Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

RHODESIA: VIA LIBRE AL RACISMO
El primer ministro rhodesio Ian Smith utilizó el ajusticiamiento de los cinco terroristas negros para llevar a cabo el más grave desafío a la reina Isabel ll, desde que proclamó la independencia unilateral de Inglaterra en noviembre de 1965

Una vez más se agudiza el problema racial en Rhodesia. Hace dos semanas, la administración de Ian Smith ordenó —y cumplió— la ejecución de cinco hombres negros, acusados de asesinatos y actos terroristas, Con esos procedimientos Rhodesia desafía nuevamente a la opinión mundial, que clamó por la vida de los condenados a muerte. El papa Pablo VI había enviado un telegrama al arzobispo Francis William Markall, de Salisbury, pidiendo clemencia por los sentenciados. Pero todo fue inútil y el pontífice expresó, después su "profundo dolor por el ajusticiamiento, debido a que no fueron aceptadas razones de humanidad". Anteriormente, el primer ministro Ian Smith y su consejo ejecutivo habían desoído el pedido de conmutación de la pena, hecho por la reina Isabel II de Inglaterra. A su vez, el secretario general eje las Naciones Unidas, U Thant, calificó de "acto brutal'' la ejecución de los africanos efectuada el miércoles 6 y el pasado lunes 11 en la prisión de Salisbury. En Rhodesia mismo, no lograron frenar esa decisión las protestas de profesores universitarios e incluso de algunos miembros del agresivo gobierno del segregacionista Smith. Los pedidos de clemencia obtuvieron sólo que el primer ministro rhodesio anunciara la postergación de la ejecución de cuatro nativos igualmente condenados a muerte y dejara en suspenso la pena capital dictada contra nueve más, de un total de 107 sentenciados color que están en capilla.
El camino hacia la horca fue transitado por Herbert Sambo, condenado en 1964 por haber incendiado una posada escolar y una tienda; Samson Majengawa, también sentenciado en 1964 por ataque con bombas de gasolina lanzado contra una vivienda de blancos; Takauraye Heremiah y Francis Chirisa, condenados ese mismo año por el asesinato a balazos de un jefe tribal; y Amen Chikwakwata, sentenciado por ataques con granadas de mano lanzadas contra un tren y una casa.
Si bien los pedidos de clemencia fueron dirigidos a Clifford Dupont, funcionario encargado de ejecutar los edictos, el ajusticiamiento estuvo a cargo del verdugo Edward Milton (54 años) apodado Lofty (grandote, orgulloso). Cuando se llevaban a cabo las ejecuciones, un salmo que clamaba "¡Por favor Dios! ¡Por favor Dios!" era entonado por los familiares de los convictos en la puerta de la prisión. "No hubo peleas, ni violencia alguna —declaró el verdugo Milton—. Todo fue bien".

POR QUE RHODESIA
El primer ministro rhodesio utilizó la muerte de los cinco terroristas negros como el más grave desafío a la reina Isabel desde que el país africano proclamó la independencia unilateral de Gran Bretaña, esto es, sin acuerdo de partes, el 11 de noviembre de 1965. La independencia clausuró un largo período de disputas entre el gobierno británico y el de Rhodesia, debidas a una desinteligencia básica: ¿bajo qué condiciones Gran Bretaña daría la independencia al país africano, hasta entonces un miembro autónomo del Commonwealth británico? El principal obstáculo era la insistencia de Harold Wilson en el sentido de que Rhodesia tuviera el gobierno que la mayoría eligiese. En ese país habitan 220 mil blancos y 4 millones de negros; cifras que no benefician al primer ministro Ian Smith, líder de la ínfima minoría blanca.
Tras la declaración de la independencia, que mantenía a los blancos en el poder, el gobierno británico aplicó restricciones en el intercambio comercial con su ex colonia. La suspensión de las importaciones de petróleo fue el primer paso para sancionar a los segregacionistas blancos. Después de un frustrado encuentro entre Ian Smith y Harold Wilson a bordo del buque Tiger, en diciembre de 1965, los británicos lograron que la UN aprobara reprimendas económicas contra Rhodesia. A pesar de ellas, los rhodesios blancos siguieron con su modo de vida y todavía reconocen cierta obediencia a Isabel II. El representante de la reina, gobernador Henry Vicary Gibss, fue privado de sus poderes pero siguió viviendo en la Casa de Gobierno.
Las deterioradas relaciones entre los dos países se volvieron todavía más delicadas a lo largo de la semana pasada, con la ejecución de los cinco africanos acusados de asesinato. Algunos observadores consideran que la ejecución es el prólogo inevitable para declarar república a Rhodesia, o por lo menos para cerrar de un golpe la puerta ante futuras negociaciones con Gran Bretaña. Políticamente, las ejecuciones equivalen al deseo rhodesio de autodeterminación.

EL CAZADOR BLANCO
La historia negra de Rhodesia comenzó en 1888, cuando una columna de 700 pioneros descontentos con la dominación boer en la actual Sudáfrica, cruzó el río Limpopo y penetró en los dominios del rey Lobengula. El jefe de la columna, un cazador de fieras llamado Cecil Rhodes, entró en tratos con el rey y comenzó a obtener concesiones y ventajas sobre la base de un contrato "perfectamente legal" que el rey le había firmado. Naturalmente, el incauto monarca no sabía leer ni escribir.
Los colonos se fueron extendiendo por el territorio, despojando de las mejores tierras a los súbditos de Lobengula, quien, harto de tantos atropellos, se rebeló en 1893 contra los intrusos. Los rifles de los colonos pusieron las cosas en su lugar sin grandes dificultades, y el monarca perdió el trono, la pequeña renta que los blancos le habían asignado y, poco después, la vida.
Nuevos colonos fueron llegando de las Islas Británicas, atraídos por el sol y las riquezas que brindaba la nueva colonia. Compraban o arrendaban tierras de las que previamente eran desalojados sus ocupantes negros y, poco a poco, se fueron apoderando de las regiones más fértiles del país, paralelamente, los negros fueron arrinconados en "reservas". Los abusos llegaron a tales extremos que para ponerles coto, el gobierno —desde 1923 la colonia tuvo gobierno autónomo— dictó en 1928 la Ley de Distribución de la Tierra, citada por los rhodesios como ejemplo de magnanimidad: asignaba a los 217 mil blancos el 37 por ciento del territorio, el 47 por ciento a los cuatro millones de negros, el otro 14 por ciento para compartir unos y otros. Esa distribución de tierras es un claro ejemplo de racismo, llevado, como es obvio, a todos los estratos de la sociedad rhodesiana. Los blancos, por ejemplo, disponen de chacras ultramodernas, donde en centenares de hectáreas cultivan casi todo el tabaco que consume el Commonwealt. Los negros viven en míseras cabañas y cultivan módicas parcelas de tierra en las que a duras penas viven unas cabezas de ganado; el estado en que se hallan lo refleja este detalle: no hace mucho, una organización asistencial tuvo que hacer un envío urgente de leche en polvo a Rhodesia para evitar que 85 mil niños negros murieran de hambre. Los blancos viven en la ciudad propiamente dicha y los negros se hacinan en colosales villas miseria, como Highfield y Horere, en las afueras de Salisbury, la capital. En materia de educación, las estadísticas demuestran que sobre 30 mil niños blancos, 20 mil recibirán, además, educación secundaria; en cambio, sobre 600 mil escolares negros, sólo 10 mil tendrán ese privilegio. En materia de salarios, las cosas no se diferencian. Un negro que trabaje en la industria puede llegar a ganar el equivalente de 101.500 pesos por año; un blanco está por encima del millón de pesos.
Los nacionalistas negros, que consideran que ese sistema es una burla, bregan por el sufragio universal, ya que los distintos sistemas electorales promovidos por el gobierno favorecía a los blancos. Como hasta el momento la lucha armada contra el régimen parece improbable, los líderes negros aceptan como única fórmula de batalla el comicio libre: el lema "one man, one vote" (un hombre, un voto) fue coreado hace dos años en las calles de Salisbury por una muchedumbre que por primera vez parecía haber perdido el miedo a los policías y a sus perros adiestrados especialmente para la caza de negros. Ante una probable exigencia de reivindicaciones negras, los "blancos optaron por la línea dura, es decir, intransigencia, obstinación, fuerza. "Somos muy débiles numéricamente para hacer la mínima concesión", es la explicación común. En Ian Smith, el ex piloto de caza con "cara de poker" (la debe a que su avión fue derribado durante la guerra y hubo que reconstruirle el semblante por medio de varias operaciones) encontraron el líder que les guiara en la empresa. Coinciden en que "si los negros llegan un día al poder, la culpa será nuestra, por no haber sabido impedir su progreso".

...PERO ESTA EL ORO
Pero poco parece importarle al primer ministro la reacción mundial por el sistema de vida rhodesiano y principalmente el feroz ajusticiamiento de los cinco negros africanos realizado en los últimos quince días. No le importa —en definitiva— ser el amo de un país que cada vez más tiene menos amigos. Si las recientes ejecuciones motivaron adhesiones humanitarias, sirvieron también para sacar algunas conclusiones políticas:
1) Ian Smith sabe que EE. UU. e Inglaterra no tomarán medidas drásticas contra Rhodesia (definitivo bloqueo comercial o envío de tropas) porque a esas dos potencias, que sufren la actual crisis del oro, les interesan los yacimientos auríferos de Sudáfrica, amiga de Rhodesia y principal abastecedora al mercado mundial, con una producción anual de alrededor de 360 mil kilogramos de
oro. Un ataque a Rhodesia implica, pues, agredir a Sudáfrica. Ian Smith es el que mueve los hilos y quizá por ello el primer ministro Wilson considere que la cuestión de Rhodesia es de exclusiva incumbencia británica. O sea que el problema no debe ser entregado a la UN, no obstante las crecientes presiones para que la metrópoli tome medidas finales contra su ex colonia. Es por ello que la política rhodesiana consiste en mantener el actual statu quo, hacer tiempo para, de esa manera, sostener el poder blanco y subyugar a la inmensa población negra. Al mismo tiempo, Ian Smith entiende que los movimientos deben ser hechos con inteligencia para no romper definitivamente con el Commonwealth.
2) La NATO también tiene algo que ver en el asunto rhodesiano. Si la organización occidental tomara medidas militares contra el país africano, surgiría un grave conflicto con las colonias portuguesas (Angola y Mozambique) que realizan un intenso comercio con Rhodesia, cosa poco conveniente pues son un dique de contención para el avance del comunismo en África.
3) Observadores internacionales interpretaron el llamado del Papa por los ajusticiados como un tiro por elevación a esas colonias portuguesas, que son católicas y comercian con la administración de Smith, y no precisamente a éste, que gobierna un país eminentemente protestante y animista.
¿Hasta cuándo los acólitos blancos de Ian Smith lograrán mantener un gobierno que ni siquiera pretende ser un remedo de democracia?
Revista Siete Días Ilustrados
19.03.1968

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