Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

¿Quién odia a Los Beatles?
Denigrados, endiosados y convertidos en el fenómeno musical más explosivo del siglo, los cuatro flequilludos de Liverpool -cuyas composiciones han sido comparadas con las mejores de Schubert y Schumann- comienzan a despertar recelo en millones de "fans" atraídos por conjuntos más rítmicos

Nadie, en Londres, recuerda haber oído hablar de un entierro tan concurrido. Estaban prácticamente todos: Marilyn Monroe, Carlos Marx, Aldous Huxley, Marlene Dietrich, Lawrence de Arabia, Marlon Brando, Albert Einstein, Sonny Liston, Stan Laurel, Bob Dylan y muchos otros. Es, al menos, lo que intenta demostrar la carátula del último longplay de los Beatles: "La banda del club de los corazones solitarios del Sargento Pepper". Sobre la tumba, prolijamente escrita con flores y plantas de marihuana, se puede leer la palabra BEATLES. Para que no haya dudas sobre el sentido del collage, al lado de las flores están George, John, Paul y Ringo lujosamente vestidos con uniformes militares y luciendo gruesos mostachos. A su lado, la versión superada de ellos cuatro, tal como ha sido moldeada para exponer en el Museo de Cera: trajes negros, largas melenas cuidadosamente cepilladas, rostros tan juveniles como ingenuos.
A pesar de que Sgt. Pepper... fue editado en abril de este año, la muerte de los viejos beatles a manos de ellos mismos tiene antecedentes más lejanos. Por lo menos en tres de sus anteriores longplay (Help!, Rubber Soul y Revólver) se podía advertir la firme intención de transitar nuevos caminos musicales, intentar efectos sonoros originales, incorporar otros instrumentos a las tradicionales guitarras y baterías. Para muchos, estos cambios significan el comienzo del fin del cuarteto, alejado del estilo que les dio fama; para otros, es precisamente esta renovación la que les ha permitido permanecer durante cinco largos años conquistando nuevos y más adeptos. Pero todos, a favor o en contra, coinciden en que se trata del fenómeno musical más explosivo en lo que va del siglo.

COMO EN UN CUENTO DE HADAS
''Lo conocí en una romería en la localidad de Woolton. Era un escolar rechoncho y cuando apoyó un brazo en mi hombro, me di cuenta de que estaba borracho. Por aquel entonces teníamos doce años pero, no obstante estar patilludo, llegamos a convertirnos en compinches de adolescencia." Así cuenta Paul McCartney su encuentro con John, en la introducción del libro de este último: "John Lennon en su tinta". Ambos habían nacido en Liverpool; Paul en el hogar de un comerciante en algodón y John en el de un marinero de barco mercante pero, como suele suceder en este gremio, su padre un día abandonó la casa para no volver. John fue criado entonces por una tía. "Tía Mimí, que lo tuvo a su cargo desde que era así de alto, me contaba con frecuencia que era más inteligente de lo que suponía", recuerda todavía Paul. Los dos adolescentes compartían muchas horas del día, y su diversión más frecuente era ponerle música a las románticas poesías de John, silbando, soplando la armónica o tartamudeando sobre las teclas de un piano los rudimentarios conocimientos musicales de Paul. Ese entretenimiento juvenil les permitió, con el tiempo, embolsar montañas de dólares por derechos de autor, porque ambos componen la mayoría de las canciones interpretadas por los Beatles.
La historia del cuarteto es más conocida; por ser reciente y porque desencadenó en los últimos años un huracán de papel y tinta de imprenta que no tiene antecedentes en e! mundo. En 1957 se unió al dúo el guitarrista George Harrison, y solo en 1962 el baterista Ringo Starr. Cuando Brian Epstein escuchó a los cuatro flequilludos en un sótano de Liverpool, no dudó un instante: les ofreció ser su representante y apoderado, por el 24 por ciento de los ingresos que percibieran desde ese momento. No hubo que esperar mucho para comprobar que tenía buen olfato: del primer disco, Love me do (Ámame), lanzado en octubre de 1962, se vendieron 100.000 ejemplares. Al año siguiente vendieron cuatro millones de discos. El tema She loves you (Ella te ama) consiguió fácilmente el premio del Disco de Oro, que se otorga a los que sobrepasan el millón en las ventas. De su segundo longplay, With the Beatles (Con los Beatles), se habían vendido 250.000 álbumes. . . un mes antes de ser editado. El tema Twist and shout (Twist y gritos; 400.000 vendidos) fue guardado en una urna inviolable —la cápsula del tiempo, Feria de Nueva York, 1964— para ser desenterrado en el año 2000, y para que los adolescentes del siglo XXI supieran cuál era la música más representativa de la centuria anterior.
La muerte de Epstein (32 años), el 27 de agosto pasado, a raíz de una torpe ingestión de medicamentos a base de bromuro, es el primer trago amargo para el conjunto cuya trayectoria ascendente estuvo siempre empedrada de momentos felices. El llamado quinto beatle pensaba, como ellos, que los lazos de amistad son más difíciles de romper que un contrato. A pesar de la fabulosa cantidad de dinero que circulaba entre los cinco (Epstein dejó al morir una fortuna de 7.000 millones de pesos), nunca consideraron necesario firmar nada. Se limitaban a cumplir lo que previamente habían convenido.
Como antídoto contra las indiscreciones de sus millones de admiradores, los Beatles guardan celosamente su vida privada detrás de altas murallas y cercos, rodeados por un cuerpo especial de vigilancia y comunicándose por medio de teléfonos de números secretísimos. Los tres casados del grupo viven en Weybridge, zona residencial situada a 40 minutos de Londres. John (27 años), su mujer Cynthia y el hijo de ambos, Julián (4 años), viven en una mansión estilo Tudor, en lo alto de una colina. Es excéntrico para vestirse (le encantan los trajes confeccionados en seda y brocato) y tiene verdadera pasión por los artefactos: cinco sets de TV, decenas de grabadores y máquinas fotográficas lo prueban. También colecciona rarezas: en el living de su mansión el principal elemento decorativo está formado por un altar enorme de la época de las Cruzadas y una armadura completa que responde al nombre de Sidney.
Al pie de la colina está la casa de Ringo (27 años), donde el baterista vive con Maureen, una ex peluquera de Liverpool, y sus hijos Zak, de dos años, y Jason, de dos meses. Sus 15 habitaciones están decoradas con azulejos y estucos de colores. Las pocas veces que necesita soledad para pensar (Ringo es el menos complicado del grupo), se retira a una casilla de madera construida sobre un viejo árbol ubicado en el jardín. En su casa, los Beatles se reúnen frecuentemente para hacer vida social, y el baterista aprovecha para demostrar las bondades de su bien surtido bar, que él llama "La vaca que vuela".
George (24 años), además del más joven, es también el más reservado del conjunto. Fue el último en casarse, y vive con Patty en un espacioso bungalow blanco. Él y sus amigos han pintarrajeado las paredes externas con flores y dibujos abstractos, algunos con pintura fluorescente que quedan iluminados de noche. El cuarto más sobrio es el de música, donde George se enclaustra durante varias horas diarias para estudiar con alguna de sus doce guitarras.
El único soltero, Paul (25 años), vive en Londres. Su compañera inseparable es la actriz Jane Asher, y es frecuente verlos juntos en los cines y boites londinenses más aristocráticos. Es un enamorado de las reuniones y diversiones. Cuando Jane cumplió 20 años reservó una mesa en el restaurante Maxim's de París, contrató un avión particular a reacción, viajó de Londres a la capital francesa para cenar y bailar y volvieron esa misma madrugada.
La amistad entre los cuatro y sus parejas es realmente sólida. Se ríen de los rumores que, periódicamente, hablan de peleas, desacuerdos y tentativas de separación. Se mantienen permanentemente en contacto, hablándose, visitándose como los miembros de una familia... aunque en realidad lo son. "Cuando están juntos —dice un amigo común, Mick Jagger, de Los Rolling Stones—, una corriente magnética los envuelve, y al mismo tiempo forma una barrera infranqueable para quienes los rodean." También ellos saben que las razones de su unidad no son meramente comerciales o artísticas: "Cada uno de nosotros somos, para los otros, el mejor amigo", acostumbran decir, unánimemente.
Reconocen malos entendidos y discusiones entre ellos, pero le restan importancia. Se respetan mutuamente, y cumplen con fidelidad cada uno de sus roles: John es el líder por su talento, su inteligencia, imaginación y espíritu de empresa; Paul, el más tierno, el encargado de limar asperezas y de manejar las relaciones públicas; George aporta sus esforzados conocimientos musicales y Ringo, su afectuoso buen humor.

EL PUNTO DE PARTIDA
En los últimos cinco años encabezaron casi todas las encuestas de música popular. Seguir haciendo lo que hasta ahora, bastaría para asegurarles mucho tiempo de vida como conjunto. Multimillonarios (los cálculos más pesimistas informan que ganan anualmente 1.400 millones de pesos netos), podrían dedicarse tranquilamente a dormir sobre sus laureles, o sobre las rubias arenas de la isla que acaban de comprar en el mar Egeo, para el veraneo de los cuatro y sus familiares. Pero no. Estos profetas herederos del desfalleciente rock, se dedican con todas sus energías actuales a crear la más original, expresiva e importante música que se tenga noticia en el mundo pop de los sonidos. Claro que esta nueva dimensión musical les ha hecho perder la admiración de importantes sectores de fans que prefieren ahora otros conjuntos más rítmicos. Esta pérdida la compensan con el respeto que obtienen de los llamados músicos serios. El compositor Ned Roran afirma que muchas de sus canciones son similares a las de Schubert. El director Leonard Bernstein hace la misma comparación, pero con Schumann. "Los Beatles ocupan el lugar exacto donde está la música de hoy", opina el musicólogo Henry Pleasants.
Esto no parece importarles mucho: "Está bien que no gustemos al público, pero lo importante es que no nos ignoren", dijo hace poco George Harrison. "Cada vez nos gustan menos las giras. Más que tocar ante 50.000 espectadores, nos importa comunicarnos con millones a través del disco", agrega John. Eso no es todo: en el estudio de grabación, los nuevos beatles han encontrado los medios para dar rienda suelta a su inagotable imaginación. Y el Sgt. Pepper lo prueba definitivamente.
Tardaron cinco meses en grabarlo (diciembre 1966/abril 1967). Gastaron 56.000 dólares (casi 20 millones de pesos), pero consiguieron lo que querían, se salieron con la suya... y vendieron 3 millones de álbumes en 4 meses. No fue una tarea fácil, porque además de las guitarras y baterías, utilizaron pianos, instrumentos de cuerdas, trompetas barrocas, lira, clavecín, un organillo, complejos electrónicos, cítara y el aporte de 42 músicos pertenecientes a la orquesta Philharmonia de Londres. La receta es casi siempre la misma: Paul y John le explican al productor George Martin que estuvieron todo el día pensando en una melodía. Seguidamente Paul la toca aproximadamente en el piano mientras John entona la letra. Entretanto, George busca el acompañamiento adecuado en la guitarra o la cítara y Ringo improvisa unos golpes en la batería para darle ritmo. Claro que ésa es la primera versión, y a veces llegan a grabar veinte antes de darse por satisfechos. Como ninguno de los cuatro sabe leer ni escribir música, componen en el momento de grabar, para desesperación de los ingenieros y técnicos sonidistas.
¿Qué buscan, qué quieren ahora los Beatles? "Explorar las infinitas posibilidades que tienen los sonidos puros. Buscándolos, nos hemos encontrado a nosotros mismos. Solo ahora comienza la verdadera historia de los Beatles", contesta George Harrison. No sólo musicalmente han madurado: sus contactos con el Maharishi Mahest Yogi les ha abierto las puertas de la filosofía hindú. Ya no más elogios al ácido lisérgico: "Puede abrir muchas puertas, pero no da respuestas. Uno mismo tiene que encontrarlas" aconseja Paul. El mismo se encarga de dar una pista cuando, hablando del libro de John, sugiere la verdadera intención de los idolatrados, discutidos, denigrados, admirados, endiosados beatles: "Nada de esto está destinado a tener sentido; basta con que resulte divertido".
Revista Siete Días Ilustrados
10.10.1967


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