¿Ahora le toca el turno al Tíbet?
por Ángel R. Santini

HACE pocos días tuvimos ocasión de leer en uno de nuestros periódicos, y en las pocas líneas que tenían por título: "El Tíbet está indefenso", que "marchan hacia ese territorio dos columnas comunistas, una de las cuales se dirige hacia la provincia de Sining, y la otra presiona en dirección sur desde Sining. capital de la provincia de Chinghai".
Más adelante agrega el diario "que en el ambiente de mayor información se tienen noticias de que el gobierno sacerdotal del Tíbet, previendo nula la ayuda que pueda esperar de Occidente, decidió no resistir a los ejércitos comunistas". Todo parece evidenciar que así como hemos podido conocer geográficamente en detalle. y casi me animo a decir también socialmente, a Corea, podremos observar al Tíbet a través de nuestros órganos de información.
Por ello mi curiosidad me llevó a querer saber cómo es el país de los lamas en sus particularidades, pues aunque muchas veces, por más que ansiamos, queremos recordar lo aprendido en otras épocas, nuestra memoria olvida los que a la vez son pequeños e importantes detalles. Y al tomar la geografía llegué a una conclusión tal vez un tanto anticipada, pero no por ello injustificada ante los hechos por los que actualmente atraviesa el mundo.
Así fué que leí que aun hoy se pueden contemplar las ruinas del castillo de los antiguos reyes tibetanos: el rey de Lhasa y sus dos mujeres, con quienes contrajo enlace al mismo tiempo: una princesa nepalense y otra china. Este monarca, al mismo tiempo que reconoció la real independencia del Imperio del Centro, hizo construir templos budistas, introdujo el arte del Nepal y la escritura de la India. De manera entonces que ambas princesas contribuyeron de distinto modo en la influencia foránea sufrida por el Tíbet: China en cuanto a política, e Indostán, tocante a las más variadas formas del arte y la religión.
En primera instancia, se quedó el tradicionalismo del aislamiento, ya que, favorecidos por los árabes, se lanzaron resueltamente a la expansión territorial. Pero el acrecentamiento del budismo no sólo rompió la unidad monárquica. sino también esa notable facultad expansiva. Más adelante, como complemento de esa obra, y a novados por la preponderante influencia china, terminaron por imponer el régimen teocrático que aun subsiste. Ello provocó un encierro estrecho en actitud de defensa, de lo que derivó esa austera y comprensible modalidad de desconfianza hacia el extranjero, ejemplo auténtico de un pueblo de refugiados.
El género de vida de la población, la cual no pasa de tres millones de habitantes, según unos, y de dos millones, según otros, y como consecuencia lógica desprendida de la gran cantidad de monjas célibes, es sedentario en sus cuatro quintas partes. La labor habitual se reduce a la cría de yaks, bueyes y carneros en las zonas menos Mas. Su esencial alimentación consiste en quesos secos y té batido con manteca; carne, cuando se puede, y un caldo sucio completan el menú de esta gente, en su mayoría pobre.
La vestimenta se reduce a una cubierta de piel de carnero, o harapos que cubren el cuerpo, sin ropa interior, mugriento, engrasado, repugnante por su hedor característico, y devorado por piojos y pulgas. En ellos el hábito se superpone a todo. Poseen la misma profesión y pertenecen a la misma clase social de su padre. Por cierto que se ignorarán completamente las "madres Marías", ya que todos ven su destino al llegar al mundo, y, por ende, la preocupación está muy por fuera de su alcance.
En la familia es el hermano mayor el único que puede contraer matrimonio, y la "mujer de todos" en esta forma de poliandria no trae, como parecería, una disminución en los servicios que podría prestar puesto que, por el contrario, le interesan a ella los trabajos pesados y rudos, tanto en la casa como madre, ya en el campo como agricultor, ya con el ganado o en la tarea de transportar los pesados barriles de agua atados a su espalda.
En lo que respecta a su geografía política, los territorios tibetanos se hallan divididos en tres sectores: el reino de Lhasa, pueblos que dependen directamente de la China, y varios grupos unidos a la India.
Si a través del mapa observamos atentamente los límites más próximos, encontraremos hacia el este y el norte todos pueblos sometidos al comunismo, situados aproximadamente entre los paralelos 34 y 45. Conociendo la cantidad de habitantes y sabiendo que son 2.109.000 los kilómetros cuadrados que ocupa, con las grandes regiones montañosas y los enormes desiertos, fácil nos será llegar a la conclusión de que es un territorio poco menos que deshabitado. Si a ello agregamos la denigrante impresión que extraemos del bosquejo de forma de vida que he querido realizar, y la resolución de no resistencia a las fuerzas comunistas que se aprestan de uno a otro momento a pasear por el Himalaya, los Karakorum y el Brahmaputra, vamos entrando a repetir la historia, esa historia que nos delata cómo la barbarie de los pueblos atrasados arrasa más y más pueblos quizá semejantes, para ir en busca guerrera de la cultura occidental. Sabemos que no es ése su principio, pero es su fin; el único fin útil que les queda, aunque lo desprecien, aunque también a ella, a la cultura, traten de hacerle sufrir el martirio de la metralla.
Revista Mundo Argentino
20.09.1950

 

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