sobrevivir, resultaría un signo irrefutable de los
tiempos que corren. En fin, el mismo nombre de
pila del jefe frenteamplista sugerirá otra
connotación no tan desconcertante tratándose de un
uruguayo: la semejanza con los patronímicos que
los padres de ideas anarquistas gustaban poner a
sus hijos; esa libertad, resumida en el nombre de
este general izquierdista, "fue algo así como una
predestinación", de acuerdo con su interpretación
entre seria y socarrona.
UNA AGENDA SIN
SECTARISMOS
En el agendario de
visita del político figuraban, como es natural,
sendos encuentros con militares peronistas y con
el vicepresidente electo el 11 de marzo, doctor
Vicente Solano Lima, de extracción conservadora
populista. Los tramos más elocuentes de este
meeting que subraya la búsqueda de horizontes poco
rígidos en materia de entendimientos se
puntualizan más adelante. Sólo quedarían para la
memoración los estribillos escuchados ante cada
aparición en público del general Seregni, coreados
por centenares de enfervorizados jóvenes, en su
mayoría adictos a la "línea combativa obrera" que
lidera Raimundo Ongaro.
Quedando por
concretarse solamente la entrevista entre el líder
uruguayo y el presidente electo Héctor Cámpora, y
que se realizaría en el viaje de regreso de aquél
a su país, Seregni voló a Chile y a Perú: dos
escalas de gran significación en momentos en que
todo el subcontinente atraviesa por una coyuntura
que lo enfrenta a los esquemas hasta ahora
propiciados por los Estados Unidos.
El líder de la
coalición de izquierda uruguaya llegó a Buenos
Aires el martes 27 de marzo, con una nutrida tabla
de actividades que los observadores calificaron de
"heterodoxa". Es que en la misma se codeaban, en
sucesivos encuentros, los nombres de José Rucci,
titular de la central obrera, o del abogado Héctor
Sandler, diputado electo por la Alianza Popular
Revolucionaria —populistas que recibieron el apoyo
del comunismo criollo—, quien, curiosamente, se
rebeló contra los antiperonistas recalcitrantes
que en un principio rodeaban a su maestro
político, el general Pedro Eugenio Aramburu. En
apariencia, la diversidad Rucci-Sandler no arredró
al espíritu ecuménico del visitante.
La prueba de ello es
que Seregni también visitó a notorios sacerdotes
enrolados en el tercermundismo. Uno de estos
religiosos, el padre Carlos Mujica, estuvo de
acuerdo con LS en que "era necesario implantar el
control popular de los medios de producción".
Asimismo, el caudillo oriental mantuvo
conversaciones con integrantes del Comando
Tecnológico Justicialista, rama doctrinaria del
peronismo piloteada por el ex decano de la
Facultad de Ciencias Exactas, Rolando García, que
intenta hacer valer su peso ideológico en las
futuras estructuras de gobierno. La amplitud de
criterio apuntada por los cronistas fue
evidenciada al concretarse, tras algunas
vacilaciones, una suerte de "conferencia pública"
con empresarios argentinos, agrupados en la
Confederación General Económica, que se
autodefinen como "nacionalistas moderados y
antiliberales furibundos". LS expresó ante ellos
premisas que le son caras: "Deberíamos establecer
bases de complementación que beneficien a ambos
países y realizar obras en común, como la de Salto
Grande".
Quien vea en tales
palabras una excesiva generalización o una simple
expresión de deseos quedaría frustrado: Seregni
detalló con minucia, en otro momento de su gira
por los escenarios izquierdistas argentinos —como
el encuentro organizado por sectores estudiantiles
y obreros de La Plata—, un programa de
armonización económico-financiera entre Argentina
y Uruguay que no deja librado al azar ningún
detalle de forma o fondo. Aunque, como es obvio,
la mayor trascendencia quedó reservada para sus
pláticas con los inminentes líderes de gobierno de
la Argentina.
ANTE TODO, CONOCERSE
"Queremos destacar en
esta oportunidad, una vez más, la afinidad que es
dable observar entre las premisas programáticas
del Frente Justicialista de Liberación, de la
Argentina, y de nuestro Frente Amplio, con la
salvedad de las particularidades que juegan en
cada caso: ese afán de independencia y
autodeterminación nacionales dentro de una visión
más amplia que trasciende al continente y a todos
los países que luchan por romper sus ataduras."
Las declaraciones del visitante —expresadas cuando
concurrió al Plaza Hotel de Buenos Aires para
almorzar con el vicepresidente electo Vicente
Solano Lima y un reducido grupo de acompañantes—
no se limitaron a esa enunciación de orden
general. Además, LS supo adoptar un tono mucho más
íntimo y coloquial; por ejemplo, cuando con el
ceceo característico razonó que "sin embargo, no
basta compartir una plataforma política o leer un
programa; además, es necesario mirarse frente a
frente, leer en los ojos del otro: en ese
conocimiento de media hora o de cinco minutos
puede haber más riqueza que en cualquier otra
forma de comunicación".
Era un criterio que el
dinámico huésped ejercitó de modo consecuente, a
juzgar por la variedad de su agenda durante el
paso por Buenos Aires y —al cierre de esta
edición— por Santiago de Chile. De allí partiría
en seguida con rumbo a la capital peruana; en
todos les casos, conforme confió a Siete Días, "no
soy un simple turista, pero tampoco viajo en
carácter oficial; digamos que soy un viajero muy
sui generis". Por ello, si bien era "obvio que me
veré con el presidente Salvador Allende", no lo
era tanto su entrevista con el primer mandatario
Juan Velasco Alvarado: el encuentro estaba
supeditado a las conocidas razones de salud del
líder peruano; en cambio, no había duda de que, al
igual que en Buenos Aires, al lado de los diálogos
con sectores de gobierno se hilvanarían otras
reuniones políticas informales. "Pero es claro que
no nos mueve el propósito de buscar alianzas o
acuerdos de ninguna índole, sino el de trabar un
conocimiento directo y expresar nuestra
solidaridad con aquellos movimientos de profunda
raíz popular y antioligárquica", abundó.
En sus habitaciones
del hotel porteño, con la compañía de su
secretario de Prensa, Julio Rossiello, y del
coronel Alberto Zufriategui, dirigente del Frente
Amplio, el visitante concedió a los hombres de
Siete Días una charla no sólo extensa y detallada:
además, volcó allí una calidez personal
generalmente desusada en los diálogos entre
políticos y hombres de prensa. Aquí algunos tramos
de esa conversación.
—¿Qué conclusiones
extrae, general, de su visita a la Argentina?
—Puedo decir que dos
conclusiones mayores: la primera de ellas es la
similitud entre los problemas que enfrentan
nuestros países, salvando las características
peculiares de cada uno. Asimismo, la similitud de
tratamiento de los grupos políticos con los cuales
he tenido contactos en lo que respecta a
soluciones deseables. La segunda fue comprobar, en
Buenos Aires, la tremenda importancia que todos
asignan no sólo al hecho político cumplido el 11
de marzo, sino a la etapa a transitar
posteriormente a la asunción del nuevo gobierno,
el 25 de mayo próximo. Desde ese punto de vista
hemos palpado una muy firme voluntad constructiva:
la preocupación fundamental que hemos viste es la
de aunar esfuerzos para llevar adelante planes de
gobierno que sean efectivamente convenientes para
el país. Y, tal! como lo pudimos comprobar, están
dispuestos a sumar sus energías aun grupos que no
obtuvieron el triunfo en estas elecciones.
—General: usted es un
hombre de armas volcado ahora de modo absorbente
al quehacer político, y se dirige a Chile y Perú,
países en donde las Fuerzas Armadas protagonizan o
escoltan importantes procesos de trasformación.
¿Cómo definiría el papel que juegan las Fuerzas
Armadas en los países dependientes o
"subdesarrollados"?
—Un ejemplo muy actual
de esa situación que usted plantea lo constituye
mi país. Nuestro Frente Amplio apareció a
principios de 1971; luego de las elecciones,
realizadas en un clima caracterizado por la
aplicación de todo el potencial de gobierno en
favor de la continuidad de un partido, se llegó al
oficialmente denominado "Estado de Guerra Interno"
y al aplastamiento de la subversión armada. Pero
junto con esa intervención militar, las Fuerzas
Armadas toman conciencia de una realidad económica
y social que hasta allí habían desconocido: la
reciente lucha encarada por las FF.AA. contra los
delitos socio-económicos reveía un aspecto de esa
concientización. Nuestro movimiento apoya el
análisis, el programa y la acción de las Fuerzas
Armadas en sus aspectos positivos; pero, y esto
debe quedar bien claro, mantenemos nuestra
independencia de acción. Por lo demás, es un
proceso aún en vías de desarrollo y muy difícil de
predecir, por cierto. Como sea, en los países
dependientes los militares tienen necesariamente
una función que va más allá de la simple custodia
de las fronteras. Deben participar en la labor de
real independencia nacional, en el proceso de
liberación nacional y desarrollo. Lo entendí así,
siendo militar, a través de los proyectos
presentados, y nuestro propio Frente Amplio es el
único grupo político uruguayo que en sus Bases
Programáticas, de febrero de 1971, tiene ya
definición precisa con respecto al papel de las
Fuerzas Armadas. Permítame que le lea lo que allí
se postula: "... integrar la acción de las Fuerzas
Armadas en el proceso de liberación nacional y
desarrollo económico-social y cultural del país,
con acentuación del carácter decididamente
nacional de estas Fuerzas ..."
"ARTIGAS, ESE
VISIONARIO"
—En estos momentos,
cuando podría decirse que los países
latinoamericanos en su conjunto despliegan
esfuerzos a veces muy significativos para buscar
un camino propio, ¿cómo ven usted y su movimiento
a la Organización de Estados Americanos, reunida
en Washington?
—El Frente Amplio
considera que la OEA es, en los hechos, un
instrumento que jugó al servicio de los Estados
Unidos de América y no de los intereses de los
pueblos latinoamericanos. Desde ese enfoque,
entendemos que es necesario revisar profundamente
su estructura, y estamos dispuestos a apoyar las
reformas consiguientes y la creación de los
organismos necesarios en tal sentido.
—Conforme con su
concepto del nacionalismo y la soberanía, ¿cómo
juzgaría el rol de las inversiones extranjeras en
América latina y el de las tan notorias empresas
multinacionales?
—El problema, para mí,
no está radicado en negar o aceptar capitales
internacionales: nosotros sabemos que los
precisamos para nuestro desarrollo. Lo que
establecemos, en nuestro caso, es que no
aceptaremos empréstitos o inversiones que nos
condicionen en ningún sentido. Fíjese, compañero
periodista: en mi país hemos comprobado la evasión
de divisas por muchos conceptos, que la riqueza se
radica en Suiza, en Las Bahamas, en muchos
lugares. Y eso, porque el comercio es manejado per
empresas multinacionales y porque el sistema
bancario obedece también a intereses extranjeros.
Nosotros reclamamos, pues, una imprescindible
reforma agraria, a la uruguaya, que tiene que
estar acompañada por la nacionalización de la
banca y del comercio exterior. Cree que, pese a
referirse al Uruguay, ésta es, a grandes rasgos,
la tónica aplicable al Tercer Mundo: aun cuando no
pueda hablarse de una formulación ideológica única
y pareja, sí es evidente que no puede seguir los
moldes capitalistas.
—¿Qué opinión le
merece el proceso actual de cambios en
Latinoamérica, con algunos ejes visibles en Chile,
Perú o Panamá? Dentro de ese panorama, ¿cómo juzga
la coincidencia en torno de reivindicaciones muy
concretas observada en la reunión del Consejo de
Seguridad de la ONU, en Panamá, y el llamado Pacto
Andino?
—Esos procesos son una
realidad fundamental de esta época: es la hora y
el tiempo de América latina. El proceso chileno ha
alcanzado etapas que nadie puede desconocer, y ha
dado pasos de enorme trascendencia en bien de su
país y su pueblo. Lo mismo debe señalarse respecto
de Perú, cuyas características merecen el análisis
y el respeto de todos nosotros; y Panamá, que
ahora vuelve a levantar la bandera de una
reivindicación fundamental de su pueblo, que no
puede ser sino compartida y apoyada unánimemente
por toda Latinoamérica, como es la de ejercer
plenamente la soberanía en su territorio. Por otro
lado, la constitución de un grupo muy fuerte en el
seno del Consejo de Seguridad marca el renacer de
una nueva voluntad de liberación nacional y de
búsqueda de vías de futuro.
—El triunfo del Frente
Justicialista argentino, ¿tiene a su juicio una
trascendencia histórica equiparable a aquellos
otros ejemplos?
—Eso lo dirá la
historia. Se vio un apoyo popular abrumador a una
línea política trazada; ahora se abre la etapa de
las realizaciones, y sobre la ejecución de las
líneas fijadas se apoyará todo. No tengo por qué
dudar, sino que estoy seguro, de que se alcanzarán
las metas propuestas.
El general Líber
Seregni mira alrededor, tal vez añorando ese mate
bien cebado, tan caro a los rioplatenses. En
seguida evocará cómo en la década del 60 fue
integrándose con las preocupaciones sociales y
políticas que, hacia 1968, se tradujeron en una
actitud nueva por parte de sus compañeros de armas
más afines, hacia los estudiantes entonces en
huelga. De esa actitud surgiría su pedido de
retiro, su revalorización de aquel José Gervasio
Artigas que, para él, preside todo, "porque,
amigo, el tropero Artigas fue un visionario, un
precursor de esta América latina que busca la
solidaridad y la integración continental.
Nosotros, como lo quiso él, debemos ahora fabricar
de una buena vez esa Patria Grande que nos marca
el mapa común".
Revista Siete Días
Ilustrados
09.04.1973
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